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Tomás Urzainqui

Recuperador de la historia que nos quieren ocultar

Con «La Navarra marítima», Tomás Urzainqui descubrió a muchos que el viejo reino comprendía toda la actual Euskal Herria y otros territorios más. Gracias a su riguroso trabajo, cada nueva publicación de Urzainqui echa por tierra las “verdades” de la historiografía “oficial”, que, según denuncia el historiador, busca mantener el estado de subordinación que sufre este pueblo.

Con quince años, era un asiduo de la Biblioteca General de Nafarroa, donde los libros de Arturo Campión colmaban su deseo de conocer en detalle la historia de Nafarroa. Aunque en la universidad se decantó por Derecho, su formación académica y metodológica se halla en la especialidad de historiador del Derecho. En su gran biblioteca multidisciplinar, ocupan un espacio dominante los libros y archivos documentales de historia, un campo en el que se ha convertido en uno de los grandes referentes de la corriente de estudiosos que, contra viento y marea, se esfuerzan por difundir nuestro pasado desde un punto de vista nuestro.

 

Su obra “La Navarra marítima” ha marcado un antes y un después en la manera de conocer nuestra historia. ¿Qué tiene de especial ese trabajo?

Principalmente esa obra da respuesta a cuestiones que condicionan el devenir de nuestra sociedad. Por qué nos subordinan o por qué motivo vamos a ser españoles o franceses, y en esa clave se hace imprescindible conocer qué pasó aquí y quiénes somos. Ése es el núcleo del problema hoy existente. Hay que aclarar los dos conceptos de vasco y navarro, algo que resulta imprescindible para recuperar la libertad individual y colectiva. Navarra es el referente político estatal de los vascos. El pueblo navarro objetivamente es independiente y subjetivamente soberano. Independiente, porque tiene su Estado propio, que es Navarra, y soberano porque constituye una sociedad que no puede estar subordinada a las sociedades soberanas española o francesa. Navarro o vasco son nombres que hacen referencia a la misma sociedad, a la misma gente. Mientras que el concepto navarro tiene un significado estatal, político y nacional, el concepto vasco se refiere al euskara. Existía un campo histórico bastante ocultado que era la realidad navarra de Álava, Guipúzcoa y Vizcaya, y también de La Rioja. Y esa carencia del conocimiento de nuestro pasado estaba influyendo gravemente en la situación actual, porque se había llegado a la barbaridad de contraponer dos conceptos que se refieren a lo mismo, como son vasco y navarro. Desde hace treinta años han puesto en marcha desde el ámbito del aparato estatal español una campaña de reacción planificada, vestida de visceral, centrada en una buscada fractura entre lo navarro y lo vasco, ante un posible proceso de recuperación de los derechos políticos del conjunto de esta sociedad que es a la vez navarra y vasca. Por lo que era preciso rebobinar la historia para mostrar cómo  sustancialmente es lo mismo. La nuestra era una sociedad política estructurada con la forma del Estado de Navarra y sus habitantes eran navarros en los hoy territorios occidentales de Álava, Guipúzcoa y Vizcaya, tal y como recoge la documentación de la época. Los textos jurídicos, también se referían a esa denominación de navarros, tanto en el Fuero de Vitoria, como en el de San Sebastián y otros. La forma en que se fracturó el territorio influyó en un olvido con intereses políticos de esa unidad de Navarra. Así que era necesario refrescar la memoria histórica para que se pudiera contrarrestar las campañas de división de la sociedad y plantear un proceso que activara la conciencia soberanista y así poder salir democráticamente de la subordinación en la que se encuentra esta sociedad civil.

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¿Se imaginaba que esa obra iba a tener tanta repercusión?

Sí que creía que iba a influir, porque se trataba de demostrar a alaveses, vizcainos y guipuzcoanos que son ante todo navarros. Mientras no se asuma dicha realidad navarra, no se avanzará hacia la salida de la partición y la minoración.

Ese ensayo fue la primera entrega de una trilogía integrada por otros dos trabajos: “Navarra sin fronteras impuestas” y “Navarra, Estado europeo”. ¿Qué novedades añadían estas obras a lo recogido en “La Navarra marítima?

En “Navarra sin fronteras impuestas” se insiste en descubrir que Navarra no se limita al actual territorio reducido, sino que las fronteras que vemos son impuestas, motivadas por un proceso antijurídico y violento, y que la sociedad navarra es más amplia desde el punto de vista geográfico y demográfico. Por su parte, “Navarra, Estado europeo” recoge el conocimiento de que existe un Estado de los vascos. Euskal Herria no es un país sólo cultural, sino que es sobre todo una realidad estatal que se llama Navarra. Algunos autores han llegado a asegurar que los vascos son un pueblo que sobrevive sin haber tenido nunca un Estado, pero sí lo han tenido y sus restos, tanto la Constitución del Estado navarro como el conjunto de sus instituciones y de su sistema jurídico, perduraron hasta el siglo XIX.

 

En esa última materia profundiza su segunda trilogía, iniciada con “Soberanía o subordinación”.

Si “La Navarra marítima” ya mostraba la articulación objetiva que existe entre comunidad cultural y sociedad política, completado con el Territorio y el Estado, el libro que inicia la siguiente trilogía, “Soberanía o subordinación”, profundiza mucho más, con la sociedad como conjunto de ciudadanos que se asocian en términos políticos y que defienden unos derechos individuales y colectivos. En el libro se prueba que sin soberanía, no hay democracia; que la subordinación es fruto de ese proceso de conquista, partición y dominación de la sociedad negada, de sus instituciones y de su cultura, a manos de otras sociedades y sus respectivos estados.

 

¿A qué se debe el desconocimiento que existe sobre nuestro pasado? ¿A la habilidad de los que quieren ocultarlo o a la desidia de los que lo conocían pero no lo difundían?

Se debe fundamentalmente a que el poder subordinador, que esta sociedad padece, no tiene ningún interés en que se conozca el pasado, porque la ocultación de la historia es precisamente uno de los fundamentos del poder subordinacionista. Y ese poder pertenece a los estados dominantes tanto español como francés.

 

A pesar de su rico pasado, el Reino de Navarra no contó con un cronista oficial hasta el siglo XVII, con el nombramiento del padre Moret. ¿Nuestros reyes, con la honrosa excepción del príncipe de Viana, no estaban interesados en que quedara constancia de lo que habían hecho?

A través de sus obras de gobierno, tanto ordenanzas reales, legislativas, como la documentación de los tribunales y de la Chancillería Real, los reyes de Navarra dejaron constancia de su historia. En el Archivo Real de Navarra existe una documentación bastante completa de esa historia. Que no existiera antes un cronista oficial no es una excepción respecto a lo que se daba entonces en el resto de Europa. Y también es más normal que en la edad moderna, el Reino de Navarra, es decir, las Cortes, encargase a José Moret Mendi una historia general de Navarra.

 

¿Una corriente de historiadores locales, entre los que usted figura, está reescribiendo nuestro pasado?

Resulta vital que se escriba nuestra historia desde dentro, sobre todo para evitar la influencia falsificadora, ahora un negacionismo militante, de las historiografías dominantes tanto de España como de Francia, que niegan determinados hechos históricos. Esa historiografía nuestra arranca sobre todo con Moret y Ohienart, renace en el siglo XIX con Iturralde y Suit, Arturo Campión, Oloriz..., los denominados euskaros, muy importantes en la recuperación histórica. Hoy en día existe una tensión entre una historiografía pegada a la realidad de esta sociedad y otras historiografías que intentan mantener su statu quo mediante la tergiversación histórica. Es importante que esos historiadores locales continúen su labor y que se les ayude y se difunda su obra, ya que están haciendo un trabajo serio y científico a la vez que comprometido con la verdad, a pesar de que les acarrea notables problemas personales.

 

A pesar de la importancia de su trabajo, da la impresión de que buena parte del esfuerzo de Campión, Yanguas y Miranda e Iturralde y Suit es desconocido y que cayó en saco roto. ¿Tiene miedo a que dentro de cincuenta o cien años haya que empezar de nuevo en la difusión de nuestro pasado?

Creo que lo que hicieron no cayó en saco roto. Su trabajo supuso un auténtico renacimiento de la memoria histórica y de la conciencia popular, lo que posibilitó la movilización. Por ejemplo, la Gamazada no habría tenido éxito sin la actividad de los euskaros durante las décadas anteriores, porque consiguieron llegar hasta el pueblo, refrescándole la existencia de sus derechos colectivos conculcados. Por otro lado, lo que se consiguió en la defensa del patrimonio está íntimamente relacionado con la Comisión de Monumentos, en la que también estaban aquellas personalidades. Y Eusko Ikaskuntza tampoco se hubiera conformado en el año 1918, y luego la Academia de la Lengua en 1919, sin la actividad de estos personajes. Otra cosa es que con la Guerra del 36 hubo un corte brutal. Así que la investigación histórica que nos legaron, el patrimonio y la defensa del euskara hay que agradecérselos a ellos. La historiografía se desarrolla a una con la vitalidad de la propia sociedad. En estos momentos la investigación histórica está en aumento y probablemente cada vez lo hará en mayor medida.

 

Usted lloró ante los restos del Palacio de los Reyes de Nafarroa en Iruñea al contemplar las demoliciones que se estaban haciendo en el histórico edificio para convertirlo en el actual Archivo. ¿Qué ocurrió con ese palacio?

Los derribos comenzaron el mismo día en que iba a presentar en Eusko Ikaskuntza ante los medios de comunicación un informe de expertos para que se respetara el Palacio Real. La situación era tan angustiosa que me desbordó la impotencia de no haber podido evitar que se destrozara el monumento, a pesar de que habíamos hecho cuanto estaba en nuestras manos para que no destruyeran un monumento clave en la historia de Navarra. Un lugar en el que habían residido los reyes, que era el centro del poder político y de la soberanía política de Navarra, ya que allí se reunía el Consejo Real, se promulgaban las leyes que aprobaban las Cortes, las sentencias de los tribunales, donde se daban las cuentas de la Cámara de Comptos, se convocaban las Cortes, etc. Es un lugar sustancial del poder soberano del pueblo navarro y eso se tuvo en cuenta para desmontarlo. Es más, se ocultó interesadamente el significado político nacional que tiene ese lugar para este pueblo por parte de los responsables de cultura, del patrimonio, la enseñanza, la investigación y la historia oficial. Todos miraron para otra parte, se callaron, y algunos probablemente se alegraron porque creían matar el referente físico de la soberanía de este pueblo. Ese palacio acumulaba infinidad de obras y reformas después de 800 años de vida pública estatal ininterrumpida y en sí era todo un yacimiento arqueológico, pero se despedazó y se arrojó todo al vertedero sin ninguna contemplación. Era un gran libro del poder y de la historia de Navarra como Estado independiente al que se le arrancaron las páginas y luego se trituraron.

 

¿Lo ocurrido con el Palacio Real forma parte de una política perfectamente orquestada?

El Palacio es el ejemplo de cómo se comportan desde el poder impuesto y subordinador con los monumentos y con la historia de Navarra. Es una labor negativa y de falseamiento que siguen desarrollando, por ejemplo, con la destrucción del yacimiento arqueológico de la Plaza del Castillo, a pesar de haber protestas generalizadas y de que los especialistas científicamente mejor preparados avisaron de la barbaridad que se iba a hacer con la eliminación de ese yacimiento, pues probaba que en la época romana Pamplona era una ciudad de gran relevancia, que fue el germen del futuro Reino de Pamplona. Pero no interesa que se descubra la fuerza de esta sociedad, que ha vivido aquí, que ha sido capaz de organizarse, de tener unas instituciones políticas propias y de mantener una relación de soberanía con otras realidades políticas europeas, porque choca con la idea de subordinación que han querido imponer, con esa idea de que Navarra ha sido un reino hispano más o menos subordinado a Castilla. Esa falsificación quedaba descubierta de un plumazo tanto con la fuerza monumental de la Pamplona romana como con la del Palacio Real.

 

Hay quien no termina de entender por qué existe tanto interés por acontecimientos pretéritos. ¿Qué importancia tiene en el presente investigar nuestro pasado?

El que quiere reclamar sus derechos tiene que conocer primero qué derechos le han arrebatado y quién, cómo y dónde se los han quitado. Lo mismo ocurre en un proceso en el que se quiere que la sociedad recupere su derecho a decidir. El derecho a decidir no es suficiente si no se conoce qué derechos se tenía de partida y eso lo proporciona la historia. Estamos hablando de unos derechos y unas instituciones que han estado funcionando hasta el siglo XIX. En 1828-29 se reunieron por última vez las Cortes de Navarra, el máximo órgano legislativo y detentador de la soberanía política nacional. Y esas instituciones públicas tenían plena conciencia de su diferencia y de ser las guardianas de los derechos civiles y políticos, individuales y colectivos, de los navarros. El conocimiento de este pasado inmediato es imprescindible para poder decidir con seguridad en una necesaria situación nueva de ejercicio de la soberanía por la sociedad civil navarra. Los ciudadanos de Catalunya tienen muy presente en estos momentos que han sido un Estado, que tienen una historia de 700 años de instituciones políticas propias, la Generalitat, máximo poder político de un Estado soberano. Esos hechos históricos objetivos son imprescindibles a la hora de tomar decisiones. La memoria histórica para el ser humano es esencial. No cabe ser libre, ni tener un discurso racional, si no se tiene memoria.

 

¿Es posible ser objetivo a la hora de explicar el pasado?

Para no ser esclavo del pasado hay que conocerlo. El conocimiento histórico es la llave de la libertad. La objetividad es posible; el problema está en la interpretación. Fundamentalmente la historia se basa en los documentos, tanto textos como imágenes, restos arqueológicos y demás. Por eso quieren destruir esos monumentos y documentos. Y los que lo hacen son enemigos de la humanidad, incurren en la mayor barbarie, pues implica eliminar la base objetiva del conocimiento humano. Son negacionistas de los genocidios que sufren las sociedades dominadas y además se ríen de los que tratan de descubrir esos hechos objetivos. Pero cada vez les va a ser más difícil negar la historia de los pueblos sometidos, porque las naciones negadas tienen una presencia en lo universal, del mismo nivel que las que les niegan y las subordinan.

 

La historia se ha convertido en una ciencia casi política, ya que la mayoría de los partidos la utilizan para defender sus planteamientos. ¿Este hecho no puede generar desconcierto y desconfianza en la sociedad hacia lo que se le dice del pasado?

Sistemáticamente hay que desconfiar de plano de las afirmaciones históricas hechas por el poder político y sus aledaños, y más si se trata como en nuestro caso de un poder ajeno, porque su interés está en manipular y modificar los acontecimientos históricos en su beneficio. Fabricar un relato histórico que de alguna manera sustente o apoye la estructura de dominación, y por eso es imprescindible conocer el pasado para poder contrarrestar, contestar y oponerse a ese poder ilegítimo.

 

¿Cómo calificaría la actitud de los actuales mandatarios de Euskal Herria hacia la difusión de nuestro pasado y la conservación de nuestro patrimonio?

Radicalmente ignorante e iconoclasta. Ignorante en cuanto a la difusión de nuestro pasado porque hacen como que no existe, como que no lo conocen. Para ellos, prácticamente no tenemos pasado histórico y por tanto no existimos como pueblo. E iconoclasta porque ignoran la existencia de todo el conjunto patrimonial y monumental del que disponemos. Ocultar y evitar el conocimiento del pasado es un instrumento que tienen de primer orden para la sumisión y asimilación de esta sociedad. No se ayuda a los investigadores, ni se enseña en el sistema educativo realmente la historia de Navarra, ni tampoco a través de los medios de comunicación. Tampoco se ayuda a la edición y divulgación por soportes audiovisuales o impresos. Y también está la permanente destrucción del patrimonio, que es una sangrante y cotidiana actualidad.

 

¿Qué espera de la Comisión que el Gobierno de Nafarroa ha creado para conmemorar el quinientos aniversario de la conquista del reino, fecha que ha ligado a las Navas de Tolosa?

La historiografía española dominante ya lleva mucho tiempo ocultando la verdad e inventando una serie de cuentos, como la voluntaria entrega, una supuesta inviabilidad del Estado navarro y la españolidad del Reino de Navarra, etcétera. El Gobierno existente en Navarra puede organizar congresos y conmemoraciones para los que no le faltarán legiones de bien pagados plumistas del Estado español, porque ya lo llevan haciendo desde hace tiempo. Sin embargo, la realidad histórica es siempre muy tozuda y la verdad se abrirá paso. Han unido la conquista del Reino con las Navas de Tolosa para justificar esa historiografía dominante. Porque las Navas de Tolosa de 1212 no deja de ser un episodio más de las cruzadas peninsulares contra el Islam y con una presencia navarra forzada por la presión del Papado sobre Sancho el Fuerte. En cambio, se ocultan otros episodios más trascendentales para Navarra, como la batalla de Muret de 1213, en la que un ejército pirenaico de aragoneses, catalanes, occitanos, gascones y navarros, mandado por el rey de Aragón, se enfrentó a las fuerzas cruzadas francesas lanzadas contra el Sur con la excusa de combatir la herejía de los cátaros y que, en realidad, tuvo como finalidad la eliminación del poder político soberano de los estados pirenaicos en la vertiente norte de la cordillera para ser sustituido por el poder francés.

 

¿Todavía quedan muchas cosas interesantes por descubrir de nuestra historia?

Sí, sobre todo en ámbitos de importancia capital, como es la realidad soberana de Navarra en el contexto europeo e internacional, y su presencia de igual a igual con el resto de pueblos europeos. Y también los vínculos que existían entre los diferentes estados pirenaicos y que se han querido obviar. Se trata de la relación entre Navarra, Aragón, los Países Catalanes, Occitania y Gascuña, que han tenido, al menos desde la época romana hasta la actualidad, una vinculación basada en intereses comunes y que ha sido política, social, económica y cultural.

 

¿Con qué nos va a sorprender en su próximo libro?

Con la historia de Xabier Mina, considerado hoy como libertador sólo de México, cuando en la misma medida también lo fue de Navarra. Su lucha por la libertad de los pueblos la puso en práctica igualmente a favor de Navarra. Este libro formará parte con “Soberanía o subordinación” de la segunda trilogía, que se concluirá con el libro sobre la historia de las relaciones de Navarra en los ámbitos circumpirenaico y europeo. Mis trabajos van en la dirección de dar a conocer la viva estatalidad de Navarra hasta épocas recientes y, en ese contexto, la correspondiente lucha de una buena parte de los navarros en defensa de la estatalidad, la independencia y la soberanía.

 

 

EN CORTO

«Nos dicen que España es la madre protectora de Navarra, pero los hechos evidencian lo contrario»

 

Tomás Urzainqui nos recuerda que la historiografía oficial ha ensalzado a personajes nefastos como el conde de Lerín, mientras ha denigrado a soberanos y colectivos que defendieron con ahínco el viejo reino.

 

¿Cuál considera que es el personaje más destacado de nuestra historia?

Es un personaje colectivo: el pueblo navarro. En el Reino de Navarra y según su Constitución, las libertades son previas al rey y el soberano es elegido por el pueblo navarro. Es un personaje colectivo que evoluciona, pero que mantiene un hilo conductor en el tiempo a través de sus vivas instituciones, de sus derechos, y que le mantiene vivo frente a las agresiones que padece.

 

¿Con qué personaje de nuestro pasado ha sido más injusta la historiografía?

La historiografía francesa fue bastante injusta con los vascones que vencieron a Carlomagno en Orreaga, ya que los califican de una forma muy despectiva. Y también es muy dura con Carlos II, al que apodan El Malo, cuando, desde el punto de vista de la historia navarra, fue defensor de los intereses geopolíticos de Navarra, es uno de los grandes reyes.

 

¿Y a quién se ha elevado a los altares sin merecerlo?

Hay muchos ejemplos, como Ximénez de Rada, el conde de Lerín... Personajes más bien nefastos que, gracias a la corriente de la historia oficial, se les considera bien. Eso es fruto de la situación de minoración que padece la sociedad navarra.

 

¿Cuál le parece que es la mayor mentira sobre nuestro pasado?

La amistad de España con Navarra, porque parece que es nuestra madre protectora. Eso es una falacia, porque en los hechos históricos no se ve ninguna amistad, sino más bien todo lo contrario.

 

¿Y la ocultación más importante que ha sufrido nuestra historia?

La subordinación de la sociedad navarra a la española, cuyo origen se deriva de la conquista, ocupación, partición, dominación y minoración en sucesivas etapas. Se pretende que somos iguales y, en realidad, objetivamente, somos ciudadanos de segunda; los de primera son los ciudadanos castellanos que hegemonizan la sociedad española.

 

Si tuviera la máquina del tiempo, ¿a qué momento del pasado viajaría?

Iría directamente a evitar la entrada del ejército del duque de Alba en Pamplona en julio y en octubre de 1512. Si no llega a entrar en la capital, la historia hubiera cambiado. Ahí pudo darse un fallo estratégico de los reyes Juan de Albret y Catalina de Foix. En lugar de replegarse al Bearne para reorganizar el ejército, tal vez debieron quedarse, resistir dentro de la capital y haberles hecho una larga guerra de desgaste por todo el territorio, hasta obligarles a levantar el sitio y retirarse a España. En vez de nuestras derrotas de Noain, Amaiur y Hondarribia, hubiéramos tenido la gran victoria en 1512 sobre el duque de Alba y su jefe Fernando el Católico que al morir en 1516 ya nadie habría vuelto a intentar la conquista.

 

¿Conserva en su poder algún objeto antiguo con una historia propia?

Tengo materiales de trabajo y documentación. No sería capaz de guardar para mí un objeto histórico. Me parece que es un robo a la sociedad guardar para uno mismo, como un mero coleccionista, objetos históricos, porque pertenecen al conjunto de la sociedad. Además, no tener libre acceso a esos objetos históricos, que en muchos casos proceden del expolio de edificios y yacimientos, contribuye a la labor de ocultación de nuestra historia, ya que nos impide conocer y reconstruir nuestro pasado.

 

Dígame un lugar de nuestra geografía cargado de historia de obligada visita.

Sin duda, el Palacio Real de Pamplona, porque es el lugar emblemático de la soberanía política del pueblo vasco o navarro. Aunque le hayan borrado gran parte de su configuración, aún quedan elementos significativos que nos recuerdan su pasado esplendor.

 

Publicado por Zazpika