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victor moreno zaragoza

«Las tecnologías “librescas” tendrán que crecer un poquito más para convertirse en una oposición seria que le haga un feo de verdad a Gutenberg».
La Otra Mirada de Cálamo (9-02-2014)

Llega a Cálamo un auténtico provocador: Víctor Moreno Bayona. Es escritor, profesor de literatura y crítico literario, y nos visitará para presentar su último libro: Cómo sé que valgo para escritor (Editorial Pamiela). Un ensayo cargado de ironía que analiza de una manera muy particular y con un estilo ácido y sin pelos en la lengua los procesos a través los cuales alguien puede reconocerse, legitimarse, y convertirse en escritor. Con una pluma que no perdona, Victor Moreno aborda los distintos tipos de estereotipos del escritor –el escritor de culto, el maldito, el clandestino–, el mercado editorial, el papel de la crítica y los premios. El autor nos visitará este miércoles a las 20 horas, en compañía del escritor y profesor universitario José Luís Rodríguez García. Para prepararnos, conversamos con él en una breve entrevista:

Una frase de Vila-Matas afirma que “Escribir es dejar de ser escritor”. ¿Cree que es así?

La frase es una melonada sintagmática, como tantas otras que recojo en el libro. Pero, si se quiere más precisión conceptual, diría que es una frase digna de una filosofía críptica, solo inteligible para iniciados. Su autor necesitaría un sesudo ensayo para hacerla comprensible. La frase ni define qué es escribir, ni qué es ser escritor. Cuando nos olvidamos de la reflexión exacta y rigurosa, bordeamos el oscurantismo. Es posible que el escritor catalán valore la frase como un profundo enigma literario. Si lo es, seguro que la copió de algún otro escritor.

En muchas partes del libro se utiliza la segunda persona del singular, por ejemplo en el siguiente pasaje: «Si sigues escribiendo a pesar de que no te reconozcan como escritor, no lo dudes un átomo: eres escritor». ¿Quién es ese interlocutor al que parece dirigirse? ¿Tenía un tipo de lector en mente al escribir el libro? ¿Futuros escritores, quizás?

Se trata de un recurso retórico sencillo y elemental para estar más cercano al lector más o menos implícito, y mantener con él un grado de complicidad mayor con lo que, de forma irónica y sarcástica, le voy contando. No. No he pensado en un destinatario concreto y objetivo. Pero cualquiera que comience a escribir seguro que en el libro encuentra muchos guiños complacientes con el intento de aspirar a ser escritor.

Con las nuevas tecnologías hay muchas maneras de que cualquiera publique su obra al margen del mercado editorial tradicional. ¿Cómo ve estos nuevos caminos?

Los veo, sin más. Las personas tenemos un impulso semi-genético que nos impulsa a ser poco pudorosos con lo que pensamos y sentimos. Hablamos demasiado, de uno mismo y de los demás. Precisamente, estas nuevas tecnologías explotan de un modo obsceno esa capacidad narcisista del ser humano. Lo más lógico para la salud personal sería pasar desapercibido, pero nos empeñamos en que el resto del mundo aprecie en vivo y en directo la cantidad de imbecilidades que somos capaces de pergeñar en párrafos tan breves. En cuanto al mercado editorial tradicional, debería sentirse muy tranquilo. Las tecnologías “librescas” tendrán que crecer un poquito más para convertirse en una oposición seria que le haga un feo de verdad a Gutenberg. En cualquier caso, la consigna sería coexistir sin que la sangre de la letra llegue al río del papel o del chip. Ni apocalípticos, ni integrados. A ser posible, andróginos y ornitorrincos.

¿Cuál es la responsabilidad y el papel del crítico literario en la actualidad?

Ninguna ni ninguno. Y es mejor que los críticos no se figuren que tienen una responsabilidad. Sería horrible. Para ellos mismos, para los lectores y para la literatura. Nadie les ha dicho que sean críticos, ni ninguna institución universitaria les ha dado el título como tales. La crítica literaria es superflua y banal. Ni mejora la literatura y, lo que es peor, ni a los propios críticos. Precisemos. La crítica literaria tampoco es responsable de la situación actual de la literatura, ni nunca lo será. Sería atribuirles un papel demasiado importante. Solo es responsable de su pedantería y de un estilo lleno de estereotipos y dé tópicos. Hoy día, leer crítica literaria es llorar. Los críticos son los eunucos de la literatura, que decía Steiner. Se suele decir que la culpa es del Mercado, quien con sus largas manos mercantiles los ha transformado mensajeros de la publicidad. Pero no es verdad. Son los propios críticos los responsables de su negligencia crítica y de su falta de compromiso con lo que ellos llaman, y tiene mucha gracia que la llamen así, literatura con mayúsculas.

¿Cómo ve el trabajo de editoriales independientes que apuestan por nuevos formatos? Libros ilustrados, e-books…

No tengo formada una opinión, ni aproximada ni cercana del hecho, entendido como fenómeno sociológico, económico y cultural, y de las repercusiones que pueda tener en los lectores y en la teórica consideración de la literatura como concepto. La verdad es que soy incapaz de analizar panoramas generales, situaciones globales y fenómenos sociales colectivos. Pero, tampoco, voy a decir que por ser un “trabajo de editoriales independientes” el juicio crítico haya de ser más permisivo o menos ácido. Ser independientes no es garantía de nada. La chapuza no es incompatible con ninguna situación de producción y de recepción literaria.

Suele decirse que escribir no es una opción tanto como una obligación que le sobreviene al escritor, un deseo irrefrenable... ¿Cree que es así?

Sí… y de un rapto de las musas que te cogen de los pelos y te hacen escribir como al profeta de la biblia al que Yahvé le susurraba palabras santas al oído. Escribir es una opción como otra cualquiera. Ni mejor ni peor que la de ser barrendero si es que uno encuentra trabajo como tal. Hay que prescindir de cualquier mixtificación de la escritura. Los “oulipistas”, entre ellos Queneau y Perec, decían que la inspiración estaba en el culo, es decir, en el trabajo. ¿Obligación? ¿Quién escribe por obligación? Quien escriba por obligación, porque si no lo hace se moriría, como dice Rosa Montero, deberían abandonar este barco y dedicarse al macramé o a la papiroflexia. A la gente que llega a la literatura y dice que sufre un espasmo cada vez que no encuentra el adjetivo adecuado para caracterizar el bigote de un personaje, tendría que dedicarse a sexar gallinas.

Una pregunta como profesor de literatura: ¿cómo se aprende a escribir literatura? ¿Es posible enseñar a escribir una obra literaria?

Se aprende a escribir literatura escribiendo de forma literaria. Y, por tanto, claro que es posible enseñar a escribir una obra literaria. No se aprende a escribir escribiendo sin más. Hay que hacerlo con una intención y siendo conscientes de por qué y para qué escribo. Para ello, y hablando en términos didácticos, el mejor sistema para aprender a escribir literatura es imitar y transformar textos literarios, sean de Homero, de la Biblia, de Cervantes, de Sterne, de Joyce, de Proust, de Flaubert, de Tolstoi, de Galdós, de Baroja, de Cortázar, de Borges y de los Milagros de Nuestra Señora, de Berceo.

«Una vez que hayamos imitado y transformado textos literarios ajenos, y habernos apropiado de una sintaxis intencionada personal, estaremos en condiciones de escribir nuestros propios textos. La literatura se alimenta de literatura.»

Y, como libreros que somos, una última pregunta: ¿Qué libros ha leído en el último tiempo? ¿Alguna recomendación?

He leído de Virginia Woolf, Leer o no leer y otros escritos; de Agamben, El sacramento del lenguaje; ¿Cultura o barbarie?, publicado por editorial Mira; Euforismos, de Julien Torma; de José Luis Rodríguez, El tercer concierto; de Miguel Sánchez Ostiz, El escarmiento y he releído algunas obras Terencio y de Tito Livio y otras más que no recito porque el secreto de aburrir consiste en soltar una retahíla de nombres sin ton ni son. ¿Recomendación? La vida secreta de Walter Mitty, de James Thurber.