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Cuando Miguel Sánchez-Ostiz habla sobre Pablo Antoñana el tiempo debiera detenerse hasta lograr que cada frase, cada gesto y cada silencio encontrara su hueco en el cofre de la memoria

Fernando F. Garayoa - Domingo, 22 de agosto de 2010
Diario de Noticias. Pamplona.

En la presentación de Lectura de Pablo Antoñana afirmó que si las páginas que había escrito servían para que alguien se acercara a la obra de Antoñana se daba por bien pagado. Imagine que tiene delante a una joven o a un joven navarro e intente provocarles para que lean a Pablo Antoñana.

(Silencio) Le diría que leyera Pequeña Crónica.

¿Por qué?

Porque es uno de los textos más logrados de Pablo tanto desde el punto de vista de léxico y del estilo como de la historia que cuenta… La historia de la decadencia de una familia, que en realidad es la historia de la decadencia de muchas familias navarras de terratenientes o de hidalgos rurales. Éste es uno de los grandes temas de Pablo Antoñana, algo que él vivió desde niño porque nació en la casa de Navarro Villoslada; una casa que fue viniendo a menos hasta que desapareció. Él fue testigo de esas decadencias imparables, de un mundo estamental, cerrado, que parecía condenado a perpetuarse para siempre y no fue así, porque la modernidad se lo llevó por delante. En este libro queda depositada esa decadencia familiar con un estilo inimitable, algo que se alejaba mucho de lo que se estaba escribiendo en lengua castellana en ese momento; no ya en Navarra, sino en el resto de España. Yo les diría que leyeran este libro porque, además, teniendo en cuenta que es una joven o un joven, se trata de una novela corta, no como los tochos que perpetramos algunos, que son auténticos ladrillos.

Define a Pablo como un escritor con "mala suerte", a pesar del éxito "prensa y público" que le achacaban algunos "catetos". En cierta manera, ¿se siente identificado?

No, no debería porque mi vida no se parece a la de Pablo en nada. Yo creo que he tenido más suerte de la que tuvo él en toda su vida. Lo de Pablo fue, sencillamente, dramático. En el libro hay algo, que desarrolló muy bien Toño Muro en su tesis doctoral (sobre Pablo Antoñana), y que yo he sacado también de lo que se ha publicado sobre Pablo aquí, que ha sido bastante. Se trata de una especie de desarrollo biográfico de sus años negros, los años de plomo. En ellos se descubre algo asombroso; y es que Pablo, cuando era joven, estuvo varias veces a punto de triunfar... Fue finalista del premio Planeta, del premio Formentor de Carlos Barral e, incluso, tuvo como agente literaria a Carmen Balcells cuando, como dice Gregorio Morán, todavía era una persona y no una industria. Quiero decir, estuvo a punto no de obtener el triunfo sino de poder dedicar su vida plenamente a la literatura. Hay un capítulo del libro, La ruleta del casino literario, que cuenta como a Pablo los premios no le fueron favorables en una época en la que todavía estaban bastante limpios.

Esa mala suerte, ¿se vio incrementada con su actitud insobornable, tan destacada por su viuda, Elvira Sáinz, en la presentación del libro el pasado viernes?

(Silencio) No por fuerza. Una cosa es que seas insobornable y otra que intentes, como el intentó, publicar en editoriales nacionales. Por ejemplo, tuvo mala suerte con La cuerda rota, libro que pudo ser premio Nadal en 1961 pero quedó en segundo lugar... En esta obra tocó un tema sensible, el del contrabando de los portugueses, que aquí en Navarra aparecían a menudo en noticias de la prensa que eran sangrantes. Noticias que hacían referencia a portugueses que eran abandonados en el monte y les decían: "Ahí está Francia". Todavía me acuerdo de unos a los que dejaron en Villava, y los pobres aparecieron en la puerta del cuartel de la Guardia Civil. En Zozaia, donde yo vivía, también los abandonaban haciéndoles creer que ya estaban en Francia. Hubo un caso tremendo de un portugués que pudo escaparse de la Guardia Civil, regresó a Portugal y rajó a uno de los contrabandistas. En La cuerda rota hay una descripción muy cruda de los modos y maneras de la Guardia Civil de fronteras y, además, los contrabandistas que él pinta no son esos héroes populares sino unos negociantes bastante cabrones que, por dinero, lo mismo andaban con la Gestapo que con la Guardia Civil. Pablo ofreció una imagen que no era la habitual y el editor, Josep Verges, de la editorial Destino, no quiso publicar el libro porque temía que podía tener problemas con la censura. Y la publicación de ese libro hubiese sido el triunfo de Pablo. Además, en aquel año ganó el premio Nadal Juan Antonio Payno con El curso, un libro que comparado con el de Pablo era flojito... Pero resulta que el ganador, que no volvió a publicar más libros, era el sobrino de la mujer de Dámaso Alonso, presidente de la Real Academia Española y de toda la mandanga oficial. Y, sin embargo, Pablo, aún sabiéndolo, nunca lo dijo, fueron otros los que se encargaron de contarlo por él. En este sentido, Pablo se quejó mucho menos de su suerte de lo que se dice; él asumió el destino y, encima, dijo que parte de esa mala suerte era debida a su carácter... Carácter que, como dijo Elvira, estuvo marcado por su timidez, ya que, además, era muy poco dado a las broncas; es muy difícil encontrar artículos suyos que reflejen broncas personales.

Una pose, la de "león rugiente", que como también apuntó Elvira, estaba provocada por el hecho de no poder soportar los tiempos que le tocaron vivir, ¿esa fue su gran pesadilla?

Hay una serie de artículos, que yo cito en el capítulo final de este trabajo, en los que él se muestra muy decepcionado, como nos sentimos todos, con lo que ha pasado en Navarra desde lo años 70 hasta ahora. Yo creo que él se refería sólo al Partido Socialista, que partiendo de aquellos años de libertad, Pablo se preguntaba al final: "¿Y todo aquello, para esto?". Él sentía que esto podía haber sido de otra manera y, que yo sepa, ahora mismo Navarra está gobernada por la derecha, y lleva gobernada por la derecha mucho tiempo... Porque, en Navarra, la derecha ha gobernado siempre, por las armas o los votos. La sociedad navarra es una sociedad más conservadora de lo que muchos creen y, como él decía, poco amiga de disidencias. Y Pablo, todo esto, lo vivía muy mal, pero en privado. Yo creo que él no se quejaba tanto como se ha dicho de que las instituciones no le hicieran caso. Las instituciones, a un escritor... casi mejor que no le hagan mucho caso, no vaya a ser que te compren.

Una complicada relación con el poder que quizá provocó que no fuera editado o lanzado lejos de la mugas navarras.

En el caso de Pablo, su editor en los años 80 hizo algo que ningún editor haría, que fue enviar sus libros a otros editores como Seix Barral; gente que pudiera publicar a Antoñana fuera de Navarra, que es de lo que se trataba. Esto refleja una gran generosidad intelectual por parte de Txema Aranaz. Las listas de los que recibieron los libros de Pablo están ahí. Bien, pues no se publicó ni una línea; exceptuando a dos periodistas que tenían relación con Navarra, uno de ellos Rafael Conte. Y lo curioso es que esto sucede en una época en la que se rescataron a muchos raros, pero claro, los rescatados eran raros falangistas, y éste no era el caso. Eso sí, a su muerte, salieron muchas voces alabando a Pablo... ¡Eso en vida, carajo! Creo que ha habido una falta de generosidad intelectual con Pablo asombrosa. Hay artículos suyos publicado en el Diario de Navarra, cuando yo tenía 16, 17 ó 18 años, que a mí me encandilaron. Eran y siguen siendo artículos llamativos por la calidad literaria que tienen, por el mundo literario que exploran y por la riqueza que atesoran... Hablaba de barcos en el Pacífico, de mundos increíbles en Cuba o Filipinas, lo que él llamaba Geografía iluminada.

Se le iluminan los ojos al recordar...

Sí, ya supongo por qué es... (Silencio). Si todos aquellos textos hubieran estado publicados por una editorial como Seix Barral o Tusquets... En aquella época este tipo de literatura era muy leída, ¿por qué se publicó la de otros y la de Pablo no? Él no tuvo suerte.

Incidiendo en la buena o mala suerte, en el hecho de que no se le publicara a nivel estatal, ha afirmado que Pablo Antonaña tenía que haber sido irlandés, ¿por qué?

Si fuera irlandés estaría en los altares. Éste es un mundo de tartufos y de hipócritas, es tremendo.

Resulta terrible que por escribir y amar tu tierra, seas enterrado...

Te entierran, sí. Navarra es un mal tema literario. Concita siempre una especie de burla, de desdén y de desprecio. Por ejemplo, el tema carlista no es y no ha sido un buen tema literario, no sé porqué; hablo por propia experiencia. Y, además, tal y como lo trató Antoñana, menos; no entiendo por qué lo que vale para otros escritores extranjeros no vale para Pablo Antoñana. En el libro hago hincapié sobre cómo el especial enraizamiento de Pablo en su tierra fue un handicap más que un valor añadido... Cosa que se valora en escritores irlandeses o checos.

Y, además, teniendo en cuenta cómo ciertas instituciones actuales pretenden hacer bandera y promoción de una peculiar Navarra.

Eso es, de su Navarra. De Navarra y de sus señas de identidad, que por lo visto son todas esas que señalé hace poco en uno de los artículos dominicales, en el que, por cierto, se me olvidó meter la Javierada; pero estaban todos los demás: el encierro, los Sanfermines, el clarete, la txistorra, las botas de las tres Z, el espárrago cojonudo del Borbón... Toda esa papilla de navarridad que, lamentablemente, es por la que nos conocen. Y yo creo que somos algo más, ¿no? Sobre todo porque no necesitamos de nada de eso; no sé, mal asunto. Pablo tiene un buen artículo, Pablo Antonaña, corresponsal de guerra, que hemos reproducido en el libro porque me parecía oportuno ilustrar la actitud de Pablo respecto a esta situación y todos estos conflictos. El artículo lo escribió a propósito de aquella manifestación, que organizó el Partido Popular desde Madrid, de afirmación españolista y anti vasca en Navarra. Una manifestación perfectamente organizada para la que el director de ABC Cultural me pidió un artículo de apoyo. Menos mal que todo era espontáneo, por eso pedían artículos... Era tan espontánea como las manifestaciones de apoyo a Franco en la plaza de Oriente.

Saltando de un conflicto a otro, siempre bajo el prisma de Pablo Antoñana, si ya fue polémico su tratamiento de las Guerras Carlistas, no menos lo fue el de la Guerra Civil o lo que él vino a llamar "La guerra del norte", que también le acarreó duras consecuencias.

Así es. La Guerra Civil le marcó mucho, sobre todo porque tuvo una relación testimonial directa con los horrores que se cometieron aquí; horrores todos ellos perfectamente planeados y que no fueron consecuencia de un conflicto bélico. Lo que aquí sucedió fue una represión perfectamente organizada meses antes del alzamiento militar; y para demostrarlo bastan como prueba las instrucciones secretas que cursó el general Mola, que son de dominio público. Estaba perfectamente planeado que había que causar terror en la población civil, y así se hizo, sobre todo en los tres o cuatro primeros meses de la guerra. Posteriormente, lo que Pablo fue viendo, y eso ya es discutible, se puede compartir o no, era la situación del conflicto vasco como una consecuencia de un conflicto anterior que venía de muy lejos, no como una especie de incomodidad histórica. Y él veía que tenía muy difícil término.

Ha definido Leyendo a Pablo Antoñana como un libro "parcial, subjetivo, demagógico y sectario", apostillando que esta afirmación es una broma sarcástica. Lo que sucede es que, cuando a uno se le pasa la sonrisa provocada por el sarcasmo, se da cuenta de que esconde una cruda realidad.

Sí, la tiene (silencio). Normalmente, el que te pide que hables con caballerosidad, ponderación y moderación es el que te procura los empujones, el que espera que te calles. Es el elegante, el del fairplay... Pero esto no es un partido de cricket, en el que todos vamos uniformados de blanco. Esto lo pintó muy bien Goya en ese cuadro titulado Duelo a garrotazos y protagonizado por dos personajes metidos en el fango hasta las rodillas y peleándose con las garrotas. Esa es una buen imagen. Gil de Biedma, en su poema Años triunfales, escribió unos versos en los que decía: "Media España ocupaba España entera con la vulgaridad, con el desprecio total de que es capaz, frente al vencido, un intratable pueblo de cabreros". Y a mí, si el que te propina un empujón pide que te comportes de una manera elegante, me parece mucho pedir. Ha llegado un momento en el que las convenciones aplastan las verdades, en el que todo lo que molesta se oculta... Y basta como ejemplo todo lo que están haciendo con Jorge Oteiza, al que se le está despojando de cualquier pensamiento que pueda resultar molesto o políticamente incorrecto, que es prácticamente todo. Se le está dejando en la metafísica y en la abstracción, ya que esta última no dice nada o dice poco o dice lo que te da la gana. Toda esa utilización que se hace desautorizando al otro por demagógico... Es muy hermoso que ese otro sea demagógico, porque, en su sentido originario, hace referencia al discurso del débil y del pobre. Sectario siempre es el otro, ellos siempre son los virtuosos. Además, los virtuosos, para sentirse virtuosos en público, siempre necesitan un sectario, un demonio, un demagogo, un capazo de la hostias. Volviendo a la frase sobre la que me preguntas, por todo esto digo que es un sarcasmo, porque de otra manera sería siniestro.

De la misma manera que comenzábamos la conversación buscando una provocación para que los jóvenes se acerquen a la obra de Pablo Antoñana, no sería de recibo terminarla sin saber con qué se queda Miguel Sánchez-Ostiz de Pablo Antoñana.

(Silencio) Esto quizá entra en lo privado. Como ya he dicho, Pequeña Crónica es un título muy hermoso, pero aquellos artículos publicados en el Diario de Navarra, Las tierras y los hombres... Sucede que cuando cojo la carpeta de recortes amarillentos, lo que implica es un intento de viajar a los 16, 17 ó 18 años, al momento en que tú te sentiste emocionado por aquellos textos, como si quisieras con ellos recuperar la noción de la juventud. Y esos pequeños textos son los que se te quedan en la memoria; y son irrenunciables, al menos para mí. Y, además, no han sido publicados enteros porque las obras completas de Pablo Antoñana están por hacer, al menos de una forma rigurosa. Es algo difícil porque es una obra ingente y muy basta.

¿Quizá falta hacer lo que Pamiela ha hecho con la obra de un gran amigo de Pablo Antoñana, el artajonés José María Jimeno Jurío?

Sí. Creo que hay mucha obra de Pablo Antoñana por sistematizar y publicar, mucha de ella sería además inédita.

Para terminar, y al margen de Lectura de Pablo Antoñana, ¿qué puede adelantar de Cornejas de Bucarest, su inminente nueva novela?

Saldrá a mediados de octubre, con Pamiela. Es una novela larga, compleja, con un gran juego literario de autocrítica y de crítica hacia los modos, maneras y modas literarias y novelescas españolas de hoy. También hay una crítica, más feroz que dura, del mundo cultural oficial español, de las embajadas, del Instituto Cervantes, del Centro de las Letras Españolas; todo llevado al ridículo. Es una novela en la que también cuento el choque que supuso para mí el contacto con la cultura rumana, y más concretamente con la ciudad de Bucarest, que me apasiona. El mundo rumano es complejo, un gran exponente del neoliberalismo y de esa actitud de mejor no remover: no remover la época de Ceaucescu o el hecho de que la revolución del 89 no fue tal sino un golpe de Estado perpetrado por la Securitate o el Partido Comunista o todo lo que sucedió en Rumanía con los judíos, la Shoa rumana, que fue perpetrada por los rumanos, no por los alemanes o cómo los criminales rumanos se refugiaron en Madrid durante décadas.

 

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