Los dos periodistas fueron víctima y verdugo, respectivamente, del golpe del 36
Ambos tenían casi la misma edad y murieron el 19 de octubre de 1962 con escasos minutos de diferencia
Ana Oliveira Lizarribar. Diario de Noticias (6-06-2013)
El 19 de octubre de 1962, en torno a las 20.45 horas murieron en Pamplona José Agerre Gurbindo, quien fuera director de La voz de Navarra, y Raimundo García Garcilaso, responsable máximo del Diario de Navarra entre 1912 y 1962. En la escasa distancia que separa las calles Cortes de Navarra y Emilio Arrieta de Pamplona se extinguieron las vidas de dos periodistas que compartieron algunas cosas, pocas, y difirieron en las importantes. No en vano, el primero padeció las consecuencias del golpe de 1936 en el que el segundo tuvo un papel determinante a la vera del general Mola. Iván Giménez trata de esclarecer las luces y sombras, las alabanzas y los silencios que marcaron sus trayectorias vitales y profesionales en el libro Agerre y Garcilaso. Dos periodistas, víctima y verdugo del golpismo navarro, editado por Pamiela.
Giménez (Pamplona, 1976), redactor de DIARIO DE NOTICIAS durante 13 años, deja ver su inclinación periodística en un relato que, a juicio del editor David Mariezkurrena, resulta una lectura "amena" al alcance de cualquier lector. "Los historiadores a veces nos centramos en los datos y en las notas a pie de página y solemos olvidar que lo importante es divulgar de modo que los hechos lleguen a la gente", de ahí que este texto destaque por un "interés creciente que en cada capítulo te deja con ganas de saber más". El autor agradece la implicación de Pamiela, así como de José Ramón Urtasun, creador de las caricaturas de la portada del libro, y de Javier Eder, que en el prólogo destaca el "rigor" y la "agilidad" con los que Giménez va contraponiendo las vidas de Garcilaso y Gurbindo. Una narración en la que, según Eder, el escritor "ilumina la figura de un Raimundo García mucho más oscuro de lo que sus hagiógrafos pretendían, a la par que nos descubre en todo su valor la relevancia política e intelectual de José Agerre, cuya travesía del desierto franquista, en una época sin misericordia para los vencidos, merecía salir a la luz como lo hace en estas páginas".
Sin duda, las coincidencias biográficas de estos dos personajes resultan cuando menos singulares. Y conforman uno de los motivos por los que Iván Giménez se sintió "atrapado" por esta historia. Ambos nacieron entre 1884 y 1889 en familias de raíz carlista y llegaron a trabajar juntos en el Diario de Navarra entre 1915 y 1919. "Luego adoptaron recorridos distintos a causa de sus opciones políticas, aunque cada vez estaban más cerca físicamente", ya que las redacciones que dirigieron se encontraban casi frente a frente en la calle Zapatería, defendiendo a lo largo de su carrera posturas periodísticas y políticas muy diferentes en asuntos clave en la historia de Navarra de la primera mitad del siglo XX. "Jugaron un papel muy distinto en temas como las reivindicaciones autonomistas de 1918; en la polémica y debate del estatuto vasco en los años 30 y, por supuesto en el estallido de la Guerra Civil". No en vano, el 19 de julio también se produjo una doble circunstancia que da cuenta de quién era quién en aquellos días. Y es que, a las pocas horas de que se tomara la famosa foto en la que se ve a Garcilaso paseando por el Casco Viejo pamplonés en compañía del general Mola y de Ignacio Baleztena; Agerre era detenido en la redacción de La voz de Navarra y posteriormente torturado por miembros de la Falange enviados por Ángel María Pascual y José Moreno. Fue el primer arresto de los muchos que el periodista sufrió hasta su muerte, cuando volvió a cruzar su destino con el de su colega de profesión.
Pero solo compartieron fecha, nada más, ya que mientras el deceso de Garcilaso fue causa de luto oficial, de funeral en la Catedral y de pésames firmados por Franco, el cardenal Antoniutti o Juan de Borbón; Agerre fue enterrado "casi en la clandestinidad" en el cementerio de Aoiz y "con la carretera tomada por la Guardia Civil".
su memoria hoy Para documentarse sobre este tema, Giménez ha echado mano de numerosas fuentes escritas y orales, acompañando los datos de la "obligada interpretación" de lo que supusieron los hechos protagonizados por los dos personajes. Y sin detenerse en 1962, ya que el libro también plasma cómo se les ha recordado durante todos estos años. A Garcilaso no le fue mal, de hecho, la Universidad de Navarra instituyó un premio con su nombre que estuvo vigente hasta 2005, aunque ya en los 90 comenzaron a publicarse textos que enturbiaban lo que hasta entonces habían tratado de ocultar sus hagiógrafos. Eso sí, él murió "con el deber cumplido", dejando "una Navarra muy parecida a la que deseaba"; y Agerre fracasó en su visión política y en su anhelo por mantener vivo un euskera en claro riesgo de extinción. Sin embargo, a juicio de Giménez, "hoy Agerre estaría más contento que Garcilaso, porque el euskera está más cerca de sobrevivir que de extinguirse y la sociedad navarra es mucho más abierta que hace 50 años". Todas estas reflexiones y unas cuantas más están en el libro.