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Memoria agradecida

Pablo Antoñana se nos ha ido. Cierto pensamiento poético pretende que cada vez que alguien muere se enciende una nueva estrella en el cielo. Tu testamento, leído con ocasión  de la despedida que te tributaron tus familiares y amigos antes de que, como querías, quedaras reducido a polvo, se sostiene sobre un sentimiento poético más apegado a la tierra que te tocó habitar, más realista como tú eras. Haces de ti un cajoncito-relicario donde se depositaron los ingredientes que te hicieron, no otros que los millones de personas que te precedieron. Enseñanza de que todos nos levantamos sobre el humus de los que nos han antecedido. Solidaridad de naturaleza, biológica, a la que tú añadiste a lo largo de tu vida esa otra solidaridad cercana para con los más injustamente tratados por una sociedad hasta hoy siempre en manos de los poderosos. La imagen que a veces exhibías estaba sin duda conformada por la melancolía con que contemplabas las desdichas de los humildes de esta tierra y la mala leche que te debían producir la estupidez y la injusticia imperantes en la sociedad que te tocó, y a nosotros nos seguirá tocando vivir.
sartaguda-1

En Sartaguda, en el Parque de la Memoria, queda testimonio de esa solidaridad tuya para con los insidiosamente asesinados por quienes decían representar la parte sana de la sociedad y no eran más que estúpidos juguetes ciegos de los poderosos del momento.
Pablo, quizás no seas una nueva estrella encendida en el firmamento, pero, cuando al atardecer los rayos del sol atraviesan las letras del texto que nos regalaste para el Parque, te haces luz que ilumina nuestra memoria para que nunca suceda aberración semejante. Gracias por ello, Pablo. Ya eres parte de nosotros, ya eres parte de nuestra memoria para siempre.
ASOCIACION PUEBLO DE LAS VIUDAS DE SARTAGUDA/SARTAGUDAKO ALARGUNEN HERRIKO ELKARTEA

 

Diario de Noticias (23-VIII-09)

Lo que queda de un escritor

Miguel Sánchez-Ostiz

No podía escribir hoy estas líneas, en esta página, sin más ni más, como si aquí no hubiese pasado nada, y hablar, por ejemplo, de las mentiras de nuestros gobernantes o de sus guerras sucias en pos de su propia ventaja. Y es que quien firmaba otro de los artículos que aparecían en esta página, Pablo Antoñana, no lo va a hacer más. Se ha ido. En humo podríamos decir, aunque él no lo fuera, y en ceniza, con el cierzo de la tarde, en la ciudad y cerca de la casa en la que nació y comenzó a crecer su mundo literario, junto a la solana donde sus hijas iban a buscar a sus abuelos, frente a los campos de Viana, de cara a los montes riojanos y alaveses, y al valle del Ebro, debajo de los muros de las ruinas de iglesia medieval de San Pedro, sobre el arrabal del que hablo muchas veces.
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Blog de Miguel Sánchez-Ostiz

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