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Aitor Pescador Medrano

Los Libros de Mercedes Reales son una serie de volúmenes, 53 en total, guardados en el Archivo General y Real de Navarra que pertenecen a la denominada Sección de Comptos. El objetivo de estos registros era el de anotar en los mismos todas aquellas gracias, títulos nobiliarios, adjudicación de cargos y privilegios que los Reyes concedían a sus súbditos. De esta forma, cualquiera que alegase disfrutar de alguna de estas prebendas (títulos nobiliarios, remisiones, cargos de la administración, palacios de cabo de armería, poblaciones agraciadas con diversas exenciones, etc.) podía recurrir a la consulta de estos libros y así demostrar de manera oficial a qué tenía derecho. La utilidad de todo esto se hacía más importante con los años, cuando herederos o sucesores de aquellos que habían recibido las mercedes reales necesitaban una renovación de dichas gracias y no tenían forma de demostrar sus títulos, porque el documento oficial que en su día se redactó, o bien se había destruido o simplemente no lo encontraban. Según Martinena los Libros de Mercedes Reales comenzaron a redactarse a partir de la invasión y posterior conquista española. Sin embargo, en los mismos pueden encontrarse prebendas y títulos muy anteriores, alcanzando fechas tan alejadas de 1512 como la de 1336.

Con toda esta información el breve estudio que hemos realizado se centra en el período comprendido entre 1512 y 1530, es decir los años de la invasión y posterior conquista de Navarra por la corona castellana. La finalidad principal del trabajo ha consistido en conjuntar dos factores: por un lado la comprensión de las diferentes actitudes que tomaron todos los navarros que pudieron o tuvieron que posicionarse, y por otro, exprimir las posibilidades documentales que a este respecto nos ofrecen los libros de Mercedes Reales. El trabajo no ha consistido en la realización de una especie de lista negra de navarros que colaboraron con los castellanos a cambio de un sueldo, sino que lo que se ha querido demostrar es que Fernando el Católico ideó un sistema de contraprestaciones económicas que le sirvió para atar de forma casi definitiva a elementos de la nobleza y de la administración que le permitieron el control de buena parte de Navarra.

A este respecto puede recordarse cómo un año después de la invasión de Navarra Nicolás Maquiavelo terminaba de redactar su obra “El Príncipe”, un verdadero tratado de doctrina política, que se había basado en la vida pública de César Borgia y Fernando el Católico. Mucho debió de aprender Maquiavelo en los años de 1512 y 1513 sobre cómo invadir un territorio indefenso con la excusa de la “seguridad propia”. Del mismo modo parecería que las primeras políticas llevadas a cabo por Fernando el Católico en el reino ocupado de Navarra sirvieron al italiano para redactar algunos de sus principios políticos más famosos. A este respecto se pueden recordar sus palabras como un ejemplo de lo sucedido en Navarra: Existen tres modos para conservar un estado –de su conquista ya hemos hablado– habituado a vivir en libertad y con leyes propias: el primero aniquilarlo; el segundo, residir en él; y el tercero, dejar que viva con sus leyes, obteniendo de él tributos y creando en su interior una oligarquía que haga perdurar su fidelidad. Pues siendo tal gobierno una creación del príncipe, saben que no se pueden sostener sin su amistad y poderío, con lo que harán todo lo posible por mantener su dominación; porque una ciudad habituada a vivir libre se conserva más fácilmente con el apoyo de sus ciudadanos que de ningún otro modo si se quiere evitar su destrucción.

El estudio consta de varias partes:
El primer capítulo del trabajo, una vez decididos los objetivos principales, necesitaba ser obligatoriamente una introducción a los acontecimientos que se produjeron antes de la invasión del Reino. La guerra civil en Navarra, el intervensionismo castellano y la definitiva acción bélica de Fernando “el Católico”, debían ser puestas bajo la lupa con la intención de evitar una nueva caída en los tópicos habituales referidos tanto a la situación de Navarra en la segunda mitad del siglo XV, como a la propia invasión en sí. Evidentemente, este apartado debía convertirse en una vía que permitiese al lector comprender con mayor claridad las acciones y deliberaciones que se produjeron tras los acontecimientos de julio de 1512.

A continuación el trabajo presenta una breve exposición del sistema económico que funcionaba en Navarra en los siglos XV y XVI para que el lector pueda comprender de dónde se obtenían lo ingresos que se utilizaban en el pago de los sueldos de la administración y las diferentes mercedes existentes. A este respecto destacan los llamados “acostamientos”: rentas a vida o a perpetuidad concedidas por el monarca a un noble por los servicios prestados o por los que debía prestar. El sistema de “acostamientos” o pagos a los nobles por sus servicios, vinculándolos de esta manera a la corona, no fue un invento de Fernando el Católico, pero puede decirse que fue él quien lo perfeccionó.

El plan central del trabajo quedó muy definido desde un principio ya que los acontecimientos históricos que se sucedieron entre 1512 y 1530, permiten concentrar la investigación en tres fases delimitadas por hechos que cambiaron el devenir de la historia de Navarra.

- Entre 1512 y 1515 se situaría la primera fase del estudio. Son, con diferencia, los años más oscuros y menos estudiados por el momento. Como ya se ha dicho con anterioridad, en muchas ocasiones la historiografía especializada en el tema utiliza clichés o estereotipos demasiado simples a la hora de identificar los movimientos que realizaron la nobleza, el clero y las gentes de la administración durante esos años. La división buenos-malos o agramonteses-beamonteses se ve en muchas ocasiones matizada por acciones, actitudes o personalidades que nos demuestran que, salvo notables excepciones como la del mariscal Pedro, aquellos tiempos fueron más bien de confusión e indefinición, justamente motivadas por el profundo desconocimiento que los navarros tenían inicialmente de cuáles eran las intenciones de Fernando “el Católico”.

- De 1516 a 1520 los acontecimientos se precipitan. El primer año de esta etapa vino marcado por el intento navarro de recuperar el reino para sus soberanos legítimos. La ausencia de un poder fuerte en tierras castellanas y las debilidades que comenzaba a mostrar el sistema de acostamientos, el reino se encontraba casi colapsado económicamente y el pago tanto de sueldos como de privilegios casi no se cubría, permitieron a los agramonteses intentar la sublevación de Navarra con un número de tropas limitado.

Varios años después de haberse producido el intento de recuperar el reino, Carlos V decidió poner orden en las finanzas navarras. Los excesos, y las corruptelas, de algunos de los oficiales de la administración habían sido consentidas hasta entonces como una especie de premio a su fidelidad, pero una vez asentadas las tropas españolas en el territorio navarro había llegado la hora de poner a cada uno en su sitio. Como ya se ha dicho el sistema financiero navarro seguía siendo bastante desastroso, de modo que Carlos V quiso reorganizar todos los aspectos del mismo. Uno de ellos fue el de los sueldos que se pagaban a las gentes de la administración y el de los acostamientos que se entregaban a los nobles navarros. Precisamente esta nómina, denominada Nómina de Barcelona (1519) por el lugar en el que fue redactada, va a servir de ejemplo para conocer los pagos que se realizaban en aquellos tiempos a todos los que colaboraban con las tropas de invasión castellanas... y no eran sólo beamonteses.

- Entre 1521 y 1530 se producirán nuevas convulsiones que llevarán al reino a una etapa completamente diferente de todo lo acontecido hasta entonces. El primer año de esta etapa será el de la liberación del reino de Navarra por parte de las tropas legitimistas enviadas por Enrique II de Albret. Pese al breve período de tiempo que supuso dicha acción, muchos navarros quedaron vinculados a este proyecto, destapando así una serie de fidelidades que habían quedado ocultadas, o adormecidas, durante unos cuantos años. Pero cuando España derrote a los navarros y sus aliados franceses en los campos de Noáin, las consecuencias para los perdedores serán funestas. Penas de muerte, persecuciones de sospechosos, condenas por alta traición, apropiación de haciendas y bienes de los perseguidos, delaciones entre vecinos por viejas rencillas, desconfianza de la administración española hacia todos los cargos navarros, ya fueran agramonteses o beamonteses, y un largo etcétera de situaciones derivadas de una guerra serán precisamente los elementos dominantes durante los primeros años de este período.

La prolongación de la lucha hasta 1524, con el asedio de Amaiur y la resistencia de Fuenterrabia, va a mantener a una parte importante de la nobleza navarra dentro de las listas de proscritos publicadas por los españoles. Sin embargo, tras los acuerdos de paz alcanzados a comienzos de 1524 con los agramonteses que aún resistían, lo que realmente será digno de estudio es el encaje forzado que de todos ellos tendrá que hacer la monarquía hispana para readaptarlos y vincularlos a su proyecto. La reintegración de las haciendas incautadas a los proscritos no será un tema menor, teniendo que compensar en muchas ocasiones la administración española tanto al que había vuelto al redil, devolviendo cuando se podía lo que por derecho le pertenecía, como al que había sido fiel y se había quedado con las posesiones de los que habían estado en el exilio.

Estas tres etapas estudiadas lo que van a mostrar es una realidad generalizada en el reino durante los veinte primeros años de la invasión: el colaboracionismo de unos y la resistencia de otros. Tras 1530, la evolución de Navarra, y de sus hombres e instituciones, será la de una progresiva asimilación, aunque no sin alteraciones, dentro de las estructuras de poder generadas por el imperio español. La nobleza navarra que se había mantenido fiel a la corona castellana desde un inicio verá premiados sus esfuerzos con los más altos títulos y cargos.

Para permitir una mayor comprensión de lo que supuso para un grupo muy determinado de navarros la conquista del reino, se ha tomado como ejemplo la casa de los marqueses de Góngora, pequeños señores de la nobleza media y rural de Navarra a comienzos del siglo XVI, que dos centurias después aparecerán como miembros de la élite dirigente de Navarra y cuyos intereses se irán encontrando a partir de este siglo más cerca de Madrid que de Pamplona. El uso de un ejemplo como el de los señores de Góngora no busca generalizar el modelo de progresión que siguieron todas las casas de la nobleza navarra, sería no sólo demasiado ambicioso sino un error en todos los aspectos. La intención es la de mostrar al lector que hubo un sector de la sociedad navarra, mínimo y muy determinado, que se benefició extraordinariamente de su colaboración con los castellanos, hubo otros por supuesto que no tuvieron tanta fortuna. Precisamente serán las gentes pertenecientes a estos “afortunados” las que encuadren las élites dirigentes del reino de Navarra durante los siglos posteriores, lo que nos permite comprender que desde las más altas instancias del reino la invasión castellana fuera vista como un mal menor, hasta el punto de ser idealizada, que abrió a Navarra el amplio horizonte de un imperio español que enriqueció a todos aquellos que supieron estar a la altura de las circunstancias.