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Hay personas que en su trayectoria vital dejan huella indeleble y marcan el recuerdo de quienes le conocieron por sus actuaciones y por sus obras. Una de ellas es sin duda Miguel Ángel Muez, quien reclama un lugar preferente en nuestro pamplonario particular. Muez es un personaje que a lo largo de su trayectoria ha suscitado a la vez adhesiones de por vida y odios africanos. Siempre polémico, sus audaces actuaciones municipales mientras ejerció de concejal marcaron una época cuyo recuerdo suscita no poca admiración.

Por ello, no podemos pasar por alto la oportunidad que nos depara el libro del que ahora es autor nuestro personaje, para trazar una semblanza de quien siempre me ha llamado profundamente la atención, primero desde fuera, cuando siendo estudiante nos hizo amar esta ciudad, y posteriormente cuando hemos disfrutado de su presencia y capacidad en medio de todos los fragores y batallas en defensa de nuestra maltratada Pamplona. Muez es activo, arrebatado en ocasiones, pero reflexivo las más de las veces. Es dialéctico, organizador minucioso, con evidente temperamento político. Es una persona del país que se confunde vitalmente con su entorno, austero, duro y consistente, a mitad de camino entre un Avinareta y un Espoz y Mina, que contagia a quien le escucha y le hace vivir en una alarma constante.

Las iniciativas que propone y mantiene en sus actuaciones son no sólo audaces y del todo imprevisibles, sino irrealizables, pero su entusiasmo sin límites y su frenética actividad consigue en ocasiones lograr lo que parecía imposible, y pruebas hay sobradas de ello.

La naturaleza indoblegable que se pone de manifiesto en los principios que ha defendido toda su vida le convierte en un auténtico misionero laico en todo lo que se refiere a austeridad, compromiso, sinceridad, honestidad. Insobornable hasta la exasperación, estoy por decir que en toda su trayectoria pública no ha cargado en las arcas de la ciudad ni el importe de un café con leche, lo que ya es decir mucho. Puedo afirmar que le he visto rechazar, por defender sus principios cooperativos, una importante cantidad de dinero, o que hizo lo propio con ofertas muy bien retribuidas.

Increíble Muez. Tras doce años de concejal en el más negro de los franquismos, siempre en minoría en un Ayuntamiento de tercer orden repleto de funcionarios del régimen imperante, que no eran capaces de tener ni dos ideas en fila, siempre a la contra entre amenazas constantes, insultos, querellas y sanciones como la de su propio despido, que fue toda una venganza de la ramplonería gobernante, logró ilusionar a una ciudad en desarrollo. Hizo que todos supiéramos lo qué era un pleno y una comisión, una moción y una enmienda. Nos ilusionó con el urbanismo, mientras aplaudíamos sus intervenciones y nos regocijábamos con ella. Logró que al menos un grupo de estudiantes asistiéramos gozosos en los años setenta a aquellos sabrosos plenos municipales que ya son historia de la ciudad, sin que después hayamos podido vivir nada parecido cuando llegó la democracia y nosotroslosdemócratas nos desilusionaron cada vez un poco más…

Es cierto que nuestro concejal contó con buenos amigos y con estrechos colaboradores también inolvidables protagonistas de aquel Ayuntamiento en el que el pueblo siempre fue bien recibido, al menos por ellos. Serían innumerables las anécdotas y sería necesario recuperar la historia menuda de aquel Consistorio que Muez en los muchos momentos que hemos disfrutado de su compañía nos ha ido rememorando.

Y hay además que recordar la importante labor municipal que para Pamplona queda. Servicios y obras muy importantes para nuestra ciudad contaron con su impagable iniciativa y esfuerzo. Me refiero a temas como la política municipal del suelo con la promoción de Ermitagaña, con la construcción de viviendas sociales en régimen cooperativo, la recuperación de Aranzadi para zona deportiva, la Ikastola Municipal, Andraize, Ciudadela, COTUP, etc., etc. Y en medio de todo, la auténtica brisa de esperanza democrática que emanaba de sus intervenciones plenarias, llenas de agudeza, claridad y perseverancia en los principios que siempre le han guiado. Sería de gran interés hacer un balance.

Tengo sobre la mesa un libro ya envejecido de puro leído, sobre el que vuelvo a menudo con añoranza. Se trata de Ayuntamiento y Pueblo, publicado a finales de 1970, del que es coautor nuestro Miguel Ángel junto a otros dos buenos concejales de la época que también habremos de recordar, como lo fueran Francisco Eguiluz y José Antonio López Cristóbal.

Ya su propia presentación era atisbo de planteamiento novedoso y hasta revolucionario con aquella frase que a modo de lapidario manifiesto decía:
«El suelo urbano es de la sociedad que lo habita; el suelo agrícola de la comunidad que lo trabaja».

Ni más ni menos. Con un par. Todo un misil de profundidad que la censura se tragó porque, sin duda, no se había leído el libro. Miguel Ángel Muez escribía en él unas breves páginas sobre política municipal que son toda una delicia y que deberían leer nosotroslosdemócratas a ver si se enteran y sobre todo a ver si lo practican, como su autor.
 
Allí se dice algo que penetró muy hondo en el joven que entonces era yo y que quedó grabado en mi memoria:
«No hay acción municipal que merezca la pena si no es cauce de diálogo y participación del pueblo en las tareas del Ayuntamiento. Y aunque desentrañar los vericuetos de la legislación y de la praxis municipal será tarea irrenunciable, el objetivo primordial es sentar las bases para la promoción del pueblo hacia la toma de las riendas de su propio destino».

Ahí queda eso, toda su vida municipal Miguel Ángel Muez lo intentó y ese es su principal mérito. Aquellos concejales de la época no siempre lograron lo que se propusieron, pero quedan perfectamente exonerados, pues es mucho lo que les debemos a quienes entonces llamábamos concejales «rojos» o «sociales».

Parte de lo que se quedó en el camino, y no porque no lo intentaran, es precisamente el tema del libro que ahora se publica sobre la Universidad del Opus. No pudo entonces lograrse una Universidad Pública de Navarra y para Navarra y parte de aquella historia se nos relata por quien vivió de primera mano el proceso de adquisición de los terrenos del Campus Universitario que aquí se cuenta. Libro pues del todo necesario para conocer una parte de esta historia tan desconocida en nuestra ciudad.

Como siempre, Muez es agudo y crítico en su exposición, implacable en la denuncia e infatigable en su propósito. El libro, sin embargo, es por encima de todo una auténtica propuesta de futuro. La futura Facultad de Medicina de la Universidad Pública de Navarra nos está esperando y aquí entenderemos el porqué.
 
Hoy en política, por desgracia, existen personajes que creen decidir nuestras vidas sin que les circule por la cabeza ni la sombra de una idea y a los que hemos de soportar. Existen personajes en política que sólo saben hacer aspavientos, pavonearse, y exhibir palmito, y que hasta para cortar la cinta de las inauguraciones necesitan un asesor de imagen. La política, por desgracia, demasiadas veces se ha convertido en un paso de regatón.
 
Por eso, que a los 85 años una persona que se ha mantenido incólume en la defensa de unos principios impagables a lo largo de toda su actuación política nos salga con esta publicación, nos hace sonreír en medio del siempre dulce sueño de la utopía, en la seguridad de que la hierba, aunque sea de noche, sigue creciendo.

Salud Miguel Ángel y consérvate bueno, tanto para los amigos como para los enemigos.

Pablo Ibáñez