Carro compra

 x 

Carro vacío
  • Entre carlistas
  • Jesuitas, exquisita fantasmagoría
  • Pamplona. El patrimonio invisible
  • Axularren gerizapean
  • Resistiendas
  • Plazas con frontón en Euskal Herria
  • Biziaroak. Herri Kultura
  • Amaren bidaia
  • Kiratsa
  • Castejón (1931-1945). Historia, represión y conculcación de derechos humanos
  • Urrats galduen hotsa
  • Munduari bira eman zion ontzia
  • Elio Antonio de Nebrija. La guerra de Navarra
  • Munduari bira eman zion ontzia
  • Locura
  • Nor naiz ni? Animalien kumeak - Asia
  • Dinosauro-ametsak
  • Rosa Valverde eta kutxak

vm-entrevista

Txema GARCÍA

Víctor Moreno, escritor, crítico y profesor de literatura

Fuera de lugar. Lo que hay que leer de críticos y escritores es el título del nuevo ensayo que Víctor Moreno acaba de publicar con la editorial Pamiela: todo un diagnóstico del estado actual de la literatura a partir de las líneas de pensamiento de los propios escritores y críticos.

mugalari532 (Gara, 2009-7-10, ostirala)

«Hay una dejación absoluta en el análisis ideológico de lo que se escribe»

Doctor en Filología Hispánica, Víctor Moreno Bayona vuelve en su último ensayo a fustigar –con las armas de la palabra y el pensamiento que le ofrecen «gratuitamente» algunos autores– a toda una cohorte de escritores y críticos literarios que, según él, se retratan a sí mismos en relación con el hecho de escribir. Un libro que dará que hablar pero que, casi con absoluta seguridad, pasará desapercibido en las reseñas de los suplementos literarios.

¿Qué es Fuera de lugar?: ¿un «ajuste de cuentas» personal?, ¿una radiografía de algunos escritores y críticos?, ¿una desmitificación de estas profesiones?, ¿una recopilación de estereotipos sobre la literatura y la escritura?...
Es un ensayo sobre el estado actual de la literatura. Para su diagnóstico he partido del «pensamiento» que expresan los escritores y críticos considerados más importantes en dicho campo literario.

¿Por qué este título?
Fuera de lugar tiene dos acepciones. La primera: se dice de lo que no está en su sitio; de lo que se considera impertinente, a veces, necio y tonto. La segunda: se dice de aquello que está fuera del contexto donde algo se dijo o se hizo. Con el subtítulo sucede lo mismo: tiene un sentido real y un sentido figurado. El figurado, que es el que tengo en cuenta, se refiere a las mil y una tonterías que ciertos críticos y escritores dicen. No todos, y no siempre las dicen quienes las dicen en alguna ocasión. El ser humano es inagotable para decir y escribir estupideces. 

No deja títere con cabeza…
Ignoro si ha leído la obra. Pero, si lo ha hecho, observará que quedan muchos escritores y críticos fuera de este Fuera de lugar . Y los que aparecen en el libro se mantienen al final perfectamente dotados con su cabeza, tronco y extremidades. Que un escritor o un crítico diga una vez o dos veces una melonada, no significa que sea bueno o mal escritor o crítico, respectivamente. Una golondrina no hace verano.

Un mero repaso al índice del libro revela una ardua y paciente labor de recopilación de todo tipo de materiales: críticas, entrevistas, declaraciones, etc. Nadie podrá decir que no existe la «prueba del crimen»…
La recopilación es muy fácil de hacer. Críticos y escritores son muy generosos a la hora de estampar una melonada. Ahora mismo seguro que uno de ellos la está haciendo. Lo complicado es procesar dicha información; reflexionarla y, en cierto modo, «deconstruirla», es decir, mostrar en qué aspecto concreto de la reflexión el crítico o el escritor ha perdido los papeles.

Por las páginas de este ensayo desfilan más de una veintena de escritores y críticos, como Muñoz Molina, Elvira Lindo, Francisco Umbral, Jorge Martínez Reverte, Suso de Toro, Juan Goytisolo, Juan Manuel de Prada, Antonio Gala, Rafael Conte, Vicente Molina Foix… ¿Qué tienen en común todos ellos?
Nada. Son específicos en su género. Cada uno de ellos se esmera en ser original incluso suscribiendo tonterías, lo que es de agradecer.

¿Cuáles son sus principales «tics»? ¿Están todos los que son o son todos los que están?

La irreflexión e inconsciencia coyunturales. Pero es un rasgo común de la condición humana. El cultivo de la estupidez es un género democrático. Nadie se libra de colaborar en el aumento de su producción. Quizá, lo que sorprende es que la sostengan personas que, por su oficio, parecen hasta inteligentes…

¿Y qué tiene Víctor Moreno contra estos escritores? ¿Por qué éstos y no otros?

Yo no hablo contra este o aquel escritor. Reflexiono sobre los actos de habla de ciertos críticos y escritores que, en principio, más me han llamado la atención. Y lo hago específicamente sobre éstos en concreto porque, más o menos, son famosos, y, por serlo, aparecen una y otra vez en el escaparate del «candelabro» ese.

Habrá gente que se sorprenda al ver, también entre estos nombres, a José Saramago, un hombre de izquierdas, comunista…
¿Quiere sugerir que por ser de izquierdas y comunista uno está libre de decir tonterías y perpetrarlas? Saramago es un cúmulo de contradicciones ambulantes. Por mí pueda opinar de lo que desee, pero he advertido que cada vez que habla sobre lo que no es su especialidad, la literatura, se precipita en la más clamorosa banalidad de pensamiento. Y que conste que acerca de su literatura yo no digo ni una coma. No me interesa.

La «galaxia Alfaguara» o la «factoría Polanco» parece ser su preferida en cuanto a lanzar dardos… ¿por qué?
Porque es una institución con mucho poder. Y es lógico que cuando se tiene poder aparezcas, como Dios, en todas partes. De ahí que sus satélites –escritores o críticos babelianos– sean los que más alfalfa espiritual reparten en el abrevadero de las ideas, que, en este caso, visten la pátina de la estupidez.

¿Y qué hay de los escritores y los críticos vascos? ¿Están a salvo de pecados?

Lo de pecados me suena, pero no sé a qué se refiere. Tampoco sé muy bien a qué críticos y escritores vascos se refiere. ¿A los que escriben en euskara o a los que lo hacen en castellano? Si se refiere a los segundos, diría que participan de los mismos defectos y virtudes que sus contrarios los españoles. En esto, el «geniotipo» vasco se diferencia el canto de un euro del resto de sus cofrades de Chamberí.

¿Hasta dónde alcanza esta «pandemia» de los «profesionales» del libro que cita en este libro?

Pues a todo lo que tiene que ver con dicho producto y mercancía: a los escritores, a los críticos, a los editores, a los libreros, a los bibliotecarios y, por supuesto, a los lectores. La inconsciencia mental es una epidemia que está siempre ahí, que siempre nos acompaña y nunca nos abandonará. Ideología y literatura, el eterno debate.

¿Cómo ve ahora la situación?

Hay una dejación absoluta en el análisis ideológico de lo que se escribe. Nadie sabe si Muñoz Molina es, como novelista, de izquierdas o de derechas, o paralelepípedo. Lo mismo diría de Marías o de Maruja Torres. Y de cualquier escritor. En este sentido, los escritores parecen eunucos ideológicos. O monjes de la Trapa. ¿No transmiten ideas en sus novelas?

Dedica un capítulo entero al uso de los adjetivos en la narración. ¿Por qué?
El uso del adjetivo, tanto en la crítica como en la escritura, es una cuestión muy delicada. Su abuso denota falta de reflexión y de respeto hacia el lector. Utilizar bien el adjetivo es de las señales de estar ante un escritor o un buen crítico. Yo, en ocasiones, me conformaría con que algunas reseñas se dedicasen a justificar por qué el crítico asegura que la novela leída es importante, interesante o relevante.

Otro apartado sobre el que reflexiona es el de conceptos como «Calidad», «Ambigüedad»…
Ante la falta de legitimación crítica y creativa en la que estamos instalados, el concepto de calidad literaria es de una fragilidad conceptual asombrosa. Nadie sabe con seguridad qué es literatura, y novela, menos. Así que, en este momento, todo se permite, todo se acepta, todo se tiene como literario, incluidas las obras de Pérez Reverte, por supuesto. El concepto de ambigüedad es un término que muchos consideran elemento imprescindible de una literatura de calidad. Las novelas que son claras en sus mensajes, por el contrario, son maniqueas, intencionadas, moralistas y, por tanto, pésimas. Particularmente, me repugna este tipo de maniqueísmos.

¿Las necrológicas sobre escritores también dan como para escribir todo un tratado…?
Lo divertido de las necrológicas es que dan más información de quienes las escriben que de quien está muerto. Escribir sobre los muertos en clave de alabanza se presta a decir muchas tonterías. La mayoría de ellas son producto de la vanidad o, si se quiere menos impertinencia, efecto de un sentimentalismo poco controlado.

El uso de un humor corrosivo es una de las características de este libro…

Lo tendrá que decir el lector. En ocasiones, es posible que le resulte difícil distinguir si ironizo, si me río a carcajada combatiente o si el sarcasmo se ha apoderado de mi verbo. Probablemente, con quienes más he ironizado ha sido com Suso de Toro, y los críticos Ayala-Dip y Juristo. El sarcasmo lo he reservado para Marías, Saramago y, sobre todo, Carlos Fuentes.

A partir de aquí, ¿se podría establecer un decálogo para «otra» literatura, para «otra crítica»…?
Ni soy tan iluso, ni tan ingenuo. Mi libro se limita a mostrar una manera de leer e interpretar irónicamente lo que se presenta bajo el formato del dogma o la frase hecha o el estereotipo.

¿Por dónde habría que empezar a cambiar el actual estado de cosas?

No publicando ningún suplemento literario.

¿Para qué sirven, entonces, los suplementos literarios?

Para saber que una editorial ha publicado las novelas de un determinado grupo de escritores.

¿Podría sugerir algunos consejos heterodoxos y necesarios para el lector de nuestros días que acude inocentemente, primero, a comprar un libro y, luego a leerlo?
Ni ortodoxos, ni heterodoxos. Un lector, si es lector, no necesita consejos de ningún tipo.

En el prólogo del libro comenta la nula atención que tuvo «De brumas y de veras. La crítica literaria en los periódicos», otro libro anterior suyo, publicado en 1994. ¿Ocurrirá lo mismo ahora con Fuera de lugar?
Lo que no quiere decir que el libro no se leyera, cosa que me consta que sí se hizo. Con éste, puede que suceda lo mismo. No aparecerá reseñado en los medios más poderosos del Estado, pero con toda seguridad lo leerán todos los implicados.

En esta batalla que libra, ¿no se encuentra «terriblemente» solo?

No albergo ningún sentimiento belicoso a la hora de escribir este tipo de libros. Me gusta escribirlos, me lo paso muy bien y me siento deliciosamente acompañado por quienes comparten mis análisis. Quienes no comparten mis criterios, seguro que los tienen mejor que los míos. Sólo es cuestión de confrontarlos dialécticamente.

¿Qué espera conseguir con este libro?
Lo que se espera siempre con un libro que uno escribe: que lo lean.

Publicar este libro quizá le vaya a costar algún disgusto a su editorial…

Bueno, mientras todo se quede en un quizá, sospecho que Pamiela aguantará perfectamente cualquier tipo de embestidas, procedan de la cueva de donde procedan.

Escritores y críticos, ¿una relación de amor-odio?

Las relaciones amatorias o sadomasoquistas de los demás me importan muy poco. Y la que pueda darse entre críticos y escritores me interesa tanto como la que se pueda dar entre Mortadelo y Filemón.

¿Cuál debiera ser el papel del crítico que ahora, por lo general, no se da?
No me interesan los planteamientos generales. En términos críticos o culturales no conducen más que a enredar las cosas. O hablamos de un crítico concreto o no hablamos. A mí me interesan los críticos y los escritores en particular. Los panoramas generales me marean. Y de la crítica, como de la literatura en general, se puede decir todo y nada significativo.

Contestando al subtítulo del libro, ¿qué es lo que hay que leer de críticos y escritores?

Lo que uno tenga por conveniente para su salud. Tanto los críticos como los escritores son gente inofensiva. Son inocuos. Sólo, y a veces, y si se lo proponen, cosa harto difícil de imaginar, se lo hacen a la literatura. Pero no hay que asustarse. Existe tan buena literatura escrita que daría igual que los escritores y los críticos desaparecieran al unísono democrático. La situación no cambiaría por ello. Lo que molesta es la impunidad que gozan para seguir instalados en el arte de la andrómina.


CALIDAD LITERARIA
«Ante la falta de legitimación crítica y creativa en la que estamos instalados, el concepto de calidad literaria es de una fragilidad conceptual asombrosa. Nadie sabe con seguridad qué es literatura»

LA ESTUPIDEZ
«El cultivo de la estupidez es un género democrático. Nadie se libra de colaborar en el aumento de su producción. Lo que sorprende es que la sostengan personas que, por su oficio, parecen inteligentes»

Compra

 x 

Carro vacío

Acceso

El sitio empleará cookies para recordar su idioma y opciones de navegación, si usted está de acuerdo: