Sánchez-Ostiz: «El Escarmiento del 36 sigue vivo, su sombra se alarga día a día»
El escritor navarro denuncia “con zozobra” en su nuevo libro la prolongación de las represiones originadas en el franquismo.
Paula Echeverría. Diario de Noticias (14-10-2014)
Con el inevitable hartazgo que provocan la impotencia y la rabia de evidenciar día a día que las cosas no cambian, que seguimos viviendo en un presente de vencedores y vencidos que parece no tener fin, Miguel Sánchez-Ostiz (Pamplona, 1950) presentó ayer su último libro, La sombra del Escarmiento (1936-2014), necesaria continuación de El Escarmiento con la que nos recuerda que “el Escarmiento del 36 sigue vivo hoy, y su sombra se alarga día a día”, en la política navarra y más allá.
La obra, que publica Pamiela, tiene su origen en las reflexiones que Sánchez-Ostiz puso sobre la mesa en el curso de verano A los 75 años del fin de la Guerra Civil, que, organizado por el historiador Josu Chueca, se celebró el pasado mes de julio en el Palacio Miramar de Donostia. “Cuando acepté participar en esas jornadas me di cuenta de que todo lo relacionado con lo que yo llamo el Escarmiento, que es el golpe de Estado de 1936, la Guerra Civil y la represión, es un tema que, por respeto a quienes han padecido todo eso, hay que preparar a fondo. Lo que pasa es que yo creo que me pasé, y el día que presenté las jornadas aparecí con un guión de las dos conferencias que sumaba 200 folios. No se lo creían y tuve que mostrar los 200 folios que tenía en la mano. Y esos 200 folios dan origen a este libro”, comentó ayer el escritor navarro sobre esta obra, que tal y como señaló, “no trata tanto de lo sucedido en 1936 y 1939, sino de lo que sucedió después y de lo que sucede ahora”.
En ella, Miguel Sánchez-Ostiz repasa las circunstancias personales, sociales e históricas en las que escribió El Escarmiento, y cómo conoció “el asunto de lo que se llama la guerra”. “O como se dice también, aquello. Porque en mi generación se hablaba de la Guerra Civil o del golpe de Estado siempre con eufemismos, intentando no nombrar el alzamiento, no nombrar la guerra, algo que en este libro señala también el psiquiatra Carlos Castilla del Pino que les pasaba a sus pacientes en Córdoba, a gente que había sido víctima directa de la represión, a cuyos padres, cónyuges o hijos habían asesinado, entonces iban a la consulta del médico y no se atrevían a nombrar la fuente del dolor, la fuente del horror”, apunta el escritor pamplonés. También analiza en este nuevo libro los asuntos de las fosas, de los escritores que escribieron del Escarmiento en Navarra, “porque curiosamente en comparación con otras regiones del Estado, Navarra no tuvo testimonios escritos de lo que había pasado hasta muy tarde. Y, sin embargo, sí tenemos testimonios de primera mano de los vencedores, que esos sí que se pusieron las botas de escribir, como si aquello que sucedió fuera la prolongación de los Sanfermines, que para ellos lo fue”. Y analiza esa frase hecha, tan manida en ciertos sectores, que dice quejosa y desconfiada: “Otro libro sobre la Guerra Civil...”. “Se oye mucho, sobre todo en gente que no quiere leer esos libros, y son los mismos que dicen que el asunto de la Guerra Civil o del golpe de Estado y la represión son cosa del pasado y hay que pasar página”.
Ni mucho menos. “La sombra del Escarmiento es alargada, llega hasta el presente y crece día a día. Para probar esto, no hay que aportar ninguna prueba, porque en buena técnica jurídica lo que es del dominio público no necesita prueba, y esto es del dominio público. Es del dominio público que todos los días tenemos una ración de asuntos relacionados con empujones que padece lo que globalmente se conoce como la memoria histórica; empujones institucionales, como por ejemplo la supresión de ayudas a las exhumaciones por parte del gobierno del Partido Popular, que sin embargo sí financia exhumaciones de soldados de la División Azul. Si esto no es que la sombra del Escarmiento llega hasta el presente, que me digan lo que es”, denuncia Sánchez-Ostiz, quien asiste “con preocupación” a este momento de cambios, en concreto “a la remilitarización de la sociedad española, porque -dice- me acuerdo de una de las obras del general Mola El Pasado, Azaña y El Porvenir, donde él hablaba del papel del ejército y de cómo había que sacar los uniformes del arcón para que volviesen a recobrar un prestigio y una presencia en la sociedad española. Menuda cómo lo consiguieron... Y resulta que ahora la Junta de Castilla y León quiere poner Instrucción militar en centros escolares... Y aquí en Pamplona hemos asistido a una toma de la Ciudadela, un espacio civil, por parte de un homenaje a un regimiento militar que se convierte en un acontecimiento social”, lamenta con indignación.
“Junto a esto, muchos archivos están cerrados, así que no se puede escribir lo sucedido porque hay impedimentos administrativos y sobre todo políticos para la investigación de lo que ocurrió del 36 al 75. Y se dan a diario destrucciones de placas, en cementerios, en monolitos... todos los lugares de recuerdo de memoria histórica de las víctimas de la guerra están sufriendo ataques. Hay un revisionismo histórico tanto político como de actuaciones de neofranquistas que están actuando desde las instituciones o con una impunidad total que les concede la no investigación policial y, desde luego, la no represión judicial de estos hechos”.
Por todo esto, él ha escrito este libro, “con zozobra y con temblor”, porque solo así puede hacerlo. “Yo no puedo escribir de aquello de una manera fría, desconfío de quien dice que lo escribe con distancia”, reconoce. Y añade que “reflexionar sobre estos asuntos produce más zozobra que otra cosa. Y como escritor lo único que puedes hacer es transmitir tu zozobra o tu temblor ante esos hechos, y hacer una invitación a reflexionar sobre aquella violencia ciega que se desató y que duró. Es lo más que puedes hacer”. Y sabes que has cumplido “cuando ves que lo que has hecho invita a otras personas a escribir El Escarmiento de sus pueblos, a investigar, o hace que se sientan reconfortadas por las páginas que has escrito. A mí esto me ha pasado en alguno de los sitios donde fui a presentar el anterior libro: si en algún momento tuve dudas de si lo que escribía servía para algo o no, se disiparon cuando venían nietos o hijos de fusilados, y te daban las gracias”.
CORRUPCIÓN ÉTICA En la orilla (2013) de Rafael Chirbes y Escrito en España (1962) de Dionisio Ridruejo son dos libros que Miguel Sánchez-Ostiz cita en este nuevo volumen y que tiene como referencia porque ambos coinciden en vincular el pasado con este presente que vivimos -que malviven unos y viven demasiado bien otros-, y que tiene su origen en el régimen franquista, “que estaba sostenido por una corrupción generalizada y por una prevaricación institucional que se extendió en todos los ámbitos del gobierno, e impregnó una sociedad en la que lo único que valía era el botín, la ventaja inmediata”, dice el escritor. “Da la casualidad de que ahora estamos viviendo justamente eso. No se trata de una crisis económica, no hay que hablar ya en esos términos, esto es la caída de una cultura, casi de una civilización. Y lo que estamos viendo ahora tiene su origen muy atrás. El que un grupo social se crea con derecho a hacerse con los bienes públicos por el hecho de estar protegido por un acta de diputado o por un cargo político o administrativo, esto ya no es una corrupción económica sino una corrupción ética de un calibre que todavía no hemos situado con justeza. Y que viene, como decía Ridruejo en el 62, como dice Chirbes, de un régimen, el franquista, del que no ha respondido nadie”.
“¿Cuál es la voluntad de cambio real de algunos partidos políticos”, se pregunta el escritor, quien imagina en su libro lo dolorosa que tuvo que ser la convivencia “de víctimas y verdugos en Pamplona, que entonces era un pueblo, donde todos se conocían, iban todos a Larraina, a los almuerzos, a los partidos de pelota, a las escuelas de San Francisco. ¿Cómo vivieron poniendo cara de que aquí no pasa nada? ”, se pregunta, convencido de que el asunto no está ni mucho menos liquidado: “Por muchos desfiles de moda que hagan en el Monumento a los Caídos, encima de la tumba de Mola, me resisto a creer que esto sea un asunto del pasado”, concluye.