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«Es una pena que el caudal de experiencia de los mayores desaparezca con ellos»

En El orador de Hyde Park aúna la memoria de su generación y la de aquélla que sufrió la Guerra Civil y sus consecuencias

NEREA AZURMENDI - Diario Vasco (22-04-2010)

Con El orador de Hyde Park, de Joxemari Iturralde (Tolosa, 1951), la editorial Pamiela ha dado el primer paso en un nuevo camino que, «de manera muy medida» según el editor Jose Angel Irigarai, quiere dar «a los autores de la casa la posibilidad de que algunas de sus obras, una vez realizado su recorrido en euskera, lo hagan también en castellano». El libro de Iturralde, editado en euskera en 2006 como Hyde Parkeko hizlaria y adaptado al castellano por el propio autor, inaugura Ilargia Narrativa.
 
En El orador de Hyde Park conviven varias lineas argumentales, pero destaca la confluencia dedos historias en las que está muy presente la recuperación de la memoria. ¿Es una de sus inquietudes?
 
Siempre me ha llamado la atención que gente mayor, que ha pasado cerca de nuestras vidas y ha tenido unas experiencias muy ricas, de un día para otro deja de estar entre nosotros y un mundo riquísimo de experiencias vitales se que el caudal de experiencias de esas personas desaparezca con ellos, que nadie se haga cargo de las mismas, que los jóvenes no las recojan. Quería aunar esos dos mundos en un libro desde hace tiempo.
 
Y los ha unido a través de L.O., el orador de Hyde Park, un hombre mayor que vivió la Guerra Civil y sus consecuencias y, exiliado en Londres, se sube a una maleta para contar su historia.
 
La primera vez que fui a Inglaterra, en pleno franquismo, en una época oscura y de falta de libertades, me sorprendió que allí todo parecía estar permitido. Ibas a Hyde Park los domingos y veías gente que, subida a algo para evitar pisar suelo británico, decía auténticas barbaridades. Yo miraba a un lado y a otro para ver cuándo llegaban los tanques, pero no sucedía nada... Aquello, que para mí era la libertad total, se me quedó grabado para siempre, y he estado 35 años dándole vueltas. Finalmente, surgió la idea de ese orador, un exiliado que no puede volver a casa, que no tiene amigos, que está al final de su vida, que se sube a una maleta en Hyde Park y cuenta su historia una y otra vez, en euskera o en castellano, le hagan caso o no. Como contrapeso, se me ocurrió colocar a esos jóvenes pipiolos que en los años 70 salieron de aquí para pasar una temporada en Inglaterra y descubrieron un mundo en el que todo les resultaba asombroso. Esos jóvenes se encuentran inesperadamente con el señor mayor, que cuenta una historia que influye directamente en la vida de los jóvenes, que guarda relación con sus familias.
 
Lo que cuenta en el libro sucedió hace 40 años, pertenece a la memoria de su generación. ¿Cree que quienes hoy tienen los 17 años que usted tenía entonces lo entenderán en claves similares?

Es indudable que han transcurrido cuarenta años, que esa gente mayor ha muerto, y que muchas historias se han ido bajotierra sin ser contadas, aunque parece que el interés por ellas se está avivando gracias a los intentos de recuperar la memoria histórica. En general, siempre es bueno que los jóvenes sepan lo que ha ocurrido, porque si no pierden muchas referencias, y eso es la gente mayor la que tiene que contarlo. Desafortunadamente, la juventud actual ha perdido el interés por el pasado y por lo que les pueda aportar la gente de edad. Decía hace poco un escritor que llegará un momento en el que los jóvenes no sabrán ni los apellidos de sus padres. Tal vez sea exagerado, pero es cierto que ya son muchos los que no conocen los de sus abuelos, que no saben de dónde venían, de qué familia eran…

Las historias de L.O. les pueden parecer lejanas a los jóvenes de hoy pero, ¿no les parecerán todavía más extraños esos chicos de 17 años, más bien ingenuos, que pasean boquiabiertos por Londres?

Tengo que contrastar qué piensan los jóvenes, pero sí es cierto que, aunque lo que cuento en la novela no es autobiográfico ni mucho menos, el recuerdo que tengo de aquella época es que todo era nuevo, extraordinario, y ahora un chaval de 17 años no lo percibe así ni le da valor. Por poner un ejemplo, me parece impensable que les ofrezcas la posibilidad de ir gratis a Canadá un verano a aprender inglés, y te digan que prefieren quedarse en la playa con sus amigos…

Gran parte de su obra está dedicada al público infantil y juvenil. Se dedica a la enseñanza. ¿Cómo se escribe para los chavales de hoy? ¿Cómo se les enseña literatura?

Como se puede, tratando de seguir las pistas que nos van dando. La juventud está cambiando rapidísimo y necesitamos reflexionar al respecto, pero el propio paso del tiempo, el estar en pleno cambio, te impide sentarte a hacerlo. Hablando sólo de literatura, el modo en que la perciben está sufriendo un cambio increíble, y eso hará que cambie el tipo de libro, tanto en los contenidos como en los soportes. Ya ha ocurrido en otras ocasiones en la historia de la literatura, pero ahora todo va tan rápido que lo único que sabemos es que algo está pasando, pero no sabemos hacia dónde van a ir las cosas.

¿Alguna pista?

Que, salvo a las chicas, que son las que mejor leen, los libros gordos, descriptivos, en los que se rumian pensamientos, ya no les entran. Que van tan acelerados que quieren libros muy dinámicos, con escenas cortas. ¿La solución? El tiempo lo dirá.

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