(Este artículo forma parte del nuevo libro que prepara Víctor Moreno, Los obispos son peligrosos, y que será publicado a comienzos de 2010.)
1. Los ateos no pierden su tiempo y energía intelectual tratando de demostrar lo indemostrable: la existencia de Dios. Acusar a los ateos de esta manía es irrisorio. Sencillamente, Dios no cuenta para nada en la vida de un ateo.
2. El ateísmo no es una doctrina que argumente en contra de una determinada creencia. Los ateos no tienen intención alguna por desarraigar las creencias religiosas, como afirman algunos creyentes. Ni, menos aún, introducir el ateísmo en las escuelas públicas, acusación que se hizo clamorosa tras la sentencia de Estrasburgo sobre la retirada de los crucifijos en las escuelas. Con o sin crucifijos en las paredes, las personas seguirán con sus supersticiones sin que nadie les increpe por si son católicos, musulmanes, testigos de Jehová o adictos al sexo oral.
3. Existen creyentes que afirman que la existencia del ateísmo cuanto más militante y combatiente sea, mejor, pues así se fortalece su fe. ¿Tan frágil es? Consideran que la religión florece donde se da el ateísmo. Más bien, sucede al revés. Es el ateísmo el que sale fortalecido viendo el comportamiento de ciertos creyentes, en especial, de los obispos.
4. Se pretende asociar ateísmo con ciencia en una especie de unidad indisoluble, haciendo notar que los ateos, si lo son, lo son porque basan su actitud en conocimientos científicos. Lo cierto es que hay científicos ateos y científicos creyentes.
5. La religión, mal que bien, ha convivido con Galileo, con Darwin y con Einstein. La ciencia ha sido incapaz de anular la existencia e influencia de la religión. Junto con ello, conviene saber que es muy difícil convencer a alguien por vía racional cuando sus convicciones proceden del sentimiento. Las razones pragmáticas se imponen por regla general, y ya no digamos por regla particular, a las razones epistémicas.
6. La función del ateo no consiste en demonizar la religión. El hecho de no creer no conlleva un desprecio de la religión ni, mucho menos, de las personas que crean. Pero este respeto no implica una dejación crítica de la religión, sobre todo, cuando ésta se ha comercializado.
7. Existe un ateísmo nada simpático. Es aquel que se ofrece como solución absoluta a los problemas de la vida. La supuesta libertad del individuo y su autonomía no adquieren un plus mayor por tener una concepción atea de la existencia.
8. El mundo no iría mejor si todos fuésemos ateos. Las cosas no han de ir nunca bien. Creer o no creer es una actividad inocua. No nos hace ni mejores ni peores personas. Pero, si la religión no existiera en el modo en que la conocemos hoy, el mundo sería más habitable.
9. La religión no es una teoría. Y, si lo es, no se la sabe nadie. Ni los propios obispos. La religión es más experiencia que conocimiento, más fantasía que realidad. Por eso, en el siglo XIX se mantuvo la tesis de que la religión era una versión primitiva de la ciencia.
10. Como enseña Blumemberg, la ciencia como la religión han servido para idéntico propósito último: responder a una necesidad vital de sentido. ¿Consiguiéndolo? Está claro que no. El mito sigue perenne. Y, si se tomara la ciencia como categoría explicativa sustitutoria de la religión, elevaríamos la ciencia a mito.
11. Los obispos afirman que en el ser humano existe una tendencia universal hacia la fe. Que viene en el envoltorio genético. Si la tendencia a creer en Dios la llevamos incrustada en la biología, ¿a qué viene tanta protesta por la expulsión de la religión del sistema educativo?
12. Si la ciencia no es un sustituto de la religión, tampoco lo es el ateísmo.
13. Es muy difícil que un Estado aconfesional y laico acabe con la presencia de la religión en la sociedad. Pero es bueno que las huellas religiosas cuanto menos se manifiesten, mejor. Las manifestaciones religiosa públicas hay que convertirlas en folclore, si no lo son ya. Lo ideal sería que la religión se extinguiera motu proprio.
14. La idea de progreso, heredada del cristianismo, debería ser expulsada de una concepción rigurosa del ateísmo. El progreso es un mito creado por la necesidad de encontrar un sentido a un devenir nada direccional de la historia.
15. El progreso científico es un hecho, pero no ha repercutido en mejoras evidentes de la ética y de la política. La gente se sigue matando igual que en el Pleistoceno. El conocimiento científico ha aumentado, pero la imagen de los seres humanos –sean creyentes o ateos- se ve idéntica en el espejo de la barbarie.
16. Sostiene el escritor Martin Amis que “la oposición a la religión es de por sí superior, intelectual y moralmente”. ¿Y?
17. Perseguir la religión como en tiempo de los emperadores romanos no tiene sentido. No hace falta pringarse tanto. Ella se basta y se sobra para desprestigiarse a sí misma. Su connivencia con las dictaduras, los totalitarismos y varios genocidios europeos del siglo XX la hace intrínsecamente perversa.
18. El obsesivo y enfermizo afán de los obispos por establecer los modos en que las personas deben vivir su sexualidad, controlar su fertilidad y terminar su vida, es una repugnante intromisión en la privacidad que debería perseguirse por el Código Penal.
19. Dice Santayana: “La excelencia de la religión se debe a una idealización de la experiencia que aunque ennoblece a la religión cuando se trata como poesía, la convierte necesariamente en falsa cuando se la trata como ciencia. Su función consiste más bien en extraer de los materiales de la realidad una imagen de ese ideal al que la realidad debería conformarse y, por anticipación, hacernos ciudadanos del mundo que anhelamos (…) las doctrinas religiosas harían bien en abandonar sus pretensiones de ocuparse de cuestiones de hecho. Tal pretensión no sólo es la fuente de los conflictos de la religión con la ciencia y de las vanas y amargas controversias entre sectas, sino que también es causa de la impureza e incoherencia de la religión en el alma, cuando busca sus sanciones en la esfera de la realidad y olvida que su función propia es expresar el ideal”.
20. Los obispos consideran que su fe no es fruto de la fantasía o de la imaginación, sino producto de la revelación divina. Ellos mismos se sitúan por encima del resto de los mortales. Mientras la experiencia del resto de los seres humanos obedece a parámetros verificables y falsables, la suya es imposible de aquilatar, pues es resultado de haber seguido una autoridad superior, la de Dios. De ahí la repugnancia que inspiran.
21. Lo peor de adoctrinar en una fe religiosa es que se adoctrina en una forma de comportamiento que no puede ser puesta en duda, porque proviene directamente de la misma divinidad, eso sí, vía obispos, que se sienten ungidos por Dios.
22. El ateísmo no está en contra de la experiencia religiosa. Cada cual es muy esclavo de engañarse con lo que considere más afín a su temperamento. A lo que no está dispuesto el ateísmo es a aceptar que los obispos dicten las normas de la convivencia humana desde una plataforma transcendental, asegurando, para más inri, que, caso de aceptarlas y cumplirlas, el ser humano se verá libre de todo tipo de sufrimiento. Ingenuos, aún; tontos, nunca.
23. A los ateos ni les va ni les viene que los creyentes vean en la religión el bien supremo, pero no aceptan que para ser feliz, individual y colectivamente, haya que pasar obligatoriamente por semejante horca caudina.
24. Los obispos se convierten en unos delincuentes cuando manifiestan opiniones y publican instrucciones o circulares llamando a la subversión de las instituciones públicas y civiles. En asuntos de Derecho o de hecho –jurídicas y científicas-, no cabe excusa alguna por razones religiosas, ni apelar al nombre de Dios.
25. El ateísmo como la religión deben ser respetados, pero no más ni menos que aquellos que desmientan a ambos.
26. Dice John Gray: “Todas las explicaciones religiosas son inapelablemente inaceptables; es decir son falsas porque ningún hecho verificable podría falsarlas (Popper) o comprobarlas jamás. Ni siquiera es concebible qué tipo de evidencia probatoria podría servir para demostrarlas. Y, si son inaceptables como tales explicaciones, también lo serán como vía de aprendizaje para los neófitos, que además tienen menos recursos intelectuales para prevenirse de ellas”.
27. La religión ya no es un valor clave en la vida de las personas. Los obispos, menos. Para buscar a Dios no se necesita ninguna iglesia. Para cultivar el espíritu, menos aún.
28. La religión no une a los individuos, los separa; no construye, destruye la cohesión social. Hoy día, los obispos son los principales instigadores de la fractura social.
29. Cuando los obispos aseguran que sin apertura al misterio –entiéndase, religioso- el ser humano se niega a desarrollar todo su potencial como persona, no están sino diciendo majaderías. Basta ver cuál es el comportamiento de los obispos en los avatares de la vida para negar la mayor.
30. Cuando los obispos afirman que “nuestra identidad no alcanza todo el esplendor del que es capaz sin la dimensión religiosa”, habría que preguntarles al instante: ¿qué identidad? ¿La de Hijo de Dios o la de nieto del Espíritu Santo?
31. Cuando los obispos sostienen que, gracias a la religión, la sociedad se supera y se rige por criterios de hermandad, resulta imposible saber a qué sociedad concreta se están refiriendo.
Notas:
- I- Véase de J. G. Frazer La rama dorada / Magia y religión, Fondo de Cultura Económico, México, 2006. Y de L. Wittgenstein, Observaciones a la Rama dorada, Madrid, Tecnos, 2001.
- II- G. Santayana, Interpretaciones de poesía y religión Cátedra, Madrid, 1993. p.39. Hay una reciente edición, en KrK Ediciones, 2008.
Victor Moreno
Sobre el autor del artículo: Victor Moreno
Libros del autor: Pamiela.com
«Perseguir la religión como en tiempo de los emperadores romanos no tiene sentido»
¿En qué estaba pensando Victor Moreno para decir esto?.
No es cierto, en realidad la persecución religiosa sucede ya en el origen entre los propios cristianos y se dispara cuando llegan al poder. Cristianos persiguiendo a otros cristianos y a otras religiones. Y no ha cesado. Basta recordar Croacia en los años 40, y en los 90, con los católicos masacrando a los ortodoxos.
Por otra parte el ateísmo permite tener una visión más próxima a la realidad del mundo. No somos seres inmortales, aunque lo soñemos.
Tampoco te quedes únicamente en la pregunta y termina con lo que he escrito a continuación. El tono sarcástico de mi comentario es obvio, y, por tanto, mi posición no está, desde luego, lejos de tu certero comentario, Auzolan