Un síntoma de que el sistema educativo no funciona es la forma en que tienen los ministerios de Educación, uno tras otro, sea cual sea su signo ideológico, de afrontar los problemas generales de la sociedad. Digo bien. Los problemas generales de la sociedad, que no los derivados específicamente del sistema educativo relativos, ante todo, al profesorado y al alumnado, y, luego, a cuestiones de índole infraestructura, programas, currículum, metodologías, investigación, formación del profesorado, participación de la ciudadanía y gestión educativa y laboral.
¿Han oído ustedes, en algún momento al ministro actual, Méndez Vigo, IX barón de Claret, hablar de estas cuestiones? Seguro que no. Sí lo habrán escuchado deshaciéndose en elogios hacia ese engendro legislativo llamado LOMCE; y, en especial, defendiendo la aplicación de su articulado para salvaguardar la enseñanza del castellano en las escuelas de Cataluña.
Una de las obsesiones de los Ministerios de Educación que se han prodigado desde 1978, ha sido su obsesión por convertir la escuela en la panacea de los descalabros que ha padecido la sociedad. Históricamente, la instrumentación del sistema educativo ha sido una constante obscenidad. Aunque los gobernantes coyunturales no se declaren marxistas leninistas, actúan como tales, pues sueñan con la falacia de que quien domina el sistema educativo, domina la sociedad. De ahí su perversa habilidad para hacer que el sistema educativo no funcione de ninguna manera posible.
Parece hasta mentira que gente tan preparada y con tantos másteres en su haber caigan con tanta facilidad en la trampa de este espejismo, el de pensar que la escuela solucionará los problemas que produce la sociedad.
A cada Ministerio ocasional se le ve el plumero de su ideología en cuanto se dedica a este afán. Ejemplos de esta actitud conductista los hay a patadas, pero no busquen voces ministeriales que propugnen asignaturas o unidades didácticas que traten, pongo por caso, el suicidio o la eutanasia en el currículum escolar, porque no las encontrarán.
Hace unos años, cuando la estadística de accidentes y muertos en las carreteras era muy superior a los que producía ETA, desde el Ministerio de Educación se clamó por integrar en la red escolar unidades didácticas para que los niños recibieran Educación Vial. ¿Resultado? Después de que estos niños se convirtieran en padres de familia, las estadísticas de muertos en las carreteras siguen en piñón fijo.
Cuando la educación sexual de los adultos comenzó a manifestarse por su lado más cruel y negativo -muertes por sida, embarazos no deseados y abortos clandestinos por falta de una legislación sensata y respetuosa con las mujeres, además de otras perentorias necesidades y negruras-, lo más inminente consistió en que el sistema educativo asumiera la educación sexual de los niños para que, cuando crecieran, no sufrieran las intermitencias que habían padecido sus papás. Vano intento, porque, además de contar con la oposición de la Iglesia como de la derecha para que se impartieran dichas unidades didácticas, el panorama, caso de que el sexo informado y responsable hubiese entrado en las aulas, apenas habría cambiado.
Cuando expertos cocineros comenzaron a hablar como gastrósofos y sentenciaron que en el comer bien estaba la clave de la salud integral del ser humano y que en España se comía muy mal, no tardaron en elevarse voces pidiendo al Ministerio de Educación que le echara güevos al asunto y estableciera una asignatura relativa a educar el cerebro alimentario de los niños para saber de qué iba eso de una dieta equilibrada, independientemente de si en sus casas este alumnado podía acceder a consumir ese sibaritismo batido de proteínas, calorías e hidratos.
Educación vial, educación sexual y educación alimentaria. Y, finalmente, toda una asignatura optativa: “Educación para la ciudadanía”, vilipendiada por la derecha hasta la intemerata.
En fin. Cuatro propósitos que se sucedieron durante el mandato socialista. Curiosa constatación, porque hasta en este asunto las diferencias de talante entre el PP y el PSOE son cualitativas. Veamos.
Con el PP en el gobierno, estas asignaturas paralelas se han multiplicado en la dirección de su política autoritaria, que concibe la sociedad como un cuartel y a la que, si no aplica el 155 de forma general, es porque ya tiene la Ley Mordaza. El gobierno de Rajoy no tiene ninguna vergüenza en mostrar dicho carácter, importándole un pimiento si desnaturaliza por completo la función de la formación científica que debe acompañar a un sistema educativo, al margen de los demonios particulares, derivados de una concepción trasnochada del Estado de Derecho y, ya no digamos, azuzados por un desprecio sin fisuras por la democracia y el respeto a la pluralidad ciudadana.
Fieles a este espíritu de combate, los Ministerios de Educación y de Interior, junto con asociaciones de Víctimas del Terrorismo, han elaborado una unidad didáctica titulada “El Terrorismo en España” y que pretende enseñar al alumnado en qué consiste dicho fenómeno y cuáles han sido sus efectos, directos e indirectos, como los impuestos, desde los años sesenta. Es el colmo de los disparates. No por la elaboración de una unidad didáctica externa a los fines intrínsecos de la formación científica. Extrañaría que no lo hicieran. Lo llamativo es que su elaboración no haya corrido exclusivamente a cargo de Técnicos de Educación, y que haya hecho en colaboración con el Ministerio del Interior y las víctimas del terrorismo, expertas suponemos en didáctica y en pedagogía activas.
Seguro que si este Ministerio de Educación aunque adornado con otra naturaleza ideológica, la socialista por ejemplo, hubiese elaborado una unidad didáctica sobre las víctimas del franquismo, el follón armado habría sido monumental. Idéntico zafarrancho se habría armado caso de haberse pergeñado una unidad didáctica sobre la Ley de la Memoria Histórica.
Dada la actual correlación de fuerzas políticas, esa unidad sobre El terrorismo circulará inicialmente este curso en colegios de Madrid, La Rioja, Castilla y León. Su objetivo busca “inculcar a los alumnos de 4º de la ESO valores como la solidaridad con las víctimas, la injusticia de la violencia o la educación en la paz”.
Uno se pregunta si no hubiera sido mucho mejor y más respetuoso expulsar de las escuelas y de los institutos aquellos libros de Historia o de Ciencias Sociales que en sus páginas siguen haciendo apología de la Guerra y de la violencia extrema como la gran partera necesaria de la Historia y elevando a sus líderes como sus únicos y grandes protagonistas.
Más todavía. El Ministerio de Defensa y el de Educación han elaborado al alimón una asignatura optativa para que “los niños de Primaria conozcan el Ejército de su país e interioricen los valores constitucionales”, según se explica en la introducción.
Impresiona y da miedo, al mismo tiempo, la confianza que demuestran estas autoridades en el desarrollo del pensamiento hipotético-deductivo de unos niños de Primaria, los cuales, apenas han superado el nivel de operaciones del pensamiento concreto, como enseñó el psicólogo Piaget. Aun así se pretende que interioricen “valores constitucionales”. Alguno dirá que, si se les mete con calzador a esa edad el misterio de la Santísima Trinidad, mucho más fácil será interiorizar un valor constitucional en las cisuras.
En serio ¿No existe otro referente existencial más adecuado para interiorizar valores constitucionales que conocer el funcionamiento (¿?) del Ejército? Con el PP, asociar Ejército y Constitución es un oxímoron, una incompatibilidad mayúscula, sobre todo si recordamos que la titular del Ministerio del Ejército se salta a la torera la aconfesionalidad del Estado que marca la Constitución y obliga a los estamentos militares a conmemorar la muerte de Cristo en semana Santa con una bajada de banderas en todos los cuarteles.
No solo es increíble el desprecio que demuestra el PP hacia la naturaleza y función formativa de lo que debe ser una enseñanza y formación científica, que es la fuente primordial para interiorizar valores universales, sino que causa pavor que el resto de las fuerzas políticas y sociales consienta tales despropósitos.
El PP, no solamente se ha cargado el objetivo de desarrollar en el sistema educativo el pensamiento individual, creativo y crítico, despreciando y marginando asignaturas como filosofía o literatura, sistemáticamente olvidadas en los currículos que vienen de Bolonia, sino que, para mayor vilipendio de la inteligencia, pretende llenar este vacío diseñando unidades didácticas “para educar en valores”, donde lo único que se exalta es el Ejército, la Patria y la Seguridad… tal y como las entiende el pensamiento único pepero.
Estamos ante un delirio no militar, sino militarista. Y quien quiera comprobar este desatino, lo tiene muy fácil entrando en la web de ambos ministerios.
Si, usted, entra por esa puerta, saldrá diciendo: “¡No puede ser!”. Desgraciadamente, lo es. Y ya va siendo hora de que no lo sea.