Como dijo Labordeta, “Srs. del PP, ¡váyanse a la mierda!”
Decir las cosas con educación no sirve más que para eso, para mostrar que una persona sabe comportarse según las normas de urbanidad convenidas socialmente. Poco más. Porque, cuanta más educación y buenas formas muestres ante los poderosos, menos caso te harán. Se preguntarán qué es lo que buscas. Exigir buena educación y buenas formas a los demás es muy fácil cuando se está encaramado en la percha del poder. Vale. Seamos educados. Pero, ¿qué hacer cuando nada de lo que pides lo consigues siendo más finolis que un mayordomo o lacayo de palacio? Por regla particular, la gente que está en el poder es la que exige buena educación y cumplimiento taxativo de las leyes, pero en la práctica es este personal quien más se salta las normas de urbanidad y de buena educación. En este contexto, mi tesis es que el Gobierno del PP ha creado tal situación de malestar social que la única educación formal que queda a la ciudadanía es decirle, al estilo Labordeta, “iros a la mierda”. Para más inri, sus representantes en las instituciones públicas tienen una habilidad pasmosa para decir aquello que más puede molestar a quienes peor lo están pasando por culpa de la política económica y social del gobierno pepero. De verdad. ¿Dónde elige el PP a esta cuadrilla de lenguaraces sujetos que, cada vez que abren el pico, insultan a media sociedad? ¿En un arroyo?
Hace años asistimos atónitos al “que se jodan” de la hija del corrupto Zafra.
Ahora, al “os jodéis” de la Secretaria de Comunicación de Moncloa, Carmen Martínez Castro. ¡Ni que se hubieran pasado la vida cantando dicha jota!
Y esta gente es la que pide al resto del mundo que sean educados, respeten las leyes, guarden las formalidades del decoro y no crucen la línea del linchamiento público sea mediante un escrache o una acción puramente verbal. La madre que los p… por ejemplo.
Parecen estar opositando a cuál la dice más gorda, para, a continuación, presentar disculpas, pedir perdón, no se sabe si a todos, parcialmente o colateralmente, con carácter retroactivo o en diferido. Hacen como la reina de corazones de Alicia en el País de las maravillas. Primero te la clavan y, luego, te ponen la tirita.
A propósito de pedir perdón y presentar disculpas. ¿Alguien las ha visto salir de la boquita de fresa de Cifuentes? La masterizada de aquella manera se ha ido tan campante. Ni ha presentado excusas por haberla hecho así de gorda y, sobre todo, por tener a la comunidad de Madrid y a toda España pendiente de su egolatría, digna de una bruja especular de cuento gótico de hadas. Y para que nos enterásemos de que el máster y su perfomance le importaba un rábano se ha ido ricamente a turistear con sus hijos por Europa. ¡Qué felicidad! Igualico que cualquier ciudadano de a pie y de metro diario. Da gusto contemplar cómo afrontan las clases adineradas los problemas con que la vida tiene a bien darles de vez en cuando algún susto. Sin ningún pudor, sin ninguna modestia, sin ninguna vergüenza, aparecen sonrientes posando en los mejores hoteles, en las mejores playas del mundo y en las mejores terrazas. Hay que reconocer que tienen aguante ante las adversidades y no como esos pobres desahuciados que, a la primera de cambio, son capaces, incluso, de suicidarse.
En serio. ¿Cómo quiere esta clase política que la sociedad sienta empatía con ella si su comportamiento faltón público solo pide que se les linche públicamente? Naturalmente que tienen derecho a hacer con su dinero lo que les dé la realísima gana, pero, ¿qué les voy a decir que ya no sepan?, a mí me reconcome saber que ese dinero con el que subliman y apaciguan su gran sufrimiento procede de las arcas públicas. No puedo evitarlo.
El desprecio que estos dirigentes del PP sienten a todo lo que sea Servicio Público es indignante. Y no cesan en su avasallamiento privatizador. Cada día que pasa, los periódicos anuncian una nueva pedregada contra el tejado de lo público. La penúltima humillación perpetrada contra lo público, que es lo mismo que decir contra el basamento de la democracia, la ha protagonizado Montoro, ministro de Hacienda y Función Pública, lo que tiene todavía mayor recochineo. ¿Cómo puede llamarse este ministerio de este ignominioso modo? Montoro defiende la res pública como yo al nuncio del Papa en asuntos de inmatriculación fraudulenta de iglesias de titularidad públicos.
Hace unos días, Montoro negó que “en los informativos de RTVE no existe manipulación alguna”, recomendando al senador socialista Óscar López que, “si no le gustan los informativos de la corporación pública, cambie de canal, porque hay muchos». Seguro que sin saberlo, Montoro recordó, aunque por motivos y razones contrarias, al gran Mariano José de Larra cuando, al hablar de la libertad de cultos en su época, afirmaba: “¿Quién dice que en la España de hoy no hay libertad de cultos? La gente puede ir a misa nueve, a misa diez, a misa once y a misa doce… y, si lo desean, a misa de tarde, de vísperas y de noche. Hasta ahí es a donde llega la libertad de cultos en la España de hoy?”.
El ministro sabe que RTVE es una corporación, pero que de pública tiene bien poco. Aunque pagada por todos los españoles, al ministro le importa un güevo tal evidencia. El, mejor que nadie sabe que, al utilizar un medio público estatal para provecho particular de su partido y su clientela, está cometiendo un delito de malversación de fondos, porque se trata de un medio público sostenido por el erario. En el fondo más superficial, estamos ante un uso y abuso del dinero público para utilidades particulares. Un detraimiento que bien pudiera ser un delito que los jueces -Llerena absténgase-, deberían estudiar. Lamentablemente, llueve sobre mojado.
Porque el desprecio por lo público es seña de identidad de la marca PP. Y Montoro, como el resto de sus conmilitones de gabinete, se pasa por el arco de su oportunismo político la pluralidad ciudadana, importándole cero si lo que hace va dirigido contra la línea de flotación de los intereses que él, como ministro de un Gobierno, debería mimar y defender. Montoro debe de pensar que, si el ente público en materia de pluralidad religiosa conculca el carácter aconfesional del Estado una y otra vez, emitiendo misas y rosarios, ¿por qué no se puede hacer lo mismo en materia informativa? Para Montoro y para el PP, que su Gobierno haya hecho de la televisión pública su Boletín Oficial -siguiendo la estela fascista de Franco con periódicos, radio y televisión estatales-, no es ningún problema, ni ningún atentado contra la separación de poderes -pero, ¿qué dice, usted?-, ni contra la más elemental deontología profesional periodística. Así que no me extraña la cara de sonámbulo que puso el senador socialista Oscar López cuando escuchó la respuesta anterior de Montoro. Lo que no entiendo es que, dado el cinismo en que habitualmente chapotea este ministro, no añadiese: “¿Que los servicios informativos de RTVE están al servicio del Gobierno? Pues claro. Es lo habitual, ¿no? Además, ¿ve, usted, alguna diferencia entre RTVE y el resto de los canales en cuanto a materia informativa se refiere?”.
Terrible insinuación. Porque, si, por un lado, RTVE defiende sin complejos y con absoluta impunidad la política del Gobierno, habrá que convenir que el resto de los canales no se caracterizan, precisamente, por su crítica informativa a la política gubernamental. Así que, visto el panorama, será mejor que no nos pidan ni buena educación, ni buenas formas, porque, caso de que esto ocurra, los mandaremos a la mierda. Al fin y al cabo, si algunos dirigentes del PP desean que nos jodamos en nuestras desgracias individuales y colectivas, ¿por qué no habremos de mandarlos a la mierda una y las veces que hagan falta?
Seguro que Labordeta estaría completamente de acuerdo.