“Hay un político, todos lo conocéis- que lleva la violencia verbal y las amenazas, que ríete de Hitler si cayésemos en su doctrina” (“Ollarra” en Diario de Navarra, 23-3-2003).
Dejando de lado la peculiar manera de referirse a una figura pública sin nombrarla -táctica periodística habitual en dicho rotativo-, diré que la referencia a Hitler resulta cuando menos tan inadecuada como sorprendente. Veamos el porqué.
Lo primero que conviene recordar es que Hitler, al que Ollarra pinta como un ogro, jamás despertó asco y repugnancia alguna en el “Diario”. Al contrario. Desde el primer momento en que el Führer se hizo con el poder, excitó en el periódico muestras de aplauso y de pleitesía de sacristán. Tanto es así que no mostrará inconveniente alguno en reproducir las crónicas que desde Berlín enviaba un tal Hans von Stuner, donde no perdía ocasión para elogiar la política de Hitler. Y el propio Garcilaso, director del Diario desde 1912 a 1962, no se ahorraba el incensario para destacar el progreso de la economía alemana y el modo en que la dictadura de Hitler “vuelve a convertir al Reich en aquella colmena laboriosa y avasalladora” (DN. 23-VI-1933).
Lo diré sin rodeos. Diario de Navarra fue un periódico hitleriano y un periódico fascista. Incluso, el sublime escritor Eladio Esparza, subdirector del periódico y brazo derecho de Garcilaso durante la guerra, lo reconocerá sin ambages: “En todas las naciones europeas existen sectores de opinión que tienen afinidad espiritual más íntima con los fascistas italianos o los nacional-socialistas de Hitler que con sus conciudadanos suyos que defienden el sovietismo de Moscú” (Diario, 15-V-1936). Es decir: Roma/Berlín o Moscú. Hitler/Mussolini o Stalin. Lo de siempre: totalitarismo o liberalismo. En este sentido, resulta elocuente el artículo firmado por el ex diputado integrista, el arcediano Hilario Yaben, titulado precisamente “Hacia el fascismo” (Diario, 3-VI-1936), que era la meta a la que aspiraban los sublevados contra la República.
Riámonos de Hitler si es preciso, pero Ollarra tendrá que aceptar que su periódico, no sólo dio una imagen idílica del nazismo alemán, sino que hizo todos los posibles para que la sociedad navarra viera en el fascismo y nazismo los espejos recurrentes en que mirarse políticamente.
Algunos datos más. El 28 de septiembre de 1937, el Diario, alborozado, escribirá en grandes titulares: “Entrada triunfal de Hitler y Mussolini en Berlín. El eje Berlín-Roma es indestructible. Ambos Caudillos ponen de relieve el espíritu creador del Fascismo y Nacionalsocialismo y afirman su voluntad de colaborar con los demás pueblos y de luchar por la cultura y civilización europea contra el comunismo”. El 2 de octubre del mismo año sentenciará el visionario Garcilaso: “Empieza una nueva época en la historia europea” (Diario, 2-X-1937).
Sería interminable reproducir los artículos jabonosos que el director del Diario dedicará al Führer. De entre todos ellos, recogeré tan sólo los que hacen referencia a su cumpleaños y a su muerte.
El 20 de abril de 1945 dirá Garcilaso: “Adolfo Hitler cumple hoy años. He aquí al hombre que desde las más humildes posiciones sociales, alcanzó con el esfuerzo de su voluntad la más encumbrad nombradía en los tiempos modernos y realizó la obra más rápida y asombrosa de reconstrucción de su pueblo (…) Hitler ha puesto la más alta marca de la historia.”
El 2 de mayo de 1945, conocida la muerte de Hitler, le dedicará la siguiente necrológica: “Anoche se dio la noticia con signos de bastante autenticidad de que el Führer alemán Adolfo Hitler ha muerto. ¡Descanse en la paz del Señor! (…) No creo que pueda sorprender el que se diga que aquí nos entristece profundamente esa noticia como nos entristeció la del fusilamiento de Mussolini en circunstancias atroces que llevaban el sello del comunismo asiático. Muere Hitler entre los escombros hacinados de Berlín, cuando la siniestra bandera de la hoz y el martillo, nobles instrumentos de trabajo transformados en odio por el Comunismo soviético, ondean sobre las ruinas humeantes del Reichstag donde Hitler anunció un día que el pueblo alemán se opondría a los bárbaros designios del Kremlin de dominar Europa. Estos dos hombres (se refiere a Mussolini y Hitler) titanes que lucharon –para nosotros es lo esencial- contra el comunismo soviético y que en la tremenda lucha han caído, pronunciaron muchas veces el nombre de nuestra Patria con acentos de admiración y de amor. Muertos ambos, no puede sorprender a nadie que en tal momento pronunciemos nosotros sus nombres con amor también y pidamos por sus almas a Dios. ¡En nuestra caso lo que sorprendería sería no hacerlo! Detrás de esos estandartes y de los nombres que sean, seguiremos nosotros con la misma firme voluntad, ¡así Dios nos permita mantenernos con que venimos combatiendo el comunismo soviético, intrínsecamente perverso, desde hace veinticinco años!” (La cursiva es mía).
Después de lo visto, si el señor Ollarra desea reírse de Hitler, que lo haga; pero es la persona menos indicada para hacerlo.
En su caso, lo más lógico sería dedicarle una genuflexión, con el brazo en alto y cara al sol… que más calienta.
OLLARRA Y EL 36
“Mal síntoma es querer volver sobre la guerra del 36, ¿No sería mejor olvidarse de una vez de la guerra, que casi nadie ha conocido?” (Ollarra, Diario de Navarra, 23-III-2003).
Artículos como éste son de los que más contribuyen a que esta sociedad jamás olvide lo que pasó en la guerra del 36. Curiosamente, Ollarra se lamenta de que sea así, y no se da cuenta de que nadie como él ha contribuido a que el tema del 36 siga más fresco que un cogollo de Siberia. Si en Navarra ha sido tan difícil, cuando no imposible, la llamada reconciliación, gran culpa la tiene, la ha tenido y la tendrá Diario de Navarra. Y ello es así, porque este periódico ha tenido siempre la Guerra Civil como su timbre de gloria más preciado.
Ollarra, director del rotativo desde 1962 a 1990, es la memoria en activo de lo que fue la derecha fascista de Navarra. Y cada vez que escribe un artículo es motivo de satisfacción, porque siempre revela alguna clave más de su torticera ideología que en muy poco se diferencia de quien fuera su mentor, Raimundo García, alias Garcilaso.
Hable de lo que hable, escriba de lo que escriba, no puede evitar sacar a relucir sus particulares fantasmas que no son otros que los derivados de sus íntimas y profundas convicciones reaccionarias. Ollarra se considera sujeto fuera de la historia; de ahí que se permita todo tipo de comentarios, considerando que él, sólo él, es el depositario único de la historia, de la verdad y del ser de Navarra. En este sentido, jamás se ha permitido que las aguas tolerantes de la democracia le acariciaran tan sólo el cogote. Por mucho que lo niegue, sigue mirando la vida con el chip ideológico de Garcilaso. No hay quien lo saque de esta fecha. Hable de lo que hable, siempre regresa a la época en que el periódico fue portavoz oficial de Franco. En uno de sus gallos –fechado el 23 de marzo de 2003-, se trasladaba de la guerra del Irak al 36, proporcionándonos unas “rocambolescas” comparaciones entre los que se manifiestan en la calle contra la guerra de Irak y los que lo hacían en 1936. Si se cotejan los reportajes que Garcilaso escribiera en abril y mayo de 1936 contra quienes se manifestaban en Madrid, en la huelga de abril y el 1º de mayo, se verá que Ollarra no se ha inventado nada en el 2003. Sigue con la misma fijación maniquea que adornara el cerebro fascista de Garcilaso.
El 36. Hablemos de él. Leyendo a Ollarra y los artículos que han ido saliendo en su periódico, uno ya no sabe si los asesinados en 1936 deberían levantarse de sus tumbas y cunetas y pedir públicamente perdón por haber sido víctimas y asesinados en nombre de Dios. Leyendo el Diario, parece que quienes los asesinaron impunemente les hicieron un favor. Por otro lado, asegura Ollarra que lo que se busca no son responsabilidades, sino revancha. No pensaba que fuera tan hábil describiendo sus más íntimos sentimientos!
Hablando de responsabilidad. Se ha hablado y bien de la responsabilidad de la Iglesia, pero mucho más grave que la participación eclesial fue la de Diario de Navarra. Tanta que tendría que ser el primero en pedir perdón por lo que hizo, “hagiografía” que puede revisar en su propia hemeroteca. Y tendría que pedir perdón, porque fue el primero en llamar a la depuración del adversario (26-VIII-1936); el primero en pedir la depuración de los maestros nacionalistas (26-IX-1936); el primero en pedir la depuración de los trabajadores con ideología republicana (27-IX-1936); el primero en rendir homenaje público a los muertos en el frente del mal llamado bando nacional, y que serán los mártires de la Cruzada (2-VII-1937), mientras que calificará de ratas a los otros muertos (20-IX-1936) o de masones siniestros (8-X-1937). Recordemos que a Azaña le llamará el Monstruo, que “parece más bien la absurda experiencia de un nuevo y fantástico Frankestein, que fruto de los amores de una mujer” (16-VIII-1936).
Fue gracias al Diario de Navarra, el propio Ollarra lo glosará en 1962 (24-X-1962), como se pudo perpetrar con premeditación y alevosía la barbarie que se hizo en Navarra. Dejémonos de paños calientes: Garcilaso no sólo fue un simple correo entre los militares Mola, Conde de Rodezno, Sanjurjo y Franco, sino uno de sus gestores ideológicos fundamental.
Puede que para muchos lo más insultante de todo sea que el Diario no muestre signo alguno de arrepentimiento o propósito de la enmienda. Sin embargo, mucho más indignante es que ignore haber sido el instrumento/portavoz de la guerra, y su gestor. Sólo por esta razón, la Iglesia, comparada con Diario, fue una hermanita de la Caridad, a pesar de los Ona y compañía.
Que Ollarra haga alardes en pro de la democracia –en el artículo citado se lamentará cínicamente de que “no hayamos asimilado aún la democracia”- resulta hiriente, porque Ollarra jamás ha sido un demócrata. Es más. La democracia en su periódico ha tenido siempre muy mala prensa; lo mismo que los partidos políticos y la sindicación obrera, fuera roja o libre. Ollarra, en este campo, es hijo putativo espiritual del decimonónico Garcilaso, y no ha dado un paso adelante. Y el hecho de que fuera acribillado por ETA no justifica para nada su ideología.
Iba a decir que lo mejor sería para él que se cortara de una vez para siempre su cresta de gallo de bronca periodística y se dedicara a lo que realmente le gusta: investigar cómo blasfemaban los pecheros en la Edad Media o lo bonito que es Ujué sumergido en el crepúsculo de una tarde de mayo. Pero, pensándolo bien, no. Mejor que siga escribiendo. Nos basta ver su firma para saber que el periódico, por muchas moderneces tecnológicas con que se adorne, sigue varado en las aguas inmóviles de la reacción.