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Arturo del Burgo ha presentado una demanda contra el historiador Fernando Mikelarena por recordar que su abuelo Jaime del Burgo era jefe del Requeté cuando se produjo la saca de Tafalla. ¿Pero qué ocurrió en esa saca? Esta es la historia de una matanza.

Pello Guerra (Gara, 5 de marzo de 2021)

CAPELLÁN CASTRENSE

Varios testigos apuntan que en las ejecuciones de Monreal participó activamente Luis Fernández Magaña, coadjutor de la parroquia de Murchante y capellán castrense del Cuartel de Requetés de Escolapios. Cuentan que siempre iba armado y uniformado.


EL TERCIO MÓVIL

Algunos testimonios señalan al Tercio Móvil como responsable de la saca de Tafalla. Con ese nombre se conocía a una unidad militar del Requeté con sede en el colegio de los Escolapios en Iruñea y que estaba especializada en realizar tareas represivas.


LA TEJERÍA DE MONREAL

El lugar en el que fueron ejecutadas las 64 personas de la saca de Tafalla es una de las fosas comunes más importantes de Nafarroa, ya que en ella fueron enterrados un centenar de fusilados entre agosto y noviembre de 1936. En 1978 fue escenario de una «exhumación temprana».
En la segunda quincena de octubre de 1936, Jaime del Burgo era jefe temporal del Requeté de Nafarroa, es decir, cuando se produjo la saca de Tafalla, según recoge en sus libros el historiador Fernando Mikelarena tras encontrar ese dato en la prensa del momento. Por recordar esa circunstancia, Arturo del Burgo, nieto del requeté, ha interpuesto una demanda, a pesar de que el historiador en ningún momento llega a señalar que estuviera presente en esa matanza.

Entonces, ¿por qué le preocupa tanto que, aunque sea de manera muy indirecta, se llegue a establecer algún tipo de vínculo entre Del Burgo y esa saca, como para llevar la cuestión a los tribunales? Tal vez todo se debe a lo que supone recordar lo sucedido. ¿Pero qué pasó aquel 21 de octubre de 1936?

A partir de diversos testimonios, Fernando Mikelarena hace un relato lo más exhaustivo posible de lo ocurrido ese nefasto día en su libro La [des] memoria de los vencedores. Jaime del Burgo, Rafael García Serrano y la Hermandad de Caballeros Voluntarios de la Cruz, publicado por la editorial Pamiela.

Todo comenzó a kilómetros de Nafarroa, concretamente en el frente de Sigüenza. El 18 de octubre fallecía Julián Castiella Sánchez, teniente del Requeté y jefe de Requetés de Tafalla, de 25 años, que lideraba a un grupo de carlistas tafalleses en Somosierra.

La noticia de su muerte «cayó como una bomba» en la localidad, según recogía la prensa del momento, y su funeral y entierro días después fue «un acontecimiento de luto no conocido».

Según detallaron ya en 1978 varios testigos presenciales de los que se hace eco Mikelarena, durante el funeral, el vicario de la parroquia de Santa María «calentó a la gente y a los que habían venido del frente, casi todos carlistas», hasta el punto de que «los asistentes empezaron a gritar ‘¡Mueran los presos!’». A continuación, se dirigieron a la cárcel, donde estaban encerradas más de 60 personas por sus ideas contrarias a las de los sublevados, para asaltarla.

Eran las doce del mediodía, «cuando los familiares llevaban la comida a los presos. Los voluntarios requetés iban por medio de la carretera, con los fusiles, las bombas, y la gente; las mujeres que llevaban la comida a los presos, al ver eso, se echaron a llorar y gritar», relató un testigo.

Intento de asalto a la cárcel

Al llegar al cuartel de la Guardia Civil, el sargento del puesto, junto a otras personas como el alcalde o el médico, impidieron que los requetés entraran para llevarse a los detenidos. Pero no fue más que un aplazamiento de lo que estaba por llegar.

Como no habían podido sacarlos de la cárcel directamente, «una comisión de tafalleses se destacó para pedir a la Junta de Guerra Carlista de Navarra que fuesen entregados los presos para ser fusilados. La Junta de Guerra accedió a la petición», según señaló Salvador Urroz. Otros testigos indicaron que, aunque se había pedido a las autoridades carlistas que firmaran las órdenes de libertad para las ejecuciones, «sin firmar la orden, bajaron a la noche» para seguir adelante con sus intenciones.

La saca tuvo lugar dos días después del intento de asalto a la cárcel. Hasta el lugar se habría desplazado un grupo de requetés del Tercio Móvil de Iruñea, que se presentó con una lista de los que iban a ser trasladados.

Un total de 64 fueron subidos de madrugada en uno o dos autobuses de la Tafallesa, varía el número dependiendo del testimonio de los testigos, para ser trasladados a la Tejería de Monreal, un lugar donde ya se habían ejecutado fusilamientos.

Una vez allí, los hicieron descender de los vehículos. Iban de dos en dos, atados por un alambre o esposados. En vista de lo que les esperaba, quienes así lo deseaban, recibieron confesión por parte de varios curas que se encontraban en el lugar.

A continuación, los ejecutores formaron grupos de seis, «los ponían todos juntos y desde unos matorrales ocultos, les disparaban y un veterinario les daba el tiro de gracia», según detalló un vecino de Monreal que entonces tenía 18 años. Otros testigos apuntaron que el requeté que les daba el tiro de gracia era «el coadjutor de la parroquia de Murchante, Luis Fernández Magaña, administrador del Conde de Rodezno, que se alistó voluntario desde los primeros momentos del Alzamiento».

Según los iban fusilando, «con unas parihuelas hechas con ramas de árboles, los arrastraban hasta la fosa», donde los cuerpos fueron cubiertos con cal por vecinos de Monreal que fueron obligados a enterrarlos.

La matanza habría comenzado alrededor de las 2.30 horas de la madrugada y se habría prolongado hasta las doce del mediodía hasta acabar con la vida de 64 personas. Otros relatos indicaron que habría comenzado a las cuatro de la mañana y terminó a las ocho.

Aunque los testimonios recopilados por Mikelarena en su libro tienen variaciones en algunos detalles, la esencia de lo ocurrido no cambia y termina con más de 60 personas ejecutadas en la mayor saca de las registradas en Nafarroa en 1936 y 1937.

Jefe temporal de Requetés

La saca de Tafalla coincidió en el tiempo con Jaime del Burgo como responsable temporal de la Jefatura de Requetés de Nafarroa, según ha documentado Fernando Mikelarena a través de la prensa de esos días, «ya que es algo que no consta, al igual que no constan muchísimas cosas más en la documentación de la Junta Central Carlista de Guerra de Navarra que se conserva en el Archivo General, porque la misma ha sido fuertemente expurgada, eliminándose los papeles más comprometedores».

Pero las informaciones publicadas en prensa en ese momento son muy elocuentes, como se aprecia en la imagen publicada en su libro La [des] memoria de los vencedores. Como recoge Mikelarena, Jaime del Burgo fue «jefe de Requetés de Navarra de manera temporal durante unos diez días, desde el día 18 de octubre hasta, como mínimo, el 27 del mismo mes. Fue designado por parte de Esteban Ezcurra, que lo nombró sustituto temporal suyo en dicho cargo por marcharse temporalmente de la ciudad, tal y como se publicó 18 de octubre de 1936 en ‘Diario de Navarra’ y en ‘El Pensamiento Navarro’».

El historiador detalla que en la orden de nombramiento, «Ezcurra señaló ‘con plena representación de las facultades que me han sido conferidas (…) Lo que comunico a los señores jefes, oficiales, clases y soldados, para su conocimiento y demás efectos’. Ese mismo día se publicó una orden firmada por el Capitán de Requetés, que en virtud de aquel nombramiento era Jaime Del Burgo Torres, con fecha del mismo día 18 «p. o.», es decir, ‘por orden’».

Además, Mikelarena añade que el domingo 25 se publicaba en ‘Diario de Navarra’ también una orden del 24, «constando explícitamente su nombre (El jefe de Requetés. P. O. El Capitán, Jaime del Burgo). También el 28 consta otra orden del día 27, figurando en la firma ’El capitán jefe accidental, Jaime del Burgo’. Hay que decir que en sus diversas obras, Jaime del Burgo nunca habló de que hubiera ostentado ese cargo. Por otra parte, Esteban Ezcurra, por su cargo, emitió repetidas órdenes a los requetés bajo mando, como la publicada en ‘Diario de Navarra’ de 29 de agosto de 1936 en la que subrayaba que debían abstenerse de prestar ningún servicio no ordenado por él»

Teniendo en cuenta que la saca de Tafalla se produjo el 21 de octubre, coincidió con esa jefatura temporal ostentada por Jaime del Burgo, aunque Mikelarena ya señala que «es muy llamativo que nadie haya mencionado la presencia de Del Burgo en los sucesos, siendo como era una persona muy conocida en Pamplona y en toda Navarra».

«De cualquier forma –continúa el historiador–, para una saca de semejante magnitud, habrían sido precisos muchísimos voluntarios en las labores de infraestructura de traslado y ejecución de los 64 asesinados». Por ese motivo, aunque se apunta al Tercio Móvil como principal actuante en la saca, «en la documentación hay testimonios de la presencia de requetés de Tafalla y de la zona en labores punitivas tanto en Pamplona como en sus pueblos respectivos, por lo que no sería complicado contar con la participación de personas residentes entonces en la capital o en los municipios del distrito tafallés». Mikelarena recuerda que «por haber sido el suceso represivo de mayor gravedad ocurrido en Navarra durante el proceso de limpieza política registrado en 1936-1937, la saca de Tafalla y los subsiguientes asesinatos de Monreal merecen una atención mucho mayor que la que se les ha prestado, ya que siguen siendo algo oscuro sobre lo que flotan demasiados interrogantes fruto de una escasa voluntad de esclarecimiento».

La matanza de la saca de Tafalla de 1936 no solo ha sido tratada por el historiador en su libro La [des] memoria de los vencedores, ya que también se ocupa de ella en su trabajo anterior Sin piedad, limpieza política en Navarra 1936. Responsables, colaboradores y ejecutores, que ganó el Premio Euskadi de Literatura, en su modalidad de ensayo en castellano.

Estos son los hechos sangrientos que emergen detrás de la demanda presentada por Arturo del Burgo contra el historiador Fernando Mikelarena. Una matanza que nunca fue llevada a los tribunales para depurar lo ocurrido y hacer justicia a los ejecutados, mientras que una investigación histórica sobre lo sucedido y las circunstancias que la rodearon sí que ha terminado en los juzgados

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