Las ateridas manos del alba
2009ko Euskadi Literatura Sariaren itzulpena
Hizkuntza Gaztelera
2011. urtea
206 or.
Traducción: Jabier Imaz Aierbe; Jose Angel Irigaray
El presente libro es la traducción de Egunsentiaren esku izoztuak (Premio Euskadi de Literatura 2009), compendio poético de Xabier Lete basado en sus experiencias vitales de los últimos años: los espacios y tiempos del amor, el dolor, la muerte, la esperanza del reencuentro… en la línea de riqueza expresiva, léxica y metafórica que caracteriza su poesía.
Pulgas de Quintaou
Miguel Sánchez-Ostiz. Vivirdebuenagana (29-09-2015)
[…] Al regreso a casa, había fiesta en el pueblo, humos espesos de zikiro (asado al palo), luz clara iluminando los prados, resaltando aqui y allá, los matices del bosque, mesas repletas de vecinos y una joven cantante, vestida de medio country, pero en vasco, atacaba con voz aguda y ritmo de trikitixa y bailongo «Xalbadorren heriotzean» la solemne canción de Xabier Lete, de quien estos días leo los emocionantes poemas de Las ateridas manos del alba, libro del que copio al azar este poema que tradujeron de su original en euskera Jabier Imaz y Jose Angel Irigaray:
Sin llegar a conocer la razón de casi nada
nos esforzamos por vivir con afán la vida
sumergiéndonos cada noche a ciegas,
con palabras que interrogan a la oscuridad.
Ay, si en las horas sombrías
en lo más profundo del espíritu,
existiera esa claridad de la luz,
diáfana visión colmada de plenitud
en la anchas tierras de felicidad antigua…
Mas perdurar es irse oscureciendo,
perder el horizonte y la luminosa visión,
interrogar a la vida
a través del dolor obstinado,
porfiando con la materia, con el espíritu, con el prójimo…
Así llega el alba, el prodigioso despuntar del día
y nos sorprende distraídos y desnudos
Ah, sí y estos versos sueltos, también al azar:
–siempre hay un corazón desgarrado
que espera un gesto de cariño de sus semejantes–
Y hay muchos más, poemas escritos desde el final del camino mirado de frente, y encima, algunos, los huelo, escritos en una geografía que fue la de mi infancia, de mi casa de la vida, cuyo derribo son ahora sus cimientos. Cómo lamento no haber conocido a Lete, en esa geografía además.
Vuelvo al pueblo, vuelvo. Las vibrantes rancheras (sin las que no hay fiesta posible en Navarra) y el acordeón, y el humo de la hoguera moribunda del final de la tarde han venido luego. Es otoño, y el viaje de vuelta a casa sigue… «¡Que no hay casa, pasmao!», suelta la sombra a tu espalda, y tú replícale, si te atreves: «Esas cosas se piensan, pero no se dicen… es de mala crianza», pero aprieta el paso, por la cuenta que te trae.