Navarra. Historia del euskera. III.
Hizkuntza Gaztelera
2007. urtea
Azal gogorra
390 or.
Pamplona y su Cuenca
Coeditado con Udalbide y Euskara Kultur Elkargoa
Entre la ingente producción historiográfica dedicada al euskera en Navarra, José María Jimeno Jurío dedicó una especial atención a Pamplona y su Cuenca. En este libro podemos disfrutar de distintos trabajos que en su día fueron publicados en una monografía, una enciclopedia, en forma de capítulos de libros o como artículos en revistas especializadas y de divulgación.
El autor artajonés nos ha legado una de sus aportaciones más valiosas en el campo de la investigación sobre las lenguas que se han hablado en Euskal Herria. Su inmenso trabajo ha demostrado sin ninguna duda la presencia y preponderancia absoluta de la lengua vasca entre la mayoría de la población pamplonesa, y navarra, en todos los tiempos históricos hasta prácticamente nuestros días.
Las noticias sobre las lenguas de Pamplona han aparecido siempre deslavazadas, como cogidas al vuelo. Gracias a esta publicación disponemos de un estudio sistemático, de carácter diacrónico, sobre la existencia de las diferentes lenguas que se han utilizado en Pamplona y su Cuenca.
«Al historiar aspectos culturales como el de la lengua, en Pamplona es preciso tener presente una realidad sociológica. Desde antiguo, Pamplona y su Cuenca (Iruñerria) constituyeron un grupo gentilicio, una gens pampilonensis, realidad en la que se seguirá insistiendo durante el siglo XVI: «La Cuenca ha sido barrio y una misma cosa con la Ciudad de Pamplona» (1514), con los mismos «usos, costumbres y fueros de Pamplona, como barrio y cosa anexa a la Ciudad» (1563).
En el núcleo urbano, Iruña, residieron los obispos y canónigos y, desde el siglo XVI, los virreyes y la guarnición militar castellana del castillo, los tribunales administrativos del reino y familias aristocráticas. Pero buena parte de la población estuvo formada por comerciantes y artesanos de distintos gremios, labradores, jornaleros y criados. El barrio era netamente rural, aun cuando existían algunos palacios.
Las clases altas empleaban la lengua culta (latín, occitano, castellano), y en la lengua oficial eran redactados los documentos. Ello no significa que desconocieran o no utilizaran la lingua navarrorum. Luis de Beaumont, conde de Lerín, o San Francisco de Jaso, lo demuestran. Las clases populares se expresaron en lengua vulgar, el euskera, desde la prehistoria y hasta el siglo XIX.»