Memorias de un piojo republicano
Hizkuntza Gaztelera
2007. urtea
414 or.
50 argazki
3ª edición
(Cautivo en los penales franquistas de Burgos, Fuerte San Cristóbal, Isla de San Simón, Astorga y Cárcel Modelo de Barcelona)
Autobiografía que relata los avatares sufridos a causa de la sublevación de 1936, que le llevaron a caer herido, prisionero de los facciosos y condenado a pena de muerte por la Injusticia, la cual, con pretendidos pujos de auténtica Justicia acabó indultándole.
Tras superar el lastre carcelario de siete años en cinco memorables prisiones franquistas, se licenció y doctoró en la Universidad de Barcelona, ganó una cátedra de Lengua y Literatura francesa, profesó durante cuarenta años en tres continentes y, hoy, es recordado como un «profesor mítico».
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Bruscamente, desperté de mi profundo sueño de condenado a pena capital. A la luz pajiza de los 100 vatios que alumbraban escasamente aquel barracón, no ya corredor sino antesala de la muerte, vi en la puerta al funcionario de guardia voceando nombres. Soñoliento aún en aquella madrugada, tenebrosa como lo eran todas, me acerco y le pregunto: «¿Me ha llamado? ¿Estoy en esa lista?». Silencio. Salen los últimos compañeros reclamados y la puerta se atranca con sobrecogedor cerrojazo carcelario. Creo oír sollozos y distingo algunos cuerpos arrebujados todavía en sus petates.
Cuento, identifico y comprendo: uno, dos tres, cuatro y yo; de 40 prisioneros quedamos cinco. Sí, Enrique, Mariano, Eduardo, Jaime y yo. Dos menores de edad y tres presuntos menores, yo entre ellos. He nacido por segunda vez. La Parca ha pasado de refilón a mis 17 años y 325 días marrando el golpe por un mes de diferencia.
Me derrumbo en mi yacija y yo también gimoteo amargamente. La idea lacerante de los 35 fusilamientos en marcha me roe las entrañas y provoca en mí cierto sentimiento de culpabilidad por no estar compartiendo el sino fatal de mis compañeros. Filosofo torpemente en defensa propia y tratando de recordar el latinajo de Hobbes homo homini lupus (el hombre es lobo para el hombre), aprendido solo meses atrás en sexto de bachillerato, me rasco la entrepierna, donde algún parásito me está molestando más de la cuenta, y acabo traspuesto.
Entrado ya el día –tal vez para desdramatizar–, nos condujeron a los cinco supervivientes ante un juez militar que leyó las sentencias con estudiada cantinela monocorde: pena de veinte años para los dos menores y pena de muerte conmutada por la de veinte años para los tres supuestos menores. Escuchamos con la sumisión fingida a que habríamos de acostumbrarnos en adelante y firmamos, nerviosos, el enterado que clausuraba sin alharacas ni música de Elgar el ciclo vital de nuestra adolescencia.
Homenatge al Dr. Ernesto Carratalá: un il·lustre "piojo republicano del 36
Alumni UB. Universitat de Barcelona (1 d’abril de 2014)