Víctor Moreno. Juguetes de guerra

soldadito_de_plasticoTenemos mucha suerte por tener a nuestro alrededor a personas que vigilan por nuestro bien y por el de nuestros hijos. En realidad, ¿existe alguna parcela de la realidad en la que no dispongamos de ángeles custodios de nuestra vida y de los seres que más queremos?

Pues, no. Pero, en esta ocasión, no me refiero ni a los curas, ni a los obispos, ni al escritor Juan Manuel de Prada que, un día de estos, se nos mete cartujo en cualquier convento de la geografía española. Sé que nadie como ellos son tan expertos en dar la pelmada teológica venga o no a cuento. Reconozco que lo hacen por nuestro bien transcendental. Y, quién sabe si algún día se lo tendremos que agradecer, como me decía a mí un amigo laico tan creyente como yo ateo. Pero es que, a veces, aparecen laicos que son tan pesaos en sus divagaciones metafísico-fatalistas que no se sabe uno quiénes son peor en esto de producir aburrimiento a su alrededor, si Rouco y sus hermanos, o ciertos laicos aspirantes a regir una parroquia.

En Navidad, tan cansinos como los cristianos militantes, suelen ser los pacifistas. No hay año que por estas fechas no chamullen una perorata que más o menos desarrolla la siguiente letanía: «Si queremos un mundo que reconozca a cada persona la capacidad de elegir cómo quiere ser, con independencia de su sexo; si queremos un, mundo que fomente la creatividad y una postura crítica ante las cosas; si queremos un mundo que prepare a niños y a niñas a hacer frente a los conflictos de forma constructiva y solidaria, no compres juguetes bélicos ni sexistas”.

Si este planteamiento fuera cierto o tuviera ciertos visos de verosimilitud, estaríamos ante la explicación más contundente de por qué las cosas de este mundo están como están. ¿La culpa? No habría que darle más vueltas a la crisis y a los mercados. Estaría en los juguetes bélicos y sexistas. Ellos son culpables, sí, ya lo sé, sólo en parte, de la violencia en todas sus manifestaciones: empresarial, capitalista, bélica y doméstica.

Y es que el origen, de la falta de creatividad, de capacidad crítica; de respuesta constructiva y solidaria contra el mal del mundo, machista y violento, radicaría en que nos hemos pasado la infancia, los niños jugando a matar indios por un tubo y las niñas acunando peponas o cambiándoles las bragas. De tal modo que, si el idiota moral de Truman mandó tirar las bombas atómicas aquellas, fue porque ya desde niño se dedicaba a hacer lo propio con aviones de plástico. Incluso la teoría de Savater, que, en tiempos explicaba el origen del terrorismo mediante el albur del sistema educativo vasco, se iría al garete: Existe terrorismo, no porque los futuros terroristas sufrieran el acoso curricular de sus maestros; sino por pasarse el día jugando con bombas, pistolas y goma dos en el caserío y en el batzoki. ¿Qué pensabas, pues, eh?.

Confieso que este tipo de representación del oscuro y complejo juego de las influencias en la vida me resulta; además de ridículo, impropio de una mentalidad cultivada y progresista, al menos en el sentido que lo considero: si hay algo incompatible con un pensamiento dialéctico y creativo, es el determinismo y el fatalismo.

Nadie está determinado fatalmente por nada en esta vida. Ni Rajoy, que ya es decir. Y menos lo estará por los juegos y juguetes que adornaron la infancia de una persona. Una vida se forma y conforma a lo largo de toda la existencia y todo influye en todo. Sugerir que una persona es violenta, o roma en materia creativa o crítica, por causa de haber jugado a matar japoneses en la infancia no es juicioso, indica que su inteligencia en este instante se encuentra en el ERE.

Es un tópico considerar los juguetes como nexos de unión entre el desarrollo del niño y su entorno social y cultural en que vive. Cierto. Pero los juguetes no son sólo un medio de socialización. También son escenario donde el niño puede expresar su mundo interior, sus deseos, sus miedos, sus fantasías, sus violencias. Mediante ellos plasma situaciones conflictivas, sentimientos dolorosos, deseos de ser autónomo e independiente. Por ejemplo, jugando a soldados e indios, con pistolas incluidas, podrá expresar y liberar sentimientos violentos y ejercer un dominio total o parcial sobre sus personajes simbólicos sin que las consecuencias sean tan nefastas como en la vida real o como las sugeridas por ciertos planteamientos fatalistas como catastrofistas.

El juguete -sea bélico o no, constituye un medio sin igual para qué el niño exteriorice y, aprenda a controlar su turbulento o pacífico mundo interior. Pero de ahí a deducir toda una fenomenología fatalista del comportamiento futuro del niño adulto va un bisiesto luz.

Es un error paternalista elegir un juguete pensando únicamente en su aspecto ideológico, moral, educativo, sexista y cosmopolita. En realidad, el riesgo verdadero y terrible de todo juguete es que el niño se aburra con él. En muchos casos, una metralleta puede ser más eficaz como soporte lúdico que un puzzle o un juego de los llamados educativos o creativos.

Considerar que, por el hecho de comprar juguetes bélicos o sexistas y jugar con ellos, la persona que lo haga se volverá el día de mañana un tarado, un violador o un asesino es demasiado decir. En este sentido, me pregunto a qué habrán jugado en su infancia los curas pederastas que en el mundo están siendo y serán.

La vida de cualquier persona no se agota en ninguno de sus actos, ni su configuración mental o de carácter se determina totalmente en ninguna etapa de su vida. Todas las etapas de la vida son importantes y todas ellas están teñidas de ambivalencia y de promiscuidad social, es decir, de cierta difuminación de límites morales. Y para contrarrestarlos ya están los otros. Y el Código Penal, por supuesto.

Cuando regalarnos juguetes bélicos en modo alguno adjuntamos un manual de Clausewitz con ideas militaristas del ejército más rancio del mundo. Ni regalamos con ellos ideas de cómo es el mundo, porque ni nosotros mismos sabemos cómo es.

Que deseemos y defendamos ardientemente una vida tranquila, sin violencias ni agresiones de ningún tipo, no significa que debamos renunciar a un análisis más riguroso del mal y de sus tan complejas como dolorosas manifestaciones.

Sobre el autor del artículo: Victor Moreno

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Abusos Sexuales y El Vaticano. BBC Documental 01/04

http://www.youtube.com/watch?v=ZXHPJv-oGX4

Descripción
Un documental que resulta de la intensa labor de investigación en cámara oculta de manos de un equipo de la BBC, para descubrir cómo el Vaticano y el Papa Benedicto XVI constituyen el núcleo de una política internacional que pretende cubrir el abuso sexual a menores por parte de la Iglesia Católica.

El programa profundiza en la investigación de un importante documento conocido como Crimens Sollicitationis. Un documento secreto que resume el procedimiento a seguir por los sacerdotes frente a posibles alegaciones de abuso sexual a menores en contra de la Iglesia Católica. Crimens Sollicitationis fue escrito y distribuido por primera vez en 1962; y hacía jurar a todos los obispos católicos mantener el secreto sobre cualquier asunto en relación a este tipo de alegaciones, bajo pena de excomunión. Recientemente, en el 2001, el cardenal Joseph Ratzinger lo volvió a distribuir a todos los sacerdotes.

Por otra parte, el documental denuncia varios casos que han concluido con la exportación de algunos curas acusados de abuso infantil en el mundo desarrollado, hacia los sacerdocios sudamericanos y el mundo subdesarrollado. Estos traslados, realizados bajo la autoridad del Vaticano, han permitido que algunos de estos curas sigan cometiendo delitos sexuales.
Abusos Sexuales y el Vaticano

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Miguel Sánchez-Ostiz. El asco indecible

PesteA este paso va a ser cosa de asomarse a las noticias de esta guisa. Las cosas, la cosa esa, son contagiosas y apestan.
Casi mejor echarse al monte, monte arriba quiero decir, porque en el otro estamos, echarse monte arriba pues, a través del bosque, escuchar el ruido de los propios pasos en las hojarasca y de la respiración forzada, ver los nidos abandonados en las ramas desnudas, mejor eso, digo, que rumiar a parado el gran artículo que ha publicado hoy el director de El País, a propósito de los papeles de Wikileaks y de la repercusión social que han tenido: “Lo que de verdad ocultan los gobiernos”.

Los poderosos se rebelan contra ese asalto a su impunidad. Los diplomáticos también. La imagen de los Estados Unidos no sale dañada porque nos importa un carajo, la que lo hace, de manera seria, es la de nuestros gobernantes, presentes, pasados y futuros… y pluscuamperfectos.

En España no caen las cabezas que deberían caer, como la de ese vicegobernador del Banco de España, que entrega información reservada a una potencia extranjera. Y mienten y mienten para defenderse.

Por eso es relevante el gesto de dignidad de la familia Couso de negarse a ir a ministerio alguno a que les pongan la mano encima del lomo y les mientan de nuevo.

Repican esas palabras que señalan, pruebas en mano, que los gobernantes han mentido de manera sistemática a la ciudadanía que, encima, pasa de esa mentira, prefiere mirar para otra parte, a ninguna.

El contenido de ese artículo establece la dimensión de la burla, la de la impotencia del ciudadano, de la dejación sistemática de la soberanía nacional, de una elemental dignidad política… El asco indecible. ¿Socialistas? ¿Pero de qué demonios estamos hablando? Eso, de demonios, familiares… que cuando regresamos nos esperan con los brazos abiertos y hasta nos desean feliz año.

Miguel Sánchez-Ostiz

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http://vivirdebuenagana.blogspot.com/

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Victor Moreno. Del sentimiento colectivo

Tanto en términos coloquiales como académicos se tiende a hablar de un sentimiento colectivo, el cual, al revés que Dios, no necesita, al parecer, de ningún argumento ontológico para demostrar su existencia.

Ni siquiera interesa conocer si este sentimiento es propio de la especie y de su evolución o sólo se da en determinados individuos. ¿Nacemos ya con dicho sentimiento en la epidermis o es producto de un toma y daca con la realidad que nos ha tocado vivir? ¿Quién fue primero, el huevo o la culeca?

Algunos aseguran que se trata de un sentimiento que nació en el eoceno cuando irrumpieron los primeros monos en la llanura. Lo dedujeron de la lectura e interpretación de unos signos pétreos, luego corroborados en pergaminos que solamente vieron dos. Y, desde entonces acá, ha permanecido perenne, vivito y coleando entre los ectoplasmas de la tribu y del organismo individual. En determinados momentos, casi siempre cuando un poder absoluto intenta mermar el poder relativo de una sociedad, la gente, gracias a las arengas de quienes tienen especial sensibilidad para captar estas cosas espiritosas, se ve agraviada y monta en cólera colectiva y radiactiva.

La verdad es que, a veces, bastaría con saber quiénes son los que defienden y ordeñan con tanto ardor dicho sentimiento para no caer en el círculo de sus envolventes caricias. Yo, por ejemplo, no me fiaría un pelo del sentimiento religioso colectivo que pretenden instaurar los obispos españoles actuales en el corazón de tribu. Y, tampoco, me fiaría del sentimiento político nacional, español o vasco, que algunos proyectan infundir en la ciudadanía.

En ciertos casos, yo, al menos, renunciaría a formar parte de ese sujeto histórico colectivo, con derechos culturales, políticos, y sentimentales, y que, desde el pleistoceno, son seña de identidad colectiva. ¿Por qué mi negativa? Porque se trata de un órgano que, por no verlo encarnado, no lo veo ni como prótesis en quienes lo defienden con tesón y vehemencia.

Niego que la sociedad posea un órgano del sentimiento colectivo y que, en determinados momentos, se encienda como señal de alarma, impulsando al personal a manifestarse como sujeto-histórico-colectivo agraviado. Que sea toda la sociedad al unísono democrático inteligente quien posea un resorte de tal calibre y que, en cuanto se lo tocan, salte hecha un basilisco, es milagro tan risible como la transustanciación. De verdad, si alguien ha visto ese volcánico punto g de la sociedad que, en cuanto se lo frotan con malas artes se pone como loca histérica, valga la redundancia machista, debería comunicarlo y describirlo. Por descubrimientos menos importantes, a ciertos investigadores les han dado el Premio Nobel.

Para mí se trata de una abstracción y que, como tal argamasa, resulta fácil de instrumentar en función de unos intereses que, rara vez, coinciden con los intereses de las gentes, y sí con los de las clases que más o menos dirigen las instituciones de dichas sociedades, o aspiran a hacerlo. Si de verdad existiera dicho sentimiento, sería imposible manipularlo.

En Navarra, siempre se ha dicho que Gamazo hizo por la consolidación del sentimiento navarro colectivo mucho más que todas las guerras carlistas juntas y que las investidas del ejército liberal español. Y mucho más, por supuesto, que el pacharán y los sanfermines. No sé si como Osasuna. Quizás, menos. Porque, cuando le toca subir de segunda división a primera, los niveles de sentimentalidad del sujeto histórico navarro alcanzan un nivel de sentimentalidad colectiva difícil de comparar en los Anales del P: Moret.

Claro que en 1910, uno no sabría bien si la famosa Ley del Candado fue benefactora o no para el desarrollo de ese órgano del sentimiento colectivo. Porque hubo navarros con denominación de origen que apoyaron dicha ley; mientras que otros, incluso antes de que se aprobara, la trataron digna de Satanás. ¿Quiénes tenían más desarrollado el órgano del sentimiento navarro colectivo, los que apoyaban la ley que impulsaba el diabólico José Canalejas, o aquellos que, arredilados en torno a la pollera del obispo de la diócesis, Fray José López de Mendoza, arremetían contra aquella ley anticlerical y laicista, y digna de figurar en los anales del eje del mal? Dicho con más crudeza: ¿Quiénes eran más navarros, los fueristas o los antifueristas?

El periódico de Cordovilla ha sido el periódico que más leña verde ha echado a la hoguera en este viscoso terreno, distribuyendo patentes de titularidad navarra. La perspicacia de este periódico ha sido tan proverbial   desde 1903 hasta hace cuatro días en que se aprobó la ley del matrimonio gay, que siempre supo distinguir entre quiénes eran los auténticos navarros y quiénes no, quiénes estaban en posesión de un verdadero sentimiento navarro y quiénes, por el contrario, jamás podrían formar parte de ese sujeto histórico colectivo de Navarra. Una de las enseñanzas, que aprendí leyendo este periódico, es la artera manera de manipular el concepto y alcance de la palabra sentimiento en términos colectivos por parte de las instituciones.

¿Cómo se pueden cuantificar los sentimientos? Podemos calificarlos de mil y una maneras, que para eso están los adjetivos. Pero ninguno de ellos será capaz de establecer de forma exacta y rigurosa la cantidad de sentimiento que uno experimenta en relación con ciertas categorías políticas y sociales.

Reconozco que hay personas que son capaces de cuantificar los sentimientos de las personas. No sólo eso. También lo son de establecer qué sentimientos políticos o sociales son mejores que otros. Quien lo dude pase por la reserva espiritual que representa el citado periódico del polígono. Pero no sólo. También existen entidades, grupos y partidos que tratan de superar al mismísimo periódico en el cultivo de este esencialismo histórico.

¿Cómo se puede medir el sentimiento colectivo de unas gentes del siglo XVI? ¿Y del siglo XX? No tengo ni idea, pero me consta que existen historiadores, no sólo los de la dinastía de Del Burgo y Baleztena, que son capaces de determinarlo de forma exacta y rigurosa. Lo que revelaría que están en posesión de un metro capaz de lograr semejante proeza: medir la cantidad de sentimiento colectivo de una población, aunque ésta haya vivido en tiempos de Viriato y de sus asesinos, Audax, Ditalco y Minuro. En mi opinión, la uniformidad y homogeneidad sentimental es un imposible. No sólo físico. También, metafísico. Ni política, ni socialmente, es posible hablar de un sentimiento colectivo.

¿Y de sujeto histórico colectivo?

Como la verdad es lo que uno tiene por verdadero, según Nietzsche, que cada cual ilumine su estancia interior con la vela particular de su reflexión.

Sobre el autor del artículo: Victor Moreno

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Entrevista a Víctor Moreno de Herria 2000 Eliza

Aunque el buscador de su web no deja señal de la misma, la revista Herria Eliza envió a Víctor Moreno un cuestionario que reprodujo en su número 201 del año 2006.

Las preguntas versaban sobre cuestiones que los católicos dan por sentadas que son fundamentales para todo viviente: «Dios», «religión», «Iglesia», «Jesucristo», «sentido de la vida»… o la mácula del ateismo. El entrevistado desmonta las preguntas y deja sobre la mesa el papel castrante que ejercen sobre la vida y el pensamiento.

¿Qué ecos provocan en ti palabras como “Dios”, “religión”, “Iglesia”, “Jesucristo”?

La pregunta parte de un prejuicio o un a priori muy común entre algunos creyentes, la de dar por hecho que las palabras que a ellos les conmueven profundamente al resto de los mortales ha de sucederles lo mismo. El creyente en general, y mucho más el fundamentalista católico en particular, tiene que ir acostumbrándose a que las palabras que a ellos les provoca un éxtasis total a muchas personas no les dicen absolutamente nada en el plano existencial o vivencial. Tampoco en el plano conceptual o teórico.

En mi caso particular, la palabra Dios o la palabra Jesucristo son significantes que no significan. No pongo detrás de ellos ningún sentimiento ni pensamiento. No me conmueven lo más mínimo, ni en el plano cordial, ni existencial. Para mí Dios es una entelequia. No tiene existencia. Con la palabra Jesucristo me pasa lo mismo. Para mí ni siquiera existió. No fue un sujeto histórico, aunque, con el tiempo, gente interesada lo haya convertido en un sujeto conceptual e imaginario importante, de ahí su influencia. A pesar de ello, quisiera añadir que no tengo ninguna animadversión contra ellos. ¿Cómo iba a tenerlo contra dos entidades de ficción que para mí no tienen ninguna consistencia ontológica ni existencial?

En relación con los términos iglesia y religión, mi caja de resonancias es muy distinta. La religión me parece nefasta para el sujeto y para la sociedad. Para mí es signo de enajenamiento intelectual y mental. Significa el abandono de su autonomía por parte del sujeto.   Estoy convencido de que sin religión la gente viviría muchísimo mejor en todos los órdenes de la vida y que la sociedad se libraría de muchísimos cataclismos. La religión ha ordenado dogmáticamente, y lo sigue haciendo, la vida social, política, ética y sexual  de muchas personas. Finalmente, para desgracia de muchos, la Iglesia ha convertido la religión en una empresa, que es lo peor que podía sucederle.

En cuanto a la Iglesia misma, mis ecos dejan de serlo para convertirse en voces tonantes y sonantes: la iglesia es intrínsecamente perversa, enemiga del género humano y de todo lo más valioso que, autónomamente, tiene el hombre y la mujer: su pensamiento y su cuerpo. La Iglesia es una institución que se siente feliz reduciendo al ser humano a la mínima expresión. Su pretensión de infalibilidad y de tener hilo directo con Dios son las pretensiones más hilarantes que haya oído jamás.

¿En qué basas la búsqueda de sentido de la vida?

Otra de las falacias que mantienen ciertos creyentes, aunque no sólo, es que la vida tiene que tener un sentido. Aunque, a decir verdad, el sentido de la vida que defienden estos creyentes tiene muy poco que ver con la vida misma, ya que el fundamento de ésta lo transfieren fuera ella, situándolo en algo transcendente. Para el creyente la vida no se agota en lo real, de ahí que busque fuera de la realidad el sentido de aquélla. No. Para mí la vida no tiene ningún sentido, excepto su finitud. El sentido de la vida es su temporalidad y su materialidad. Comienza en un momento, un momento que nadie ha pedido, y termina en otro momento, que, en ocasiones, hasta uno puede decidir voluntariamente su fin, libertad total a la que ciertos creyentes se oponen acérrimamente. Así que si la vida no tiene ningún sentido, excepto agotar su tiempo, fácilmente se colegirá que no tengo ningún quebradero de cabeza intentando buscárselo, ni pierdo tiempo alguno en encontrarlo. Y menos encontrarlo en planteamientos transcendentes.

¿Cuáles son las actitudes y valores de un ateo ante los grandes problemas de la humanidad?

Esta es otra pregunta con trampa, que caracteriza más a quien la pregunta que a quien intente responderla. El ateo no es ninguna anomalía de la naturaleza. Es un ser humano como otro cualquiera. Los problemas de la vida y de la gente le pueden interesar tanto o más que lo que pueden interesar a los creyentes. El hecho de negar la existencia de Dios no exime a nadie ser buena persona, cumplir con los imperativos del Código Civil derivados de la sociedad en la que vive y corresponder con su actuación justa y humanitaria a que la habitabilidad del planeta sea mejor. A veces, algunos creyentes dan la sensación de que para ser un buen ecologista es requisito indispensable creer en Dios. O que para ser demócrata es preciso aceptar la moral cristiana. O que una concepción del hombre, si no está de acorde con la antropología bíblica, deja mucho que desear. En definitiva, que la vida comprometida necesita un plus de transcendencia para que pueda recibir el label de calidad. Una concepción nihilista y atea de la vida no es incompatible con ser honrado, buen ciudadano, solidario y responsable. El hecho de que Dios no exista no significa que todo esté permitido. Todo lo contrario. A veces considero que sucede al revés. Que, dado que Dios existe, todo esté permitido. Lo digo porque hay quien aprovecha su nombre para cometer auténticas barbaridades y genocidios varios. Naturalmente que, así como hay ateos depravados y criminales, eso mismo sucede en el campo piadoso de los creyentes. Creer o no creer en Dios no te exime de ser un impresentable. Ateos y creyentes pueden participar de igual modo en el cultivo de la depravación. Y también en la piedad y en la solidaridad, claro.

¿Hay posibilidades de caminar juntos a los creyentes, de afrontar en común cosas, problemas…? ¿En qué podrían encontrarse unos y otros?

Personalmente, cuando me involucro en proyectos sociales que buscan una repercusión positiva en la vida de los demás, jamás me pregunto si quienes me acompañan en dicho viaje creen en Dios, en Alá o en Yahvé. Tampoco si son ateos, agnósticos o deístas, vegetarianos o carnívoros, guapos o feos. Me parece un dato irrelevante. Yo no enjuicio a las personas por sus creencias en la Torá, en el Corán o en el Nuevo Testamento, sino por lo que hacen. Eso sí, tiendo a sospechar de aquellos que aseguran que actúan bien porque se lo exige Dios. Y que si no existiera, serían unos desalmados. Para mí lo único que demuestra esta postura es que el grado de autonomía en que asientan su conducta existencial es nulo… y que están sobornados por el más allá.

Caminar juntos, por separado o en paralelo, es lo de menos. Las buenas personas, crean o no crean, siempre se encontrarán en el mismo afán por mejorar la habitabilidad de este mundo. Pero mucho me temo que el concepto de habitabilidad del verdadero creyente tenga algo que ver con el que tiene un ateo. El ateo es materialista, defiende la inmanencia y la autonomía como valores fundamentales de la existencia; el creyente es espiritualista, metafísico, defiende la transcendencia y la heteronomía como valores supremos de la vida. ¿Es posible, por tanto, que ateos y creyentes trabajen juntos y al alimón por el bien de los desarrapados de este mundo?  Supongo que sí, pero si, y sólo si, se trabaja para mejorar en este mundo y sólo para este mundo la situación de la gente pobre de este mundo.

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Xabier Leteren Egunsentiaren esku izoztuak

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Victor Moreno. Oficio triste

escritorEntiendo que el oficio de crítico literario tenga que ser tan triste como estresante. Es necesario leer tanto para encontrar tan poco bueno que, al final del viaje, uno se pregunta si merece la pena ejercer dicho oficio y beneficio.

A mí no me extraña que algunos de ellos escriban tan mal sus reseñas. Los modelos textuales que podrían imitar son tan nefastos como sus censuras.

Ni la literatura mejora la crítica; ni ésta la literatura.

A Marías le han dicho mil veces que su sintaxis se ahoga en la ambigüedad y, ahí sigue impávido, consumiendo anacolutos hasta asfixiarse.

Y a los críticos se les ha recriminado mil veces que sus reseñas están llenas de tópicos y de adjetivación tan huera como insensata que han terminado por tomarse tal acusación como alabanza.

A puro de ser bondadoso, el crítico cede y lo que juzga como bodrios, termina tratándolos como novelas pasables, más o menos interesantes, y que él, por supuesto, las ha leído de un tirón. Claro. Para quitársela de encima cuanto antes. ¿Qué pensaba, pues, el autor cuando leía este tópico?

Es uno de los espectáculos tristes de la crítica. Ver sus nulos esfuerzos de adjetivación para justificar la bondad de las novelas que dice leer, intentando hacerlas pasar por legibles cuando sabe que no lo son.

Lo mismo sucede con los premios que se conceden. A los jurados les cuesta dos hernias mentales encontrar razones específicas para otorgarlos.

Lo que han dicho de Matute, a propósito del premio Cervantes, lo han dicho tantas veces de otros escritores que da grima detenerse a repasar justificaciones tan horteras.

El problema es que hasta los premiados se expresan como si fuesen críticos. Al final, sólo dicen algo nuevo los que rechazan los premios, sean de la naturaleza que sean.

Sobre el autor del artículo: Victor Moreno

Libros del autor: Pamiela.com

Blog de Victor Moreno

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e-pamiela hitza 3

e pamiela hitza 3

hitza, fue una revista que Pamiela puso en marcha en 1995 para dar a conocer sus publicaciones, de la que se publicaron cinco números. Éste es el tercer número de la nueva revista digital que vio la luz coincidiendo con la Feria del Libro de Durango de 2009.

El diseño y maquetación ha corrido a cargo de Mikel Santakiteria y Gurutz Cilveti (www.kooperatiba.com).

e-pamiela hitza 3 se puede descargar de forma gratuita.
hitza, Pamielak 1995ean sortu zuen aldizkari bat izan zen,  bere argitalpenak ezagutzera emateko, orotara bost ale kaleratuz.  Hau da aldizkari digital berriarren 3. alea, Durangoko azokaren 2009ko ediziorako argitaratua.

Diseinua eta maketazioa Mikel Santakiteria eta Gurutz Zilbetik eginak dira.

e-pamiela hitza 3 Dohainik deskargatu daiteke

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Tomás Urzainqui. Euskal Herria no es el sujeto político

UrzainquiSOCIEDAD POLÍTICA La reivindicación democrática de recuperar el derecho a decidir, para poder ejercer la imprescindible soberanía y la necesaria independencia, resulta plenamente eficaz cuando el sujeto político -que no es ni más ni menos que la sociedad subordinada- es completo, por reunir a todos los grupos sociales y partir de la existencia previa de un Estado propio. De este modo, el avance de la conciencia política generalizada, en el conjunto de la sociedad, conduce al éxito de los objetivos de alcanzar colectivamente la libertad. Por lo que si no se tiene en cuenta la cohesión e integridad de la compleja estructura social de la sociedad dominada, ni tampoco la existencia previa de la unidad política y estatal de Navarra, la opresión política seguirá influyendo de forma determinante en el continuo retraso temporal del proceso de autodeterminación.

El imprescriptible derecho de los vascos a un espacio entre las naciones contemporáneas se halla fundamentalmente asegurado en la existencia previa de su Estado navarro, negado ahora por los Estados dominantes tras haberlo conquistado por las armas. Esta sociedad subordinada se reencuentra en la memoria histórica de su propio Estado, consiguiendo ser autora del conocimiento diferenciado como nación, por lo que si antes de las conquistas era independiente podrá volver a serlo en un próximo futuro, superando la dominación, y la negación, que padece. A la hora de formular la exigencia del derecho a decidir, la referencia al Estado propio alcanza como argumento toda su fuerza primordial. La existencia del Estado navarro tiene una verificación legal y jurídica, que no se debe confundir con los domesticados derechos históricos.

UNIDAD Y REUNIFICACIÓN La defensa de la unidad territorial -política y soberana- sirve para cohesionar internamente a la sociedad política nacional, por encima de las artificiales e impuestas divisiones administrativas, así como de los posibles distanciamientos entre grupos sociales con intereses más o menos enfrentados. La unidad histórica de Navarra tiene la especial capacidad integradora de esta sociedad subordinada, que no tiene porqué atribuirse solo al euskara por hallarse la lengua en su propio ámbito diferente al estrictamente social, político o económico.

Se halla establecida una relación inseparable entre la existencia de la sociedad diferenciada, o ciudadanía propia, y la territorialidad estatal, o marco jurídico político histórico. Cuestión esta que ha sido tratada con claridad por el mejor pensamiento político de este país, del que -ciñéndonos a la era contemporánea- tenemos entre otros a Serafín Olave, que en 1883 propuso la reunificación política mediante la reincorporación a Navarra de Araba, Bizkaia, Gipuzkoa y los demás territorios, sugiriendo, para favorecerla, que se concedieran los derechos de ciudadano navarro a los vascongados y a otros, y que la residencia en dichas provincias se considerara como dentro de Navarra a todos los efectos legales con rebaja de la cuarta parte del tiempo exigido en cada caso; por otro lado, en 1931 Anacleto Ortueta propuso la recuperación de la nacionalidad navarra por todos los vascos con la finalidad de volver a la unidad política vasca; y en 1940 el Consejo Nacional Vasco desde Londres, dirigido por Manuel Irujo, aprobó un proyecto de Constitución en cuyo artículo 5 prescribía que “el territorio vasco es el integrante del histórico Reino de Navarra”.

La remisión -a la hora de delimitar la territorialidad vasca- a las fronteras, no impuestas del Estado europeo de Navarra, es evidente que no solo viene favorecida por la aparente dificultad de fijarlas sobre los límites lingüísticos y culturales, sino sobre todo como consecuencia de la aplicación del criterio existente en el derecho internacional para los casos semejantes, que vincula el espacio de la sociedad política, o ciudadanía, con el ámbito territorial histórico del Estado propio.

COMUNIDAD CULTURAL Suele ser habitual que la comunidad cultural, en la realidad, no coincida exactamente con la sociedad política, como en nuestro caso, donde además -debido al lingüicidio continuado padecido- la comunidad lingüística ha quedado reducida en términos demográficos a la tercera parte de la sociedad política. Lo que resulta una dificultad añadida para considerar solo a Euskal Herria como sujeto político. Una cosa es el derecho a hablar la lengua, o a desenvolverse en una cultura determinada, y otra el derecho a decidir soberanamente sobre todos los derechos de una sociedad, intercultural y plurilingüe, como son los civiles, políticos, económicos, culturales o sociales.

La autocefalia cultural resulta en la práctica un demandante subordinador, en permanente relación de dependencia jerárquica de la sociedad dominante, pues deja a un lado el necesario interés por el poder político, que así es monopolizado por los miembros de las elites de la nación gobernante. Las meras reivindicaciones culturales de la sociedad dominada no amenazan el poder de los representantes políticos estatales, estos pueden y usan dichas exigencias manipulándolas para ajustarlas a sus propios intereses de poder. No obstante, en esa situación la lucha por el poder político, en el caso de haberla, se ve dificultada por la inevitable falta de confianza mutua a la hora de participar en el poder político.

No es lo mismo favorecer y priorizar la recuperación y expansión del euskara -discriminación positiva- que sustentar sobre la misma lengua lo que no es de por sí propio de ella, como la liberación de la sociedad subordinada. El nacionalismo lingüístico hace descansar sobre la lengua nacional el peso del movimiento patriótico, situando al idioma propio en el centro casi exclusivo de su actividad, lo que ha originado un balance de resultados escasos y muy lento en la consecución de objetivos políticos, como se deduce de la comparación y estudio entre los diferentes movimientos de emancipación nacional en la Europa contemporánea.

QUIÉN ES EL SUJETO POLÍTICO El sujeto político solo puede ser la sociedad política concreta que ha sufrido una conquista violenta, lo que le ha privado de su Estado propio. Este sujeto político viene definido por su territorialidad y estatalidad, que se le ha negado, de ahí que Navarra es la más exacta concreción del objeto del derecho a decidir. Euskal Herria es una comunidad lingüística y como tal no es un sujeto político. Euskal Herria sola no es el sujeto político y por ello no tiene el derecho a decidir. La reivindicación lingüística y cultural no sirve, no basta, no es suficiente, por sí sola para ejercer el derecho a decidir, éste necesita previamente la fijación del sujeto político en el conjunto de la sociedad dominada.

Decididamente, plantear a Euskal Herria sola como marco jurídico político y como sujeto político del derecho a decidir -y no hacerlo con el conjunto de la sociedad política subordinada- resulta un error de gravísimas consecuencias para esta sociedad. Una conducta verdaderamente suicida que, en la práctica, sólo satisfará a los enemigos de la libertad.

http://www.noticiasdenavarra.com/2010/12/03/politica/navarra/euskal-herria-no-es-el-sujeto-politico

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Iñaki Sagredo. Caparroso, una historia que desaparece

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Fotografía: www.josuastrain.com

DICEN que todo tiene un tiempo, una caducidad y que las cosas pasan, desaparecen y llegan incluso a olvidarse. Si viajamos al sur de Navarra nos encontraremos con pueblos sitos a la vega del río Aragón: Caparroso, Santacara, Mélida, Rada, Ujué. Lugares que tienen una imagen inconfundible en sus restos medievales. Defensas e iglesias fortaleza que seguían la silueta defensiva del río Aragón, o de una antiquísima frontera entre el mundo árabe y cristiano allá por el siglo IX, que tras ser superada se creó el reino de Pamplona- Navarra. Una historia que a día de hoy permite disfrutar a los políticos con las reminiscencias de lo que fuimos como reino independiente.

Pero hay aún otra historia, la humana, la de los que forjaron anónimamente cada lugar. Los documentos del año 1378 mencionan incluso las mujeres que trabajaban a la sombra de la iglesia arreglando el castillo de Caparroso. No son reyes, ni príncipes, ni tan siguiera nobles, son personas humildes que nacían, vivían y morían y que la historia escrita no les da cabida.

Figuraban las siguientes mujeres reparando el castillo en los registros de Comptos: La Hija de la Desana Buey, la de Domingo Ochoa, la moza del molinero, la hija de John Martíniz, la de Martín Caballos, la hija de Pascoal Carnicero, la hija de Sancho Martíniz, María Bayenda, la hija de García Gil, la hija de Domingo Resa, la moza de Pedro Miguel y la hija del Daro.

Años más tarde, decían de Caparroso los almadieros, que tras pasar el puente del río Aragón, se presentaba la imponente iglesia que dominaba el cerro y las mujeres se encontraban en el río lavando la ropa y provocando las risas de unos y otros al cruzar la almadía por esos parajes camino de Tudela, y es que el remanso del río permitía charlar y más de uno prometería volver para quedarse.

Unos y otros desaparecen: Los antiguos de Caparroso con el Barrialto en los años 60 y los otros por la presa de Yesa en la misma época. Es nuestra historia más cercana pero también más lejana. El recuerdo que aún guardan los mayores y que no somos capaces incluso de pararnos a escuchar.

De aquellas imágenes del pasado aún queda una que aguanta milagrosamente el equilibrio en sus últimos días. Una iglesia llamada el Cristo, ahora ermita pero antes defensa de los habitantes de Caparroso. Su estado de abandono propicia su desaparición, pero si analizáramos detenidamente su historia y lugar donde está ubicada, punto panorámico de gran belleza (de los pocos que quedan por la zona), dominando el río Aragón y su contorno, podríamos pensar en una recuperación del edificio para uso como lugar de encuentro cultural que guarde esa historia. Un lugar sito dentro del entorno, que bien pudiera ser un parque de disfrute para los mayores, que en días de buen tiempo sirva de paseo desde el pueblo actual al antiguo.

La cantidad económica a emplear es cuantiosa, pero si no se pelea, las ayudas, subvenciones o dineros gubernamentales no llaman a la puerta así sin más y por el contrario, su destrucción terminará con el único resto medieval que queda en Caparroso.

Es parte de la historia del pueblo y por ello es imprescindible evitar que se desmorone puesto que su último suspiro está por sellarse en pocos años. Las piedras de la bóveda se caen, sus paredes se resquebrajan y cuando caiga el tejado caerá todo. Los restos de su pasado, de su llamado Barrialto, de los almadieros, de la historia del paciente escribano se va y mientras se palpa la indiferencia en las autoridades más cercanas, las que deberían ser los primeros en pelear por su historia.

Pongo como ejemplo al ayuntamiento de Santacara que lucharon y lucharon por recuperar su torre medieval. Ahora pueden sentirse satisfechos de su restauración y el pueblo de su ayuntamiento.

Aún estamos a tiempo de recordar aquella historia, las risas de aquellas mujeres que lavaban en aguas del río Aragón y eran salpicadas por el remo de la almadía. Eran tiempos donde el pequeño detalle hacía felicidad y Caparroso sabía y cuidaba su historia.

* Autor del libro “Navarra. Castillos que defendieron el reino”

La ahora ermita del Cristo es parte de la historia del pueblo y por ello es imprescindible evitar que se desmorone

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Victor Moreno. ¡Ah, las jerarquías!

JerarquíaNunca desapareció del todo esa lamentación ante la pérdida de la sublime excelencia, de la que en décadas anteriores sólo podían presumir gente exquisita y cultivada como vainilla del Caribe. Ni qué decir tiene que es la democracia quien tiene la culpa de que estas excelencias se hayan vuelto invisibles a los ojos de quienes eran capaces antaño de señalarlos y poder advertir: “Mira, ahí va un excelente”. Y un excelente era un obispo, sobre todo un obispo, y un militar de rango superior. Pues, en este país, las jerarquías han sido siempre, episcopales y militares. Jerarquías intelectuales y científicas, y morales, la verdad, hemos padecido bien pocas. Feliz o desgraciadamente, no sabría calcularlo. Y lo que hoy se llaman jerarquías intelectuales son, mayormente, gentes amorradas al pesebre del poder, más o menos mediático y económico.

Desde que se instauró el sufragio universal (1890), aunque solo fuera para hombres, nada fue igual para quienes consideraban que el voto de un catedrático tenía que valer el triple que el de un jornalero. “¿Cómo igualar el voto de un experto en Derecho Político con la papeleta de un analfabeto?”, se preguntaban, no sólo los obispos, sino los políticos conservadores de finales del XIX. Y seguirían haciéndolo en el XX. En el fondo más superficial, despreciaban la democracia y la soberanía popular. Como hace hoy mismo la Conferencia Episcopal.

Y mejor que democracia, lo que sí se ha dado es un acceso más o menos comunero y mayoritario al usufructo interesado de la producción cultural, llamada coloquialmente mercancía. Que en mercancía, al fin y al cabo, se puede reciclar todo. Hasta las personas.

Lo pérfido del asunto es que quienes siempre se han quejado de la falta de cultura de la gente, cuando ésta ha podido acceder a ella, ha sucedido algo diabólico: que la cultura se ha devaluado tanto que ya no es cultura. Al parecer, sólo lo es cuando la pueden degustar cuatro gatos con pedigrí. En cuanto se masifica, ya no es cultura o, como se dice con recochineo, se convierte en cultura de masas. Y las masas, ¡ah, las masas!, ¿qué nueva perrería inventar que no figure ya en su más que secular descalificación?

Las masas no tendrán cultura, pero algunos intelectuales no se cansan de hablar de la cultura del vino, la cultura de la infamia, la cultura de la revancha, la cultura del fraude y la cultura de la crisis. Y de la cultura de la cultura.

Pero si, hoy día, la gente no guarda reverencia a las jerarquías intelectuales y espirituales, eso se deberá a que éstas ya no son tan jerarquías, ni tan intelectuales ni tan espirituales. ¿Jerarquía intelectual Muñoz Molina? ¡Anda ya! ¿Jerarquía moral Rouco Varela? ¡Por favor!

La palabra autoridad, etimológicamente, deriva de autor. Y cuando éste lo es, la gente, incluso convertida en masa, es bastante más respetuosa de lo que dan a entender ciertos gerifaltes de altura. Recuerden a las masas cómo rugían aplaudiendo al autor del gol más importante de la historia del fútbol español. Nadie, entonces, clamó contra esta masa analfabeta y tribal. Los gobiernos, sean del color gris que sean, calificarán a las masas como inteligentes, si siguen sus programas; pero serán masas irresponsables si toman la dirección contraria a los presupuestos del Estado.

Rara vez, las masas que nos aplauden son tontas. Sólo lo son cuando discurren por caminos que no conducen al propio pesebre. Si estas jerarquías han perdido el sentido que antaño decían poseer, seguro que lo fue por su culpa. Que se sepa, a nadie le ha interesado jamás robárselo. Al contrario, las masas siempre desearon tener buenos dirigentes. Pues la inteligencia de las masas siempre ha dependido de la inteligencia de quienes las dirigen. Por ejemplo, ¿en qué cabeza de chorlito puede caber que las masas que siguen a Rajoy puedan ser inteligentes? Imposible el ademán.

Se culpa de esta “disolución de la inteligencia superior” a la industria de la cultura de masas y a la sociedad de consumo. Si la industria y el consumo han cometido este tipo de atrocidad, lo habrán perpetrado contra la gente que siempre ha sabido distinguir entre una novela de Henry James y otra de Zane Grey, quedándose con el segundo. Pero las jerarquías intelectuales y espirituales, ¿cuándo dejaron de disfrutar de su Proust y de su Mahler, por hablar de literatura y de música? Al fin y al cabo, nada que lamentar, pues “¿qué cosa, fuera de verdades a medias, simplificaciones groseras o trivialidades puede, en efecto, comunicársele a ese público de masas, semianalfabeto, que la democracia moderna ha reunido en las plazas?” (Steiner, Lenguaje y silencio, Gedisa, 1990).

Nada transcendental que comunicarle. Es verdad. ¡Son tan idiotas las pobres! Por no ser, no son capaces de utilizar palabras simples para expresar ideas o sentimientos complejos, y, muchísimo menos, expresar estados de conciencia, más o menos rudimentarios. Al parecer, cuando el exquisito dice que “le duele el alma” no está diciendo lo mismo que el hombre unidimensional, auténtico hombre de masas, cuando chamulla “¡qué jodido estoy”. Y, claro, no es lo mismo, la experiencia sobrecogedora de leer la Divina Comedia que extasiarse ante la velocidad de un ferrari y además hacerlo en masa. Leer la Divina Comedia te trasmuta; mirar un ferrari, te atonta.

No se entiende bien que intelectuales, que nunca han dado valor a la presencia de las masas en sus vidas, aseguren que son ellas las que los han disuelto y los han vuelto invisibles. Las masas jamás han producido jerarquías; las han soportado. A su pesar. Ya se ha dicho que las masas son semianalfabetas y aceptan cualquier cotufa que les echen al pesebre. ¡Son tan cortas! Por lo tanto, difícilmente se les podrá tachar de haber contribuido a la disolución de las jerarquías. Las masas son tan estúpidas que ni siquiera son capaces de distinguir esas supremas destilaciones del espíritu que algunos llaman jerarquías.

Tiene su coña marinera de ribazo que la palabra jerarquía proceda del argot religioso. Procede del griego con el significado de poder sagrado o divino, aplicable en principio al orden religioso. Luego, como tantas veces ha ocurrido, el significado se deslizó a la esfera civil, dando paso a jerarquías militares, políticas y lo que se terciara. Hoy tenemos hasta jerarquías culinarias y deportivas.

¿Cuándo han interesado las masas a las elites? Sólo para llevarlas al aprisco correspondiente –sobre todo, a las guerras-, y ordeñarlas en beneficio propio.

En cuanto al derrumbe del principio de autoridad intelectual, del que se hacen eco algunos apocalípticos e integrados, es muy sencillo de explicar. Ellas mismas se han fagocitado. Estas jerarquías intelectuales han decidido por propia voluntad integrarse en el sistema del mercado, que les garantiza una mayor riqueza, no intelectual y espiritual, desde luego, pero sí económica, la única riqueza que hoy por hoy parece otorgar jerarquía al ser humano, pise donde pise. Del tener o no tener.

No hay jerarquía intelectual hoy día que no tenga cubierto el riñón con una buena tarjeta de crédito.

Sobre el autor del artículo: Victor Moreno

Libros del autor: Pamiela.com

Blog de Victor Moreno

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Tomás Urzainqui: Xabier Mina, heroe de la independencia mexicana

Xabier Mina Asociación diáspora vasca (México), asociación 8.herrialdea (Euskal Herria) y Nafarroan.com (Euskal Herria), presentan “Javier Mina y el País Vasco: un pueblo en busca de su autodeterminación”, una entrevista exclusiva sobre la vida y obra del guerrillero de Otano, héroe de la independencia mexicana, con el descendiente de Xabier Mina e historiador navarro Tomas Urzainki. Esta entrevista ha sido emitida durante las jornadas organizadas en Mexico por la Asociación Xabier Mina, que se han celebrado recientemente.

Realizada por Apurtu Telebista.

Web Tomás Urzainqui: http://tomasurzainqui.eu/

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