Estupidez eclesial

    iglesia-estupidez4        Aunque a los muy fieles les cueste reconocerlo, lo cierto es que la historia de la Iglesia no es ajena al cultivo de la estupidez humana, tómese esta como estampa individual o colectiva. Probablemente, las gestas más sublimes y peligrosas de estolidez perpetradas por el género humano hayan sido protagonizadas por gente que vestía traje talar o eclesiástico. No en vano ha sido la Iglesia la que mediante la zanahoria de la religión ha embaucado y sometido conciencias y bolsas durante miles de años. Y lo seguirá haciendo mientras la dejen.

iglesia-estupidez2Demasiados años para no atesorar en sus anales cantidad de estupideces cometidas en nombre de Dios mismo. Lo que es un atrevimiento mayúsculo. Poner a Dios como justificación de la propia estupidez es una de las causas por las que ese mismo Dios se la tendrá guardada a un montón de papas y de obispos. Hacer algo hermoso y poner a Dios como fundamento de tal acto, pase; pero hacerlo para colar ante el mundo auténticas perrerías estúpidas le tiene que sentar al Todopoderoso como un pisotón de elefante en la misma vesícula biliar, muy desarrollada en El a juzgar por cómo las gasta en el Antiguo Testamento.

iglesia-estupidez1A veces, tenemos de la Iglesia una opinión tan poco terrenal que no somos capaces de atribuirle aquellas virtudes y vicios que harían de ella una institución más humana. Solo le atribuimos esa faceta cuando la pillamos cometiendo los mismos actos de pillaje o de robo que perpetra el resto de los mortales. Entonces se dice: “¡Es que es humana, oiga!” Y la carne, débil, naturalmente.

La verdad es que nunca la Iglesia se muestra tan humana como cuando la pillamos in fraganti en esos actos de bandidaje y de rapiña que realiza legalmente, haciendo pasar por suyos unos inmuebles y garajes que a la luz documental de la historia y de los pergaminos más antiguos no le pertenecen. Ante esta muestra de voracidad inagotable por acumular propiedades muchos de nosotros somos incapaces de ver en ese gesto el rostro humano de la Iglesia, y solo contemplamos la jeta de un caradura impenitente. Lagarta como es, cuando le interesa aparecer como destilación purísima de las amígdalas del Altísimo, aparece, y cuando prolongación de la naturaleza humana de su fundador, pues ídem.

iglesia-estupidez9Es verdad que su gesto capitalista de acumular ladrillo sea como sea, es rasgo de una humanidad poco decorosa, pero muchísimo peor sería visualizarlo apelando a los actos de pederastia de algunos de sus sacerdotes. Además de esa faceta humanísima por acumular bienes y propiedades de variada naturaleza y función, la Iglesia participa también de esa inclinación que abotarga el cerebro humano y que llamamos estupidez. Y así pasa lo que pasa.

iglesia-estupidez8Y pasa que esta estolidez eclesial la practican, no solo sus miembros menos cualificados en el escalafón, sino que también la ejerce la propia curia romana, es decir, la alta jerarquía eclesiástica, incluido su representante más honorable: el Papa.

Este Papa actual ha tenido el valor de ponerse delante del burro, como se dice coloquialmente, y dar ejemplo para que el resto de sus acólitos no se avergüence de sus vergüenzas tontitiesas.

Claro que, tratándose de todo un Papa, el campo de la práctica de la estupidez que le corresponde por ser un hombre, nada tiene que ver con las servidumbres voluntarias estúpidas a las que estamos sometidos el resto de los mortales. Como Papa que es, a Bergoglio le va otra marcha estúpida. En el mes de junio, les periódicos contaban que viajó a Turín “a venerar la Sábana Santa, «icono» que, según sus palabras, “representa a Jesús de Nazaret martirizado pero también el «rostro de cada persona que sufre». Más todavía, ante dicho lienzo, que según cierta tradición envolvió el cadáver de Cristo tras la crucifixión, “Bergoglio permaneció en silencio, absorto en un profundo recogimiento y, tras rezar durante una decena de minutos, se levantó para tocarla” (Heraldo de Aragón, 22.6.2015).papa-francisco-ante-sabana-santa

Ignoro si hay más cantidad de estupidina oyendo a ciertos cerebros gelatinosos en televisión que permanecer durante decena de minutos extasiado, completamente ido, delante de una sábana, aunque se trate de una sábana de la hostia. Lo que parece claro es que las sábanas de antes se confeccionaban con un tejido muchísimo mejor que el utilizado en la lencería actual destinada al camastro.

Algunos protestarán diciendo que, tratándose de una sábana santa, cualquier milagro de conservación sería posible. ¿Santa? Caso de que así se la catalogara, la perspectiva analítica del asunto se tornaría, entonces, mucho más chungo. Porque el acto del Papa se englobaría dentro del ámbito de la jerga eclesial que denominan adoración/veneración de un objeto, en este caso muy común, doméstico, y convertido en fetiche sagrado por la gracia de Dios, que, como es sabido, tiene mucha gracia. ¿Que envolvió el cuerpo de Cristo crucificado? Daría lo mismo. Seguirá teniendo la categoría de fetiche y quien se postrara ante él obtendría el carné de fetichista cum laude. El gesto mismo de tocar con unción dicho lienzo lo pondría de manifiesto.

bergolgio-sudarioAun así, reconozco que la imagen del Papa es soberbia. Reconcilia con la condición humana estúpida. Un hombre, capaz de sumergirse en los más profundos hoyos de la racionalidad y de escribir tratados teológicos sobre el medio ambiente mundial, aparece sin ningún complejo practicando una de las más oscurantistas costumbres del ser humano, la superstición, práctica habitual consumada por todos los hechiceros del mundo, desde las tribus del Cámbrico. Todo un alivio existencial. La praxis de la estupidez es universalmente democrática y su estigma salta donde menos te lo esperas. Que todo un Papa muestre sin tapujos una de las dimensiones más profundas de ser estúpido a la luz del mundo, aminora hasta el nivel de la propia estupidez. El Papa, aunque tenga hilo directo con el Espíritu Santo, es tan humano como cualquiera de nosotros y, por tanto, capaz de cometer estupideces. Porque adorar o venerar una sábana es una superstición y todas las supersticiones son prácticas estúpidas, ¿no?

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Esa beatífica estupidez que nos invade

     estupidez6    Dijo aquel visionario que siempre tendríamos pobres entre nosotros. Lo que no aclaró es si, además, de pobres de bolsa lo serían, también, de espíritu. Lo cual no se sabe qué es peor, si un pobre de solemnidad o un estúpido que ejerce como tal a lo largo de unas cuantas horas al día.

Porque convengamos en que estúpidos no lo somos a tiempo completo. Aunque lo quisiéramos, no podríamos ejercer de estúpidos con dedicación exclusiva. Si hay alguien que así lo hiciera, tendría que dar un paso al frente y ofrecerse como objeto de investigación científica. La humanidad se lo agradecería.

estupidez2En realidad, la naturaleza es tan piadosa que hasta permite que el ser humano dé muestras de inteligencia, no muchas, pero sí suficientes para demostrar que intelectualmente está por encima de las ratas, status que ponía en cuestión Ambrose Bierce. El ejemplo más nítido de esta permisividad lo observamos en ciertos estúpidos, cuya alopecia mental va pareja con su verborrea digna de un mentecato. Tal vez, a los políticos les gustaría ser los únicos portavoces de dicha cualidad aborrecible, pero no es así. Dichos elementos se reclutan hasta en los ámbitos de la jurisprudencia.

Si fuéramos estúpidos de una pieza, el mundo sería irrespirable, que así lo es cuando un tanto por ciento de la población decide ser estúpida a la misma hora, evento que, en ocasiones, ocurre de forma simultánea, tanto en la intimidad como al aire libre.

Pero distingamos. Cuando esta estupidez la patenta gente con poder de joder la marrana a una población, entonces su influencia está a la altura de una peste bubónica. Un grupo de estúpidos haciendo planes para incordiar al prójimo es terrible. Y, por favor, no pensemos únicamente en los consejos de ministros del gobierno o los ídem de Gas natural o de Telefónica. Podéis encontrarlos en el FMI, en la conferencia episcopal y en la cúpula del ejército, tierra, mar y aire.

albert-einstein-y-la-estupidez-humanaAlguien pensará que los estúpidos cuando se encuentran no se aguantan entre sí, pero se equivocan. Los estúpidos se quieren y se apoyan tanto que logran fácilmente formar cuadrilla o grupo de militancia activa. Y es que la estupidez nunca está quieta, siempre está activa, en ebullición, en movimiento. Trabaja de forma conjunta e interdisciplinar. O, como dicen ahora, de forma transversal. Su radio de acción alcanza cada uno de los ámbitos de la vida. Y no los concretaremos no vaya a ser que alguno se sienta discriminado.

Lo más lamentable es que quienes deberían protegernos de ella no lo hacen, sino que están empeñados en proporcionarnos nuestra ración diaria de estupidez. Se diría que desean una colectividad estúpidamente compacta. A veces, hasta lo consiguen.

En lugar de ser un dique de contención contra ella, se empeñan en mostrarla como la cosa más natural del mundo. El niño del cuento de Andersen hoy ya no diría que el rey va desnudo, sino que “Rajoy es estúpido”. estupidez7La prensa y la televisión se han convertido en portadores de la consagración de la estupidez, presentándola como si fuera una virtud. Quizás, eso se deba a que ambos medios se han vuelto esencialmente estúpidos. Tanto trato e intimidad con ella han conseguido que asumamos sus formas más degradantes como si fueran delicias turcas para la mente.

estupidez5En lugar de emitir programas para enseñar al mundo cómo combatirla se la enaltece, retransmitiendo una y otra vez las imágenes de gentes que no hacen más que gritarse estúpidamente los unos a los otros. Estaría bien que cambiasen semejantes bocazas por otros. Su forma de manifestarse estúpidos es tan clónica que aburren y la gente necesita nuevas formas de estupidez. Y lo peor de todo: personas que parecían la mar de sensatas, al contacto con esta tropa, han terminado por ser idénticos a ellos.

¿Y qué decir de los periódicos y su relación con la estupidez? Los hay para quienes la única estupidez válida es la que protagonizan los políticos que no son de su cuerda. No lo duden. La falta de autocrítica es una característica esencial de la estupidez. Así que vayan sacando cuentas.

estupidez4Hace unos días, casi dos millones de personas se quedaron extasiados ante la televisión escuchando la apasionante discusión de Carmen Lomana con su hermano en un programa que denominan Sálvame de luxe. Share dixit.

Cada persona es muy esclava de enajenar su materia gris con aquella sustancia que le convenga, pero uno se pregunta qué puede aportar al desarrollo de tu inteligente estupidez los rifirrafes familiares de dos personas que ni te van ni te vienen. Ya que uno decide voluntariamente ejercitarse en el cultivo de su estolidez mental –recuerden que todos disponemos de un tiempo maravilloso para hacerlo-, estaría bien encontrar formas más nobles de volverse tonto perdido. A no ser que junto con la estupidez uno quiera desarrollar al mismo tiempo una cierta dosis de masoquismo auditivo.estupidez_humana

Desgraciadamente, la prensa no solo es receptáculo de las distintas formas en que practicamos nuestro prurito de insensatos. Ella misma nos incita a serlo sin ningún pudor. Los cronistas deportivos en este sentido son geniales promoviendo la creación de la estulticia colectiva que es, como se sabe, un punto de gilipollez estructural superior. Un periódico, que no nombraré para no darle publicidad estúpida, sentenciaba que “nadie como un joven de la tierra, de la casa, para representar a un pueblo, necesitado de ídolos con los que identificarse”. Entiéndase, un ídolo futbolista.

En lugar de evolucionar parece que estuviéramos involucionando a pasos gigantescos. Si Darwin viviera, no tendría necesidad de irse a la isla de los Galápagos, porque le bastaría ver durante un cuarto de hora cualquier programa de televisión para comprobar hasta qué punto el desarrollo de la involución y regresión de la especie humana hacia especies unicelulares es un hecho científico.

De hecho, una sociedad que requiere la presencia de un futbolista como ídolo para que un pueblo encuentre en él sus señas de identidad, está a dos pasos de consumar el cenit de su perfección estúpida.

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Misas y procesiones

       felipegonzalez    El artículo de la constitución 16. 3. es taxativo: “ninguna confesión tendrá carácter estatal”. O lo que es lo mismo: el Estado no es confesional. Quizás, si lo repetimos una y otra vez consigamos que la sociedad se vaya acostumbrando a dicho concepto y vislumbre el alcance práctico de su aplicación en las instituciones públicas, que, como se sabe, son prolongaciones naturales de ese Estado y, por tanto, aconfesionales.

La verdad es que ni el propio Estado, ni esas instituciones públicas, ni quienes las representan, han sido sujetos modélicos en el cumplimiento constitucional de dicho artículo. Al contrario, nadie como el Estado –al alimón con la propia corona española-, y su entramado institucional se han revelado tan anticonstitucionales. Ni que lo hicieran a posta. Porque si lo hacen por ignorancia o por inconsciencia sería para darles por el zacuto.

Ese artículo lleva desde que se aprobó la Constitución, 31 de octubre 1978, delatando la fea compostura de los políticos que, para más inri, prometen o juran su cumplimiento. Ni ese Todopoderoso, al que invocan en su juramento, les impondrá castigo por su delito de omisión. Tampoco lo hará ningún juez contra quienes lo prometen delante del texto constitucional. A la hora de incumplir da lo mismo laicismo que providencialismo. Sus incumplidores son igual de desgarramantas.

fernandezbesandocrucifijo copiaDe hecho, si este juez se decidiera aplicar penas por dicho incumplimiento o ruptura entre promesa y acto, no daría abasto. Pues, si algo constatamos, es el espectáculo nada ejemplar de cómo estas figuras conculcan este principio de la constitución, lo que resulta algo inconcebible porque todos juran o prometen cumplir con su ordenamiento. Cabría preguntarse qué pasa por la mente de estos cabeciduros para que se coloquen fuera, no diremos de la ley, pero sí de la constitución. ¿Ignorancia? ¿Miedo? ¿Cómo pueden tenerlo si se limitarían a cumplir con lo legislado?

belloch-crucifijoLa mayoría de ellos apelan a la tradición y a las costumbres locales –claramente de naturaleza conservadora cuando no reaccionaria-, para justificar su participación en procesiones, misas y rosarios de toda índole. Dicen que así se viene haciendo desde tiempos inmemoriales y ellos no van a romper el cordón umbilical que los une a sus antepasados. Si lo hicieran, la gente los miraría como bichos raros y en las próximas elecciones no los votaría ni san Pedro.

Es cierto. Tradición y constitución se dan de bruces. Podríamos preguntarnos si estas costumbres y tradiciones están por encima del articulado de la constitución o esta, cuando se trata de reverenciar al santo local, debe doblar el espinazo, rebajar sus humos y hacer como si aquel no existiera.

corporativos.procesion-sanguesaEs evidente que el Parlamento ha hecho dejación en muchos aspectos con el cumplimiento de la llamada carta magna. Uno de ellos es, precisamente, el del artículo 16. 3. Y tendrían que ser los legisladores, elegidos democráticamente, quienes en coherencia con ese punto deberían elaborar unos decretos de su desarrollo no confesional del Estado en las instituciones públicas, incluidos los cuarteles de la Guardia Civil y del Ejército.

Sigue siendo inconcebible que las universidades públicas, los hospitales, ayuntamientos, Ejército, Guardia Civil y cementerios, sigan ostentando su carácter confesional –católico, obviamente; o, mejor dicho, nacionalcatólico-, mediante la presencia de capillas, confesores, crucifijos, curas castrenses y cruces, respectivamente.

La situación es más sangrante cuando quienes deberían ser los más escrupulosos defensores del orden constitucional no lo son, sino todo lo contrario. Las formas de no hacerlo son muy diversas y variadas.

zapatero-jurandoEl alcalde actual de Iruña ha introducido una nueva forma de incumplimiento de dicha no confesionalidad, deslizándose por la pendiente peligrosa de la esquizofrenia, consistente en decir “sí a la procesión y no a la misa. Un dualismo difícil de compaginar. La procesión y la misa participan de la misma esencia religiosa y confesional, por tanto incompatibles con el carácter no confesional que debe adornar el decoro de un alcalde. Lo que hizo el alcalde fue dar un paso adelante y otro hacia atrás. Es decir, enredar más si cabe el oscurantismo que preside este tipo de decisiones que siguen estando al albur de la individualidad y personalidad de cada cual.

Alcalde-Pamplona-de-EH-Bildu-procesion-San-Fermin-2015-aUn conflicto que no debería ocurrir jamás si la normativa o el protocolo –basado en el desarrollo del carácter no confesional de las instituciones públicas-, estuviese ya asimilado por parte de la clase política como algo natural y derivado de los tiempos en que vivimos.

La procesión en honor de un santo no es una costumbre. Una costumbre es un plato de ajoarriero que lo guisas cuando te apetece, te lo comes con quién te da la gana y dónde quieras. La procesión, como la misa, pertenecen al ámbito de la tradición, que es rígida, normativa, ritual, canónica, no en vano procede, en este caso, de la tradición religiosa de hace unas cuantas décadas. Como dice Wagensberg: “Una costumbre es un producto fresco, una tradición una conserva cuyos aditivos son los ritos y las ceremonias”. Y ya se sabe que las conservas tienen una fecha de caducidad.

evo.papaNo es cuestión de que la misa y la procesión se supriman. Hay que suprimirlo del programa oficial del ayuntamiento. No es una competencia que sea de su carácter. Quizás, lo fuera en la Edad Media y en el nacionalcatolicismo que no respetaba la libertad de nada ni de nadie. Hoy, no lo es.

La misa y la procesión son actividades de carácter religioso, donde se manifiesta la fe de una ciudadanía hacia un santo, convertido en fetiche religioso por mucho que nos cueste aceptarlo. Su organización, convocatoria y recorrido pertenecen a la Iglesia local, la cual pedirá el permiso correspondiente a la autoridad laica para que pueda invadir la calle con su espectáculo.

Ningún concejal debería asistir a ningún acto religioso en nombre de la corporación, porque eso es usurpar la representación de toda la ciudadanía que es plural y diversa. Es muy triste constatar que este principio normativo de no confesionalidad o de laicidad de las instituciones siga sin comprenderse y sin activarse, porque es un dispositivo fundamental para el desarrollo de la convivencia y del respeto que se debe a la ciudadanía. Sin este respeto es muy difícil que las distintas percepciones y sensibilidades del fenómeno religioso convivan sin alteraciones y sin violencias varias.

nacionalcatolicismo01A estas bajuras de la vida, estaría bien perfilar modos y maneras de situar lo religioso en el marco que le corresponde, algo un tanto difícil si por medio se mueve la iglesia católica que sigue considerándose la auténtica y verdadera delegada de los designios del todopoderoso. Todavía no ha aceptado que la Constitución y el Código civil son los instrumentos normativos de la ciudadanía, es decir, de todos, y no el Catecismo y la religión por la que se rige la conducta de algunos cristianos, no todos, desde luego.

Sin olvidar que ser creyente no es incompatible con la defensa de la laicidad del Estado.

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Dolor animal

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Si los toros sufren o no sufren cuando son sometidos a pinchazos y estocadas de acero debidas a un torero, que se pone delante de ellos desafiándolos hasta darles la muerte o recibirla, es materia filosófica de secano que cada cierto tiempo discuten apasionadamente sesudos sujetos.

Es cierto. El consumo de papel impreso en esta discusión es, en ciertas épocas, muy superior al tiempo y espacio dedicados a reflexionar  por qué los hombres se siguen matando entre sí a escala mundial. Causa mayor asombro e interés teórico aclarar si el toro de la plaza sufre o no sufre al recibir las artísticas agresiones del torero y su cuadrilla que aclarar, por ejemplo, por qué siguen los hombres, no solo matándose entre sí, sino por qué lo hacen los parias de la tierra en lugar de que lo hagan los ricos, que son los únicos que sacan tajada de dicha barbarie.

Pero que no cunda el pánico. Tomémonos el dato como rasgo positivo de cierta sensibilidad que no todos tenemos la gracia de poseer. Al menos, a esta gente le preocupa el dolor de los animales. No se sabe si esta inclinación se debe a que son incapaces de sentir lástima por las personas que sufren, pero deberíamos quedarnos con el dato importante: es gente que se interesa por el dolor de los toros de lidia aunque sea para negarlo. Al menos, tienen la delicadeza de prestar atención al asunto. Y convengamos en que no todos los seres humanos lo hacen.

Es verdad que las discusiones sobre este dolor del animal tendrían que haberse superado desde hace mucho tiempo, toda vez que existe un grupo numerosísimo de seres humanos que saben de buena fuente que los toros no sufren lo más mínimo cuando reciben las caricias de unas afiladas banderillas, los pinchazos del picador o la penetrante hoja de una espada produciéndole una muerte, a veces, agónica y espasmódica. Tal vez, estas gentes fueron en una vida anterior toros de lidia y hablan, por tanto, con absoluta propiedad analógica.

Podemos, por supuesto, dudar de si la verdad está de parte de esta gente iluminada, pero, por si acaso, ellos se cobijan en un silogismo que parece bastante honorable y concluyente: “Si los toros sufrieran de verdad, ¿creen que íbamos a ser tan bestias? ¿Cómo un ser racional y culto va a infligir dolor a un animal indefenso? ¡Eso solo lo hacen personas que han perdido cualquier asomo de racionalidad!”.

Tienen razón. Todos sabemos que el hombre puede llegar a cultivar cuotas de un sadismo refinado a gran escala, pero eso lo hará con semejantes de su especie, nunca con animales, indefensos o no. Un respeto, por favor.

Así que tranquilicémonos. Cuando el hombre los utiliza para su disfrute, no les inflige ningún dolor. Que no nos quepa la menor duda, dicen estos grandes conocedores de la sensibilidad animal: “Si los toros hablasen, seguro que se mostrarían agradecidos por recibir semejante trato. Piensen que, al ser inmolados en la plaza, es cuando alcanzan la plenitud de su realización como animales”.

Por que el toro no sufreAsí que estamos de suerte, amigos pusilánimes y sensibles.

Hay un sector privilegiado en nuestra especie que sabe que los animales no sufren. Este excelso grupo de humanos, no solo sabe que los toros son insensibles al dolor, sino que disfrutan de lo lindo en la plaza y están deseando que lleguen estos días de corridas y jaranas, porque saben que se lo van a pasar bomba. Es, qué duda cabe, la culminación de su destino, digno de una tragedia contada por Esquilo.

Estos cráneos privilegiados, no solo saben que el toro es insensible al dolor, sino que tienen la certeza de que marear un animal con un trapo rojo es una obra de arte casi a la altura de una sinfonía de Mozart o de un puchero chino de esa época o dinastía que siempre se cita. Incluso dicen, y es verdad, que es un fenómeno cultural que ha producido obras artísticas en todos los campos de la creación humana. Cierto: la muerte y el dolor han sido siempre una gran inspiración artística. Lo mismo que fuente de conocimientos aunque sean conocimientos manchados de sangre. Pero esto es harina de otro costal.

Esta gente que posee esta información superior sobre los toros y su relación con el dolor es gente muy especial. Y como tal habría que tratarla.

Sería muy higiénico que la ciencia siguiera su rastro no permitiendo que su destino se disuelva inútilmente en el anonimato. Cuando estiren la pata como sus amigos los toros, el cirujano y el científico deberían abrirles en canal su cerebro. Seguro que encuentran en sus meninges la razón de su sabiduría  y que el resto de los humanos nunca podremos desarrollar en nuestra almendra cerebral. Probablemente, su hipófisis, controladora del dolor, es en todo semejante a la de los toros. Lo cual aclararía muchas cosas.

Es muy posible que con la actuación de la ciencia el enigma histórico, acerca de si el toro sufre cuando lo chinchan hasta matarlo, se esclarezca. Perderemos un apasionante tema de debate, pero no hay que preocuparse. Seguro que a la vuelta de la esquina encontramos otro asunto que requiera nuestra obsesiva atención, mucho más que pensar en cómo acabar con el dolor y sufrimiento del ser humano.

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¿Desde cuándo un chiste es un delito?

           

 gila-expresionCorren malos tiempos, no solo para la lírica; también, para el humor en cualquiera de sus vertientes más recias, la ironía, el sarcasmo y la parodia. Lo que me lleva a considerar que una democracia que pone límites a libertad de expresión y bozales al mismo humor es poco atractiva. No debería ni llamarse democracia. Al fin y al cabo, si en una democracia no se puede decir lo que se quiera y como uno quiera, ¿en qué sistema de gobierno político lo podremos hacer?

Es terrible constatar que la defenestración intelectual y humana del autor de la creación humorística del más famoso cenicero español ha derivado, finalmente, en lo que querían los dogos del poder y aspirantes: en la necesidad de establecer límites a la libertad de expresión. Siguen sin entender que el hecho de tolerar un discurso hiriente no significa que lo admitamos. Callar no es otorgar.

Cuando se trata precisamente de un discurso o de un chiste hiriente, solo la víctima que se siente perjudicada o herida es la única habilitada para solicitar la intervención de la justicia. Pero aquí al parecer hay mucha gente, incluido el ministro de interior, que ejerce de víctima en cuanto pueden sacar tajada del evento. No solo eso. Se creen representantes delegados de las víctimas. Gentes que proceden de mentores ideológicos, que apoyaron el nazismo en una primera fase y el fascismo-franquismo en la segunda, se rasgan el traje de su hipocresía aparentando un humanismo que jamás han cultivado.

limitesexpresionAsí que habrá que volver a tocar de nuevo la partitura, amigo Sam, y proclamar que la libertad de expresión no tiene límites y que el humor, sea cual sea su carta de presentación, tampoco. Todo se puede decir, caiga quien caiga. Y, naturalmente que sí, quien lo diga deberá atenerse a sus consecuencias, caso de que la víctima, no sus representantes por muy cualificados que se consideren a sí mismos, lo considere oportuno y necesario.

Estaría por ver cuál es el alcance pragmático e incitador a la barbarie de un chiste, cuya finalidad primera y última es reírse del vecino y de uno mismo si se es capaz. ¿No podemos reírnos del mal ajeno? Lo hemos hecho toda la vida y lo hacemos a todas horas y en todo momento.

En política, la derecha se ríe de la izquierda en cuanto Sánchez o Iglesias opositan para mostrar quién es más torpe, y la izquierda se carcajea de la derecha en cuanto Floriano intenta construir una oración formada por un sujeto, verbo y predicado nominal.

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Si fuese la cencia, el pudor, el honor, la piedad, la discreción y la sensibilidad quienes establecieran esos límites de lo que decimos, hablamos y escribimos, hasta se podrían aceptar tales barreras. Pero no es así. Es el sistema político represor y autoritario quien lo establece, el cual ve en la chanza y en el descojono palabrático, también plástico, uno de sus más peligrosos enemigos.

¿Cuándo ha soportado el poder, laico y religioso, la pujanza crítica y sarcástica del chiste y del humor? Rara vez. ¿Ustedes creen que muchos, no todos, de los que se han escandalizado por el chiste del cenicero les ha importado alguna vez el holocausto nazi y el asesinato de tantas personas, fueran judíos, gitanos, homosexuales y disminuidos físicos? ¿O que se hayan interesado alguna vez por los crímenes del franquismo?

Me gustaría encontrar en cualquiera de sus biografías solo una línea, una frase, una palabra, de condena a ese ritual criminal que llevó a tantos hombres y mujeres, ancianos y niños a formar parte de una pavesa o de la zanja de una cuneta.

ministroagricutluraEspaña ha sido un país antisemita a lo largo de su historia. Pocos escritores e intelectuales del pasado se libran de semejante etiqueta. España cuenta entre sus gloriosos antecedentes con uno de los más conspicuos antisemitas de todos los tiempos y cuyo retrato podría servir para describir cantidad de actitudes actuales. Me refiero a Francisco de Quevedo, autor de La isla de los Monopantos, relato antisemita que incluyó en La hora de todos y la fortuna con seso, sátira contra Olivares, y publicada en 1650. En esa obrita aparece la famosa teoría de la conspiración del lobby judío para dominar el mundo y, con seguridad, conocida por quienes escribieron más tarde el más famoso libelo antisemita Los protocolos de los sabios de Sión. Un libelo, al que otro insigne antisemita, Pío Baroja, otorgaba su credibilidad, evidencia que no hacía extensible a los campos nazis a pesar de saber de su probada existencia.

forgesLa falta de ética de quienes han flagelado al concejal de cultura es de manual. Y, por tanto, estrategia de inquisidor y de censor.

Ningún floriano ambulante se habría escandalizado si Zapata hubiese sido un cero a la izquierda. Lo que dicen los demás importa en la medida en que se puede destruir el poder que tienen o representan, sea este poder propio o delegado. El chiste de Zapata se ha utilizado, no solo para destruir su integridad humana, moral y política, sino, sobre todo, para horadar los postulados democráticos que defiende Carmena. Díganme, pues, si esta artera utilización de lo que dicen otros para destruir a un segundo, ¿no es tan indecente como reírse de quienes heredaron la infinita tristeza de haber perdido a sus padres asesinados impunemente en una guerra o en un campo de concentración? No digo que sea más o menos grave, sino indecente.

Finalmente, está el contexto, esa palabra comodín a la que algunos se aferran para justificar sus meteduras de pata mental. Unas veces, se apela al contexto-extraverbal en el que se pronuncian ciertas palabras y, en otras, al contexto lingüístico de la frase donde aparece lo que se dice.

summers1En el discurso de los políticos, rara será la vez que el contexto, sea extraverbal o lingüístico, salga en ayuda de la burrada perpetrada por el bocazas de turno. Y ya no digo cuando el contexto es un mitin, donde tan fácil es decir sandeces para congraciarse, no solo con un público ávido de insultos contra el enemigo, sino con los propios dirigentes del partido de quien depende su posición en él.

En cualquier caso, toda persona puede decir lo que quiera en los contextos que desee, sabiendo que lo que diga será siempre observado con lupa de aumento por aquellos que desean amargarle el día. Y, si estos tienen el poder de su parte o aspiran a él, convénzanse de que ese día le llegará, más tarde o más temprano. Pero estaría bien que dejáramos los contextos en paz. Casi siempre son contextículos.

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