¡Biba la livertad relijiosa!

plenozaragozaEn el pleno del Ayuntamiento de Zaragoza del 28 de septiembre de 2015, se aprobó la modificación del Reglamento de Protocolo. Según la nueva normativa protocolaria, la asistencia a los actos religiosos será de obligado cumplimiento para el alcalde y los concejales. No se incluye en esta obligación perentoria, no se sabe si como deferencia o por ingrato olvido, a los ujieres y demás funcionarios del ayuntamiento. Tal dádiva protocolaria se debe a los votos del PP, del PSOE y del CHA. Cada formación política regodeándose en las aguas turbias de sus motivos particulares. Faltaría más. Pero el resultado ahí está.

A partir de ahora, todos a la procesión, quieras o no, seas ateo o musulmán, budista o tonto del culo.

Tal decisión, no solamente deja con el culo al aire la no confesionalidad del Estado, sino, también y sobre todo, la libertad ideológica y religiosa tomada esta de forma individual sin aditamentos de ninguna clase, tal y como formula el artículo 16.1 de la Constitución: se garantiza la libertad ideológica, religiosa y de culto de los individuos y las comunidades sin más limitación, en sus manifestaciones, que la necesaria para el mantenimiento del orden público protegido por la ley”.

Difícilmente podrá un alcalde o un concejal ejercer su libertad religiosa si debe asistir obligatoriamente a una ceremonia confesional. Particularmente, Hacía mucho tiempo que no me enfrentaba a una decisión tan absurda, tomada, además, por cerebros que pretenden dirigir la salud mental política de la ciudad. Es un decir, claro. Y se ven obligados, además, por una institución pública que, como parte del Estado y por mandato constitucional, es una  entidad aconfesional, ajena por completo a cualquier fe religiosa. Y es ella, precisamente ella, la que obliga a sus inquilinos a asistir obligatoriamente a lo que ella misma, como institución, jamás debería prestarse… El acabose. Ni Kafka hubiera imaginado argumento tan magnífico para describir las aberraciones a las que puede conducir una mente burocrática.

Hemos visto perpetrar muchos despropósitos, pero este será de los que colmen el vaso de la irracionalidad más esplendente. La decisión municipal atenta, no solo contra la lógica más elemental, sino contra la Constitución que establece que estas decisiones y conductas han de tomarse de forma voluntaria y sin coerción, pues, si no, dejarían de ser libres.

El ayuntamiento de Zaragoza se ha posicionado, gracias a la incuria intelectual del PSOE, pero no solo, obviamente, en contra de lo que aconseja la Constitución. roberto fernandezCONCEJALUna imagen para el recuerdo carpetovetónico de este país. ¡El ayuntamiento obligando a los alcaldes y a los ediles a asistir a procesiones confesionales en un Estado aconfesional! Pero ¿qué disparate monumental es este?

Una institución pública aconfesional, que debe mirar por el respeto a la libertad individual de cualquier naturaleza, se enfanga en el oscurantismo al dictaminar la obligatoriedad de sus concejales para que asistan sin chistar a un acto de carácter religioso. Y ello sin importarles lo más mínimo si los concejales en cuestión son ateos, musulmanes, deístas, agnósticos o tontos del trigémino.

¡Biba la livertad relijiosa!

Pensábamos que el carácter obligatorio de asistencia a actos de carácter religioso se había ido al desierto de Gobi con el Innombrable y con él el nacionalcatolicismo, ese fascismo de la fe nada camuflado al que estuvimos obligados a esnifar aunque fuera de modo cínico, hipócrita y, sobre todo, silencioso durante tantísimos años. ¡Qué ingenuidad!

El PSOE nos la ha vuelto a pegar y se ha pegado él mismo contra su propia cerrazón. El PSOE nos ha vuelto a recordar que con él no van los principios, la ética, la congruencia, la palabra dada, la constitución y las decisiones que toman en sus congresos federales. Harto estoy de escuchar a sus prebostes más lenguaraces que el cuerpo doctrinal de su ideología les pide suprimir los acuerdos nefastos con la santa Sede. Y, luego, ante una decisión tan elemental como la presente, se escurren como bayeta de cocina.

El PSOE se lo tiene que mirar. Lo suyo es esquizofrenia política. No se aclaran aunque se diga que han actuado así, porque buscan los votos de la ciudadanía. Que no. Que la ciudadanía hace tiempo que no permite que se la den con queso con agujeros.

La grandilocuencia socialista en estos temas es tan soberbia como inicua La palabra laicismo se les hace en la boca coca cola light, pero en cuanto deben aplicarlo de forma pragmática, incluso en tareas menudas, les entra una diarrea monumental. Se escudan en mil y un pretextos, la tradición, la costumbre, las creencias, Chindasvinto y la Virgen del Pilar.

capotedebregaAclárense. Necesitan un congreso para hablar de estos asuntos y asumir una decisión común, porque, cada vez que dicha cuestión se lleva a los plenos de los ayuntamientos de España, los pilla groguis, y así vemos cómo unos ediles se van por Oriente y otros por Occidente. Como diría Romanones: “¡Qué tropa!”.

La situación es muy grave, porque la decisión del municipio de Zaragoza, además de atentar contra el pluralismo y la aconfesionalidad, lo hace de forma indecente contra la libertad individual religiosa consagrada por la Constitución. Y eso sí que no.

Bien `podría decirse que la decisión tomada por el Ayuntamiento de Zaragoza es una decisión anticonstitucional. El Ayuntamiento de Zaragoza se ha colocado a la misma altura –o bajura mental y racional- que el propio Ejército, que no tiene escrúpulo en obligar a sus soldados a asistir a procesiones religiosas en contra del derecho inalienable de la libertad religiosa del individuo que asiste a éste.

Las fiestas de Zaragoza no son ni más laicas, ni más religiosas con la presencia o no de los ediles de Zaragoza en la ofrenda floral o asistiendo a los faustos folclóricos en honor de la virgen del Pilar. Serán lo que siempre han sido: una manifestación más del fetichismo religioso en el que muchas personas hacen convivir su irracionalidad metafísica ocasional con su inteligencia cotidiana y permanente.

Resulta paradójico que se diga que la asistencia del alcalde y los concejales a tales ceremonias representarán mejor a la ciudad que, a fin de cuentas, es su deber. ¿Lo es? No. Dicha representación sería posible si la ciudad fuese confesionalmente un monolito homogéneo y uniforme. Pero resulta que es todo lo contrario. La ciudad es un conglomerado plural donde conviven todo tipo de creencias y confesiones, y, por supuesto, los no creyentes.

La ciudadanía debería reparar que en asuntos de fe, de religión, de creencias metafísicas solamente ella es capaz de representarse a sí misma. ¿Acaso el acto de fe, al que asisten ciertos ciudadanos, pierde su transcendencia metafísica ante el objeto/sujeto de su devoción pública, que no es otro que el Altísimo, si no asisten a él los políticos?

Tratándose de un acto religioso, donde se supone que lo más importante es la relación de uno con su Dios particular, lo demás debería importar un guano. La asistencia de los políticos que se deben a un Estado no confesional tendría que ser a estas alturas una anécdota. Contentos tendríamos que vernos al gozar de la libertad que consagra la constitución para hacer lo que cada uno quiera en materia religiosa y confesional.

La gente que asiste a una manifestación religiosa no necesita que la represente nadie. Ella es su propia representante. Así que una razón más para que la obligatoriedad del alcalde y de los concejales resulte todavía más ridícula. Los ayuntamientos no deberían perder ni un minuto de su tiempo en estas cuestiones, porque estamos en un Estado en un Derecho Aconfesional, donde constitucionalmente se legisla a favor de la libertad religiosa. Y punto.

BELLOCH.CORPUSA no ser que, gracias al hecho de asistir a este tipo de actos confesionales, los ediles se vuelvan por ósmosis más honrados, más inteligentes y más coherentes. Y más piadosos, claro. Pero no parece que este sea el resultado final, ¿no? Lo fue en el caso de Belloch. Pero Belloch iba para obispo. Y eso se notaba.

 

 

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IGLESIA y GUERRA CIVIL

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            “La Iglesia figurará como mártir en la zona republicana y formando en el piquete de ejecución en la zona franquista. Fue víctima y verdugo” (Manuel Irujo, ministro de Justicia en la II República, 1937).

“En la actualidad luchan España y la anti España, la religión y el ateísmo, la civilización cristiana y la barbarie” (Cardenal Isidro Gomá).

El olvido tiene memoria

 El 10 de marzo de 2003, el Parlamento foral aprobó una resolución, en reconocimiento y reparación moral de las personas fusiladas y represaliadas en Navarra durante la guerra civil. Votaron a favor todos los grupos del Parlamento, salvo UPN, que se abstuvo. Miguel Sanz era, entonces presidente del gobierno foral. Votaron a favor de la declaración los 28 votos de PSN, IU, CDN, EA-PNV y del grupo mixto (Batasuna y Batzarre) y se abstuvieronlos 22 parlamentarios de UPN. diario1

Tiene cierta gracia sarcástica que, incluso, Diario de Navarra –un periódico que jamás ha presentado disculpas por su participación combativa en el golpe de Estado de 1936-, dedicara en su editorial un severo reproche a la «abstención errónea” de UPN.

La Iglesia navarra estaba representada en este momento por el arzobispo Fernando Sebastián, quien, antes de que se votara la resolución aludida, había enviado una carta a los portavoces del Parlamento considerando “no verdadera e injuriosa” la referencia que se hacía en el texto al papel que desempeñó la Iglesia de Navarra durante el levantamiento franquista. Y amenazaba –muy habitual en su carácter-, con recurrir a “instancias superiores” para que suprimieran esas referencias a la jerarquía eclesiástica por gravemente injuriosas.

arzobisposebastianEn el texto se decía exactamente: “Estos actos criminales se llevaron a cabo no solo con el beneplácito de la jerarquía eclesiástica, manifestada públicamente a favor del alzamiento, sino en algunos casos con su participación directa”.

Como la mejor manera de evitar vanos engarzamientos dialécticos es contar qué hizo y dijo la Iglesia, siguiendo su propia documentación, hagámoslo.

La iglesia siempre atacó el sistema democrático

Es un lugar común entre los historiadores, sean del signo que sean, aceptar que la Iglesia jerárquica e institucional vivió la II República como un cataclismo, como un tsunami, y el fallido golpe de Estado con su consecuente guerra civil, como un regalo de la Providencia.

Durante la II República, los sacerdotes en sus respectivas parroquias, acuciados por diversas exhortaciones pastorales de los obispos, no cesaron un momento en arremeter contra las leyes que emanaron del Gobierno legítimo, quien en la Constitución de 1931 había declarado que España era un estado laico. Laico para los curas de aquella época era como decir ateo, impío, comunista, masónico e infiel.

Y, en consecuencia, la Iglesia no vaciló un momento en apoyar el golpe militar, a pesar de que quienes se sublevaron eran militares perjuros, dado que todos ellos habían jurado ser fieles al gobierno democrático y legítimo de la II República. En otros tiempos, la Iglesia hubiera tomado a estos perjuros por las orejas y los habría arrojado a una hoguera, como se hacía en la época de Inquisición. A decir verdad, no tiene mucha lógica aristotélica que la Iglesia se asociara con unos perjuros aunque sí mucha enjundia teológica.

La contestación de la Iglesia jerárquica e institucional contra el gobierno legítimo de la II República empezó nada más implantarse.

segura y suñerEl cardenal de Toledo, Pedro Segura, 15 días después de la proclamación de la II República, lanzaría una violenta diatriba contra el régimen recién establecido, afirmando en una pastoral: “Cuando los enemigos del reinado de Jesucristo avanzan resueltamente, ningún católico puede permanecer inactivo. Caiga la maldición de Dios sobre España si arraiga la República«.

Es necesario aclarar que dicho cardenal era monárquico y nada partidario de Franco y su cuadrilla. Le cupo el honor a dicho cardenal oponerse a que Franco entrara bajo palio y catedrales de su jurisdicción, amenazando con la excomunión a quienes lo permitieran. Más todavía. En contra de lo mandado por dictadura se opuso a que se instalaran placas en los muros de la catedral y parroquias de su diócesis con los nombres de los Caídos por Dios y por la Patria. Llevaría su repugnancia hacia Franco hasta llamarlo en 1940 “forajido·, toda vez que los caudillos eran los jefes de una banda de forajidos y que en los escritos de San Ignacio de Loyola, «caudillo» era sinónimo de «diablo». Esto dio lugar a que Franco, como antes durante la República aunque por otros motivos, ordenara su expulsión de España, sin que, finalmente, se llevase a efecto en este caso.franco-palio

Segura no tenía nada de republicano, sino que era un cardenal integrista, de la vieja escuela decimonónica, cuya mayor aspiración era la implantación de un gobierno Teocrático, en el que las leyes de Dios estuvieran siempre por encima de las leyes civiles. Lo más parecido en estos tiempos a Segura podríamos encontrarlo en la figura de Rouco Varela.

Sin excepción alguna, los obispos venían proclamando antes de que se implantara el régimen republicano que este era incompatible con la identidad de ser español, que era la de ser católico, y que su legislación –ley de matrimonio civil, separación Estado-Iglesia, secularización de los cementerios, etc.- escondía intenciones de una “satánica persecución religiosa».

La Iglesia, en contra de lo que dijera Fernando Sebastián, tuvo una parte activa en la guerra civil, tanto que sin su participación hubiera fracasado estrepitosamente. Y no solamente de boquilla, sino activamente, actuando directamente en la contienda. Ya es sabido que “muchos seminaristas y curas fueron los primeros en enrolarse en el requeté y animaban al personal a que hicieran lo mismo. Tocaban las campanas buscando gente por los pueblos y colaboraban en el reclutamiento. Hileras enteras de confesados y arengados por los clérigos”.

seminaristasfusilesMarino Ayerra, párroco de Alsasua, en 1936, aseguraba que “era frecuente ver en esos primeros días, curas y religiosos con un fusil al hombro, su pistola y su cartuchera sobre la negra sotana” (¡Malditos seáis! No me avergoncé del evangelio (Mintzoa, 2002). Y no seamos ingenuos. No actuaban al margen de sus jerarcas. La unión entre la espada y la cruz, la religión y el movimiento militar es un tema recurrente en todas las instrucciones, circulares, cartas y exhortaciones pastorales que los obispos difundieron durante agosto de 1936.

olaecheaComencemos por quien entonces era obispo de Pamplona, Marcelino Olaechea Loizaga. En uno de sus artículos memorables, reproducido en Diario de Navarra, con el título de “NO es una guerra, es una cruzada”, dirá: “Vivimos una hora histórica en la que se ventilan los sagrados intereses de la religión y de la patria, una contienda entre la civilización y la barbarie (…) Con los sacerdotes han marchado a la guerra nuestros seminaristas. ¡Es guerra santa! Un día volverán al seminario mejorados. Toda esta gloriosa diócesis, con su dinero, con sus edificios, con todo cuanto es y tiene, concurre a esta gigantesca cruzada”. Lamentablemente, el obispo se daría cuenta muy tarde de la embarcada criminal y asesina en la que se había metido. En diciembre de 1936, escribirá otro texto en el que exclamará “no más sangre”. ¡En diciembre! Para esa fecha, en Navarra ya se habían fusilado a 3400 republicanos.

Más todavía. El obispo de Pamplona firmaría junto con el de Vitmugicaurrestarazuoria, Mateo Múgica, otra exhortación con el título de Non licet – No es lícito –también reproducida en el periódico oficial de los golpistas fascistas, el periódico de Cordovilla-, exigiendo a los sacerdotes que no apoyaran al gobierno republicano.

 La carta colectiva de los obispos

La Iglesia no dudó en ofrecer su bendición apostólica a la política de exterminio inaugurada por la sublevación de julio de 1936.

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El texto de la «Carta colectiva de los obispos españoles a los de todo el mundo con motivo de la guerra de España», redactada en julio, pero publicada en agosto de 1937, es la prueba escrita concluyente de que la Iglesia se comportó de manera tan beligerante y de forma nada compatible con el evangelio que predicaba. El contenido de la carta lleva la sintaxis y el estilo del cardenal Gomá, quien, precisamente, se encontraba en Pamplona –en las fotos de la época aparece en el balneario de Belascoain rodeado de requetés-, a donde vino a parar desde Toledo por consejo del propio Mola días antes del golpe. Gomá era el cardenal primado de Toledo y redactó la carta a petición de Franco, ya que, dado que el episcopado apoyaba el golpe, estaría bien que publicara «un escrito que, dirigido al episcopado de todo el mundo, con ruego de que procure su reproducción en la prensa católica, pueda llegar a poner la verdad en su punto«. La finalidad de la carta era obvia: contrarrestar la condena del golpe por parte de muchos sectores del catolicismo europeo y americano, horrorizados por los crímenes y asesinatos cometidos por los nacionales. No solo eso, el catolicismo europeo y americano rechazaba directamente que se tratara la guerra civil como una cruzada o guerra santa.

cartacolectivaLo cierto es que la carta obtuvo un éxito absoluto. En la práctica, los obispos del mundo adoptaron el punto de vista sobre la guerra que tenían los obispos españoles, debido a la descripción que en ella se hacía de la persecución religiosa en la zona republicana. Como escribió un colaborador de la Oficina Nacional de Propaganda franquista «la carta de los obispos españoles es más importante para Franco en el extranjero que la toma de Bilbao o Santander«. La jerarquía española bendijo la guerra como «cruzada» y «guerra santa», calificándola como «movimiento cívico-militar… de sentido patriótico… defensa de los principios fundamentales de toda sociedad civilizada… para levantar a España y evitar su ruina definitiva… y como la garantía de la continuidad de su fe y de la práctica de su religión».

No menos rotundo fue Mons. Olaechea, obispo de Pamplona, quien deseaba «el triunfo de nuestras armas» y veía ya «brotar en la punta de las bayonetas de nuestros soldados el ramo de olivo y calificaba la guerra de estos como la más alta cruzada que han visto los siglos, donde es palpable la asistencia divina a nuestro lado».

Y ya se sabe que cuando se tiene a Dios de tu parte…

Como se sabe, esta carta fue firmada por la casi unanimidad del episcopado No la firmaron el cardenal de Tarragona, Vidal i Barraquer –quien habló de manipulación ideológica y sometimiento del poder eclesial al poder militar perjuro-, el obispo de Vitoria, Mateo Múgica; Javier Irastorza, obispo de Orihuela; Juan Torres, obispo retirado de Menorca y el cardenal Pedro Segura, por los motivos que ya aduje.

Documental "Vidal i Barraquer, coherència i exili"Múgica fue enviado al destierro por orden de los militares franquistas en 1937. No pudo regresar a España hasta 1947, se instaló en Zarautz donde murió, completamente ciego, en 1968. Y no hay que olvidar que Mateo Múgica había apoyado en principio a los militares sublevados, firmando con el obispo de Pamplona una instrucción episcopal, Non licet, con la prohibición formal a los católicos de adherirse a la República. Vidal y Barraquer se exiliaría a Suiza.

Ante un pueblo masacrado y reprimido tras la victoria franquista, Francisco Javier Lauzurica (1937-1943), nombrado (por destierro de Mateo Múgica) Administrador Apostólico de la Diócesis de Vitoria, «obispo de Franco», se expresó en su primera pastoral: «Así mismo deseamos vuestra total incorporación al movimiento nacional, por ser defensor de los derechos de Dios, de la Iglesia Católica y de la Patria, que no es otra cosa que nuestra madre España» (1937). Y no dudaba en afirmar: «Soy un general más a las órdenes del Generalísimo para aplastar al nacionalismo. Ya que no podemos vengarnos de los rojos huidos, nos vengaremos en las personas de sus familiares, de forma ejemplar».

En el libro La iglesia en llamas, favorable a las posiciones de la iglesia, se dice: «Lo malo es que en la España nacional la Iglesia colaboró demasiado en la tarea justiciera que se habían impuesto los militares. Sí: hemos visto demasiados curitas y frailes con la boina roja y las dos estrellas de teniente marchando con el jacarandoso contoneo del vencedor».

Que la Iglesia institucional participara directamente en la masacre, bendiciéndola con agua bendita, con ser grave hecho moral, no lo sería tanto si se compara con la fundamentación teórica que sirvió a los fascistas españoles para llevar adelante su política de exterminio y de terror, tal y como pedía Mola en su bando.

Lo que la Iglesia jerárquica sostuvo es que matar en nombre de Dios estaba más que justificado. Contra quienes luchaban los sublevados eran enemigos de Dios, como lo fueron antaño los infieles moros. Matar en nombre de Dios ha sido el mejor ariel sintético inventado para limpiar toda culpa. La RESPONSABILIDAD DE LA IGLESIA CATÓLICA, apostólica y romana no consistió en que algunos de sus sacerdotes llevaran pistolón debajo de la sotana y el hisopo en la mano derecha, y que formaran parte de las asesinas «rondas del alba», que fusilaban a indefensos republicanos. La verdadera y nunca reconocida responsabilidad de la iglesia fue elaborar el discurso apologético de la llamada por los propios obispos santa cruzada nacional No nos engañemos. Todas las guerras que ha emprendido la Iglesia han sido siempre santas y cruzadas. En algo se le tiene que notar que tiene relación directa y telepática con el Altísimo.

urtasun-dibujoLa Iglesia jerárquica española, entre los que se encontraba el obispo de Pamplona, Marcelino Olaechea, justificó teológica, política y culturalmente, la imperiosa necesidad de una guerra que terminaría, según su terminología, «con la implantación de los soviets en España».

En ningún momento de la carta, los obispos declararán que los militares se rebelaron contra un orden constitucional, elegido democráticamente mediante unas elecciones libres. Su intención será justificar la guerra, darle carta de naturaleza necesaria y obligatoria. Y así dirá: «La guerra es a veces el remedio heroico, único, para centrar las cosas en el quicio de la justicia y volverles al reinado de la paz. Por esto, la Iglesia aun siendo hija del Príncipe de la Paz, bendice los emblemas de la guerra, ha fundado las Ordenes Militares, y ha organizado Cruzadas contra los enemigos de la fe». Un auténtico sarcasmo, toda vez que en el ejército de los sublevados había un buen regimiento de “moros musulmanes”.

seguraconfrancoEnemigos de la fe eran, ahora, los republicanos, quienes “constituyen una de las partes beligerantes que iba a la eliminación de la religión católica de España, que nosotros, Obispos católicos, no podíamos inhibirnos sin dejar abandonados los intereses de nuestro Señor Jesucristo». Por si fuera poco, dirá: «estos son los hechos. Cotéjense con la doctrina de Santo Tomás sobre el derecho a la resistencias defensiva por la fuerza y falle cada cual en justo juicio».

El juicio de los obispos es tan nítido que elevarán la guerra a la categoría de «un plebiscito armado». Lo que en boca de unos obispos era una barbaridad. La solución a la diferencia de criterios y de visiones sobre la realidad se solventaba ahora a disparo limpio, a garrotazo limpio, como ya profetizara con su trágica perspicacia el gran Goya. La intención clara de los obispos fue dar aire y oxígeno ante el mundo a los facciosos contra el orden constitucional legítimo: «Los sublevados salieron en defensa del orden, la paz social, la civilización tradicional y la patria, y muy ostensiblemente, en un gran sector, para la defensa de la religión; y de la otra parte, la materialista, llámese marxista, comunista o anarquista, que quiso sustituir la vieja civilización de España con todos sus factores, por la novísima civilización de los soviets».

Utilizando una terminología muy eclesial añadirá: «El alzamiento cívico militar fue en su origen un movimiento nacional de defensa de los principios fundamentales de toda sociedad civilizada: en su desarrollo, lo ha sido contra la anarquía coaligada con las fuerzas al servicio de un gobierno que no supo o no quiso tutelar aquellos principios». Y según los obispos era nacional «por su espíritu y por su objetivo, por cuanto tiende a salvar y sostener para lo futuro las esencias de un puesto organizado en un Estado que sepa continuar dignamente su historia».

Finalmente, los obispos añadirán: «La iglesia, a pesar de su espíritu de paz y de no haber querido la guerra, no podía ser indiferente en la lucha; se lo impedían su doctrina y su espíritu, el sentido de conservación y la experiencia de Rusia. De una parte se suprimía a Dios, cuya obra ha de realizar la Iglesia en el mundo».

Es decir, su doctrina y su espíritu no le impidieron justificar un golpe militar contra un régimen político legal y legítimamente constituido. Y lo peor de todo: no le impidió alzar su voz para pedir parar la guerra.

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Peor todavía. La Iglesia, como institución, se ha resistido una y otra vez a pedir perdón colectivamente por su pasado colaboracionista”. De hecho, la reacción de Fernando Sebastián obedece ni más ni menos a ello. Más todavía. La iglesia beatificó a 513 sacerdotes pertenecientes al sector de la Iglesia que apoyó a Franco, pero se olvidó de los que apoyaron al bando republicano y que fueron asesinados por los llamados impropiamente nacionales. Esto reafirma más la tesis de que la jerarquía eclesiástica puso al servicio de los vencedores todo su poder simbólico-religioso generando lo que luego cobraría cuerpo doctrinal con el nombre «nacionalcatolicismo», lo que bien puede calificarse como el fascismo de la fe. Esta servil relación del sector dirigente de la Iglesia española con el régimen impuesto por los sublevados conllevaba una vergonzosa sumisión ideológica y práctica a la política dictatorial y a sus intereses. A cambio de esta sumisión, la institución eclesiástica, con obispos nombrados según el beneplácito del jefe del estado, obtenía prebendas, apoyos, privilegios y la garantía de ser la única religión legal en un estado confesional.

Las dos ciudades

 No terminarían ahí los documentos oficiales de la jerarquía eclesiástica abundando más si cabe en la constitucionalidad, legalidad, justicia y necesidad metafísica del golpe de Estado. El cardenal Pla i Deniel se soltaría en 1936 con otro texto digno de su mentalidad teocrática y fundamentalista. He aquí un fragmento de su pastoral titulada Las dos ciudades:

«¿Cómo se explica que hayan apoyado el actual alzamiento los prelados españoles y el mismo Romano Pontífice haya bendecido a los que luchan en uno de los dos bandos? La explicación plenísima nos la da el carácter de la actual lucha, que convierte a España en espectáculo para el mundo entero, Reviste, sí, la forma de una guerra civil; pero, en gomá2realidad, es una Cruzada. Fue una sublevación, pero no para perturbar, sino para restablecer el orden. (…) La Iglesia no interviene en lo que Dios ha dejado a la disputa de los hombres. Si desde el primer instante, los prelados hubiesen oficialmente excitado la guerra, los que han asesinado obispos y sacerdotes, incendiado y saqueado templos, habrían dicho que era la Iglesia la que habría excitado y justificado sus crímenes como represalias (…). Entonces ya nadie ha podido recriminar a la Iglesia porque se halla abierta y oficialmente pronunciado a favor del orden contra la anarquía, a favor de la implantación de un orden jerárquico contra el disolvente comunismo, a favor de la defensa de la civilización cristiana y sus fundamentos, contra los sin-Dios y contra Dios” (Pastoral, Las dos ciudades, Enrique, obispo de Salamanca, Pla y Deniel 1 de octubre de 1936).

El cardenal primado de Toledo, Enrique Pla i Deniel (Barcelona, 1876 – Toledo, 1968), franquista empedernido, inmisericorde con los vencidos, bendijo el criminal golpe militar de 1936 como una cruzada de “los hijos de Dios contra la España de los sin Dios, de los hijos de Caín, contra la no España”.D. Enrique Pla y Daniel Obispo de Ávila Lo hizo bien temprano, el 30 de septiembre de 1936, en Salamanca, de donde era obispo diocesano, con una pastoral de título agustiniano ‘Las dos ciudades’. Fue en su palacio episcopal donde el golpista general Franco instaló el cuartel general en los primeros meses de la guerra, hasta su traslado a Burgos.

Pla i Deniel volvió a la carga con una interpretación teológica y moral del resultado de una guerra ganada por los suyos con la inestimable ayuda de la Alemania de Hitler (nazismo), la Italia de Mussolini (fascismo) y miles de soldados moro-musulmanes, es decir, infieles, según su jerga. “El triunfo de la ciudad de Dios y la resurrección de España”, tituló en 1939 la nueva pastoral. No hizo un gesto de disgusto cuando Franco prohibió publicar en España la encíclica ‘Mit brennender Sorge’ (en alemán ‘Con ardiente inquietud’), de Pío XI contra el nazismo.

Tampoco se solidarizó Pla con el cardenal Isidro Gomá, entonces primado de Toledo, censurado también por el dictador cuando, en un gesto de arrepentimiento, quiso publicar en enero de 1940 la pastoral “Lecciones de la guerra y deberes de la paz” donde afirmaba: “La guerra civil ha sido un castigo; ahora es indispensable llegar a una reconciliación si queremos evitar los daños que el odio ha producido”,

Gomá murió meses después, completamente abatido. Franco firmó su esquela en el Boletín Oficial del Estado del 24 de agosto ordenando que se le tributasen “los honores fúnebres que las ordenanzas señalan para el Capitán General que muere en plaza donde tiene mando en jefe”.

Su sustituto en la primatura episcopal fue Pla i Deniel. Faltaría más.

El concordato: un buen botín de guerra

concordatoEl concordato firmado por Pío XII y Franco (1953) sancionó el estatus político-religioso como resultado de la guerra civil. El papa agradecía a Franco su defensa de la iglesia en la guerra y la preeminencia que le había dado.

El concordato consagraba el principio de unidad religiosa y la confesionalidad del estado. Este se hacía cargo del mantenimiento del clero, a la vez que reconocía a la Iglesia la libertad de acción pastoral, de enseñanza y de asociación religiosa, así como la existencia de un fuero especial. A cambio, el Vaticano otorgaba al jefe del Estado el derecho de presentación de obispos, ya acordado en 1941.

Tras los acuerdos de 1953, la dictadura personal de Franco estaba plenamente consolidada. Unos acuerdos que siempre tendrán la categoría de BOTÍN DE GUERRA. Al año siguiente, el cardenal Pla impondrá a Franco la Orden Suprema de Cristo. Más tarde, estos acuerdos serían ratificados en 1976 y en 1979. De hecho, el artículo 16. 3 de la Constitución actual, aunque declara la no confesionalidad del Estado, añade que cooperará con la iglesia católica… en lo que sea menester. Y para concretar este menester ahí están los acuerdos. Unos acuerdos contra los que ningún gobierno ha sido capaz de “cogerlos” por donde hay cogerlos y enviarlos al fondo de una zona pelágica.

Por mucho que le cueste aceptarlo, la Iglesia perdió su libertad y su voz evangélica, si es que alguna vez la tuvo, claro. Su mensaje y práctica pastoral quedaban sometidos a los imperativos del régimen franquista. Y la religión recrudeció más si cabe su forma de poder en la sociedad. concordato2

Como afirmó el jesuita historiador Álvarez Bolado, «la Iglesia, con su integrismo religioso robusteció el integrismo autoritario del régimen»… dentro de «una intensa convergencia con la perspectiva «religiosa» de las tendencias políticas que obtienen la victoria en el año 39». Por ello, «la integración del factor católico ha sido uno de los elementos de mayor éxito para la subsistencia interior y exterior del sistema político español».

La dictadura de Franco encontró en la iglesia uno de sus más robustos baluarte. Sin su ayuda no es posible comprender los largos años de dictadura franquista.

concordato3La iglesia fue responsable moral de la mayoría de las atrocidades que se cometieron durante los primeros meses de la guerra. Y fue el mayor defensor que tuvo el franquismo a lo largo de los cuarenta años de su atroz dictadura. La Iglesia  como institución jerárquica no hizo nada contra la eliminación sistemática y premeditada de la población civil indefensa, en razón de sus ideas políticas o creencias religiosas. Seguramente que sus sacerdotes no dispararon ni una bala –cosa que dudo-, pero ella, como Iglesia, fue tanto o más responsable de lo sucedido que los dirigentes militares como Mola, Queipo de Llano y Franco. Cuando algunos jerarcas se dieron cuenta de las atrocidades cometidas y quisieron echar marcha atrás, el genocidio ya se había consumnado. Desde luego, estos obispos, entre ellos Marcelino Olaechea, no fueron muy perspicaces.

La iglesia salió del infierno anticlerical y ateo –así calificó el período de la II Repúbica- para entrar en un paraíso integrista. Ya no era necesario adaptarse a un Estado democrático y laico, la victoria franquista le volvió a ofrecer la posibilidad de entregarse a un Estado autocrático y confesional que le ayudaría a recobrar su influencia en todos los ámbitos habidos y por haber. Iglesia y Estado habían vuelto a ser la misma cosa despreciable que en épocas pasadas.

Nota final

El Diccionario de la Real Academia de la Historia discutió durante algún tiempo acerca de cómo calificar el gobierno de Franco, si como autoritario o como totalitario. Ni una cosa, ni la otra. Fue una conspiración criminal para eliminar masivamente a otros seres humanos por el hecho de pensar diferente o mantenerse fieles a la palabra que dieron. Técnicamente, hoy se llama genocidio.

Consiguieron que desde 1936 hasta 1977 nadie votara y no se cumpliera el mandato democrático fundado en el sufragio universal, como establecía la legítima Constitución de 1931. Y ello, gracias a la ayuda nada desinteresada de la Jerarquía Eclesiástica.

 

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RECICLAJE DE LOS CORRUPTOS

corruptosEs paradójico que el sistema actual haya conseguido transformar miles de toneladas de mierda en productos manufacturados y no haya sido capaz de reciclar a los corruptos.

Se podrían alegar muchas causas de esta ineptitud, pero la más probable es que el sistema no haya puesto mucho empeño en el intento; quizás, porque considera de hecho que los corruptos no son materia biodegradable y, por tanto, incapaces de transformarse en otra cosa que no sea mierda sintética y ambulante, por no decir fantasmal. Como diría el clásico ubi sunt?: ¿qué fue de los corruptos que en el mundo han sido? ¿A dónde se fueron con su formidable inteligencia para guindar a troche y moche?

El ser humano es más vengativo de lo que parece. Y cuando este espíritu bíblico impregna los estamentos del sistema, no está lejos de dejarse llevar, no solo por un pensamiento determinista; también, fatalista. Que traducido significaría que, si una vez en tu vida has sido corrupto, lo serás sine die. Quizás, el estigma no lo lleves incrustado en ADN, pero sí en los esfínteres o en la vesícula biliar, que para los efectos secundarios sería lo mismo.

En cualquier caso, la dejación del sistema en este asunto es muy dañina. Especialmente, si tenemos en cuenta que en los últimos años la producción de corruptos ha ido creciendo en progresión geométrica. Nunca hubo corruptos con tanta calidad. Y no parece que vayan a desaparecer. Pues siempre hay alguien esperando en la esquina para dar el barcenazo.

corruptos3El PP y el PSOE, además de ser unas máquinas de hacer votos, han sido fábricas de corruptos en serie. Mucho mejor la producción del primero que la del segundo. Para colmo, la derecha siempre ha contado con la entusiasta complacencia de ciertos jueces. Pero, alegrémonos camaradas. El PSOE en esta materia de Rinconetes y Cortadillos ha sido un discípulo aventajado del PP y, como le dejen, pronto igualará esas cuotas nevadas de despendolar al sistema gracias a algunos de sus militantes, más corruptos que socialistas, a no ser que, como ya dijera un cínico Montoro, “ser socialista es la mayor corrupción que hay”.

Que el sistema no muestre interés alguno por recuperar a quienes hasta ayer mismo eran sus más fervientes defensores revelaría la catadura demagógica en el que se asienta este sistema, porque puestos a suprimir de cuajo el primero en desaparecer tendría que ser el propio sistema, padre putativo de la corrupción existente. Además, permite una legalidad nada compatible con la ética, haciendo que muchas situaciones corruptas se enquisten dentro de su organismo cada vez más putrefacto.

El sistema y la sociedad misma demuestran al alimón su fracaso absoluto en la tarea apasionante y solidaria de transformar mediante elementos persuasivos y coercitivos al hombre malo en hombre bueno. Desde luego, el sistema necesita unos pedagogos mucho más cualificados que ese barato conductismo venal en el que están instalados.

¿Ustedes han visto cómo ha dejado el sistema coercitivo al antiguo corrupto Julián Muñoz? Esto no son maneras. Hubiera sido mucho mejor que le hubiesen sentado en una silla y haberle dado unos calambres en las partes correspondientes. Y se acabó la rabia.

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Si analizamos el asunto por su lado práctico, que es el que importa al sistema, vemos que se trata de un despilfarro imperdonable. Considérese que corruptos los hemos de tener siempre entre nosotros. Por esta razón, se hace necesario dar con una fórmula capaz de reciclar a esta gente, para devolverlos sanos y salvos a la vida pública e institucional. Eso sí, con la garantía paulina del converso, es decir, con la promesa de que ya no volverán a metérnosla doblada y que prestarán su ayuda al sistema para evitar casos como los suyos. ¿Se imaginan la alegría que nos darían Bárcenas, Granados y Rato proclamando al mundo entero que ya no la volverán a hacer y que, para demostrarlo, ingresarán al unísono demócrata en un convento de cartujos?

corruptos3Es asombroso que el Estado se aproveche de la disidencia de hackers y filibusteros de secano para infiltrarse en los predios tecnológicos informativos del enemigo –una ilegalidad en toda regla-, y se olvide de la sabiduría pragmática de los corruptos. Digámoslo sin complejos. Un corrupto sabe mejor que nadie cómo funciona el sistema, dónde falla y dónde se le puede meter mano sin que se entere…

Un corrupto converso es como un perro guardián que colocas en la puerta de tu chalé y no se deja engañar ni por chuletón de buey. Un corrupto converso es la mejor alarma del sistema para evitar que este se infecte de gente indeseable. El corrupto converso huele las malas intenciones corruptas al vuelo. Conoce mejor que nadie las artimañas, las poses, el lenguaje de quien va por la vida de guay y no es más que un vulgar chorizo con aspiraciones a convertirse en un Bárcenas de la high corrupción. Todas las instituciones del país deberían contar con un corrupto converso en su plantilla.

Ha llegado el momento de ser pragmáticos. Y así, como Montoro animaba a los defraudadores con Hacienda a arrepentirse y declarar en secreto lo que habían robado por ineptitud del propio sistema, debería hacer un llamamiento a los corruptos, invitándolos a que fuesen buenos y valientes, a que salieran del armario y proclamaran abiertamente: “Soy un corrupto arrepentido”.

Un corrupto arrepentido es más valioso para la recuperación de la economía del país que un ministro de economía y de hacienda juntos; en especial, si estos se llaman Guindos y Montoro, a no ser, claro está, que tales ministros sean, también, corruptos, que, si es así, apaga y vámonos. Si es así habrá que invocar a Santa Corrupción, ora pro nobis.

 

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¿DE QUÉ TRADICIÓN ESTAMOS HABLANDO?

 procesion2       La mayoría de los alcaldes que asisten a actos religiosos dicen que lo hacen, no porque sean creyentes en primera instancia, sino por fidelidad a una tradición local, regional o nacional. Si no lo hicieran, sus paisanos los catalogarían como bichos raros. Lo curioso es que algunos de estos alcaldes que asisten a estas procesiones no se les conocía semejante afición cuando eran, sin más, ciudadanos de a pie, sin cargo político público. Ahora con el cargo al hombro parece que se les ha despertado su genotipo tradicionalista.

Desgraciadamente, el fenómeno se extiende como una plaga en la hornada política. Y da lo mismo que los alcaldes sean de derecha que de izquierda. A muchos de ellos se les llena la glotis con la palabra tradición. Les va su marcha, valga la paradoja. Lo más curioso es que, si por lógica, los calificamos como tradicionalistas, replicarán que no nos pasemos, que una cosa es amar la tradición de su pueblo y otra ser tradicionalista y de las Jons. Y, por esta vez y sin que sirva de precedente, habrá que darles la razón, aunque en la práctica concreta actúen en estos asuntos como si lo fueran.

Tanta unanimidad conmueve. ¡Ni que la clase política hubiera hecho una convención para ponerse de acuerdo y decir lo mismo! Eso sí, más allá de este simple acto de habla no encontraremos más aportación que la apelación justificativa del clásico “es la tradición, ¿no?”. Ni siquiera reparan en el obsceno hecho de pensar lo mismo que sus oponentes cuando eso lo tienen prohibido por los estatutos del partido. Extraña actitud, pues los políticos como mejor se definen es afirmando lo contrario que sus adversarios. No es normal que cierta izquierda y la derecha defiendan la tradición y se rebelen al unísono creyente contra quienes pretenden, dicen, quitarles el santo y su procesión.

Como mínimo diría que se trata de una unanimidad acrítica. Apelar a la tradición parece un argumento honorable, toda vez que con ello se celebra la memoria de nuestros antepasados, pero si no se va más allá de esta emocional razón… significa que no se ha superado el umbral del impresionismo.

procesion-clavijoLas tradiciones no son inocentes, ni neutras. Son formas culturales que reflejan el comportamiento colectivo de una sociedad tanto si son del pasado como del presente. Y la cultura tiene siempre un aspecto creativo, pero, también, regulativo, normativo y prescriptivo. No todo en ella es longaniza. Recordemos las veces que se ha relacionado cultura con la palabra barbarie. En efecto. No todas las tradiciones han sido positivas para el desarrollo de las colectividades y, mucho menos, para la emancipación del individuo. La fuerza coercitiva de los poderes locales, civil y eclesiástico, jamás ha permitido el libre desarrollo y autónomo del sujeto. Si algo perturbador tiene la tradición del pasado –sobre todo religiosa- es su obsesión por arrasar al disidente, al llamado hereje, sambenito que bastaba para llevar a uno a la hoguera.

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Que no todas las tradiciones han sido oro molido lo revelaría el hecho incuestionable de que muchas desaparecieron, porque en ellas el respeto a la diferencia y a dignidad humana dejaban mucho que desear Ha habido tradiciones y costumbres que han sido un insulto a la racionalidad más elemental. Hacerlas desaparecer ha costado miles de años y, desgraciadamente, millones de muertos. Y se trataba de unas tradiciones consideradas la mar de honorables. No en vano su calidad venía garantizaba por la autoridad del crucifijo y, por si este fallaba, aparecía el argumento incontestable de la espada y del potro de tortura. Digámoslo ahora que podemos: en este país, rara será la tradición cuyo origen y desarrollo no haya dependido del férreo nihil obstat de la autoridad eclesiástica. Muchas tradiciones que actualmente se festejan tienen una genealogía poco compatible con el pluralismo y la libertad.procesion.cornago

La gente que asiste a una procesión piensa que no hace mal a nadie, pues se limita a manifestar públicamente su fe en la virgen del Pilar y en san Fermín. Esa misma reflexión debería acompañarles cuando en la vía pública se manifiesta otra gente defendiendo ideas y planteamientos nada acordes con los planes inexistentes de Dios, ordenados e inventados por la obispada de turno.

Pero el acto de asistir a una procesión, sea laica o religiosa, no es inocuo. Lo saben hasta quienes se las dan de ingenuos. Menos inocente lo será si tal acto lo protagoniza un cargo público. La ideología que contiene una procesión, una romería, una ofrenda, un rosario y viacrucis públicos, es teología de catecismo concentrada. Teología del fetiche y de una imaginería casi siempre medieval o de la época de Chindasvinto. No es de extrañar. La parafernalia ritual eclesiástica huele a incienso viejo y revenido.

Se dice que estas manifestaciones religiosas se asientan en la tradición. Especifiquemos: en una determinada tradición. No otra. Una tradición que rezuma religión por todos los lados. No en vano, la religión ha sido el elemento fundamental utilizado para cohesionar, eufemismo de someter, a la propia sociedad. No existía acto de cierta transcendencia, aunque fuera de naturaleza civil, que no estuviera presidido por una imagen religiosa, una cruz y la presencia del hisopo. Todo debía pasar por la mirada omnipresente del ojo eclesiástico.

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La tradición que postulan estos alcaldes es una tradición que ha sido un oprobio, una negación absoluta de la libertad de conciencia, de la libertad de pensamiento y de la misma liberta religiosa. Pues la base de su fe era totalitaria. Esta tradición, humus nutricio de las que actualmente existen y son reclamadas por acríticos alcaldes, hunde sus raíces en el más grasiento oscurantismo de la tradición católica. Una tradición que se consideraba representante exclusivo y excluyente de la marca Dios. La tradición religiosa que defienden estos alcaldes se remonta a una tradición en la que no había más espectáculo público que la adoración a un Dios secuestrado por la Jerarquía Eclesiástica. De hecho, su funcionamiento y su finalidad avasalladora confesional siguen como en la época del nacionalcatolicismo.

Pero ya ven, aun tratándose de una tradición indigesta, defiendo que procesiones, romerías, ofrendas y rosarios se manifiesten en la vía pública. Pues entiendo que las personas tienen derecho a proclamar públicamente sus creencias, sus obsesiones y sus fetiches particulares (incluidos la zoofilia y el canibalismo). Y con igual rotundidad sostengo que dichas manifestaciones y procesiones -la zoofilia y canibalismo, no; las de carácter religioso-, deberán convocarlas y organizarlas únicamente las iglesias locales, sometiéndose su petición al permiso del poder civil.

Los ayuntamientos deberán mantenerse alejadZARAGOZA 13/14 DEPORTIVO 13/14os de su contacto y no permitirán que dicha materia forme parte de sus programas de fiestas. Ni misas, ni procesiones. Nada que recuerde a esa tradición religiosa que hemos descrito debe formar parte de su nomenclátor y protocolaria actuación.

Si los alcaldes quieren contribuir a la permanencia de una tradición, que hace tiempo debería haber desaparecido, háganlo en nombre propio, a título individual. Nunca como alcaldes y en nombre de los demás. Jamás con la pretensión ridícula de representar a todas la sociedad. Si hay un ámbito en el que no la representan ese es, precisamente, el ámbito plural de las creencias confesionales de la sociedad. La parte nunca representa el todo.

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El aurresku del alcalde

aburto1Vivimos en un país en el que no hay día en que sus dirigentes políticos no nos asombren con una alguna chuminada confesional católica. La mayoría de los representantes políticos de este país desconocen la existencia del carácter no confesional que debe adornar las decisiones de las instituciones públicas. La participación de los poderes públicos en las tradiciones y costumbres religiosas de este país colisiona con uno de los principios básicos de esta democracia: el carácter no confesional del Estado.

No se trata de cortar de cuajo dichas tradiciones y costumbres, sino de encajarlas en el nuevo marco institucional que propone la constitución. Una constitución, queramos o no, afecta a todos los ciudadanos, cosa que no sucede con las tradiciones y costumbres religiosas que solo incumben a una parte de la sociedad. Del mismo modo que la ley está por encima de lo que dictamine la propia conciencia, la constitución lo está respecto a esas tradiciones y costumbres. La ley obliga a todos; la tradición, no. La primera es de cumplimiento universal; la segunda, solo de un modo voluntario.

Se comprende que una parte de la sociedad sea reacia y no acepte este cambio de perspectiva. Afecta, desde luego, a sus creencias de toda la vida, a algo que vienen haciendo ininterrumpidamente de forma ritual y rutinaria desde niños. Se pueden cuestionar dichas creencias y pedir que tales tradiciones desaparezcan. De momento, mejor será que se integren en el marco que establece la constitución desde el respeto al pluralismo ideológico y confesional de la sociedad.

En este contexto, el papel que juegan los ayuntamientos es fundamental. De ellos depende que esta nueva adaptación a la realidad aconfesional del Estado se haga sin enfrentamientos y sin traumas. Los ayuntamientos son por principio constitucional aconfesionales y no deben tomar partido o representación institucional en beneficio de una confesión religiosa determinada, pero pueden ayudar a que las tradiciones y costumbres religiosas encajen sin estridencias en el marco específico que les corresponde.

Una tendencia que no parece vislumbrarse en el carácter político-confesional del nuevo alcalde de Bilbo, Juan Mari Aburto, quien por “amor y devoción a la amatxu de Begoña y por un importante compromiso emocional con el pueblo, bailará el aurresku ante la imagen de la virgen Begoña” (Deia, 25.7.2015). Y lo bailó, claro. De un modo rígido y acartonado, cierto, pero lo bailó.

aburto_9092_1No se entiende bien que un alcalde aunque sienta “un importante compromiso emocional con el pueblo”, tenga que traducir dicho compromiso en un acto confesional religioso. Porque la naturaleza de un acto confesional religioso –sea el que sea-, reduce las dimensiones de dicho compromiso con ese pueblo, pues este no es monolítico ni uniforme en materia de creencias religiosas.

Bailar un aurresku ante una imagen religiosa es un acto confesional religioso católico. No parece muy aconsejable que lo practique –no debería-, una autoridad política, pública, regidor de un municipio y de una ciudad donde convive una pluralidad confesional innegable y a la que aquel dice que representa. El alcalde puede bailar los aurresku que le apetezca y le pida el cuerpo. El problema está en el significado que otorgue a su gesto, Cuando lo perpetra por una exigencia religiosa, comete delito confesional. Considérese que la esencia religiosa del aurresku es inexistente. El alcalde lo ha instrumentalizado con un fin religioso, explotando la vena emocional de una parte del pueblo de Bilbao, esa que suspira por su amatxu y su basílica de Begoña.

La metafísica jamás concita la unanimidad de todos, porque no tiene un fundamento consistente, físico, empírico. Bailar ante la imagen de alguien que dicen que es la madre de Dios estará bien para quien crea ver en ese gesto lo más sublime. Pero hay otra gente, que también forma parte del pueblo que no ve en esa imagen nada de particular, por no decir que solo ve un fetiche religioso y en dicho acto una manifestación supersticiosa más, mantenida por la elite hechicera de la Iglesia católica con el consentimiento del poder civil.

El alcalde se ha dejado llevar emocionalmente por la parte del pueblo que se siente emocionado ante la imagen de la amatxu de Begoña. El alcalde ha marginado a esa parte de Bilbao que no cree en estas manifestaciones confesionales, sea porque tiene otras creencias metafísicas o porque no tiene ninguna.

El alcalde tendría que ser consciente de que se debe a la ciudadanía de Bilbao y no solo a quienes creen en la amatxu como madre de Dios. Quizás, sea, precisamente, ese componente emocional del que se siente feliz portador el que se lo impida. Lo mismo habría que decir de los concejales del PNV, PSE y PP que asistieron como claque metafísica a dicho acto y son tan culpables como el propio alcalde de este irredento confesionalismo católico.

El alcalde rige una institución no confesional y, si se debe a todos los bilbaínos, su gesto saltatriz pone en entredicho dicho compromiso. Está colocando sus creencias religiosas individuales por encima de su compromiso democrático y político que, en la materia que nos ocupa, está desligado de cualquier matiz confesional.

Es un gesto elogioso que el alcalde a su edad y en posesión de un generoso abdomen haya aprendido a bailar el aurresku, recibiendo clases particulares en el despacho del ayuntamiento –curioso lugar para aprender a bailar-, durante varios días y con clases gratuitas, suponemos. Ahora, solo falta que, cuando saque provecho de ese aprendizaje, lo haga despojándolo de cualquier esencia confesional.

Lo que parece que no sucederá jamás. Sus palabras en el acto en que se consagró como dantzari ocasional, volvieron a apoyar su comportamiento en el tópico manirroto al que se agarran quienes no tiene otro argumento: «los pueblos tienen tradiciones y éstas forman parte del pueblo». Amén.

Luego, inopinadamente, pidió “respeto tanto para quienes han asistido a los actos organizados con motivo del Día de la Virgen en la Basílica de Begoña como para quienes no están».

Paradójicas palabras, porque el único que no cumplió con dicho respeto fue el propio alcalde. De hecho, así se lo hicieron ver los miembros de EH-Bildu, Udalberri y Ganemos con el gesto impagable de no asistir al acto. Y no lo hicieron porque son concejales, es decir, representantes públicos de la ciudadanía.

Si el alcalde considera que tiene el derecho y el deber de representar las creencias de un pueblo, tendría que pensar que la única manera de hacerlo sería no asistiendo a ningún acto de carácter confesional, con aurresku o sin él. O, si lo hace en clave confesional, disolverse anónimamente en la masa emocional del pueblo, que es mucha masa y produce mucha emoción.

 

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