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Diario de Navarra (1903-1908)

Ensayo y Testimonio 53

Hizkuntza Gaztelera

2003. urtea

246 or.
17,50 €
Description

El despertar del camaleón

A muchos lectores del Diario, que aquí se retrata sin pudor ni miramiento, causará sorpresa descubrir cómo era dicho papel nada más romper su cascarón, hace cien años. Y cuando decimos cómo era, no nos estamos refiriendo, lógicamente, a las verdades edulcoradas que los historiadores aduladores de dicho medio se han esforzado en airear.

Desde su inicio, Diario de Navarra mostró, a pesar de prohibírselo sus estatutos fundacionales, una violencia verbal insólita en el panorama periodístico de la provincia. Primero, entró a degüello contra el «abuelo» de la prensa, El Eco de Navarra. Segundo, y esto son palabras mayores en un periódico que se consideraba más católico que la tiara papal, se enfrentó violentamente contra el obispo y el movimiento cooperativista de las Cajas Rurales Católicas. Diario de Navarra agravió constantemente a los sacerdotes de las Cajas Rurales Católicas, Flamarique y Yoldi, tildándolos de anarquistas, comunistas y masones. Llegó tan lejos en el uso y abuso de la violencia verbal que el obispo prohibió su lectura; del mismo modo que le obligó a retractarse públicamente de sus afirmaciones contra las cajas rurales.

Diario de Navarra injurió gravemente al rector del seminario -a quien llegaría a tratar de maqueto-, motivo por el que su director, Eustaquio Echauri, fue desterrado por cuatro años de Pamplona. Diario de Navarra insultó al obispo, a quien se la tenía jurada por razones políticas, y luchó incansablemente, sin conseguirlo, para que Roma lo echase. Como decimos: sus comienzos fueron de un integrismo ideológico de armas tomar, que alcanzó su punto culminante en 1936. Fue en estos comienzos mucho más reaccionado que el obispo, que ya es decir, tanto en materia religiosa como social. En realidad, si algo le interesó en esta época fue la «vil metálica», a la que supeditó todo lo demás.

Si alguien desea saber cómo es el actual Diario de Navarra, lea estas páginas y comprobará la fuerza del verso de Eliot: «en el principio está el fin».

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