Jorge Nagore. Hagan favor

ministerio_inculturaMI incultura es enciclopédica, pero me la pago yo. Mientras, los cargos públicos, si hacen el ridículo, no pasa nada. El director del Centro de Autoaprendizaje de Idiomas del Gobierno, Pedro Pegenaute, la ardilla que lleva cruzando los despachos públicos desde 1977 hasta que se jubile, tuvo un calentón y mandó una carta a un periódico. Supongo que lo haría fuera de su horario laboral, que tiempo ya tiene. En la carta -un compendio de tonterías inclasificable de hooligan que solo lee el Marca desde 1948- llegaba a decir que se había sancionado a Contador por “ser español y estar orgulloso de ello”. Delirante. El tío -un exdiputado y todas esas fanfarrias- no tiene absolutamente ni puta idea de picogramos, ni sabe qué es un flatato, ni dice ni de por qué Contador se olvida de golpe de su teoría del solomillo y habla de otra, ni recuerda qué pasó con Virenque, ni habla de la Operación Puerto y sus entretelas, ni de la Galgo, ni del hasta ahora desconocido dato que dice que de modo natural Contador tiene un 52% de hematocrito. Nada, ni idea, un tipo que no distingue a Pingeon de Koblet ni a Tom Simpson de Bart Simpson o Wallis Simpson ni ha leído qué le pasó a Fuente o a Ocaña o González Linares con el dopaje ni menta que Delgado el Probenecid que usó no estaba en la lista pero era un enmascarante. Nada: es positivo porque es español. A este tío le pagamos el sueldo. Tócate los huevos. Ayer, leí a Paz Prieto, concejala de Deporte en Pamplona, decir que si lanzara el chupinazo invitaría a Contador y que “en Pamplona no pensamos como los franceses”. Señora indocumentada: ¿usted sabe que en el jurado del TAS que sancionó a Contador no hay un solo francés? Ni idea, ¿verdad? En serio, ya está bien. No rompan más cosas, por favor. Sean discretos, al menos, con su incapacidad.

 

Jorge Nagore, en Diario de Noticias

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Víctor Moreno. Chulear a los clásicos

Gara

literaturaEl sociólogo Ignacio Sánchez Cuenca cuestionaba el modo con que ciertos novelistas intervenían en la opinión publicada dando lecciones para solucionar los problemas de la vida de los demás.

En ningún momento cercenaba el derecho de los escritores a intervenir y a decir lo que les dictase su inteligencia parva de las cosas. Sólo les recriminaba sus maneras, pues éstas revelaban que su idea acerca de lo que hablaban no era muy acertada o conveniente. No decía que hablaban de lo que no tenían ni pajolera idea, pero sí podía obtenerse una implícita conclusión mucho más venenosa aún: sus intervenciones, más que ideas políticas o económicas solventes, eran pajas mentales. Muy bien licuadas como correspondía a tales sustancias grises, pero eso, simples ocurrencias. No los acusaba de triviales, pero casi.

Siguiendo este cauce, me gustaría hablar aquí de otro hábito de los escritores, hablen o no de política, consistente en concitar la presencia de la literatura clásica como remedio o cataplasma a casi todos los problemas de la vida, que aquellos, en particular, no suelen padecer.

Con la crisis económica actual, la proliferación de artículos recordando a los clásicos se ha extendido como plaga, superando, incluso, la verborrea del mexicano Carlos Fuentes, quien con perversa periodicidad recuerda una y otra vez la necesidad de leer «El Quijote» para que todos seamos más buenos que el pan de horno. Eso, sí, jamás superará en este cometido de santero vudú a Vargas Llosa, para quien la ficción es el mejor antídoto inventado contra la depresiva situación existencial por la que pueda atravesar cualquier humano que no tenga la renta per cápita del nobel.

Nunca confié en que la literatura nos hiciera mejores ni peores sujetos de lo que ya lo somos por prescripción facultativa del genotipo y de las circunstancias en que vivimos, así que tampoco me será posible aceptar ahora los requerimientos literarios que se hacen para conjurar la crisis que acogota a los pobres de este mundo.

Chulear a los clásicos ha sido una constante de los contemporáneos. En este sentido, el fenómeno del proxenetismo literario es una de las cosas más feas que practican algunos críticos y escritores. Lo hacen, además, sin pudor, y, como diría Bourdieu, de forma tan descontextualizada que caen en estupro. Y lo hacen por delante, por detrás. En privado, y en público. De forma individual, copulativa e interdisciplinar. Y sin vergüenza alguna.

Se olvida que los problemas y las preocupaciones de los clásicos no son los nuestros. Y no lo son, porque el espacio y el tiempo en que se inscribe nuestra problemática, es no solo distinta, sino contrapuesta en muchos órdenes de la existencia a la de aquellos. Ni Cervantes, ni Quevedo, ni Baroja, nos han de hacer más demócratas de lo que somos; y, probablemente, menos crápulas de lo que podamos ser en la vida por méritos propios.

La consecuencia práctica más negativa de este procedimiento es que los escritores dejan de ser buenos o malos no porque lo sea su literatura. Este detalle es lo que menos importa. Lo que resulta definitivo de un escritor -sea de la quinta de Cicerone o de Clarín- es si nos sirve para justificar nuestras posiciones amañadas de hoy. Se arramplan sus citas como si fueran voces del más allá conminándonos a actuar de una manera determinada. Tratándose, a veces, de textos de más de mil años, el gesto no puede resultar más ridículo.

En ocasiones, lo más patético es que ni este último movimiento de carácter ideológico parece interesar demasiado a las intenciones didácticas de quien así chulea a Terencio o a Kafka. Pues lo que realmente interesa a estos saqueadores no es ni siquiera lo que realmente saquean, sino demostrar lo bien que saben exorcizar el tiempo presente con textos de la época de Lao Tsé.

Aprovechando que una golondrina no hace verano, pero lo anuncia, con motivo del bicentenario del nacimiento de Charles Dickens, algunos escritores hodiernos se han dedicado a recordarnos no la necesidad de leer a tan recio escritor realista, sino lo bien que este ya prefiguró la crisis que íbamos a pasar y, no sólo eso, hasta los remedios que serían necesarios tomar para conjurarla. El escritor Benjamín de Prado, el más entusiasta de estos intérpretes acomodaticios, sostendrá que todo lo malo que pasa hoy ya estaba anunciado por el «visionario» Dickens: lucha de clases, explotación infantil, ineficacia de la justicia. Ni Marx ni Engels lo describieron mejor.

Recordaba B. de Prado el accidente que sufrió Dickens cuando viajaba en un tren, en el que los siete vagones que precedían a su compartimento cayeron por un precipicio. La reflexión del escritor madrileño no puede ser más ajustada a su entusiasmo: «No hay que tener una gran imaginación para ver en esa escena una metáfora de esta Europa que hoy descarrila poco a poco, primero Grecia, luego Irlanda, después Portugal…».

Ignoro si es necesario poseer una gran imaginación para captar el intríngulis de la metáfora del descarrilamiento. Pues, en efecto, se trata de una metáfora muy compleja. No está al alcance de cualquier caletre. Seguro, además, que en esta época no hubo más accidentes de este tenor. De ahí que a mí me cueste tanto entender cómo un accidente ferroviario ocurrido hace casi doscientos años pueda servir como imagen visionaria de una Europa derrapando la pobre en 2012. Quizás, tenga que forzar un poquito más mi precaria imaginación.

Pero, sin duda, donde el arrobamiento dickensiano del escritor madrileño se desborda es en este comentario: «Tal vez el derrumbe se detenga a tiempo, y los que nos conducen a la catástrofe recuperen el sentido común igual que lo hizo el tacaño señor Scrooge en «Un cuento de navidad», que al ver el negro porvenir que le anunciaban los espíritus del Pasado, el Presente y el Futuro, donde podía verse una tumba con su nombre y sin ninguna flor encima, supo cambiar a tiempo y convertirse en un hombre generoso. Es una parábola que, hoy más que nunca, merece la pena no olvidar».

Ni el cardenal Rouco Varela lo hubiera dicho mejor: la crisis económica actual es una crisis moral. Así que todo será cuestión de esperar que los empresarios se monten en un tren, descarrile este, y aprendan por inspiración divina a ser generosos, hayan leído o no a Dickens o a Carpanta.

Sobre el autor del artículo: Victor Moreno

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Miguel Sánchez-Ostiz. Casa y centro cultural de España en la Paz

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Hace menos de dos años que saqué la primera de las dos fotografías. Corresponde a la fachada de la Casa de España, en La Paz. La ley de Memoria Histórica estaba ya vigente, pero el repulsivo escudo franquista acababa de ser restaurado a todo lujo, con ayudas oficiales se supone. Imagino por qué lo han cambiado, aunque poco importa, porque hoy he tenido ocasión de comprobar que su interior alberga, me temo, a la misma España de siempre, idéntica a sí misma en su zafiedad.
No debería haber ido porque, desde antes de poner los pies en el edificio, sabía que lo más fácil es que pasara lo que ha pasado; pero si lo he hecho ha sido porque una hispanista rusa me dijo el otro día que ahí podían darme información sobre Francisco Lluch Urbano, el militar republicano español que acabó colaborando con la policía secreta del MNR (1953) y muriendo en solitario en La Paz, en un hotel, después de estado casado con una “movimientista”, a quien todavía apodan La Pistolera, y de haber participado en una operación franquista de vuelta de exiliados: Operación España (1969).
La persona con la que tenía que hablar no había llegado, así que he sido invitado a esperar en la calle, cuando en la sala de la Biblioteca/Secretaria había sillas y sillones vacíos.
He esperado en buen rato en la acera, junto a unas cholas malhumoradas que también estaban siendo tenidas a raya, pero como en los mismos locales se abren los del flamante Centro Cultural Español, he aprovechado para entrar a informarme de sus actividades, de diseny siempre, que me ha dado la impresión de que son de pura propaganda política, pagada con el dinero de todos los contribuyentes, más que de difusión de la cultura española, que siempre puede esperar a mejor ocasión.
Lo mismo, no he conseguido saber quién dirige, gracias a alguna canonjía político-administrativa, ese pesebre de lujo en el que sestear a base de dádivas y favores debidos. El limosneo agradecido de manera servil es políticamente muy rentable: hay que intentar vencer la antipatía nacional a base de limosnas. En cuanto he empezado a preguntar, una secretaria, a quien se veía que había llegado a estropear el chat o su ociosa navegación por internet, me ha remetido al programador. Se nota enseguida cuando alguien en una oficina pública (y esa lo es en la medida que dependa de la Embajada de España) está jugueteando y le importunas. El chat en horario laboral es sagrado, sobre todo si está pagado con tus impuestos.
Al tipo que ha aparecido como “programador” le he pedido información sobre las actividades del Centro Cultural Español, presentado a bombo y platillo hace unos días por el embajador de España (diario La Razón). Y el programador me ha dicho de mala gana algo asombroso:
–Estamos censurados.
–¿Cómo dice? ¿Censurados?
–Sí, que tenemos prohibido dar información –ha dicho cortante y ahí ha acabado mi visita al Centro Cultural Español.
Había una exposición de Isabel Muñoz, titulada La Bestia, que me hubiese gustado ver, pero aunque era horario laborable, no he podido verla, tal vez por eso mismo: janiwa, ni modo, porque no. Me han pedido mi nombre y dirección como un trámite para echarme. Les he escrito con paciencia los datos que me pedían. Cuando abría la puerta de vidrio (y diseny) para irme, he visto por el rabillo del ojo cómo tiraban la tarjeta a la papelera.
Así que he regresado a la biblioteca de la Casa de España, a ver si había llegado la persona que buscaba y, como no lo había hecho o eso me han dicho, descaradamente le he preguntado a la secretaría a ver si no podía esperar sentado y no en la calle. De mala gana me ha dicho que sí. Hablar de desatención es poco. Una banderita española reinaba, no sé si fláccida o a media asta, sobre le disco duro del ordenador en el que la secretaria, una sinquehacer, jugueteaba de lo lindo. Un tufo a gasofa llegaba desde la calle y ahogaba, cosa que no parecía preocuparle a la Inmaculada Concepción que presidía la zahúrda junto a la enciclopedia Espasa y la fláccida banderita. Me he puesto a pensar en que bajo la presidencia de la bandera rojigualda (y de la patrona de la Infantería) hay cosas que no cambian y que esa programación del Centro Cultural Español pasará por el amiguismo descarado, las listas negras, las invitaciones a personas política y socialmente idóneas, y que, en tu caso, poco importan las muchas páginas que hayas escrito sobre Bolivia, importan otras cosas.
En esa cencerrada estaba cuando ha acertado a entrar un hombre mayor, bien trajeado, que he tomado por la persona que buscaba; él me ha tomado vete a saber por quién. No era, se trataba de un boliviano a quien estaban mamando enviándolo de Poncio a Pilatos, de la biblioteca del Centro Cultural a la de la Casa de España, situadas a escasos siete metros una de la otra. Lo que fuera, con tal de no prestarle atención ni ayudarle en sus pesquisas. Se lo estaban peloteando. Este señor Saucedo Negrete que me ha desplegado sus rancias genealogías españolas, buscaba no sé qué libros de historia de la editorial Crítica. Nada complicado de consultar. Pero los libros de la Casa eran “para españoles”, los del Centro no sé porque ni siquiera me han dicho que hubiese una biblioteca abierta. Me he acercado a las estanterías, cosa que no le ha gustado a la sinquehacer. Por lo visto no soy lo suficientemente español como para ver los libros de las estanterías cerradas. A qué se puede dedicar esta gente, es para mí un misterio. La llegada de un tipo mal encarado, vestido con una americana de pana azul oscuro, nos ha puesto en la calle. Me he ido, agradeciéndoles la acogida, porque he pensado que allí estaba de más, más de sobra que nunca y que la vida y milagros de Francisco Lluch puede esperar.
Me he acordado de Eugenio Noel y de las amargas consideraciones que confió a su diario de 1924 acerca de sus relaciones con los representantes españoles en los países americanos por los que pasaba y me he consolado tomando un cafetito en el Café de La Paz, el frecuentado por Klaus Barbie y ahora mismo por su secretario, ese espectro que es Álvaro de Castro, es decir, volviendo a lo mío, a mi mundo. Me he dado cuenta de que he cometido el error de ir a donde no debía. No hay que ir por las buenas a ningún lado. Debería estar acostumbrado al trato que hasta ahora he recibido de esas instituciones, pero no lo estoy y olvido fácilmente que de los centros culturales españoles en el extranjero o de los centros a secas, hay que huir a la carrera o permanecer lo más alejado posible, y solo acudir a ellos si, por desgracia, no queda más remedio.

Miguel Sánchez-Ostiz

Información del autor y libros en Pamiela.com

http://vivirdebuenagana.blogspot.com/

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La principal asociación de la policía griega pide el arresto de la Troika

Comunicado de POASY a la CE, el BCE y el FMI

12-II-2012

grecia_maniPara los representantes: presidente de la Comisión Servaz Nteroouz; del Fondo Monetario Internacional, Sr. Thomsen Pooul; del Banco Central Europeo, Sr. Klaouz Mazouch.

Señores,

El Consejo General Ampliado de la Federación con representantes de todas las organizaciones de oficiales de policía del país en el trabajo de ayer y de hoy 08/02/2012 09/02/2012 decidió por unanimidad ponerse en contacto con ustedes y determinar los siguientes puntos:

Durante dos años, la Federación Nacional de Oficiales de la Policía, ha advertido que la política de imponer y exigir que se aplica “a punta de pistola,” está destruyendo la cohesión social y matando cualquier esperanza en la recuperación de la economía griega.

Esto representa nuestra protesta en la sede de la Unión Europea y las Embajadas de Alemania y Francia, expresamos nuestra oposición vertical a las políticas que afectan el orgullo y las sensibilidades democráticas de nuestro pueblo.

Les advertimos que nos negaremos a ir contra nuestros padres, hermanos, hijos, o los ciudadanos de este país, que protestan y exigen cambios de ruta.

Todo lo que pedimos son políticas programáticas que salvaguarden los intereses de los trabajadores y de todos los que ahora viven bajo la línea de pobreza.

Los intereses de los acreedores de préstamos usureros y los capitalistas que codician la riqueza nacional, no pueden en arreglo a la Ley poner por encima de las necesidades básicas de la gente corriente sus propios intereses. Por otra parte, la prioridad de la supervivencia de los ciudadanos de una nación, tiene legitimidad internacional y es una prioridad no sólo en la política interna sino de la comunidad internacional. Por otra parte, no somos ni nosotros ni la mayoría de la gente común los que causaron la crisis.

Debido a que, sin embargo, nos encontramos una vez más con que quieren continuar con las mismas políticas destructivas para todos nosotros, nos gustaría afirmar categóricamente que bajo ninguna circunstancia aceptaremos matar a nuestros hermanos.

Quedan avisados de que, como representantes legítimos de la policía griega, requeriremos que nos sean emitidas órdenes de arresto hacia ustedes por una gran cantidad de delitos contemplados por la legislación y de acuerdo al Código Penal griego, como la promoción encubierta de la eliminación o reducción de nuestro sistema de gobierno democrático y la soberanía nacional, la interferencia de otros bienes jurídicos esenciales del pueblo griego, etc

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Contra el olvido y la impunidad

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Firma contra el olvido y la impunidad aquí.
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Gregorio Morán. El malestar de nuestra cultura

La Vanguardia

SABATINAS INTEMPESTIVAS

Si no pinchamos la burbuja cultural, no es por falta de ganas sino por falta de valor y de talento para sustituirla

burbuja-internet¿Y si también estuviéramos metidos en una burbuja cultural? Diferente a la del ladrillo, porque implica a menos gente y no supone una desmesura financiera capaz de desestabilizar un país. Pero es importante, al menos para algunos, porque condiciona el presente y el futuro de generaciones, de sus élites, de los mandarines, de los que cortan el bacalao y luego se lo comen, y también de los que se alimentan de las sobras, que son muchos.

La burbuja de la cultura se parece tanto a las grandes galerías comerciales que se diría que son parientes. Viven de quienes compran y venden, pero sobre todo necesitan gente en movimiento. Una galería comercial sin paseantes –sin gente que mira, sin voyeurs– sería el preludio de su ruina. Lo más significativo de las burbujas es que uno no se entera de que vive en ellas hasta que explotan.

Empecé a pensar en esto sentado en una butaca del Liceu de Barcelona, impresionado por los esfuerzos de Jordi Savall por sacar adelante una ópera brillante y divertida, a la que le faltaba lo que no estaba en su mano darle: más ensayos, una escenografía decente, un vestuario adecuado, una luminotecnia digna…, en fin todas esas cosas que no dependen del artista sino de su circunstancia. Una ópera brillante; creada para que el público disfrute. Me estoy refiriendo a El gruñón bienhechor, obra del valenciano Vicente Martín y Soler, estrenada en Barcelona hace unos días y que recomiendo con entusiasmo cuando apenas le quedan dos días de representación.

Siento hacia Jordi Savall un respeto ilimitado. Los más sentidos elogios hacia su obra siempre los he leído en la prensa francesa, y gracias a ella he podido disfrutar de un par de antologías, dedicada una a la música de la época de los Borgia. La otra, Paraísos perdidos, un volumen soberbio de hechura y documentación, sobre el que empecé a preparar un artículo cuyo título pretendía resumir lo que sentía: “Una joya, es una joya”. No lo terminé y me arrepiento. Me admira Savall, no sólo por lo que hace sino por la capacidad para seguir haciéndolo en una sociedad que le importa un carajo lo que haga o deje de hacer. Falleció su mujer, Montserrat Figueras, notable cantante y musicóloga, y ni siquiera ese gesto caballeroso de convertir su desaparición en un homenaje a la cultura pasó de ser un acto casi privado. No penetró en la burbuja.

Aún guardo el libreto de otra obra de Martín y Soler, Vicente –confío que se conserve el nombre que usó toda la vida y no ese Vicent Martí i Soler, que me recuerdan al Ortega y Gasset castizo que hacía escribir en su editorial “Guillermo Dilthey”, pero que no osaba llamar “Manolo” a Kant. La ópera era Una cosa rara, que disfruté a comienzos de 1991 en el Liceu, y donde el propio Savall terminaba la presentación con una cita de La Fontaine que viene ahora como anillo al dedo: “La gracia, más hermosa aún que la belleza”. Ese Martín y Soler, salido de Valencia, que salta a Madrid, que cruza media Italia y se instala en Viena, vísperas de la Revolución Francesa, convertido en compositor de éxito. Las alucinantes memorias de Lorenzo da Ponte, el libretista de los grandes, nos ofrece relatos que ilustran sobre el mundo del arte entonces, sobre su dependencia de la servidumbre y el arribismo. Ahí nos habla de nuestro Martín y Soler, conocido como Martini lo Spagnolo, el compositor “entonces favorito de José”, el emperador.

Confieso que he disfrutado ante ese Gruñón bienhechor, o de “buen corazón”, como han traducido sin pensárselo mucho. Me emocionó la voluntad terca de Jordi Savall para sacar adelante a un autor olvidado, la magnífica actuación del aragonés Carlos Chausson, pero el conjunto resultaba de una pobreza llamativa que solemos justificar diciendo que la directora escénica es hija del gran Peter Brook, y los decorados de no sé quién, que me recordaron una película mediocre a la que una serie de felices casualidades convirtió en magnífica. Me estoy refiriendo a Johnny Guitar, de Nicholas Ray. Olvídense de eso, aquí estamos ante un homenaje, necesario y oportuno, al ideal ilustrado. El arte de jugar, sea al ajedrez o a las herencias, para terminar exhibiendo la necesidad de ser feliz, el único objetivo decente que tiene el ser humano y que es incompatible con hacer infelices a los que te rodean.

Pero mientras uno disfruta sentado en una butaca del Liceu le cabe pensar ¿qué demonios quedará de todo esto? La media de edad resulta inquietante, la ausencia de jóvenes, escandalosa, y sin embargo el Liceu es la institución cultural más importante que tiene Barcelona. No sólo porque no hay teatro al que asistan tal cantidad de espectadores, sino porque aúna tradición, modernidad y cultura, elementos nada fáciles de sumar. No es cosa baladí el que los grandes restaurantes de la burguesía catalana, que yo llegué a conocer, no hayan sobrevivido. Una sociedad que no conserva lo suyo está llamada a inventárselo; tarea de la que se encargan los historiadores sumisos, a vellón la línea.

No podemos decir que nuestro mundo se ha acabado, porque nosotros no tuvimos mundo propio, apenas si llegamos de refilón al que acabó en la catástrofe continuada de guerra y postguerra, pero al que la transición y el pujolismo dieron el golpe de descabello. Como ocurrió con los denostados toros y se disimuló ante los celebrados correbous. ¡Qué humillación para la dignidad ciudadana ese trágala de botarates!

Pero es verdad, disfrutando de una representación operística dieciochesca, en el Liceu, con la voluntad inconmovible de Jordi Savall y una orquesta falta de ensayos, y unos cantantes inseguros entregados al ímprobo trabajo del apuntador, que salvó la representación –deberían exhibir su nombre como elogio–, uno se pregunta si la burbuja cultural que nos envuelve no ha llegado el momento de pincharla, o al menos de ayudar a que estalle, para que de una vez estemos a la altura real de nuestra cultura, modesta y con pretensiones, como corresponde.

Freud, ya entrado en el último tramo de su vida, muy colgado de frustraciones y querencias, escribió El malestar en la cultura. Fue en 1930 y aún lo quedaba lo peor por sufrir; el exilio, el cáncer, y ese desprecio del perro, que él entendió como antesala de su muerte, un suicidio terapéutico bien llevado. Él hablaba con longitud de onda “en la cultura” y en el arte como “refugio fugaz”. Nosotros, más limitados a la contemporaneidad, debemos referirnos a lo evidente “de la cultura”. No es lo mismo, porque en él, un pesimista clásico, había un ansia de felicidad como máxima aspiración humana que quizá nosotros no sentimos. Lo nuestro sencillamente es sobrevivir en un mundo donde la burbuja cultural está a punto de estallar y que si no la pinchamos, no es por falta de ganas sino por algo más cruel, por falta de talento para sustituirla. Y también de valor, de audacia.

Cuando me enteré de que uno de los debates del próximo sarao cultural barcelonés sobre “la novela negra” tratará de por qué hay perros policías y no gatos, me acordé de la indignación que le entró a un puñado de intelectuales españoles allá por 1985, cuando el mundo no era ancho y ajeno sino pequeño y familiar. Entonces a una dama culta, que acaba de fallecer, Natalia Seseña, que ocupaba lugar muy principal en las fundaciones y los fondos para la cultura progresista de la época, se le ocurrió hacer una exposición de abanicos, para que los talentos literarios del momento pusieran unas líneas entre las varillas. Un recurso que conocieron Campoamor y Bécquer, y que gozaron las señoritas de antaño. Recuerdo la indignación de Rafael Sánchez Ferlosio ante aquel dislate intelectual. La cultura se anquilosaba, ni siquiera se desmoronaba, y nosotros soplábamos para que la burbuja no se cayera. Quizá ahí empezó a imaginarse un mundo que sólo existía en la voluntad de disfrutarlo. ¿Acaso es muy diferente a lo que planificaron los reyes del ladrillo antes de que se nos rompiera el espejo?

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Nace la Sociedad de Estudios Históricos de Navarra Xavier Mina

Fernando F. Garayoa

Noticias de Navarra

Su principal objetivo: divulgar la historia local

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Entre el 30 de mayo y el 2 de junio organizará un congreso sobre la Conquista de Navarra y la Reforma (1512-1610)

La librería Auzolan acogió ayer la presentación oficial de la Sociedad de Estudios Históricos de Navarra Xavier Mina, una entidad que, según explicó Tomás Urzainqui, uno de los fundadores, nace “obligada porque todos los que la integramos somos historiadores y nos hemos encontrado con una gran dificultad a la hora de investigar y difundir con normalidad a nuestros conciudadanos la historia de Navarra”. En la puesta de largo también estuvieron presentes los socios Pello Guerra, Roldán Jimeno, Álvaro Adot, Aitor Pescador y Esteban Anchustegui. Todos ellos dieron buena cuenta tanto de sus objetivos como de los proyectos y actividades que han realizado y que van a realizar.

Para Tomás Urzainqui, la dificultad antes citada viene marcada por dos actitudes diferenciadas pero igual de contundentes. La primera es la de aquellos que “desde el planteamiento de la historia española minusvaloran el sujeto histórico de Navarra… Ellos tienen móviles políticos que llegan hasta la educación y los medios de comunicación, por lo que su actitud y su poder llega a ser muy atosigante”. Y, por otra parte, resaltó Urzainqui, “también nos hemos encontrado con otra actitud en la que Navarra solo es una provincia más del Zazpiak Bat, a lo sumo, o una parte de la comunidad lingüística, negándose de esta forma a ver Navarra como el sujeto histórico nacional de los vascos”. Estas carencias y dificultades son las que han movido a este grupo de historiadores a formar una asociación a través de la cual “se tenga un concepto favorable, con realidad objetiva, de la historia de Navarra”. En este sentido, Esteban Anchustegui matizó que “a Navarra se le ha hurtado su propia historia, el hecho de conocer que fue un reino independiente, algo que parece que se ha ocultado. Por lo tanto, desde el punto de vista académico hay un trabajo importante por hacer, ya que no se conoce todo lo que se debiera conocer; hay que contar toda esa historia que ha sido ninguneada de una forma importante”.

Objetivos Según figura en su manifiesto fundacional, la sociedad Xavier Mina se propone los siguientes objetivos: en primer lugar, “ahondar en el estudio y divulgación de la Historia de Navarra en sus múltiples facetas (social, económica, política, religiosa…) correspondientes a los diversos tiempos históricos. Todo ello prestando una especial atención al ser y la memoria de las mujeres y hombres que desde épocas antiguas han constituido la sociedad navarra, así como los colectivos y comunidades del pasado y también de las actuales que conformaron y conforman nuestra intercultural Navarra. Investigar y difundir todo lo referente a Xavier Mina, una de las figuras principales dentro del patriotismo navarro”. En segundo lugar, “no dar tregua a las falsificaciones historiográficas de cualquier lugar que vengan, dentro del más exigente respeto a las personas”. Y, en tercer lugar, “organizar diversas actividades culturales que tengan como objetivo principal el conocimiento histórico del reino navarro”.

Xavier Mina La sociedad ha tomado el nombre de Xavier Mina porque fue una de las figuras principales del patriotismo navarro, “una persona que hizo frente a la tiranía absolutista de Napoleón y a la de Fernando VII, en Europa y América. Además, la vida de este navarro universal estuvo marcada por su entrega personal a la verdad y a la libertad”, apunta Urzainqui. Es por ello que uno de sus objetivos también será dar a conocer su figura.

Tanto para conocer más a fondo la sociedad como para hacerse socio de la misma se ha habilitado la página web xaviermina.org.

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Víctor Moreno. Subvenciones y cobardías literarias

cerditoHace unos meses, el novelista F. Aramburu culpaba genéricamente a los escritores vascos de ser unos esclavos de la gleba ideológica de quien les da de comer. Obviamente, se trata de un pleonasmo. ¿Acaso no come él del pesebre de quienes comparten con él su perspectiva política e ideológica? Supongo que, viviendo en Berlín, no será tan ingenuo de pensar que si él defendiera en sus novelas a las víctimas propiciatorias del Estado, las editoriales Alfaguara, Tusquets, la Real Academia, la crítica oficialista, le iban a reír sus gracias novelescas. Por mucho y bien que escribiera, sería imposible que fuese portada de ningún periódico afín al españolismo, tan demócrata él, del Estado.
¿Cómo se coarta la libertad de un escritor?
Aramburu consideraba que los vascos no son libres porque, según él, han guardado cómplice silencio ante ETA, mecanismo de dejadez moral que les ha supuesto seguir comiendo del pesebre vasco.
Ignoro qué patente de corso posee Aramburu para repartir cédulas de identidad ética. Para sostener lo que dice, tendría que haberse leído todo lo que los escritores vascos han escrito durante estos diez últimos años. ¿Lo ha hecho Aramburu? ¡Qué, diantres, lo va a hacer estando en Berlin! Por poner un ejemplo, está claro que no leyó en su día aquel artículo titulado “La violencia no es cobijo” del año 2000, y firmado, entre otros, por Atxaga y Lertxundi.
Y, si han existido escritores vascos que compartían las tesis de ETA, ése habrá sido su particular e intransferible reconcomio. Ignoro qué comparte Aramburu con los actuales políticos del Estado de Derecho, pero seguro que dichas afinidades no le hacen ni mejor ni peor escritor.
Ser terrorista y escritor no es un oxímoron. Muchos no pueden aceptar esta realidad, pero es así. En realidad, nadie ha demostrado que el hecho plausible de guardar silencio ante ETA te hace mejor novelista. Del mismo modo que ser un degenerado o un carmelita descalzo, tampoco. El tema elegido no mejora la novela, sino el tratamiento literario, que se da a la masa verbal. Del mismo modo, tampoco está demostrado que recibir dinero del Banco Europeo mejora la adjetivación del escritor. Quinto Horacio Flaco, el gran poeta latino, recibió ayuda económica de Cayo Mecenas –de ahí lo de mecenas y mecenazgo-, y nadie, cuando leía sus poemas, consideraba si aquella protección augusta se reflejaba en el acento de sus versos.
La idea motriz que subyace en la infantil acusación de Aramburu es que quienes reciben ayudas de la “gobernancia vasca” es para que sellen la boca y no denuncien a los sedicentes vascos. Pero Aramburu no demuestra que ese supuesto silencio, repercuta necesariamente en la bondad o maldad literaria.
¿Qué es de lo que se trata cuando hablamos de literatura? ¿De la valentía y la cobardía de un escritor ante unos hechos políticos y sociales? La cobardía y la valentía no constituyen valencias literarias, sino resortes morales que nadie puede exigir bajo supuestas superioridades éticas.
Resulta sarcástico que se exija a los demás dicho imperativo categórico cuando se ha repetido hasta la saciedad que la instrumentalización de la literatura hace que ésta se devalúe hasta volverla irreconocible. Al parecer, defender ciertas causas transforma la literatura en algo maravilloso. Y otras defensas la convierten en algo denigrante.
Nadie es quién para decir a alguien qué es lo que tiene que escribir, ni a favor o en contra, en activa o aoristo griego. Quien así hablase demostraría un egocentrismo y paternalismo moral estomagante. Además, si tal dejación se considerase como cobardía, habría que añadir que se trata de un mecanismo psicológico, pero no literario.
¿Cómo medir la cantidad de cobardía o de valentía latente en cualquiera de las novelas que escriben los novelistas actuales? Según el diapasón moralizante, ¿cuántos escritores españoles de hoy son unos cobardes por no escribir novelas denunciando la denominada transición democrática, la novela contra los fondos reservados del Estado y la corrupción reinante?
Antonio Muñoz Molina aseguraba que la novela española, que escribían él y sus amigos, de gran arrojo moral y valentía ética, como es sabido, se consolidó gracias al Premio Planeta, ya que por los emolumentos recibidos, algunos escritores, él y cinco más, pudieron dedicarse a escribir sin preocuparse de fichar todos los días en la fábrica, en la mina, en el ayuntamiento, o en el paro. En ningún momento, Muñoz Molina consideró que los dineros recibidos del premio más corrupto de España invalidaban su literatura y la de todos los que doblaron el espinazo a los requerimientos de Lara father. Pero Muñoz Molina es un Grande de España porque, naturalmente, condenó ETA, e, incluso, dijo aquello tan evangélico y radical de “dejad que los vascos se maten entre sí”
Si se parte del a priori de que toda subvención o premio capa las cualidades protestonas del escritor, entonces habría que preguntarse qué sucede con las subvenciones y premios que reciben los escritores españoles. O me van a decir a mí que estas subvenciones y lisonjas se conceden por la gracia de Dios, sin contaminación alguna, sin contraprestación alguna.
¿Acaso cuando alguien escribe una novela sobre las víctimas de ETA, piensa que lo que está escribiendo está libre de cualquier imposición o censura? La censura no sólo procede del exterior. También anida en el interior de cada uno y produce tantos desvaríos como la censura tradicional del cura rijoso.
El mecanismo de escribir por miedo a ETA o por el afán de congraciarse con quienes tienen el poder económico o político, no es idéntico, desde luego, pero su funcionamiento participa de las mismas servidumbres interiores a las que, como escritor, uno tiene derecho, o no, a ejercer. ¿Libremente? A saber.

Sobre el autor del artículo: Victor Moreno

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Una firma para seguir defendiendo las huertas de Arantzadi. ¡Firma y difunde!

ArantzadiEl grupo “Arantzadi Bizirik, salvemos las huertas” en el que la Asociación vecinal Arga Txantrea tomamos parte, ha creado un Actuable para recoger firmas. La situación es bastante preocupante, ya que el Ayuntamiento- con los votos a favor de UPN, PP, PSN y NABai  ha dado el visto bueno a proseguir con las obras, a pesar de todos los pesares.  Parece inminente el comienzo de destrucción de buena parte de las huertas. En la página que os adjunto encontrareis más información.

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Miguel Sánchez-Ostiz. De traje y con corbata

Y tiro porque me toca

trajeÉste es el país de los trajes. No ya por el muy cansino asunto de los chulos valencianos que sablean hasta a sus matones (si es cierto lo que declaran) para pagarse los caprichos al paso -“Oye, nen, pásame 200 euritos que ando corto”-, sino por algo más sutil: por una especie de uniforme generalizado. Vestir de manera impecable es un signo de distinción y una forma de hacer política. Salen a escena y te están diciendo algo muy claro: que no somos iguales ni ante la ley ni ante los sastres, que es con los que hay que cumplir. Es un estilo el que se impone. Sobra la ideología porque lo que importa es la corbata y los complementos de lujo.

No hay más que ver las fotos de familia del Gobierno de Mariano Rajoy en el que están eficazmente representados tanto la aristocracia y la plutocracia de Neguri como la de los terratenientes andaluces, ambos de toda la vida, emparentados de tal forma que dejan en harapos a una alfombra persa. Rancio. Espesas tramas de intereses que van desde la banca a las empresas de seguridad y matones, pasando por los hidrocarburos y los barcos, los de verdad, no los que hacían contrabando de hachís en el mar Rojo, a mediados de los setenta, cuando los señoritos del muelle Churruca jugaban a Corto Maltese antes de dedicarse a empresas más serias y menos arriesgadas. Pasma la marcialidad de quien no ha hecho el servicio militar por enchufe familiar. Una farsa monumental, con uniformes o sin ellos, sobre todo sin ellos, en la que los soldaditos de papá hacían gratis esa mudanza que a los demás nos costaba una pasta. Demócratas, poncia, a blasonar. Otros tiempos claro. No estaría mal un buzón que recogiera los abusos padecidos por los soldaditos de reemplazo en los tiempos más duros del servicio militar obligatorio. La Iglesia, el Ejército, mejor no tropezar con ellos.

¿Ha llegado otra gente al Gobierno? Según y cómo. Ha cambiado el consejo de administración, pero la empresa, el negocio, que lo es, es el mismo. Un gobierno de ricos gobierna un país empobrecido con más de cuatro millones de parados.

Sí, ya sé lo que están pensando, que resulta aburrido volver una semana detrás de otra a los mismos o parecidos asuntos.Te tropiezas con ellos. Lo quieras o no, te tropiezas. Es inevitable. Un día es una cosa y otro, otra, más descarada que la anterior. Cifras que quitan el hipo. Y como si todo sucediera en otro país, en otro mundo, en otra galaxia, la de los trajes, los matones, los privilegios, el porque sí.Y son los que pertenecen a esa casta los que piden al resto que se apriete el cinturón si es que todavía le queda, no ya agujero, sino cincho.

La historia repetida a diario produce una desazón extraña, un abatimiento y una hartadumbre que no augura nada bueno. Decimos confiar en la justicia, pero lo que nos gustaría es que esta página pasara.

Lo curioso es que las trapisondas del duque de Palma reafirman la monarquía o, cuando menos, así lo vemos en escena. Nunca han sido tan sonoros los aplausos al monarca como estas últimas semanas en las que da vértigo enterarse de las andanzas de Urdangarin. Vértigo y asco. No por él, cada vez más patético personaje, pero uno más en una farsa digna de un Viva mi dueño valleinclanesco, sino por todos y cada uno de los que le pagaron durante años y más años por actividades imaginarias o perfectamente inútiles, asociales, con la esperanza de ganar algo a cambio, a sabiendas de las irregularidades de los cobros y de los pagos. Nada era ni es gratis.

Es a una clase política, a una manera de hacer ésta, a la que habría que llevar a los tribunales, pero esto no va a suceder. El sistema está lo suficientemente blindado como para que eso no suceda ni en broma. La estabilidad ante todo. Tormentas en vasos de agua… azucarillos y aguardiente. Pachanga.

Diversas entidades bancarias, la SGAE misma o instituciones del Estado, como el Ministerio de Hacienda, estaban al corriente de lo que pasaba y nada hicieron, no actuaron, y si lo hicieron, esas actuaciones fueron silenciadas: complicidad, encubrimiento… como poco. ¿Lo hicieron por ser vos quien sois el beneficiario del multimillonario saqueo y por lo mismo los pagadores? Risa dan ahora los rasgados de vestiduras.

¿Nada sabía el Centro Nacional de Inteligencia o como quiera que se llame? Claro que lo sabía. El Rey estaba informado, pero no convenía actuar, luego todo es cuestión no de ley, sino de conveniencia, de alta política, de la galaxia de los trajes. Y por eso mismo dudo mucho que esto salpique a alguien fuera de una banda de chorizos de poco rango y bolsillos más que llenos y a salvo. El espectáculo del sacudimiento generalizado de pulgas resulta bochornoso.

Con aplausos y sin ellos, sobre todo sin ellos, una sombra de sospecha cae sobre la monarquía española. Y ahí seguirá. ¿Importa mucho que la casa real estuviera al corriente? Debería importar, pero no importa, porque estuviera o no al corriente de lo que sucedía, aquí no pasa nada. El pueblo soberano, temible pueblo ese, viento tornadizo, arrebatado, especie de fiera de mal despertar y lentas digestiones, ha absuelto a la monarquía con su aplauso incondicional de hace unas semanas. Y aquí paz y después gloria.

No me gustaría estar en el pellejo del juez que tiene en sus manos, al menos visto desde fuera y desde lejos, poco menos que la imagen de la monarquía y su valor por tanto, porque todo es imagen, traje, y tiene que decidir si encausa a éste o al otro, y si a éste sí, porqué no a su esposa.

Complejo asunto al que estoy convencido le encontrarán lo que se llama una solución satisfactoria, con el menor daño posible, en interés general de interesados. ¿Hay verdadero interés político en tumbar al marido de la infanta Cristina? Lo dudo. El acoso del duque de Palma es la bandera política de algún medio de comunicación, pero no de todos. No tratan de exigir justicia, sino de dañar la imagen de la monarquía, poco menos que en balde, como si hubiese detrás un interés general en una Tercera República española, que no lo hay, qué va a haberlo. Éste es un país empobrecido, mucho más conservador de lo que parece, que no está para fantasías políticas. Han hablado las urnas y lo que han dicho es algo así como: “A ver si los ricos nos sacan de pobres”.

Miguel Sánchez-Ostiz

Información del autor y libros en Pamiela.com

http://vivirdebuenagana.blogspot.com/

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Víctor Moreno. Vida y obra del artista

UrgellCuando los dioses dominaban la tierra, las relaciones entre bondad y belleza, estética y ética, formaban una Arcadia feliz. Y fueron los dioses quienes, según la mitología griega, hicieron añicos ese lugar ameno con el fin de complicar la vida de los seres humanos.
Fue Pandora, creada por los dioses, quien entró en escena para enturbiar las relaciones entre los seres humanos. Robó el corazón de Epimeteo, quien, desoyendo los consejos de su hermano Prometeo, aceptó el regalo de la famosa cajita. En cuanto la abrió, la mirada humana quedó turbada por las legañas de la confusión. No podía entender que Pandora, encarnación de la Belleza, pudiera esconder el Mal (no femenino, sino el Mal universal).
A muchas personas, que parecen suspirar por aquella etapa mitológica, les gustaría que la vida y la obra de un escritor discurrieran como figuras simétricas, sin fisuras de ninguna especie. Que entre ambas no se diese ninguna discontinuidad ni ruptura. Que una vida virtuosa produjera obras artísticas excelentes y, por el contrario, una vida de crápula sólo generase engendros éticos, y, por lo tanto, estéticos.
Hace unos días consejera de cultura del Gobierno vasco, Blanca Urgell, confesaba que le resultaba imposible separar la vida y la obra del autor. Una pena padecer tan lamentable insuficiencia mental. No es la única persona. A la mayoría de los obispos de la Conferencia Episcopal les pasa lo mismo. Son incapaces de entender que un ateo pueda llevar vida ejemplar. Del mismo modo, un escritor, que lleve existencia regalada y patibularia, además de prostibularia, es imposible pueda escribir obras dignas, ética y estéticamente hablando.
Si eres una persona mezquina, así será tu literatura. Si eres un desastrado, tu poesía jamás alcanzará las cotas sublimes de la poética de Gamoneda.
Y, ahora, que nos dejan los dioses, puntualicemos. ¿Cómo es la vida de un escritor famoso? Aceptemos que no tenemos ni la más remota idea aproximada. Nada sabemos de su vida virtuosa o de crápula integral que puedan llevar al unísono y ex aequo et bono.
Asociar la vida de un escritor con su obra es de las correspondencias más desternillantes. Se quiere ver en dicha relación un principio de causalidad que funciona como un resorte conductista, avalando que lo que uno escribe está en consonancia con las relaciones que mantienes con su perro y con el vecino de arriba, a quien si no asesina es porque el tipo no se lo merece.
Sería estético, ahora sí, que Blanca Urgell, que tan segura se muestra en sostener que es imposible separar la vida de infame que llevó el crápula Villon y su portentosa poética del ubi sunt de las nieves de antaño, estableciera de qué modo exacto y riguroso el sintagma del poeta o del narrador están determinados por el tipo de vida zarrapastrosa o evangélica que lleva alguien.
Hay gente que, perteneciente a la mitología anterior a Pandora, sigue pensando que un asesino o un terrorista con denominación de origen, no es que esté incapacitado para escribir obras maravillosas, que eso ya no lo discute ni la Urgell, sino que no pueda acceder a recibir un premio de una institución cuyas bases del premio, paradójicamente, no establecían en qué consistía llevar una vida decente y democrática aunque lo más cercano a dicho modelo de decencia moral debe de ser la vida de monja clarisa que suelen adoptar ciertos cargos de cultura autónoma.
¿Se puede plantear el asunto en su cruda realidad? Gracias. En consecuencia: ¿tienen derecho los asesinos en general, que, además, son escritores, a presentarse a un premio? Sin duda. ¿Y a ganarlo? Sólo lo impedirá su talento, no su pasado de pederasta o de defensor de la legitimidad de la violencia del Estado.
Si las convicciones que alguien pueda tener sobre la libertad, la responsabilidad, la democracia, el vicio y la virtud, afectan al sintagma, a la metáfora y a la frase hecha, habrá que demostrar dichas correspondencias en vivo y en directo. Si alguien que tiene el antiguo poder de los dioses de otorgar premios no quiere que sean dados a gente impresentable, porque uno los tiene por indeseables, debería advertirlo en las bases de dicho galardón: “Impresentables, absténganse”.
En realidad, la gente que antepone la moralidad al sintagma no debería figurar jamás en los jurados de cualquier premio. (y no me estoy refiriendo a los miembros del jurado que dictaminaron a favor de Sarrionandía y cuyo comportamiento en el “affaire” fue ejemplar) Me refiero a esos jurados que se resisten a aceptar que alguien, vicioso y mala sombra, pueda escribir mejor que san Antonio Muñoz Molina, lo que no resulta tan complicado. La gente que antepone la virtud a la belleza será, sin duda, tan virtuosa como Bono, pero se convierten, si es que ya no lo son por esencia, en tipos peligrosos para la vida y para la literatura, como fueron los inquisidores y los sotanosaurios que confeccionaron los Índices de Libros Prohibidos.
Tiene que encalabrinar mucho otorgar un premio a quien se considera en las antípodas del pensamiento y del modo en cómo hacer más justo y más demócrata esta mierda de mundo en que lo han convertido los neocapitalistas y liberales del mercado. Pero es muy probable, aunque, quizás, no lo sea tanto, que, quienes estén contra las ideas políticas y sociales de un escritor, comulguen, sin embargo, con sus criterios estéticos. ¿Cómo reaccionar ante el hecho de que a Mario Vargas Llosa, a quien no soportamos como ideólogo, le guste Flaubert, tanto como a nosotros?
Muy complicado de explicar, y, quizás, lo sea porque las convicciones ideológicas del ciudadano no coincidan con las del escritor. Y es que la ética y la estética, por mucho que quieran fusionarla algunos nostálgicos del mito, tienen una mecánica de funcionamiento distinta. La literatura se hace mayormente con palabras y no con obras de caridad. Y son las palabras las que hay que juzgar. No, si quien las firma es borracho, necrófilo o voyeur empedernido, como era Proust.
Así que, para posibles convocatorias, lo ideal sería que las bases establecieran claramente las exigencias para participar y ganar dicho premio. Es decir, además de escribir obras de claro contenido moral democrático, los escritores tendrán que enviar certificados de buena conducta, certificado timbrado de estar a bien con Hacienda y con la Justicia, y, por si acaso, un certificado de limpieza de sangre democrática expedido por Basagoiti.
Se evitarían así todo tipo de estériles confusiones, incluso las creadas por motivos zarrapastrosamente políticos.

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Fallece Artemio Zarco, abogado y francotirador de la pluma

ArtemioZarco2El abogado y escritor donostiarra Artemio Zarco falleció el pasado martes a los 81 años a consecuencia de un derrame cerebral. Columnista certero y mordaz, durante más de una década ejerció de «francotirador» desde las páginas de Zazpika y de GARA. Su diana: el Poder.

Amaia EREÑAGA | DONOSTIA

«Tenía que estar jubilado, pero me resisto por ese miedo instintivo a la decadencia y al alzheimer –reconocía en una entrevista en 2005–. Soy un convencido de que, efectivamente, el ejercicio de la profesión implica una gimnasia mental que es el mejor antídoto contra esa decadencia. Con perdón por la grosería y porque lo digo con cierto cariño, pero creo que la de abogado es una profesión de hijos de puta, permanentemente pensando en como sorprender al enemigo. Esta peculiaridad me mantiene vigilante y me parece que es bueno para combatir o ralentizar la inevitable decadencia».
Lo hizo hasta el último momento: este hombre de vida novelesca, cuya trayectoria vital podría servir de guión de nuestra historia reciente, se mantuvo activo hasta el último día. Seguía escribiendo y, de hecho, su último artículo lo publicábamos en estas páginas la pasada semana. La mañana del martes un fuerte dolor de cabeza le obligó a acostarse y, alertada su familia, el examen médico dejó claro que era un derrame cerebral y el daño, irreversible. Su cuerpo será incinerado hoy y la semana próxima, probablemente el martes o el miércoles –cuando llegue una de sus hijas, residente en Nueva Zelanda–, se organizará un acto cívico de despedida.
Nacido en 1930 en Donostia, hijo de un combativo carpintero granadino anarquista y de una cigarrera donostiarra, Artemio Zarco perdió a su padre en el frente del Gorbea. Ese mismo día, su mujer y sus hijos vivían el bombardeo de Durango. Artemio conservaba las gafas que llevaba su padre en el bolsillo en el momento de fallecer. Exiliados, los Zarco llegaron a Burdeos, donde pasaron por un campo de concentración y, ante el avance nazi, volvieron a Donostia.
Licenciado en Derecho, comenzó a ejercer en 1954. Fue defensor de presos antifranquistas y, en 1965, fue vetado por el Gobernador Civil de Gipuzkoa para dirigir el Colegio de Abogados del territorio -Artemio le había puesto antes en ridículo-. En 1968 fue encarcelado y luego confinado cuatro meses en Albarracín durante el estado de excepción tras la muerte de Melitón Manzanas. En 1970 formó parte del equipo de abogados que defendió a los presos vascos en el Proceso de Burgos.
«Siempre he sido francotirador -reconocía el pasado mes de abril en otra entrevista concedida este diario-. Siempre he ido por libre; mis opciones estaban en un lado determinado, pero dentro de ese lado no he querido someterme».
Aficionado a la música clásica, fue también fundador, junto con Juan Cruz Unzurrunzaga, de la galería Altxerri. Otras de sus aficiones eran la pintura naif y bañarse todos los días, no importaba la climatología, en La Concha. Publicó ocho libros, entre ellos «Satiricón» (2005), una selección de sus columnas, en las que nos habló de historia, de sus viajes con su mujer Pepita, nos hizo reír con sus historias de abogados y, sobre todo, nos dijo «cómo sobrevivir frente a tanto horror como existe, a tanta injusticia, a tanta canallada». Él, por de pronto, tenía una máxima: Hacia los que viven del ejercicio de poder, hay que aplicar la presunción de culpabilidad.
Resulta imposible resumir once años de columnas semanales de aquel «Satiricón». El Poder, siempre con mayúscula, Aznar y Bush –su fijación– y la Iglesia fueron las dianas contra las que apuntó este lúcido intelectual. Estas son dos someras muestras.

«Un domingo, en una de las raras ocasiones que fui al fútbol. Era el derby entre la Real y el Athletic, famoso porque al salir al campo las dos filas de los jugadores, entre los dos primeros, Iribar y otro que no recuerdo, llevaban extendida la ikurriña. Todo el mundo estaba exaltado, la Gristapo (los uniformes de los polis nacionales eran grises) estaba muy nerviosa y desorientada y la ciudad revuelta. […] De pronto, en la calle Garibay un guardia nacional, metralleta colgando al hombro, nos señala a un amigo y a mí: `Tú y tú, poned derecho ese coche’. Me niego. El poli: `¿Cómo? Hostias, vas a empujar ese coche y sin rechistar’. No sé si habitualmente soy retórico. En situaciones especiales sí que lo soy: “Mire Usted –le dije en voz muy alta, acompasándola a su diapasón–, en primer lugar ese coche no es mío, en segundo desde la Revolución Francesa está prohibido exigir a los ciudadanos prestaciones corporales, en tercero con estas manos de pianista me niego a mover ningún coche”. Empezaron a sacudirme con la porra. Levanté los dos brazos y rugí: “¡Basta! ¡Que venga inmediatamente el jefe de esta horda! ¡Ahora mismo o alguien lo va a pasar mal!”. […] Me metieron a empujones en un jeep camino de comisaría. El guardia que mandaba habló por radio con la central: “Llevamos a un tipo que dice que es un ciudadano y habla no sé qué de la Revolución Francesa”. Los de la central contestaron: “Los ciudadanos nos la chupan y los franceses son unos maricones”.
(Zazpika, 2000)

«A un hijo de puta en el poder le basta una palabra con mayúscula: Orden, Nación, Socialismo, Pueblo. Se considerará legitimado para llenar el mundo de cementerios y campos de concentración. El siglo XX ha sido pródigo en dictadores. Algunos acabaron mal, otros murieron en la cama, pero todos terminaron formando parte de la historia de la infamia humana, maldecidos por sus pueblos y por los gobiernos de sus pueblos, con una sola excepción. […] Todos fueron barridos menos uno: Francisco Franco, que desde el principio decidió ganarle la partida a la historia. Fue, sin duda, un momento de inspiración parecido al que pudo tener Ramsés II al ordenar la construcción de los templos de Abu Simbel en las rocas del desierto de Nubia. Han pasado 26 años desde que Franco murió en la cama. […] Los sucesivos gobiernos de Madrid atienden, a cargo con toda probabilidad de los presupuestos del Estado, el fastuoso mantenimiento de la monstruosa tumba [del Valle de los Caídos]. […] De ahí que cuando oigo a los del PP decir: “Nosotros, los demócratas” se me revuelven los muertos, los míos, y siento que nos están robando algo. Nos están robando nuestro pasado».
(Zazpika, 2001)
[…]

Entrevista a Artemio Zarco

Entrevista a Artemio Zarco from Gara Bideoak on Vimeo.

Adelanto de la entrevista a Artemio Zarco que se publicó el domingo 10 de abril en GARA.
gara.net/paperezkoa/20110410/259169/es/La-presuncion-inocencia-deberia-ser-culpabilidad-para-politicos-profesionales

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