Fernando Mikelarena. Fasa: un episodio previo del año 1936

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LA resurrección del asunto Fasa en un libro publicado recientemente por el Gobierno de Navarra acerca de la Transición en Navarra entre 1979 y 1982, y cuyos autores son Joaquín Gortari Unanua y Juan Cruz Alli, nos trae a la memoria un negrísimo episodio relacionado con aquella empresa acaecido en 1936, que ya fue narrado anteriormente en un reportaje de DIARIO DE NOTICIAS. De él informó Marino Ayerra en su obra Malditos seáis. No me avergoncé del Evangelio, el libro fundamental, junto con el de Galo Vierge, de la literatura testimonial navarra sobre el holocausto padecido por quienes eran miembros de los partidos y sindicatos contrarios al golpe de estado. Ese suceso se refiere al fusilamiento en Alsasua de Joaquín Lizarraga Martínez, dueño de la empresa Fundiciones de Alsasua, así como de dos de sus hijos, Sabino (este agente comercial de aquella) e Iñaki, todos ellos simpatizantes del Partido Nacionalista Vasco. Mientras el padre habría sido asesinado en Alsasua el 9 de octubre de 1936, Sabino lo sería en Olazagutía dos días más tarde, mientras que la ejecución del otro hijo, Iñaki, habría sucedido dos semanas antes, el 24 de septiembre, seguramente en San Sebastián.

Joaquín Lizarraga era consejero de Fundiciones de Alsasua, empresa surgida de otra unos años antes, y también era alto empleado de la Siderúrgica del Mediterráneo y presidente de la Legión Católica de Bilbao, esto último algo que se puede corroborar en los números del periódico El Día del 5 de junio y del 10 de junio de 1930. Precisamente en este último número se reproduce parte del discurso que dio en un acto organizado por aquella entidad en San Sebastián y del que se desprende su profundísimo catolicismo. El periodista que informó del mismo comentó de Lizarraga que era “hombre fundamentalmente práctico, de un gran sentido de la realidad” y, de entre los aspectos que mencionó de su disertación, citó “la necesidad de que todos los seglares se agrupen para luchar activa y tenazmente contra organizaciones contrarias que van invadiendo las esferas de la vida con desastrosas consecuencias morales y sociales”. En 1933 figuraba como representante de la Federación Católico Agraria de Vizcaya en un jurado de un concurso de ideas sobre materia económica.

En el relato de Ayerra se ahonda en esas características al mencionarse que era “católico, piadoso, humanitario”, añadiéndose, además que era “abierto generosamente a todas las reivindicaciones obreristas, según testimonio unánime y emocionado de todo el pueblo de Alsasua”, en línea con actitudes que tendrían que ver con las corrientes católicosociales. En las conversaciones mantenidas con el hijo de Joaquín, Sabino, este también manifestaba que no se arrepentía de sus convicciones nacionalistas y en el terreno social por pensar que así se contrarrestaba “la obra antisocial y anticristiana de otras tendencias irreligiosas”.

Ayerra narra que el golpe de estado le había sorprendido a Lizarraga en San Sebastián y que, tras la toma de la capital guipuzcoana, optó por trasladarse a Alsasua por creerse allí más seguro contra cualquier eventualidad de los primeros momentos. No obstante, su viaje a Alsasua vendría a explicarse por la circunstancia de que su hijo Sabino estaba ya para entonces en la cárcel habilitada en aquella localidad y en la que ambos llegaron a coincidir sin verse. Ayerra explica que, a su llegada, Joaquín Lizarraga se presentó por su propia iniciativa en la comandancia militar. En su inocencia, Lizarraga no creyó inconveniente declarar cuáles eran sus ideas, toda vez que no dejó de aportar detalles de aquellos a cuyo favor había mediado ente las autoridades republicanas en San Sebastián, pensando que ello le podría servir como salvoconducto en la nueva situación. La consideración por parte del comandante militar Solchaga de que Lizarraga habría gozado “de gran prestigio y consideración entre los rojos” para efectuar aquella tarea mediadora habría sido para Ayerra la causa última de su ejecución.

Por lo tanto, el componente religioso y el prestigio en el asociacionismo católico de los Lizarraga no sirvió para escapar de la muerte a los tres miembros de esta familia, marcada por su militancia nacionalista. Por otra parte, la entrada en el accionariado de Fundiciones de Alsasua de ilustres personajes del bando ganador, de lo que da noticia el reportaje periodístico antes citado y alguno de los cuales se habría mantenido en el consejo de administración hasta finales de los años setenta, constituye una prueba de que la eliminación del adversario durante la Guerra Civil en nuestra tierra por parte de los alzados carlofascistas tuvo muchas más aristas que las que tradicionalmente se han subrayado, ya que a aquello habría que añadir el expolio económico, no solo en contextos agrarios, sino también en ámbitos industriales, una cuestión todavía muy poco estudiada, al igual que las ventajas obtenidas en la esfera de lo económico por quienes detentaron el poder institucional en exclusiva en nuestra tierra durante cuarenta años.

* Fernando Mikelarena. Profesor Titular de la Universidad de Zaragoza.

Martes, 24 de abril de 2012

Noticias de Navarra

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Víctor Moreno. Escritor clandestino

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En enero de este año, murió el escritor Carlos Pujol, autor de infinidad de traducciones, ensayos, libros de poemas y novelas. Mientras vivió, la prensa especializada en literatura apenas reparó en su producción, que es abundante y de una calidad insobornable a cualquier tentación amarillista. Cualquier texto de Pujol, que el lector tome en sus manos, asombra por su perfección literaria clásica, fruto directo de una elaborada exactitud y sencillez expresiva y conceptual.

Y, sin embargo, Carlos Pujol pasará a la historia como un escritor invisible, inexistente, no sólo para las masas –que esto ya es imperativo categórico de una sociedad que mayormente no lee a ciertos autores-, sino para, paradójicamente, los propios críticos que, una vez muerto, sólo se acordaron de él para despacharlo con cuatro tópicos.

Pujol era un escritor del que no se podía hablar más que de su escritura. Lo que siempre representa una merma para el crítico fulero, quien, para hablar de un escritor, necesita elementos espurios que nada tienen que ver con la escritura. Pujol no llevó jamás “vida literaria”, expresión que le producía sarpullidos. Ni se caracterizó escribiendo artículos hagiográficos con tinta china sobre celebridades de la farándula o temas de gran “transcendencia política”. Nunca metió ruido con esos asuntos.

Como a un escritor sólo se le da carta de naturaleza hablando de sus libros, no extrañará que Pujol pasara por este mundo de locos y de ladrones sin pena ni gloria. Raro será el escritor de hoy que triunfe por méritos exclusivamente literarios. La mayoría de ellos alimenta su imagen con intervenciones públicas ajenas al sintagma y a la metáfora.

De la pésima salud institucional cultural de este país, hablaría el hecho de que Pujol, dedicado toda la vida a traducir escritores franceses e ingleses –entre ellos Voltaire, Stendhal y Shakespeare-, no recibiera jamás ningún Premio a la Traducción. Ni con carácter retroactivo.

Así que, no se sabe si como fruto de la mala conciencia, de una falta de tacto o de inteligencia, se recurrirá al comodín detestable, presentando a Carlos Pujol como un escritor clandestino. O, como dijo alguien, “un sabio clandestino”.

Seguro que sí. Seguro que era sabio y clandestino. Y seguro que disfrutaba con la clandestinidad, con pasar desapercibido sin que nadie lo conociera, excepto en su casa y en la editorial Planeta, donde trabajaba. Y, por supuesto, odiaba que se hablase bien de sus libros delante de él y de los suyos. Como era clandestino, sólo quería que lo dejaran en paz agazapado en su zulo. Y que nadie se acordase de él. Y que sus libros no se vendieran, ni que los leyera nadie. ¡Patrañas!

No existen escritores clandestinos motu proprio, a no ser que huyan de la justicia por haber cometido algún crimen tipificado en el código penal. Los escritores clandestinos lo son por fuerza mayor. Los crea la propia sociedad, por prescripción facultativa del mercado, por una perversa regularidad literaria mal entendida, pero muy bien planificada. Los escritores clandestinos no nacen por generación espontánea. Es un estatus que llega por la falta de consideración social por parte de quienes, mandarines ellos, ordenan y mandan en el cotarro literario.

¿Qué tiene que hacer un escritor para dejar de ser clandestino?

Lo más habitual es responder que reírle las gracias al mercado. Pero no está tan clara la relación. Hay escritores que, por lo que trasciende a la luz pública, nunca se han caracterizado por ser contrarios a toda esa peña de malandrines de sujetos que distribuyen el pastel de lo que produce la literatura: críticos infames al servicio de editoriales, profesores de universidad que escriben en periódicos para hablar bien de sus amigos, directores de suplementos literarios, jurados de distintos premios sobre los que gira el planeta de la fama de muchos escritores… De ahí, por tanto, que sean celebrados públicamente, y no sean engullidos por las termitas de la clandestinidad.

Pero, como suele decirse, en el pecado de la gula llevan la penitencia. Circula la sospecha de que los escritores famosos de hoy no representan ninguna alternativa de pensamiento y de crítica. Que el pensamiento literario y crítico, avalado por toda esta cofradía de instalados, vive en sus horas más bajas. Nada de lo que dicen y escriben ofrece algo que no hayan dicho y escrito hace más de treinta años. Más aún. Estos mismos novelistas, jaleados por esta crítica, nunca se convirtieron en objeto de persecución o de censura por ir más allá de las fronteras que el bien común y la moral dominante establecían antes, durante y después de la transición. Al contrario, sus voces se han concitado una y otra vez para justificar decisiones políticas injustas, en nombre de un “imperialismo de la libertad”, horrible oxímoron, y que algunos han elevado a categoría y norma de conducta del Estado de Derecho.

Si esto es así, cabría preguntarse, entonces, ¿qué sentido tiene escribir hoy si lo que se escribe no se dirige contra la línea de flotación de lo real establecido? Que la literatura que escribe esta tropa deje intacta la estructura social y política en la que se vive, significaría que aquella ha perdido una de sus más apreciadas valencias: desentrañar el mal donde se dice que está el bien, y señalar el bien donde se dice que anida el mal. Que la literatura de los Marías, Muñoz Molina, Vicent y la de todos los siervos de la gleba que beben del mismo manantial no cuestionan la realidad dada, es oráculo que se anunció hace años, y nada permite sostener que existan hechos que lo contradigan. Leerlos es como consumir a diario panceta revenida.

Nadie es quién para decirle a mengano que escriba sobre una realidad determinada. Pero resulta sospechoso que existan temáticas convertidas en plataformas ideológicas y literarias para condenar selectivamente una parcela de la realidad, y otras, en cambio, no sean objeto siquiera de una hipótesis explicativa distinta al canon habitual.

Es cierto que existen escritores –desde luego, no fue el caso de Pujol-, que se han radicalizado ante la sociedad literaria, porque ésta los ha ninguneado convirtiéndolos en escritores invisibles o clandestinos. Y, también, es verdad que, caso de haber formado parte selecta de dicha sociedad, se expresarían de otro modo; incluso, mirarían de soslayo ante ciertos problemas y asuntos de la vida.

Una situación que incita a no caer en la ingenuidad. Pues este radicalismo, sea a favor del establishment literario como en su contra, puede tener orígenes distintos. Casi todos impuros, ya que no surgen de un planteamiento estrictamente literario, sino del abdomen del escritor.

A fin de cuentas, ¿hay algún escritor, clandestino o no, que ame la literatura por encima de todas las cosas de este mundo?

Sobre el autor del artículo: Victor Moreno

Blog de Victor Moreno

 

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Miguel Sánchez-Ostiz. A pelotazos

Y tiro porque me toca

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No puedo menos que lamentar la muerte del mozo vizcaíno a consecuencia de un disparo de antidisturbios en la cabeza. El consejero Ares dice que va a depurar responsabilidades. Bien está, pero esa es, o lo ha sido hasta ahora, una de las frases más huecas de entre las que acostumbran a pronunciar los políticos para tranquilizar a la ciudadanía, como si esta confiara a estas alturas en ellos y en las instituciones. La ciudadanía, o al menos una parte de ella, sabe que esa es una forma de pasar página y de calmar los ánimos que gente como Ares saben tornadizos. Su mejor aliado es siempre el tiempo. Hay que ganarlo y conseguir que, sea lo que sea, que esté bajo investigación burocrática, e incluso judicial, obtenga la debida dilación, que las cosas se alarguen, cuanto más tiempo, mejor. Cuando se concluya el expediente tal vez se vea lo de siempre: nada.

Entiendo el dolor de la familia y entiendo que no quieran que nadie instrumentalice ese hecho luctuoso e irreparable, pero eso no puede ser obstáculo para que los demás reflexionemos sobre lo sucedido y sus porqués.

Me temo que esa actuación policial en extremo violenta y muy probablemente excesiva y desproporcionada no es un hecho aislado, sino un estado de cosas: la institucionalización de la violencia de Estado en aras del principio de autoridad, de la seguridad ciudadana, de la defensa de la democracia y de la lucha contra el terrorismo y etcétera, todo lo que se les vaya ocurriendo para justificarla y aplaudir y enjuagar sus excesos. Una violencia practicada tanto por uniformados como por matones de compañías privadas de manera impune, a quienes veremos pronto elevados al rango de autoridad incuestionable, con independencia de si tiene antecedentes penales o merecen tenerlos. Los excesos en las actuaciones policiales son cada vez más frecuentes. Un principio de autoridad desigual que favorece a una clase o a unos estamentos sociales, en perjuicio de otros, los más desfavorecidos socialmente, los excluidos o los que van camino de serlo en un futuro próximo. Insisto en que se habla más de restricciones y destrucción de empleo que de creación de este.

No hace falta pertenecer al ámbito de los execrados antisistema para darse cuenta de que el Gobierno del PP se está blindando ante la amenaza de serias protestas sociales como consecuencia de la crisis económica y de las medidas o no medidas que se están tomando en apariencia dirigidas a paliarla. Esta ya es una historia que hemos repetido mucho en esta página. Lo dijo hace meses un consejero del Banco Central Europeo: se extrañaba de que en España no hubiese habido desórdenes sociales provocados por la grave situación económica padecida por una clase casi por completo condenada a la desposesión de bienes y ventajas sociales. Hay riesgo de amotinamiento social sostenido y hay hartadumbre. Podrían articularse protestas civiles de resistencia social, pasiva, pacífica, difíciles de controlar… palos preventivos.

El principio de autoridad por encima de todo. De modo que ya todo es resistencia a la autoridad, atentado a la autoridad, desobediencia a la autoridad… Todo es autoridad. Lo saben los que por abrir la boca, por preguntar, han sido procesados. Estos días pasados hasta en los apartados tendencias de los informativos se ocupaban de los tartazos a la Barcina. Se echaban las manos a la cabeza: “¡10 años por un tartazo!”…, pero estoy seguro de que no les parecía un exceso, sino que disfrutaban con ello. La camada de la Barcina espera un castigo ejemplar para que se vea quién es quién.

Ahora viene el criminalizar al máximo la resistencia pacífica, las sentadas que ya los testimonios de parte convertían de manera abusiva (falso testimonio corporativo) en violentas. Ahora será delito convocar manifestaciones y sentadas por Internet o por telefonía móvil, penetrar en establecimientos públicos lo mismo. Ahora todo va a ser banda armada, crimen organizado, organización criminal, cuál, cuáles, ¿el mismo aire? Las manifestaciones como procesiones del Corpus. La Legión levantando al Cristo y con él la patria (siempre en peligro, no hay que olvidarlo y confundida con las cuentas corrientes y la ingeniería financiera). Todo encaja en este damero maldito.

Dicen que se trata de atajar los actos vandálicos. Eso no se lo cree nadie en la medida en que estos son notoriamente minoritarios frente a las actuaciones masivas. Van a vigilar las redes sociales y los medios de comunicación. El delito de opinión está a un paso y lo saben. Cuanta menos disidencia, mejor. Manos libres.

La excusa es Barcelona, pero ellos mismos reconocen que hace meses que vienen urdiendo medidas para completar su estado policial y autoritario. No quieren un 15-M, como no quieren otra concentración ante Génova que pueda tumbarlos. Están tomando medidas impopulares e injustificables y necesitan blindarse.

Sospecho que detrás de la penalización de la resistencia, pasiva o activa, pacífica y violenta, a la autoridad -a criterio policial claro: hasta ahora con dos testigos de calidad uniformados podías darte por perdido sin que al juez le haya temblado el pulso jamás-, va a venir la persecución de los medios de comunicación más radicales, por mucho que solo sean leídos entre conjurados y que encuentren sobre todo acogida en Internet. Control y prohibición de todo aquello que de cerca o de lejos atente contra su principio de autoridad, menoscabe esta o suponga la defensa de derechos elementales y una propuesta de oposición firme a las actuaciones políticas. De los grandes medios no se ocupan porque es raro que en ellos se publique algo de verdad crítico contra el sistema policial y autoritario, contra los excesos policiales y judiciales poco o nada rentables.

El fantasma de la ley de libelo asoma de nuevo en el horizonte como hace años y con él el desacato. Son medidas complementarias de esas que hoy toma el gobierno para blindarse. ¿De quién es la calle? Su modelo, Fraga, dijo que era de él. A por ella. Ya mataron y no pasó nada. Corren el peligro de perderla. Las manifestaciones del 29-M se lo demostraron: banda armada, asociales, organización criminal, terroristas… tienen donde ubicar a quien alce la voz de otra manera que no sea la reglamentaria, y la reglamentaria es una mordaza de papeleo y burocracia.

http://vivirdebuenagana.wordpress.com/

Miguel Sánchez-Ostiz

Información del autor y libros en Pamiela.com

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Javier Eder. De la nada a Prada

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EL Camino, el de Santiago –the Way, no el de Escrivá–, es la resurrección y la vida económica: quien transite por él revivirá. Tal pareció ser el pensamiento único de los parlamentarios en la comisión de cultura del miércoles. Por cultura se entiende eso: the Way is guay, noches embrujadas en los paradores de España, donde los diablos que visten de Prada dejan sus caudales… Así que como Iratxe –el monasterio donde la carcunda navarra inventó las javieradas y el vía crucis de Montejurra– está en el Camino, la abrumadora mayoría parlamentaria instó al Gobierno central a no dejar de llevar el monasterio desde su actual nada hasta Prada: a convertirlo en un exclusivo parador. De lo que los parlamentarios no dijeron ni Pamplona es del destino del Museo Etnológico de Navarra Julio Caro Baroja, durante años almacenado en el monasterio, luego empaquetado y depositado en una nave industrial de las afueras de Estella. El propio Caro Baroja promovió hace más de medio siglo la creación de tan desventurado museo. Los bultos errantes del museo imposible deambularon durante lustros por la comarca pamplonesa. Hace veinte años empezó a parecer que se quedaría en Iratxe, pero llegó la genial y muy electoralista ocurrencia del parador y vuelta a empezar. En nombre de la cultura se empaquetó todo de nuevo, se habló de una próxima y definitiva parada –a precio de un Potosí– en Estella y hasta hoy. Hace un año, camino de su gran canonjía, un muy sarcástico Miguel Sanz declaró que el Museo Julio Caro Baroja seguía siendo un proyecto «preferente». No tan preferente como el museo sanferminero que fue condición previa para la formación del Gobierno bicéfalo. Por lo demás, el miércoles, las voces gubernamentales de la comisión de cultura dijeron que no se animaban a reclamar la titularidad del fuerte de San Cristóbal. ¿Por qué no, si ahí cabrían todos los museos del Reyno hechos y por hacer? Hasta cabría un ramal del Camino con parada y fonda para quienes nos llevarán de la nada a Prada.

Javier Eder en Pamiela.com

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Javier Eder. ¿Emocional? No, conceptual

Navarra

Postal Exprés

NO, no es un problema emocional, como dijo Jiménez, sino conceptual. No se puede estar bandeando contra los despidos que no cesan y “procesionando” -que le dicen- con Barcina. Barcina daría un brazo por hacer de costalera política junto a Cospedal, por “procesionar”, por llevar el mismo paso gubernamental. Ambas comparten fervores marianos, inclinaciones doctrinales y ese concepto L’Oréal tan plutocrático de la política: “¿Sueldos, dietas, complementos? ¡Sí, porque yo lo valgo!”. Afines a tal concepto L’Oréal serán algunos de los que engrosaron esos dos tercios de servidores públicos navarros que el pasado día 29 prefirieron no unirse al bandeo general contra los despidos que vienen. Parte de ellos andarán por Sevilla, viendo “procesionar”. Otros habrán ido a Londres, a visitar al tiburón conceptual y la calavera incrustada de diamantes de Damien Hirst. Quienes seguimos por aquí, bajo el cielo encapotado, podemos ir a ver “procesionar” a la Corporación pamplonesa en el voto de las Cinco Llagas. Eso o analizar el arte conceptual navarro, que tanto da de sí. Lo de Urmeneta, que en una operación conceptual ha “relocalizado” su empresa de la Rotxapea a la Milagrosa, no es nada. Nada comparado con la tiburonesca peripecia de Caja Navarra. Como sintetizó Cervera, tras reubicarse Caja Navarra junto a canarios, burgaleses y andaluces -pasando por Washington, donde Urdangarin y Sanz inauguraron la gran sucursal americana de la que nunca más se supo-, ha terminado por volatilizarse en Cataluña. Un banco hecho humo, mil millones evaporados y ni rastro de la responsabilidad penal que según Cervera debió exigirse a los “dietistas” obligados a velar para que eso no ocurriese. Ni siquiera el partido que Cervera preside ha exigido nada. Por descontado que nadie ha dado la menor cuenta política. Ni se han rendido responsabilidades políticas ni se las espera. Cosas de un concepto L’Oréal de la política que pervive porque se comulga o “procesiona” con él. He ahí el problema, nada emocional.

Javier Eder en Pamiela.com

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Jorge Nagore. Ojo

A la contra

3-1YO a la clase de Teología cuando dieron lo de Dios es uno y trino no falté, no podía permitirme ese lujo. De hecho, creo que hice Periodismo solo por ese instante. Les avisé -les rogué- a Javi, Idoya, Ana, Noelia y Cristina que estuvieran al loro cuando el cura dijera que tal día se iba a dar lo de Dios es uno y trino y que me avisaran, para que yo hiciera pella y fuera. Es que no tiene nada que ver leer eso en papel que oírlo en carne mortal, a aquel buen hombre. Que no tengo nada contra creer, pero eso ya escapa a mi comprensión. Fui, le escuché con todo el organismo y supe que el esfuerzo había valido la pena: el padre, el hijo y el espíritu santo son lo mismo. Lo mismito. Eso lo oyes una mañana de clavo y no levantas cabeza en meses. Qué digo meses, en eras. Y lo dijo. Y me lo creí. Coño, no paga uno un pastarro para no creer lo que le dicen a uno. Y me lo creo. Guardo aún los apuntes de Javi con su maravillosa letra en la que viene aquello y cuando me noto bajo -de moral, de lo otro soy- lo releo y desaparece la niebla y las palomas del tejao se convierten en Emmylou Harris cuando era morena y Joni Mitchell siempre. Por eso entiendo a Lizarbe cuando dice que el Señor Cangrejo estuvo en la manifa de UGT y CCOO “de espíritu”. No solo le entiendo, es que le apoyo. Y se lo agradezco, mucho, que nos diga estas cosas, que nos abra esa luz que tanto necesitamos y que porte la antorcha tras la que marchamos, todos juntos en unión, hasta la victoria final, siempre, unos y trinos y trinando si hace falta, camino al horizonte infinito, recorte a recorte -en mi pueblo a las hostias de misa les llamamos recortes-, guiados por nuestro Dios en el PSN, nuestro hijo en UPN y nuestro Espíritu Santo en las calles y espera que este es capaz de adquirir una cuarta forma. Ojo.

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El camino de Olaj

 

Texto e ilustraciones de MARTÍN LEÓN BARRETO
 

Olaj-en bidaia

 

Encuadernado en cartoné. 22 x 22 cm. 48 pág. 13 €

IV PREMIO INTERNACIONAL COMPOSTELA DE ÁLBUM ILUSTRADO

 

El camino de Olaj (castellano)

ISBN 978-84-8464-768-3. Premio Compostela

 

A viaxe de Olaf (gallego)

ISBN 978-84-8464-769-0. Premio Compostela

 

El viatge de l’Olaj (catalán)

ISBN 978-84-15170-11-2. Kalandraka-Hipòtesi

 

Olaj-en bidaia (euskera)

ISBN 978-84-7681-691-2. Kalandraka-Pamiela

 

A viagem de Olaj (portugués)

ISBN 978-989-8205-71-1. Livros para sonhar

 

Olaj vivía en un planeta muy, muy chiquito, en una casa muy, muy grande.

Un buen día, aburrido, Olaj salió a caminar… ¡y caminó!

Olaj caminó y caminó, y con un pez que tenía la cola al revés se encontró.

–¿Me acompañas? –le preguntó.

Y como no dijo que no…

 

El protagonista de este relato acumulativo de estructura repetitiva y circular es una suerte de Principito que, harto de la soledad, emprende un camino iniciático. Diversos animales fantásticos -de inspiración mítica y valor simbólico- le van haciendo compañía y conformando un grupo heterogéneo y compacto: el pez de la cola al revés, el caballo alado, el tigre arcoíris, el elefante elegante…

 

“El camino de Olaj” destaca por la profusión de colorido y la armonía con la que Martín León Barreto combina gamas cromáticas. Son ilustraciones de formas geométricas dotadas de movimiento y dinamismo, e integradas como piezas de un complejo puzzle faunístico.

 

La obra ganadora del IV Premio Internacional Compostela de Álbum Ilustrado se ajusta a un esquema basado en los cuentos tradicionales: rimas, juego de contrarios, diálogo reiterativo, oralidad… Olaj nos hace partícipes de una aventura a través del día y de la noche, sobre la amistad y la generosidad.

 

■ Temática: viaje iniciático en busca de compañía y amistad.

■ Edad recomendada: desde 5 años.

■ Aspectos destacables: IV Premio Internacional

Compostela de Álbum Ilustrado; relato acumulativo, estructura repetitiva (cuentos tradicionales); animales imaginarios; astronomía; profusión cromática, formas geométricas.

Martín León Barreto

(Montevideo, 1973)

Es diseñador gráfico e ilustrador desde 1991; especialista en diseño de colecciones y portadas libros infantiles y juveniles. Afincado en Guadalajara (España), colabora con diversas editoriales de comunicación. Es ilustrador del equipo multimedia ‘Tres’.

http://www.martinleonbarreto.com

 

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Javier Eder. Marxista-rodeznista

Postal Exprés

Gallardón en particular y Rajoy en general me recuerdan a Rodezno, que en la gloria de su plaza esté. Es que cuando el Cardenal Primado de Toledo -el Rouco Varela de su época- le pidió a Rodezno que borrase de la faz de España el divorcio, el matrimonio civil y demás plagas republicanas, el Señor Conde le vino a decir lo que los hermanos Marx: “Y también dos huevos duros”. Vamos, que Rodezno le daba a Su Eminencia lo que tuviese a bien pedir y también una buena propina. El Cardenal Primado quedó tan encantado con el Señor Conde como estará Rouco Varela con Gallardón y lo de la violencia estructural que azota a las madres potenciales. De propina Rodezno puso a trabajar al Cardenal Primado en la concepción de la Reforma Laboral del momento. Es que corría 1938 y el Fuero del Trabajo lo estaba redactando uno de la embajada italiana que se limitaba a traducir la Carta del Lavoro mussoliniana. Rodezno quería eso y también algo más cristiano. Con el Cardenal Primado en el equipo, el preámbulo del Fuero del Trabajo quedó bordado: “Renovando la Tradición Católica que informó la legislación del Imperio”… Total, que el nuevo Estado nacional-sindicalista reconocía a la militancia de los extintos sindicatos el derecho a oír misa los domingos y fiestas de guardar, como manda la Santa Madre Iglesia. Fuera de eso, Rodezno como Rajoy daba a la patronal contratante lo que tuviese a bien pedir y también dos huevos duros. A Rodezno le tocó el trabajo de desmochar los derechos y libertades reconocidos por la constitución de 1931 y a Rajoy le corresponde dar todas las facilidades a la violencia superestructural que no cesa, así que tenga que incurrir con su Reforma Laboral en desafueros inconstitucionales. Eso y también dos huevos duros. El más llamativo de los dos es ese disparate cañí o clamorosa contradicción en sus términos del nuevo y no muy católico Contrato Mariano: el “contrato indefinido” capaz de extinguirse al instante y sin más explicación durante el primer año de prueba.

 

Javier Eder en Pamiela.com

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Víctor Moreno. Revisionismo peligroso

libros-de-historiaEl revisionismo es esa técnica del historicismo ramplón y manirroto consistente en reconvertir personajes y hechos históricos impresentables en santos y héroes modernos.

Yo pensaba que era solo afeite y retoque interesado de los afines al franquismo, que tanto tienen que perder cada vez que echamos la vista hacia el pasado histórico, sea remoto o no. A ellos se les deben explicaciones tan arteras como el origen apañado de la guerra civil. El Frente Popular ganó las elecciones gracias a un pucherazo, lo que dio origen a un régimen infumable contra el que no hubo más remedio que dar un golpe de Estado para salvar a España del comunismo y otras delicadezas judeomasónicas.

Como sugiero, me temo que dicho lifting no sea únicamente técnica exclusiva y excluyente de los historiadores franquistas, sean de la corte de Cristo Rey o de la cuadrilla de Moa y sus gerifaltes de bajura.

Algunos historiadores y estudiosos cercanos, parecen dedicarse a la imitación de esas maneras revisionistas, causando, no sólo perplejidad, sino temor por el cuadro resultante que nos proporcionan con tal perspectiva. .

Se dirá que son interpretaciones distintas de unos personajes y hechos a las que cada historiador tiene derecho por mor de su ideología presente. No me cabe la menor duda. Los hechos y personajes están ahí, pero es que las interpretaciones son tan dispares y rocambolescas, que parece que no se estuviese hablando de los mismos personajes.

A este paso, pronto nos caeremos del guindo de la estupefacción y aceptaremos sin más que Tomás Domínguez Arévalo, conde de Rodezno, era un buen hombre, porque en algunos de sus escritos defendió la identidad vasca de Navarra y mostró un amor hacia Euskalherría tan desaforado como el que sentía por las iglesias y odio hacia las chimeneas de las fábricas.

Con el paso del tiempo, dados los signos calamitosos en que vivimos, quizás, a lo mejor, los incombustibles Del Burgo, padre e hijo, acaben un día formando también parte de ese santoral de ilustres prendas, porque, pelillos a la mar, en su otra vida, mostraron una ternura inconmensurable hacia el euskara, los montes del Amboto y san Miguel de Aralar. Y ya no digamos, los Baleztena, en especial el paterfamilias. Sus arrebatos e insurrección contra la II República, su carlismo carpetovetónico, su rendición genuflexa ante el franquismo, su participación personal en la Junta de Depuración de la Guerra Civil, ¿qué son todas estas menudencias comparadas con su amor al vascuence y su defensa enardecida de la folclorada del País Vasco?

Constituye un error tremendo medir la temperatura ideológica de ciertos impresentables sujetos, según sea el diapasón de su más o menos patente o larvada vascofilia. Esta no puede redimirlos de una ideología que destrozó el entramado civil y democrático de la II República, y, más tarde, compuso la argamasa del nacionalcatolicismo, fuente originaria de toda la cruel represión que sufrió la sociedad tras la guerra civil.

Si algo enseña la historia y evolución de la Asociación Euskara de Navarra, del XIX, es que la mayoría de sus miembros y asociados eran amantes hasta el delirio del euskara y de la fraternidad universal con el resto de las provincias hermanas, lo que no les impedía ser unos conservadores de tomo, cuando no, unos reaccionarios e integristas de lomo. Y, algunos, clericales hasta el intestino grueso.

Se trata de una contradicción, o aporía, con la que el mundo euskaldun tiene que apechugar, a saber, que los grandes defensores del euskara y la especificidad del País Vasco fueron gentes de derecha, conservadores y reaccionarios, entre ellos el integrismo carlista y, al unísono combatiente, los impresentables conservaduros de Diario de Navarra. Las mayores alabanzas que se han hecho del euskara están en las páginas de este periódico. ¿Lo absolveremos, en consecuencia, por ser un periódico golpista y fascista?

Lo único que queda claro es que el amor al euskera y al País Vasco no impidió en su momento que alguien llegara a ser un fascista, como fue el caso de Garcilaso.

La historia intelectual de algunos personajes es cuando menos paradójica. Probablemente, la que más se anega en el riachuelo de la contradicción sea la de Arturo Campión, de quien se dice, ahora, que fue nacionalista antes que Sabino Arana. Probablemente, porque Arturo Campión fue muchas cosas antes que nadie.

Quienes vivieron en su época, y que lo conocieron in situ, por tanto mucho mejor que nosotros, afirmaban que “Don Arturo Campión fue republicano e impío en un tiempo, demócrata y progresista al día siguiente, euskaro separatista un rato, euskaro indefinido luego, dando a la vez pasos hacia el integrismo, integrista para ser diputado y diputado para traicionar a los integristas, despreciado de los liberales, molesto a los carlistas, sospechoso a los integristas y repudiado por los euskaros” (La Tradición Navarra, 14.2.1904).

Por su parte, El Demócrata Navarro, de inspiración canalejista, lo describiría en 1910 diciendo como “aquel señor que paseaba en tiempo por las calles de Pamplona tocado por gorro frigio y ahora se ha puesto el solideo, que, en ocasiones, se parece al de una boina” (21.9.1910).

En cuanto a su acendrado cristianismo, no hace falta escarbar demasiado para toparnos con un personaje anclado en su época, que nunca dijo una palabra contra quienes arremetieron cruelmente contra Basilio Lacort. Al contrario, Campión era de los que sostenían que a los blasfemos y a los ateos había que echarlos del trabajo, porque eran peor que la escoria: “El blasfemo debe ser perseguido sin piedad, como un perro rabioso. Las leyes débiles e impotentes sean reemplazadas por las costumbres fuertes y poderosas. Ciérrense todas las puertas al blasfemo; que lo echen sus patrones de los talleres si es obrero; que se encuentre separado, en una palabra, de trato y de comunicación con las personas bien nacidas”. Luego, vendría Eladio Esparza y pediría en 1936 desde el Diario echar a los rojos de sus puestos de trabajo en la Diputación o en cualquier institución pública.

Pero, claro, Campión defendía el euskara, Euskalherría, las misas y vía crucis en euskara, y la enseñanza en vascuence. Y, encima, era nacionalista antes que Arana. Ignoro si con estos antecedentes se pretende redimirlo de su ideología reaccionaria. Convendría recordar que sus posicionamientos respecto al euskara y el País Vasco fueron el fundamento en el que se basó el director de Diario de Navarra, Garcilaso, para defender lo mismo. Las posiciones lingüísticas de Garcilaso fueron idénticas a las de don Arturo, tanto que el director de dicho papel lo llamaría, “el Redentor”.

Sostener que ciertos carlistas impresentables, franquistas irredentos o clericales furibundos, puedan ser rescatables, porque mostraron rasgos de favor hacia el euskara o la ikurriña, es demasiada condescendencia interpretativa.

El amor al euskara no se traduce per se en un comportamiento sociable respetuoso. Es el respeto a la libertad de los demás lo que nos hace humanos y ciudadanos. La lengua, con ser elemento importante, no juega un papel decisivo en la configuración ideológica y pragmática de los individuos.

Sobre el autor del artículo: Victor Moreno

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El Reino de Navarra en la encrucijada de su Historia

El Protestantismo en el País Vasco – 2ª edición

portada2La extensión de la Reforma –sobre todo calvinista– en el País Vasco, aparte cuestiones teológicas y doctrinales, fue un hecho social de gran importancia que tuvo cruciales repercusiones.
El Reino de Navarra, constreñido ya y acosado por prepotentes monarquías adalides del catolicismo romano, comenzó a singularizarse religiosamente con Margarita de Navarra y optó oficialmente por la Reforma con su hija Juana de Albret, enfrentándose abiertamente a Roma y a las Coronas española y francesa. Las distancias entre la Alta y Baja Navarra, y entre las dos partes del País en general fue instrumentalizada por dichas Coronas.
portadaEl presente libro supone una documentada recopilación de todo lo relacionado con el protestantismo en el País. Su autor, Juan María de Olaizola, queda ligado a la mejor tradición de la conciencia vasca reformada de tiempos de la reina de Navarra Juana de Albret.

Ensayo y Testimonio nº 119
Idioma Español
Año 2011
320 páginas
60 fografías en color

ISBN: 978-84-7681-695-0

http://www.euskomedia.org/aunamendi/116345


http://noticiasdenavarra.es/2011/11/16/ocio-y-cultura/cultura/pamiela-reedita-la-obra-de-olaizola-sobre-el-protestantismo-en-navarra

http://www.gara.net/paperezkoa/20111116/303745/es/Pamiela-reedita-El-protestantismo-Pais-Vasco-mejorias/

http://www.diariovasco.com/v/20111116/cultura/edicio

 

Ficha del libro en Pamiela.com

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Víctor Moreno. Cincomarzada

Cinco de marzo de 2012.

Una fecha nada particular si no eres zaragozano. ¿Por qué? Porque hoy Zaragoza celebra la “cincomarzada”, que tuvo lugar en 1838 durante la primera guerra carlista.

Los defensores del pretendiente Carlos intentaron apoderarse de la ciudad de Agustina de Aragón y de Pedro Saputo, aquel personaje de la novela de Braulio Foz.

Los liberales zaragozanos, como luego harían los de Pamplona en la tercera guerra carlista, resistieron a las tropas del militar Juan Cabañero y Esponera que entraron en la ciudad para únicamente saquearla.

A duras penas, durante la noche del 5 de marzo de 1838, los carlistas ocuparon parte de la ciudad, pero ante la ofensiva de sus habitantes, armados hasta las cejas con cuchillos, horcas, azadas, armas de caza, aceite y agua hirviendo, lograron que las tropas recularan y abandonaran la ciudad.

Después de este hecho, el ayuntamiento añadió al escudo de la ciudad el título de “Siempre heroica”. Y, lo que me interesa rescatar, bautizó una calle con el nombre de “Cinco de Marzo” para recordar la heroicidad y entrega del pueblo en defensa de la que era su ciudad.

El nombre de esta calle se mantuvo inalterado durante años. Hasta que llegó la dictadura de Franco. Los franquistas, con esa sensibilidad y respeto que siempre los ha caracterizado, no tardaron un pestañeo en cambiar dicho nombre a la calle. Más mala baba, imposible. Esto es lo que, ahora, llaman respeto a la memoria histórica.

Pudieron llamarla de mil nombres, pero no. La denominaron “Requeté Aragonés”, en honor de los carlistas que invadieron la ciudad con las tropas de Cabañero.

Y así, durante más cuarenta años, aquellos descendientes de los heroicos defensores de la ciudad frente a un ejército invasor tuvieron que tragarse el nombre de una calle que hacía referencia a quienes en su día pretendieron humillarlos por las armas.

Con la muerte de La Culona, en 1975, se recuperaría el nombre de “Cinco de Marzo”. Hasta hoy.

Seguro que la anécdota servirá como referente a muchos de los conflictos que, ahora, estamos viviendo con los nombres de algunas calles.

Y es que mantener nombres de calles, que hacen referencia a hechos y personajes injustos, inhumanos y bárbaros, no parece quitarles el sueño a estos descendientes, no sólo de estos carlistas impenitentes, sino de franquistas irredentos que cifran en estos detalles una manera cruel de herir la sensibilidad de quienes en la historia han sido perdedores.

Sobre el autor del artículo: Victor Moreno

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Víctor Moreno. Variaciones temáticas sobre la Javierada

Javierada

¿Javierada? Sí, gracias.

Dicen los estudiosos, que han profundizado en el cráneo o estructura óseo-mental del navarro, que el natural de esta tierra tiene algo especial en sus cisuras que lo hacen irrepetible dentro de la escala del homo erectus.

Algún etnógrafo ha advertido, y no voy a citarlo, no sea que le dediquen un monolito y se lo partan en la cabeza, que solamente a los navarros se les puede ocurrir y celebrar, por todo lo alto, una folclorada en la que se trata de ventear el nombre de un santo y, a su cobijo, avivar valores tan eternos como hipócritas del amor al prójimo, la solidaridad y toda la metafísica frailuna que el Obispo de turno tiene a bien despepitar desde la torre feudal de un castillo.

Lo que, seguramente, no sabrá ese etnógrafo, es que el navarro, como animal que tropieza las veces que haga falta en la misma piedra, repite en distintas ocasiones idéntica melopea nazarena: una, protagonizada por hombres; otra, por mujeres y, la tercera, la que llaman la javierada del dolor y de la promesa, donde una procesión de hombres tristes pegados a su úlcera recorren carreteras y caminos en ominosas condiciones para el bazo, la tibia y el colesterol.

El sociólogo foráneo se pregunta aturdido. “Y, ¿por qué van todavía los hombres a Javier?”. Y, aunque al sociólogo le gustaría que la respuesta no estuviese clara, para poder hacer sobre tal asunto una tesis doctoral, al final, tiene que avenirse a la contumaz evidencia. Contrariamente a lo que pudiera pensarse, los navarros saben muy bien por qué encaminan sus pasos hacia el Castillo de Javier. ¿Por qué? Porque son navarros.

Y cuando un navarro afirma que hace una cosa por cuestión de genes,por muy burra o celestial que sea su hazaña, no hay que preguntarle más metafísicas explicativas. Pues su cerebro, por lo general, no está preparado para ir más allá de la ideología que le dicta el sustrato de sus cromosomas. De ahí procede el adagio foral: “un navarro que no ha hecho una javierada alguna vez en su vida, es un navarro a medias”. Y cuando se habla de genes y de cromosomas no considere el lector que le estamos hablando de biología, no. Son genes y cromosomas ideológicos. A fin de cuentas, la javierada que celebran estos peregrinos tiene su origen en el franquismo-fascista, puesto en marcha por la crema suprema del carlismo pamplonés, nada más terminarse la cruzada del obispo de Pamplona, Olaechea jauna.

También está el sociólogo fino que se pregunta: “¿por qué las mujeres navarras van a Javier?”. Y la respuesta no puede ser más sencilla: por lo mismo que los hombres. Por ser mujeres y navarras, desde luego. Pero, sobre todo, por solidaridad con la estupidez colectiva del hombre. Contrariamente a lo que se ha dicho, la mujer navarra ha sido siempre muy celosa por llegar a las mismas cimas de adocenamiento y de vulgaridad que los hombres. Ya decía Cervantes que la condición natural y propia de las mujeres navarras es enternecerse ante las tonterías del varón.

Por estos motivos, y muchos más que no nombro, especialmente los relativos al sexto mandamiento de la pelvis, me parece importante mantener las javieradas. Que todo un pueblo se resista a suprimir una superstición religiosa, más enmohecida que la hogaza de la Ultima Cena, no es acrisolada cabezonería inconsútil que se vea todos los días en Europa. Que todo un pueblo se resista a cortar de cuajo sus lazos democráticos con una procesión que tuvo su motivo original en la celebración la victoria sobre los rojos de la II República, no es, desde luego, estampa de santo que se vea fácilmente. Por mucho que duela, es una tradición inventada por el fascismo ganador de la guerra del 36.

Suprimir las javieradas sería un acto de inteligencia tan sublime que, hoy por hoy, no parece estar al alcance de la sustancia gris del navarro, y, menos aún, a la de las autoridades religiosas.

Estoy convencido de que más de uno creería en milagros si tal cosa sucediera. Por eso me conformo con que las Javieradas se sigan mimando como orquídeas de invernadero. Y digo que se cultiven, no para evidenciar la estupidez religiosa del navarro, que ésta ya se le supone y es patrimonio universal, como dijera Navarro Villoslada, sino, sobre todo, para que los estudiosos que lo deseen puedan analizar la reliquia de toda una colectividad que se resiste a abandonar una costumbre que les emparenta directamente con los hombres y mujeres del Paleolítico del nacionalcatolicismo de 1936.

Al fin y a cabo, las javieradas nacieron de la boina de un carlista metido a fascista, llamado Ignacio Baleztena.

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Europa y Javierada

Desde una perspectiva europeísta, que es ahora el copirrai de calidad con el que se juzga cualquier tipo de acontecimiento por muy anodino que éste sea, mi virtuosa hostilidad contra las javieradas no solamente ha entrado en crisis, sino que, incluso, no sé si estoy al borde del precipicio de una conversión y este año me veo haciendo el maula peripatético y chupo asfalto más que Michelin camino de Javier.

Porque, vamos a ver, las javieradas, tomadas así, en pelo cañón, ¿nos acercan o nos alejan más de Europa, que es, al fin y al cabo, lo que importa a los burukides y a los boinas derechuzos de la cosa? ¿Nos acercarán más a Europa o nos alejarán definitivamente del tren europeo que corre mucho más que el Ave?

Todo este “monólogo dubitativo” podrá parecer estúpido, y lo es, pero, ¿se ha reparado  en que Javier va en dirección contraria que Santiago, y éste, a decir de todos los crisóstomos del caminito ése, es más europeo que los tirantes de Barroso y las bolsas oculares de la presidenta del FMI? ¿No estarán contribuyendo las autoridades religiosas y laicas de Navarra a disminuir el fervor europeísta de los navarros? ¿Habrán reflexionado sobre este particular, no como Dios manda, que seguro que así lo habrán hecho, sino como lo reclaman de consuno los productos agropecuarios de la tierra? Porque a lo mejor consideran que al tratarse de una procesión la cosa nada tiene que ver con Europa, y, tal vez, estén en lo cierto más que nunca.

Seguro que algún comisario, de esos que andan de incógnito por Europa tomando informe y estadística hasta de las churras y merinas de nuestros valles y mejanas, ha de informar al Consejo Europeo que Navarra va en dirección contraria a Estrasburgo y presenta un vídeo de la procesión de Javier como prueba de que ni por el forro ha entrado en la modernidad ni en la posmodernidad ni en ná. Que Navarra sigue en efecto asombrando al mundo, pero, al bies. Que sigue celebrando tradiciones cuya acendrada esencia se mantiene incólume desde los días aciagos del 36.

A mí, estas cosas me preocupan sobremanera. Porque la idea de Europa me parece una, grande y libre… estafa. Así que yo, a ese comisario incógnito, le haría ver que, aunque, en efecto, la Javierada va en dirección contraria a Santiago, tiene suficientes argumentos a su favor para que se mantenga, tal y como, se viene chamullando.

La Javierada puede servir a Europa por muchas razones. Yo señalaría dos. Primera y más fundamental: la Comunidad Europea podría contar siempre que quisiera con una reserva autonómica de muchísimos kilates de historia a sus espaldas, donde todavía se sigue cultivando sin ningún tipo de complejo una de las más profundas y arraigadas supersticiones religiosas, nacidas en el huevo del fascismo. Parece detalle inane, pero, ¿imaginan el bien curricular que haría en los cerebros de los niños europeos un vídeo sobre la Javierada para que viesen cómo en pleno siglo XXI siguen vivas aún costumbres homologables con la coraza del Cid? Por el lado psicológico, ¿imaginan la cantidad de complejos y de miedos al ridículo que podría superar la infancia europea contemplando a gente adulta, hecha y derecha, haciéndolo sin importarles lo más mínimo?

Segunda razón. Hoy día Europa es un asco de (in)convivencia. Quieren aparentar que se llevan bien, pero la verdad es que todo el mundo anda a la greña entre sí. Pues bien, es bueno que Europa lo sepa, y que los parlamentarios europeos españoles y vascos tomen nota de la Javierada, porque, cuando, en sus retóricas intervenciones, no dispongan de ejemplos recurrentes de tolerancia y coexistencia pacífica entre las gentes, podrán poner a Navarra como ejemplo urbi et orbi de ello.

Podrán afirmar, sin que se les arrugue el bigote, que existe un lugar, de cuyo nombre se acuerdan pero que no viene al caso, donde se respeta a todo una anormal colectividad haciendo el kamikaze estúpido, y que, en lugar de apalearlos en plena cuneta, les dan posada, pan y vino y les curan hasta las ampollas de los pinreles.

Ya ven. Incluso, estas buena gentes de la izquierda, que se prestan a este jumelage, hasta parecen olvidar que el acto al que se prestan fue fundado por la derecha que envió a sus familiares a las cunetas en 1936.

En Europa, en cambio, la gente persigue y masacra a musulmanes porque creen en un Dios centrifugado por Alá. Y no reparan en que a muy pocos kilómetros de sus narices genocidas existe toda una sociedad que no solamente deja en paz a toda una cohorte de fanáticos religiosos, sino que, además, los tratan como a los espárragos, otorgándoles el label de navarro con denominación de aborigen. ¡Cuánto podrían aprender esos intransigentes europeos que apalean y matan comunidades musulmanes, visitando o viendo, sin más, una romería de navarros a Javier!

En fin, por estas dos razones y otras que vienen al caso, pero no al disgusto de quien pudiera oírlas, conviene seguir mimando la Javierada.

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Javierada a secas

Existen voces discrepantes que, inspiradas más por el sentido propio que por el sentido común, abogan por la desaparición de la Javierada, en cualquier modalidad: la machista, la marujona, la del dolor y la que se tercie. Argumentan estos anticlericales de nueva coña que la Javierada es un atentado contra el espíritu ecuménico, cosmopolita y universal que, ya desde Maastricht, recorre todas las cancillerías de Europa, excepto la de Bélgica…

Por otro lado, si desde el punto de vista político la Javierada evidencia un marcado acento provinciano y tribal, desde el lado religioso, el evento constituye un insulto al resto de las religiones que chamullan su credo en esta tierra. ¿Nunca ha pensado el arzobispo de Pamplona que la Javierada puede herir profundamente las sensibilidades de otras sectas religiosas, tan dignas ante Dios como la católica? ¿Acaso considera la iglesia navarra que Javier es sólo patrimonio incorrupto de la Iglesia Católica? Si es patrón de todos los navarros, como foralmente suele decirse, ¿para cuándo una peregrinación omniconfesional, donde hiervan todas las supersticiones religiosas que alegran de transcendentalismo inútil la jarana de esta tierra?

Para muchas personas dignas de crédito en sus respectivas casas, la Javierada es signo de la prepotencia católica, que, desde Trento, no ha dejado de refrotar por los bigotes teológicos a las demás religiones el who´s who en este valle de pacharanes y de espárragos silvestres. En lugar de convertir a Javier en la ceca y la meca de todos los credos, lo convierte en cisma. Y así, la Javierada, en lugar de unir a los hombres por la religión, los separa por la carretera.

Hasta aquí la estrategia intelectual de quienes, por política europea y cosmopolitismo religioso, se posicionan en contra de la Javierada. Sin embargo, existe una razón poderosa que, a mi modo de ver, invalida de cuajo los prejuicios anteriores y aconsejan el mantenimiento inamovible de la Javierada. La razón es ésta: la Javierada es un acontecimiento que revela mejor que una encíclica de Ratzinger la hipocresía ideológica de la Iglesia Católica. Y a ver si me explico.

Quienes atacan a la Iglesia, como institución y como falange curil, siempre se ven sorprendidos por la misma argumentación en contra: que sus críticas a la iglesia son más viejas que el taparrabos de Adán, o, sin irnos al neolítico, nacidas en el siglo XVIII en los contextículos de Voltaire y, por tanto, más pasadas de moda que los ángeles de Machín… Toda la argumentación eclesiástica contra la crítica anticlerical se reduce a utilizar el mismo secante metodológico: “Todo lo que decís, ateos y anticlericales, es viejo, antiguo, decadente y nada original”.

Y así será, si así lo dice la Iglesia, que de antigüedades nadie como ella para darles el certificado con denominación de origen. Pero, ¿qué decir de todas las ideas teológicas que mantiene la Iglesia desde que san Pedro obtuvo el título de arquitecto eclesial? ¿No pasan de moda? ¿Las ideas que mantiene la Iglesia acaso no son incorruptas como las tibias, los brazos y los encefalogramas de sus santos? ¿No están sometidas al mismo vaivén y deterioro hegeliano que el resto de las ideas de los demás mortales? ¿Por qué las ideas anticlericales son tachadas de antigualla cuando, en realidad, se enfrentan a enormidades teológicas nacidas en las brasas inquisitoriales de la Edad Media?

Para la Iglesia, aquello que la pone en solfa matarile, es falso, caduco y centenario. En cambio su liturgia y sus espectáculos, más rancios que una casulla de cuaresma, no. La Iglesia mantiene en vivo un espectáculo cuya tramoya y escenificación pertenece a la quinta del maestro Berceo. Y lo más grave: ni siquiera se adapta a la modernidad del sufrimiento actual.

Si en 1886 los navarros fueron a Javier por primera vez para dar gracias al santo por haber preservado a Navarra de la crueldad y saña con que la peste colérica de 1885 fustigó al resto del Estado, la iglesia, después de cien años de aquel peregrinaje, se niega a ver que, mutatis mutandis, aquella peste decimonónica bien podría llamarse de cualquier modo, crisis o sida. Pero, no. Al parecer, para ligar Sida con Javierada, sería necesario que algún obispo o papa muriese por dicha enfermedad. Y, entonces, santo al canto, como así ocurrió con el bueno del padre Damián, apóstol solidario de los leprosos.

El imperativo moral católico no preserva nada. Y está visto que Javier, para la iglesia, tampoco. Es de lamentar que, una vez más, la Javierada de este año desperdicie esta ocasión de oro ecuménico para unir tanto a católicos como a testigos de Jehová, protestantes como musulmanes…

Pues lo que no une Javier, lo une el dolor universal del sida. Un buen lema para la peregrinación de este año hubiese sido “A Javier con Eurocondon”.

Pero la Iglesia es mucha Iglesia, y nada preservona. Así que espero que la Javierada goce de buena salud hasta el próximo paleolítico. Pues nada como ella para desvelar la grasa con que se fabrican los sueños y delirios de cierta teología católica inmóvil…

Sobre el autor del artículo: Victor Moreno

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