Versión íntegra de la entrevista a Víctor Moreno publicada hoy, jueves 2 de diciembre, en Berria.
Política bajo palio
Ion Orzaiz: ¿Te ha sorprendido la reacción a la exposición de Abel Azcona?
Víctor Moreno: Quienes conocen la historia pasada y reciente de Navarra saben que esto ha sido el pan nuestro de cada día y no las hostias artísticas esas; por cierto, nada artísticas, sino sencillamente círculos hechos con la misma fécula con la que se hacen los cruasanes. Conociendo estos cromos antiguos, lo realmente extraño es que la prensa y la ciudadanía le hayan dado tanta importancia, magnificándola. Parece que los medios no supieran distinguir lo que es realidad y lo que es actualidad, algo que pasa y se pasa.
En un momento determinado, parecía que en Navarra había tenido lugar la cuarta guerra carlista. Sinceramente, la performance de la respuesta de unos y de otros me ha saturado. El sentido común no se merece tanto atropello y es evidente que la estupidez sigue siendo una característica exclusivamente humana. Y es que, cuando Dios aparece en el horizonte navarro, secularmente secuestrado por una iglesia criminal y capitalista, las cosas se complican mucho más, porque surge la metafísica y las hogueras, y no, precisamente, sanjuaneras. En definitiva: quien se haya extrañado de la performance respondona de la ciudadanía, creyente o no, es que ignora en dónde vive y de dónde procede.
Misas de desagravio oficiadas por 100 curas, manifestantes (algunos de Navarra y otros de Madrid) gritando “Asirón, ejecución”… ¿Por qué crees que ha despertado esa tensión religiosa tan virulenta?
El conflicto de la plaza-exposición ha llegado al despropósito actual porque desde el Ayuntamiento no se tomó la primera decisión lógica, que hubiera sido clausurar el edificio, incluida la exigencia de la cripta al arzobispado por las prácticas ilegales de exaltación de los golpistas que se llevan a cabo mensualmente por la Hermandad de Caballeros de la Cruz, organización franquista.
Se quiere hacer creer que el origen del conflicto está en esa performance blasfema, pero no es tal. Lo que realmente toca el magro de la derecha es que uno de sus símbolos necrófagos más cualificados haya sido tocado de muerte. A la derecha, también a cierta izquierda, les quitas sus símbolos y se queda en cueros. Pero la clave no está en la supuesta dimensión religiosa del conflicto. Al fin y al cabo, a lo que hemos asistido es a una teatralidad más o menos estudiada por parte de unos y de otros. Si eso es religión, apaga y vámonos. Una teatralidad rebosante en imágenes que parecían traídas por Regoyos de su España Negra.
El fondo es otro. La gente se rebota cuando escupen sobre sus símbolos. Esto es lo terrible. Porque los símbolos no son la realidad, sino su simulacro. De ahí lo ridículo que resulta la perfomance en sí, porque no ataca el problema de fondo de la intransigencia del capitalismo ideológico y religioso. Y la respuesta de quienes se han sentido violados en lo más profundo de su bazo metafísico, cuyo sentido de los juicios de Dios sigue actuando en su inconsciente más de lo que cabría suponer en la época del chip y de la fibra óptica.
La iglesia católica siempre ha tenido una gran influencia en los círculos de poder, y más en Navarra. ¿Sigue siendo así?
La religión es una forma de poder y un modo capitalista de administrar los dineros de quienes han depositado en ella su fe o su miedo. El poder político cuando se ha aliado con la iglesia ha buscado lo mismo: rentabilizar sus cuentas. Es una relación que se resuelve en la más pura endogamia. Los grandes empresarios navarros han sido del Opus Dei o cercanos a esta obra. Luego sería lógico deducir que, cuando ocupan puestos en la administración pública, no muevan un dedo en contra de los intereses de la iglesia. Pero seamos cautos, porque hay sujetos que pasan por ser de izquierdas y son, también, socios numerarios del Opus Dei.
¿Por qué tienen tanta influencia los obispos en Navarra?
Ha sido un poder secular en su historia. Un poder aliado con el político. Pero no tratemos de singularizar Navarra como si hubiera sido única en este terreno, otro hecho diferencial navarro. Para nada. El fenómeno de esta alienación religiosa catatónica ha sucedido de idéntico modo en el resto de las provincias españolas y en Ultramar. La alianza entre el poder religioso y el poder político ha sido consustancial al nacional catolicismo que durante más de cuarenta años ha envilecido la caja gris de la gente. Pero, tampoco, hay que engañarse: si goza de dicha influencia es porque la clase política sigue permitiendo cualquier tipo de intromisiones del obispado en materia política, económica, laboral y perfomances de todo tipo.
¿Cómo pueden condicionar tanto la agenda política?
Porque la clase política más que ninguna otra clase, sigue manteniendo un sustrato franquista y nacional católico muy potente. Y sabe que la propia sociedad tampoco se ha sacudido ese poso. La sociedad navarra es en su mayoría una sociedad acobardada y miedosa en términos metafísicos, pero esto tampoco forma parte en exclusiva de su temperamento. El ser humano es un tipo violento y depredador, pero se caga por los pantalones en cuanto se coloca frente al más allá. La sociedad navarra no es muy practicante en materia religiosa, pero eso no significa que no crea en el más allá. Y esta creencia genera más ideología reaccionaria que un libro de Del Burgo y, por tanto, habrá que suponer que ciertos comportamientos sociales y políticos reaccionarios no tienen explicación alguna si los pasamos por el cedazo de la racionalidad. La clase política lo sabe. Ir contra esa performance colectiva religiosa sería ir contra sí misma. Lo que tiene unas consecuencias desastrosas en la actitud de los políticos que ni siquiera son capaces de ser consecuentes con la no confesionalidad del Estado, jurando sus cargos ante un crucifijo, asistiendo a procesiones y a misas, besando reliquias o figuras religiosas dentro del Parlamento, etecé.
Desde las elecciones de mayo y el cambio político, la derecha (política y mediática) ha cargado insistentemente contra el Ayuntamiento de Pamplona y el Gobierno de Navarra por cuestiones religiosas: la eliminación del crucifijo del salón de actos, la no asistencia de la corporación municipal a la misa de San Fermín, tres cuartos de lo mismo con el gobierno y la misa de San Francisco Javier, ahora lo de la exposición “blasfema”… ¿Es todo una estrategia política para rascar votos, o simplemente no se quiere aceptar la aconfesionalidad de las instituciones?
Cuando llegó la II República y se decretó la retirada de los crucifijos de las escuelas, además de otras higiénicas medidas laicas, la derecha del país se revolucionó de un modo paranoico. La derecha en Navarra concentraba en la plaza del Castillo a niños con crucifijos colgando al cuello y se sucedían los actos de desagravios de un modo permanente. También lo hicieron cuando se excomulgó a Lacort, cuando se aprobó la Ley del Candado, debida a Canalejas, cuando actuó semidesnuda en el teatro Olimpia Josefina Baker y así podríamos seguir hasta llegar a los Joglars… Los llaman actos de desagravio, pero bien podríamos llamarlos performances, pues estos hace tiempo que los inventó la derecha. Ella entera constituye una performance ambulante. Lo suyo es estrategia política pura y dura. A esta gente, Dios les importa un pepino. Porque, si les importara, saben que estos actos al Altísimo no le perturban su sueño eterno lo más mínimo. La cuestión es dinamitar el poder del otro, sea como sea. La religión juega un papel decisivo, porque sigue siendo una fuerza motriz en el comportamiento asilvestrado de mucha gente. En cuanto a la llamada exposición blasfema, la de las hostias, me gustaría decir que ni es exposición, ni blasfema. Es una ocurrencia infantil que tiene más de egolatría que de exposición. Pues cuando el ojo se centra más en el artista que en el arte algo huele a podrido en la sala, y no a bacalao danés de varios días, precisamente. Hemos asistido a la mecánica contestación recíproca de unos contra otros, habitual en estos pagos, y que ha elevado a supuesta categoría lo que es una flatulencia mental, sin más. ¿Imaginan qué hubiera sucedido si con esas hostias de las narices se hubiese formado la palabra Francisco? Pues no habría sucedido nada.
En cualquier caso, esta exposición no ha buscado la reflexión y la denuncia de la violencia y terror de la derecha, pasada y presente, sino que, articulada con fines de provecho comercial, ha sido un boomerang rayano en el cinismo. No solo ha dejado pasar una ocasión de oro para abundar en la condena del terror del franquismo asesino de 1936, ahora que la derecha se sentía más arrinconada que nunca, sino que ha logrado que la derecha meapilas se haya convertido en víctima. ¡Lo que nos faltaba por ver! Una transformación que nadie como ella sabe convertir en perfomance. Ni un infiltrado lo hubiera hecho mejor.
Sangre y materias fecales (sobre la exposición de Abel Azcona)
Peio Izcue Basail
«El domingo, durante un happening frente a un público distinguido, Otto Mühl y Hermann Nitsch presentaron su show Sangre y Materias Fecales. Con este motivo, unas aves de corral fueron degolladas, la sangre se mezcló con materias fecales para embadurnar el cuerpo desnudo de varios miembros del grupo Mülh.»
Así narraba una agencia de prensa una de las más famosas performances del accionismo vienés en 1970. 45 años más tarde, Abel Azcona utiliza unas tácticas análogas para provocar al público pamplonés, cuyo sector más conservador ha reaccionado con una beligerancia que obviamente ha maravillado al artista. El círculo provocación-denuncia-publicidad se ha cerrado como en el mejor de los diseños de una campaña de marketing. Y ese tal vez es el campo en el Azcona es un verdadero artista, el de la publicidad, el de la fama y el estrellato, al más puro estilo de Lady Gaga o Miley Cirus.
Si muchos de los que convivieron con el accionismo vienés ya eran conscientes de que las obras en sí no eran muy potentes, sí consideraban que en ese momento eran necesarias porque la sociedad vienesa rayaba el fascismo en su conservadurismo. Ahora bien, ¿realmente creemos que a día de hoy las religiones son un enemigo a batir por el arte crítico?
Una de las verdades del arte descansa en su poder para quebrar el monopolio de la realidad establecida, pero las acciones de Azcona, en su espectacularidad y superficialidad, parecen alejarse de este principio. Es evidente ya que en Occidente la hegemonía cultural la ostenta el propio sistema capitalista, mucho más allá que la propia religión. Parece hace tiempo claro que la metafísica religiosa está siendo sustituida por la metafísica del capitalismo, del que Azcona es un ferviente creyente como gran emprendedor que es. Es por esto por lo que Azcona solo ataca ese flanco del poder, que parece en franco retroceso. Sus representaciones, que citando a Jameson podríamos decir que se mueven en «lo sublime histérico», no atacan nunca al capitalismo que es donde él pretende ser integrado por la vía del star-system. Parece compartir con grupos como Femen el ser el ariete del sistema contra ese residuo antropológico no regido por la lógica del mercado y que debe ser eliminado por incompatible.
En toda esa ecuación quedan muchas víctimas por el camino. Queda el ayuntamiento de Bildu, que con toda su buena voluntad y tal vez ingenuidad ha promovido esta exposición en pro de la libertad artística y quien va a ser brutalmente atacado. Quedan muchos progresistas del entorno de la cultura que han apoyado a Azcona creyendo firmemente en la reivindicación de los derechos de los gays y en la denuncia de actividades terribles como la pederastia o la prostitución impuesta por la violencia o la pobreza. Y quedan sobre todo las propias víctimas de la violencia del sistema, entre las que se encuentra el mismo Azcona.
Es sabido que para cometer cualquier atrocidad, el verdugo tiene que cosificar a la víctima, olvidarse de que es una persona. Decía Theodor Adorno que ante esto, el arte debe entonces actuar como memoria, como recuerdo al dolor de las víctimas. Pero contrariamente a esto, Azcona no recuerda, vuelve a cosificar a las víctimas, ofreciéndolas al sacrificio del mercado del arte. Poniéndose, por supuesto él, el primero en la fila.
Peio Izcue Basail
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Desenmascararlo
Cavalo Morto
El problema no es la exposición ni las hostias, sino que Abel Azcona (en adelante, el artista) os ha engañado. Al artista le importa un carajo la memoria histórica. Le importan un pimiento los asesinados a partir del 36 en Navarra por requetés y falangistas. Le importa una mierda el sufrimiento de sus familiares y el silencio y la marginación al que aún se ven sometidos. El artista solo se preocupa por sí mismo. Mirad las fotos de la exposición. Todas son sobre él mismo. Todas son autorretratos en un escenario que no le importa y con unas personas que solo son atrezzo para una de sus ególatras performances. Mirad la exposición: sólo habla del artista, de su trayectoria, de sus proyectos, de él, de él, de él, de él. Ni siquiera ha tenido la decencia de aislar su proyecto sobre lo que él entiende por memoria histórica y hacer que discutiera abiertamente con el edificio. No, ha tenido que mostrar toda su obra, toda su vida. Su autorretrato. Os ha engañado.
Cuando el artista viene a Pamplona se va de vinos con Sergio Sayas. Cuando sale de vinos por Madrid lo hace con Cristina Cifuentes. Cuando el desahuciador Miguel Leache expuso sus indignas fotografías le mostró todo su apoyo. Al artista le es indiferente cualquier cosa que no pase por su propia promoción. Resulta que el artista es un fascista que se traviste según le conviene. El artista es un impostor y os ha engañado. O engañó cuando en mayo realizó aquel “enterramiento” virtual de toda aquella gente ante el monumento. Aquí no hacen falta enterramientos falsos de nadie porque aún hay muchos desenterramientos reales que realizar. Aquí no hace falta acciones simbólicas ni requiebros conceptuales porque hay muchos huesos reales desperdigados por campos y cunetas. Aquí hay muertos de verdad, cunetas de verdad, asesinos de verdad y monumentos infaustos de verdad con criptas que albergan criminales de verdad. Nadie lo sabe mejor que vosotros. Vosotros habéis sufrido y habéis luchado lo indecible. Y ahora el artista se ha aprovechado de vosotros.
La lucha por la memoria histórica en Nafarroa no se merece este artista ni se merece vuestro error. La lucha contra el indigno monumento que aún alberga los restos de Mola y Sanjurjo no se merecía esta pantomima frívola y vacía de contenido. Esta farsa a mayor gloria de un simple payaso irresponsable y fatuo. En esta tierra se ha muerto mucho y mal. Se ha llorado mucho. Se sigue llorando mucho. Se ha sufrido, se ha luchado, se ha resistido, se seguirá resistiendo.
El infame monumento a los asesinos del 36 merece que acabemos con él a través de una acción colectiva y contundente. Una reflexión seria y sin vacilaciones. Una acción que recoja todo el dolor, toda la rabia y toda la experiencia en la lucha por la memoria durante tantos y tantos años.
Hecho un Cristo: los pies por delante, el cuerpo arañado y todo lleno de excrementos. Así salió Abel Azcona el pasado jueves 15 agosto de la galería de Madrid donde estaba haciendo Dark Room, un performance que consistía en pasar dos meses confinado, sin contacto alguno con el exterior. Apenas ha podido aguantar el artista 42 de las 60 jornadas de absoluta oscuridad inicialmente previstas, hallándose desde la segunda semana en un estado mental rayano el catatónico y haciendo cosas raras a las 72 horas del encierro, como mearse por ejemplo sobre su propia comida. Llega el cuarto día de clausura: «Nos preocupan heridas en el rostro, con visionado nocturno percibimos que son de arañazos al rascarse compulsivamente», escriben en su telegráfico cuaderno de bitácora los celadores de Abel Azcona, malhadado conejillo de Indias de sí mismo. Según declaraciones del pamplonico, el objetivo de este especial encierro era profundizar hacia una identidad personal genuina apartada del mundanal tráfico de información. «Perder la noción del tiempo y de mi propio yo. Construir una identidad no contaminada.» Alguien podría y debería haberle advertido que el Mito de la Caverna cuenta otra cosa, que sin luces y sombras no hay sujeto. Y sin sujeto, bueno, sin sujeto no hay nada. Y cuando digo nada: «Gran descoordinación de cuerpo. Gran suciedad y falta de higiene. Extrema delgadez. Comportamiento ilógico, sonidos, gritos o movimientos espásticos», vuelven a anotar cuatro días antes del precoz final de Dark Room. Por desgracia ignoramos si el resultado del experimento termina siendo que los performers globetrotters ni nacieron ni se hicieron para vivir en cautiverio (24 horas antes de Dark Room Abel Azcona estaba en una sesión de fotos en Pamplona: malos preliminares preparatorios para el retiro son las angulares y los flashes) o si resulta que el anatnam budista era esto. ¿Ha alcanzado Abel Azcona el Nirvana?
Llamadme cartesiano, pero me inclino por la primera opción. Que los posturitas del mundo del arte carecen de la entereza psíquica que mantienen algunos secuestrados es algo que vino a confirmar en sus propias carnes Omar Jerez. El artista granadino quiso hace tiempo emular el secuestro de Ortega Lara, 530 días en un zulo de seis metros cuadrados, sólo que la recreación artística tenía una duración estimada en una semana y poco; ni eso pudo el bueno de Omar Jerez, quien siete días después de iniciada la acción hablaba consigo mismo a solas mientras una barba mesiánica adornaba su mentón. Ya se sabe, en esta competición por aguantar la respiración bajo el agua que viene siendo el paradigma performático contemporáneo, quien no se hace disparar (Chris Burden) se hace crucificar (Chris Burden again), pero nunca ha habido dos copiones tan seguidos del artista nacido en Boston como Abel Azcona y Omar Jerez. Tantos días ha durado Dark Room como años han pasado desde que Chris Burden presentara Locker Piece, una tesis doctoral que consistía en pasar cinco días embutido en su propia taquilla. 1971 queda muy lejos como para que ahora vengan estos asaltatumbas a saquear las acciones de otros, aunque la palabra plagio quizá carezca de sentido para gente como Abel Azcona y Omar Jerez, que tan dispuestos están a sacrificarse por una sociedad que pasa del tema. Ante acciones taaaan auténticas, sin embargo, la estricta observancia del copyright es casi un insulto. Cada vez cara a cara con la muerte o la locura siempre parece como si fuera la primera, irrepetible y recóndita ocasión, aunque luego la documentación del momento trascendental se venda a precio de saldo, por multiplicado y con copia de artista. A fin de cuentas, a los niñatos que quieren hacer un Werther Jr. o un Harry Houdini nadie les cobra el canon. ¿Por qué habría que racanear las antiguas pesetas a las novísimas promesas del estrellato artístico nacional?
Sea como fuere, Abel Azcona y Omar Jerez comparten algo más que etimología. Tienen en común, para empezar un manifiesto que presentaron en el Círculo de Bellas Artes a mediados de marzo de este año. Según algunos, el suceso artístico madrileño más relevante desde que los integrantes de la generación del 27 frotaran sus prepucios contra los tranvías de la capital. Según otros, una bobada desglosada en trece puntos. Los artistas posaron ante las cámaras con los pantalones bajados. Y así entiendo yo su Teoría Involuntaria de una Muerte Confrontada (TIMC), como una señora bajada de pantalones, una emulación vicaria del modernismo, una chiquillada sin mucha gracia. Sin nada que ofrecer salvo su propia muerte en streaming, estos proletarios del posturing performático declararon su voluntad de arriesgar la existencia en defensa de sus creencias políticas. Una lástima que éstas, las creencias susodichas, brillen por su ausencia o se acomoden a los consensos liberales de extremo centro, según los cuales Bildu es ilegal y ellas paren, ellas deciden. Se creen meritorios de una bala en la nuca Abel Azcona y Omar Jerez solo porque han criticado el Islam, la Iglesia o ETA, cuando en verdad el mutismo y la indiferencia son el tratamiento óptimo para tanta ingenuidad ideológica, la suya propia. ¿Acaso los terroristas no tienen nada mejor que hacer? No se enteran de la misa la media. Si nadie dijo esta boca es mía cuando Omar Jerez se paseó disfrazado de víctima por las calles de San Sebastián no fue desde luego porque los vascos tengan miedo a alzar la voz, como piensa el artista cuando define Euskal Herría como una sociedad de susurros, sino todo lo contrario: una puesta en escena tan evidente y carnavalesca no merece la conocida verbosidad eusquera, mucho menos aún los disparos de una banda armada inactiva y en pax perpetua, cuyo improbable retorno a las armas no tendría además por qué atemorizar a los comisarios del Guggenheim o de las galerías de Bilbao —ciudad donde llevan tiempo expuestas, por cierto, algunas viñetas de humor contra los malos malísimos de la película política de la Transición. En cuanto a Abel Azcona, ¿qué decir? El chico de los ojos verdes se merendó una traducción castellana del Corán, quizá ignorando que la versión sagrada del libro está escrita en árabe, masticando así unas páginas cuyo valor calórico equivale a una quema masiva de Harry Potter, esto es: solo puede afectar y epatar a los niños. En suma, perfomances presuntamente perturbadoras y provocadoras al servicio del secularismo y del Imperio de la Ley, lo cual resulta tan incorrecto en términos políticos como el remover las conciencias y luego dejarlas luego donde antes estaban, a saber, en su maldita superioridad occidental biempensante. Todavía hay algunos, por desgracia, que hacen caso.
Incluido un servidor, claro.
A pesar de los escasos riesgos que corren ambos, su manifiesto está blindado contra toda eventualidad. Es como si Andorra tuviera un programa nuclear por miedo ante una hipotética invasión terrestre. «El cumplimiento de la Teoría Involuntaria de una Muerte Confrontada (TIMC) es ser asesinado debido a que cualquiera de tus obras haya provocado una respuesta adversa al [sic] grupo o entidad criticada», sostiene la cláusula XI con una sintaxis tanto o más intrépida y heterodoxa que las acciones críticas que tantas respuestas adversas provocan en el respetable islamista y/o etarra. Pero esto no es todo, señores. La TIMC conjuga con mucho salero la temeridad y el canguelo a la hora de la verdad. Los puntos IV, V y VIII prohíben la escolta policial, el asilo político y el maltrato animal. Por el contrario, el punto VI permite un salvoconducto nada freudiano («Si intuyes que vas a ser asesinado, el instinto de supervivencia está por encima de él [sic] de la muerte. Por ello está justificado que encuentres cualquier forma de proteger tu vida») mientras que la segunda condición recomienda sencillamente quedarse en casa y no dejarse ver por los espacios de conflicto. ¡Menudo trabajo de lógica! En verdad, la TIMC quiere ser ante todo indómita y revoltosa, pero apenas llega a suscribir una ideología contra el Estado según la cual Abel Azcona y Omar Jerez, esos agitadores artísticos anarquistas, ni recibirán subvenciones para financiar sus cruzadas liberales ni buscarán asistencia sanitaria pública en caso de resultar heridos en combate. Juventud, divino tesoro. Resulta penoso contemplar a chavales de su edad esperando en balde un destino trágico que, por desgracia, muchos individuos convencidos obtienen y alcanzan sin haber firmado nada, incluidos los jóvenes reclutas de Al-Qaeda en Yemen y Pakistán, adolescentes con principios que quieren ayudar a nivel local y que la muerte pasa a recoger en drone at home, donde los derechos sociales, el habeas corpus y hasta el DNI son una jodida quimera.
Ahí os querría ver.
El caso es que Abel Azcona y Omar Jerez acumulan cantidades ingentes de papeletas para ingresar en el catálogo de muertes bobas, contra las cuales no hay manifiesto o contrato alguno que valga. Cuando alguien declara su intención de alcanzar una subjetividad rousseauniana entre cuatro paredes, para luego terminar como el rosario de la aurora, uno duda entre leer a Bataille o laissez faire, laissez passer. Con el gremio de performers pasa muchas veces como con la Familia Adams, ellos hacen lo que dicen y dicen lo que hacen, pero tienen el esquema de valores invertido, han perdido el miedo a muchas cosas, uno no sabe si aplaudir o llorar sus bromas. Dicho esto, mientras esperamos la pronta recuperación de Abel Azcona, renovado lazarillo artístico, Omar Jerez se prepara para realizar su Materia oscura en la partícula de Dios, un coma cerebral inducido para ver ese túnel de luz que —según dicen en las pelis ñoñas— lleva a la gente hasta el otro lado. Ambos artistas cuentan con todo mi apoyo. Seguid así, muchachos. Y que conste que no estoy utilizando psicología inversa.
Entrevista a Víctor Moreno de Ander Pérez en Berria (versión en euskera)
Para ser lector no basta con saber leer. ¿Qué más hace falta?
Si lo supiera, hace tiempo que habría montado un gabinete para hacer lectores. En serio: nadie lo sabe. Cada persona es un caso distinto. No existen fórmulas, ni caminos uniformes para hacerse lector. Lo que en unos casos sirve, en otros no. La experiencia lectora es un hecho individual específico. Extraer consecuencias generales de algo particular, no solo es dañino para entender dicho fenómeno, sino una falacia. Los caminos de la lectura son diversos. Intervienen condiciones objetivas, desde luego, pero, sobre todo, subjetivas, como el carácter, el temperamento, la emoción y, por supuesto, el ADN lingüístico, del que apenas sabemos.
Está claro que el discurso de las bondades de la lectura no ha calado entre los adolescentes. ¿Por qué?
Porque no goza de una constatación verificada empíricamente. ¿Qué adulto puede presentarse ante los adolescentes y decir: «Lo que estáis viendo es resultado de mis lecturas»? El descojono sería total si lo hiciera. Nadie es producto de sus lecturas. Nadie es lo que lee. Somos producto de un conjunto de variables dialécticas y contradictorias. Además, tales bondades no atraen al adolescente. Decirle que leyendo será más crítico, más creativo, mejor persona, más demócrata, más cosmopolita, más ético e, incluso, más solidario y más sexy, además de constituir un catálogo de falsedades, son peticiones de principio.
Tú hablas de la publicitación de los efectos casi farmacéuticos.
El discurso sobre los efectos de la lectura ha alcanzado esa categoría hace ya unos cuantos lustros. Se ha hecho de ella una especie de farmacopea, válida para curar cualquier tipo de enfermedad o carencia existencial o intelectual. La lectura sirve para mitigar cualquier dolencia. Leer es garantía de salud. Hay quien habla del efecto Stevenson, del efecto Agatha Christie y del efecto Cervantes. Quien lee al primero es imposible que se convierta en corrupto, dada la cantidad de adrenalina ética que adquirirá cortejando sus páginas; quien lea a la segunda se transformará en un ser empático y solidario a pesar de leer a la autora que más asesinatos ha cometido por novela escrita; y quien lea al tercero será cosmopolita, universal, enemigo de nacionalismos e independentismos radicales (quizás, esa sea la razón por la que nadie lea el Quijote). Si tales efectos fueran ciertos, sería del género idiota no leer.
¿Qué aporta realmente entonces la lectura?
Quien se enfrenta a la lectura de un libro tiene que solventar el impacto cognitivo, metafórico, lingüístico, ético y existencial que conlleva dicho acto. La lectura es una experiencia intelectual y emocional. En ese esfuerzo por divertirse, comprender, interpretar y valorar lo que leemos es probable que nos leamos, que deseemos saber más de nosotros mismos, de esto y de lo otro. Pero de ahí a cambiar, a transformarnos, a ser de otro modo, me temo que estamos entrando en otro camarote, y no precisamente de los hermanos Marx. Nadie cambia leyendo. Y menos todavía leyendo best sellers, que es lo habitual. Tampoco a Hegel, claro.
¿Habría que relativizar sus efectos?
No. Yo no niego que la lectura produzca unos efectos. Lo que reclamo es que quien dice que cambia leyendo, que sufre sus efectos transformadores, estaría muy bien que diese un paso al frente y dijera con qué libro los ha experimentado. Se trataría de subjetivizar el discurso de la lectura, describiendo sus hipotéticos mecanismos de transformación y efectos colaterales que produce en cualquier orden de la existencia. Aún no he escuchado a un pederasta decir que lo sea por haber leído al marqués de Sade y, tampoco, a alguien que se haya metido a una ONG aduciendo que lo hizo después de leer Las moradas, de Teresa de Ávila, que podría, claro.
Existe también una imagen de la lectura asociada a lo aburrido, a lo pesado. ¿Se asocia a la realidad? ¿Cómo se cambia?
Es que hay libros aburridos y pesados. ¡Para qué nos vamos a engañar! Pero el concepto de aburrimiento y de pesadez está en relación directa con los objetivos que uno se plantea cuando lee y en función de su educación lingüística. Si buscas divertirte, pasarlo bien, pues es lógico que no leas un artículo de Sánchez Ferlosio o una novela de Benjamín Jarnés. O, sí. Nunca se sabe. Pero la lectura como tortura sería lo último. Lo mismo que escribir como flagelación. Cuanto menos sabe uno de literatura, más posibilidades tendrá de aburrirse con los libros que lee. Claro que, cuando uno es lector y sabe qué tipo de lector es, raro será que se aburra. Sabe perfectamente qué libros tiene que leer. La lectura es una actividad solitaria, autista, íntima y rumiante, pero ¿aburrida y pesada? Habrá que concretar con qué libros y con qué autores se aburre uno. Cuando un libro y un lector se repelen, ¿quién tiene la culpa?
¿Cuál es la responsabilidad del sistema educativo en la falta de interés por la lectura?
En haber fundamentado y transmitido una enseñanza de la lengua y de la literatura sobre las bases de la verborrea y donde la lectura ha sido siempre un medio para examinar la capacidad de comprensión e interpretación del alumnado, y no un fin para pasárselo bien, hablando de los libros que se leen libremente y escribiendo, incluso, sobre ellos. El sistema educativo ha hecho de la lectura y de la literatura un potro de tortura para muchos adolescentes. Tanto que lo mejor que podría hacer el sistema es olvidarse de los clásicos. Pues clásico que toca, clásico que odian los adolescentes.
¿Es posible evaluar la lectura?
La lectura personal, la que uno hace para sí mismo no se puede evaluar. Porque la lectura lo que moviliza son partículas emocionales e intelectuales personales, relacionadas directamente con la propia memoria y el potencial mental que uno tenga. De esto, solo es posible hablar voluntariamente, pero someterlo a un examen inquisitorial sería una forma de violencia.
Lo que sí se puede y debe evaluar son las competencias que subyacen en el acto lector, pero se evaluarán si se enseñan como contenidos y procedimientos de aprendizaje, es decir, si se han cultivado en clase mediante prácticas lectoras que busquen la finalidad de desarrollar dicha competencia lectora.
La lectura exige valores y momentos que no van de la mano en la aceleración de la sociedad actual. ¿Es posible construir esos espacios/momentos?
No solo es posible, sino deseable. El sistema educativo, no solamente debe desarrollar la competencia lectora del alumnado, sino, también, habilitar espacios de lectura alejada de los parámetros tradicionales y en los que alguien lee lo que desee sin estar presionado por un cuestionario estándar. La lectura se hace, no se dice. El sistema educativo debe proporcionar prácticas de lectura individuales, en silencio, sin prisas, sin pedir nada a cambio, sin utilitarismos escolares, sin presiones de ningún tipo, sin exámenes posteriores; proporcionar lecturas gratuitas nunca sometidas a un régimen de evaluación; y, también, lecturas compartidas con los demás donde cada uno exprese su particular emoción intelectual al leer tal o cual obra, elegida libremente, fuera del concurso del programa académico. Mientras esto no sea posible, el alumnado saldrá del sistema educativo con una actitud negativa respecto a la lectura. La propia sociedad, que está en las antípodas del cultivo de valores presentes en la lectura, se encargará de hacer el resto.
Eso conlleva un esfuerzo de los lectores. ¿Estamos dispuestos a asumirlo?
Si la lectura de un libro satisface una necesidad personal, la palabra esfuerzo no existe. La sarna con gusto no pica.
Son los lectores quienes desean que los no lectores lo sean. ¿Por qué?
Forma parte del discurso dominante, de la publicidad y del sistema productivo en el que está inserta la venta y promoción de los libros que se escriben. La producción y venta de libros genera muchos millones de euros en este país. Quienes están más interesados en vender son quienes han elaborado un discurso fundamentalista basado en os efectos de la lectura. La lectura, aunque no guste que se diga, forma parte del consumo. Y el consumo es dinero.
Cuanta más lectura, más conciencia social y aproximación a la izquierda. ¿Es eso cierto?
Se puede tener una conciencia social exquisita sin haber leído jamás un libro. Tradicionalmente, la izquierda ha sido más ignorante y menos culta que la derecha; y mucho menos leída. Por el hecho de leer nadie adquiere más conciencia social y política que quien no lo hace. Leer no te hace automáticamente de izquierdas. De hecho, muchos obispos de este país son lectores empedernidos y, que se sepa, solo votan a Dios, que es de derechas de toda la vida. Sin olvidar que el facha Federico Trillo era traductor de Shakespeare. Lo mejor que podemos hacer con este tipo de relaciones conductistas es mandarlas a la mierda. Es su lugar natural. Ser creativo y crítico no es privativo de ninguna clase social. Ni de ningún individuo.
Pamiela acaba de presentar la edición en castellano de Retratos en blanco y negro, de Arantxa Urretabizkaia, anteriormente publicado en euskera (Zuri-beltzeko argazkiak). La traducción es de Fernando Rey y entre los primeros lectores del libro ha estado Aizpea Goenaga, directora del Instituto Vasco Etxepare. He aquí su intervención en el acto de presentación que tuvo lugar en el KM donostiarra:
Retratos en blanco y negro
por Aizpea Goenaga
Leí la novela en euskara, la volví a leer en castellano, y tengo que decir en honor a al traductor Fernando Rey, que cuando leí la obra de Arantxa traducida pensé que la estaba releyendo, y que la versión que había leído la primera vez también era en castellano. Fernando ha conseguido poner la voz y el tono de Arantxa en su traducción.
Arantxari buruz, berriz, Etxepare Euskal Institutik eskertu behar diot New York-eko Graduate Center-en Bernardo Atxaga Katedran aurtengo irakasle gonbidatua izana, Etxepare Euskal Institutuko euskara eta unibertsitate alorreko zuzendaria den Mari Jose Olaziregirekin batera. «Lotan egon diren ahotsak: narrazioa eta haustea egungo euskal literaturan (1975-2010)» izan da bertan eman duten ikastaroaren izenburua, eta bertako ikasleen erantzuna oso baikorra izan da. Además, a finales de noviembre-primeros de diciembre Arantxa acudirá como representante de la literatura vasca en la Feria del Libro de Guadalajara, y estamos convencidos que este libro va a tener una excelente acogida.
Retrato en blanco y negro, aun siendo ficción, es una novela donde la autobiografía es la base del relato. Es una novela escrita desde la verdad de una niña, de una joven de la posguerra, desde Egia, cerca del cementerio. Contada con su crudeza y ternura vital, con su verdad y sus puntos de vista. Narrada desde el entorno más cercano, la familia, expone los retratos del vecindario, el barrio, los parientes, la política, la sociedad, la figura de la mujer, la amistad, la escuela… Es una novela que engancha y sobre todo que emociona; os recomiendo vivamente su lectura.
Pero sobre todo es una novela necesaria, para rescatar una memoria reciente. Es además una novela puente, donde se rescata una memoria para los que conocimos aquella época, y sirve de narración para aquellos que no vivieron esos años. Donde narra esas historias, que no somos capaces de contar en casa porque nos aburren; nos aburren los recuerdos oscuros, difíciles, opresivos… Pero seguramente nos aburren porque no acertamos a verbalizar el retrato con la música adecuada. Arantxa lo hace, consigue elegir el momento –la historia– y construir el relato de la posguerra, de los años difíciles de la dictadura, del sufrimiento, de la impotencia, de la vivencia, de la identidad… y lo hace de una manera sutil y elegante –tal y como describe en el libro a su madre–.
En esta novela escuchas su historia, que es la nuestra. Pero también es la que queremos contar a nuestros hijos o nietos aunque no encontremos la manera de hacerlo. Me gustó leer esta novela a mi hijo, y disfrutar de la atención con la que seguía la narración: la escuchaba como si fuera mi propia vida. Porque hay algo de la historia de todos nosotros en Retratos en blanco y negro.
Nos regala retratos de personajes magistralmente contados, y sobre todo descritos con la capacidad de narrar desde aquel punto de vista de 1947 en adelante, desde la mirada de la niña, con una proximidad tan realista que te lleva a vivir esa época en blanco y negro, pero donde las palabras de Arantxa tienen color, porque tienen verdad.
Conocía a Arantxa cuando tenía algunos años más que la protagonista de su novela. Recuerdo cuando venía a casa para dar clases a mi hermano, la admiración que nos trasladaba nuestra madre hacia ella, porque era una mujer que estudiaba una carrera, que además trabajaba para poder estudiar, y encima escribía. Era una escritora, una de las «sin sombrero» como las de la generación del 27, con las mismas dificultades de aquellas mujeres intelectuales que han luchado para encontrar su lugar sin conseguirlo. Pero a diferencia de ellas, Arantxa ha sabido ponerse el sombrero. Para mi ha sido un modelo –ya se encargaba nuestra madre de dirigir nuestra mirada hacia el modelo adecuado–. Eskerrik asko, Arantxa.
Intervención de Aizpea Goenaga, directora del Instituto Vasco Etxepare.
Intervención de Fernando Rey, traductor.
Intervención de Arantxa Urretabizkaia.
Arantxa Urretabizkaia responde a una pregunta sobre el franquismo.
«Lo que quiero contar en este libro tiene su inicio en 1947, y su final en torno a 1960. El elemento fundamental del relato es mi infancia, pero no es eso lo que quiero contar. Es más, hay muchas cosas concretas de mi infancia que no quiero contar, y no las contaré. Otras, sin embargo, se me han olvidado; mi memoria las ha borrado de los márgenes de mi cerebro. Al fin y al cabo, las cosas las recordamos siempre a nuestro modo, según los caprichos del cerebro de cada cual. Esta es mi intención: he situado en mi infancia un visor, con él he hecho unas fotos al pasado y con esas fotos deseo relatar cómo ha sido educada la generación que hoy en día está a las puertas de la vejez, cómo fue su vida en aquella época, aquellos años, en torno a una familia euskaldun, euskaltzale, antifranquista, cristiana y trabajadora que vivía en un humilde barrio de las afueras de San Sebastián.»
«Bera Nevada zen eta bere istorio guztiak Nevadako kontuak ziren». Gustatu zait hasiera guztien hasiera. «Bera Nevada zen eta bere istorio guztiak Nevadako kontuak ziren». William Douglassen lagun Robert Laxalt idazlearen Dominique-ko hasiera hura bezainbat. «Aita artzaina zen eta mendia zuen bere etxea».
Gustatu zait hasiera guztizko intentzioan idatzitakoa: «Bera Nevada zen eta bere istorio guztiak Nevadako kontuak ziren». Basque Studies guztiak gorabehera, Etxalar, Murelaga, Amerikanuak, Jon Bilbao, AEBetara joan ziren artzainak, azukre-kanabera ebakitzera Australiara emigratu zuten italiar eta euskaldunak, azukre mingotsa, munduko lau kornerretara egindako bidaia ero guztiak gorabehera… Bill Nevada da, eta bere istorio guztiak Nevadako kontuak dira.
Gustatu zait euskal jantziak eranztea, lehenengo aldia ez izanagatik ere, Mr. Basque izaera maiztua bazterrera uztea, egiazko izaera azalera ekartzea, kanpotik erantsitako Mr Basque ohore hori gabe berak bere buruari aitortua dion Mr. Nevada izenpean erakustea bere burua. Gustatu zait liburuko orrialdeetan barna Douglassekin batera bidea egin eta Nevadako desertuko txamiso artean ibiltzea, kriskitin-sugearen hotsa aditzea, meategi eta herri abandonatuak huts eta isil kontenplatzea. Comstock, Reno nahiz Tonopah zapaltzea. Bertako txinatar, paiute, xoxon eta euskaldunen gaineko historia istorio eginak irakurtzea.
Gustatu zait partez asmatutako istorioen, partez egiatan gertatuen bertsioak jasotzea, eta Douglass beraren lorratz agerikoei oina oinari jarriz segitzea.
Gustatu zait Bill birbisitatzea, bera artean gazterik zela, Truckee ibaira bidean, hilotz larrutua zeramala mapatxe-segada bateko karnata berritzeko. Berarekin batera bere aitona Billy meatzariarekin topo egitea narrazio honetan edo hartan. Bill beraren ondoan egotea hegazkin barruan jarrita Los Angeleseko hegaldia Renon lurreratzeko saioa hasten duenean, Carson City gainean, Lake Tahoeren edertasuna bistara dugula. Billekin batera sufritzea Numaga paiutearen patu beltza, paiutearen lagun Mary Inchaustiren beste berririk izan gabe. Gustatu zait William Douglass institutuko ikasle graduatu berria sexuaren atea igarotzen laguntzea, Nevadan ez beste inon legearen barruan egin ezin litekeen moduan, Wild Horseko gela halamoduzkoetan…
Gustatu zait Douglassek bere heriotza-albistea idaztea: «Bart gauean, seme-alabekin afaldu ostean, William Douglass hilik gertatu da, lau autok elkar jo eta su hartuta 395 autobidean, Grand Sierratik hurbil. Xehetasun gehiago, bihar. 1998an itxitako Starlight Hotel-Casino ohiaren jabeetako bat izan zen. Berak hala eskatuta, ez da hiletarik egingo. Lagunek bere oroitzapenetan dohaintza bat egin ahal diote UNRko Center for Basque Studies-i».
Gustatu zait Bizi ondorengo heriotza titulu esanahitsua, Arturo eta kapitaina narrazioan hartu baitut hitz horien giltza. «Zuk sinesten al duzu bizi ondorengo heriotzan, señor Douglass?», galdetzen dio Arturo mexikarrak. «Hil ondorengo biziaz ari zara, ezta?», zuzentzen dio Douglassek, baina Arturok du azken hitza bere: «Ez, ez. Mamuak. Fantasmak. Oraindik hemen gure artean bizi diren espirituak, ezin izan direlako iritsi beste aldera. Bat-batean hil direlako edo, prestatu gabe: ez apaiz, ez hileta, ez beren arimaren alde errezatzeko inor». Gustatu zait, Douglass bere buruarekin eta bere baitako espirituekin dantzan ikustea, jakinik betiko iraungo duela Billek gurekin, bizi ondorengo heriotzan, gure artean mamu, fantasma, gure artetik inoiz aldendu gabe.
Gustatu zait Nevadako kontuak han-hemengoak izatea, hangoak bezain hemengoak jendea jende eta mundua mundu den artean. Bere Nevada modu egiazkoan, eskuzabal, gurekin banatzea, pultsua behartu gabe paperean abil jartzea, testu onduak euskaraz eskaintzeko erabakia hartzea, bere burua gutariko egitea, orain berrogei urte baino gehiago Etxalarren egin zuen moduan.
Gustatu zait Robert Laxalten Dominique gogoraztea: «Aita artzaina zen, eta mendia zuen bere etxea». Edo, «Bill Nevada zen, eta Nevada zuen bere etxea». Gustatu zait Billek Laxaltek bezain egoki esaten asmatu izana: «Bera Nevada zen eta bere istorio guztiak Nevadako kontuak ziren».
Nire zorionak Billi, horren narrazio ederrak ontzeagatik, Anton Garikanori euskarazko itzulpenarengatik, Javi Cillerori gaztelaniazkoagatik, Peter Goin artistari irudi ikusgarriengatik, eta Pamiela argitaletxeari edizioaren landuagatik.
Maria Jesus Sarrionandia eta Manuela Rodriguez, Joseba Sarrionandiaren “Babel mitoaren kontra / Contra o mito de Babel” testua irakurtzen. Etxepare Institutuaren egoitza, Donostia (2015-09-30).
Galiziako Kalandraka argitaletxeak eta Isaac Xubín itzultzaileak irabazi dute Etxepare Euskal institutuak eta Laboral Kutxak sortu duten 2015eko Itzulpen Saria, Tempo de exilio Joseba Sarrionandiaren poema bildumaren galizierarako itzulpenagatik. Hemen egileak bidalitako hitzak.
Babelgo mitoaren kontra
Joseba Sarrionandia
Egunon, hemen elkartu zaretenoi. Eskerrik asko Etxepare Institutuaren gomitari. Baimena ematen badidazue, hitz gutxi batzuk esan nahi nituzke itzultzaileen alde eta, batez ere, Babelgo mitoaren kontra.
Itzulpena, jakina denez, inposiblea da eta, aldi berean, beharrezkoa. Eta ezinezkoa posible egiten duen ofizio bat dago, itzultzailearena. Itzultzailearen zeregina magikoa da, jakina, hizkuntza desberdinak hitz egiten dituztenen arteko komunikazioa erraztea. Kultura unibertsalaren eragile magikoak dira.
Baina utzi egidazue gailegoz jarraitzen, Finisterre aldeko gonbidatuoi eskerronez…
Quería darlle as grazas aos máxicos aquí presentes, particularmente a Isaac Xubín, a Luís Rei e aos editores de Kalandraka. E quería protestar, ao mesmo tempo, contra o mito de Babel. Creo que debemos desacreditar o mito de Babel.
Aos que acreditan no mito da Torre de Babel e no castigo metafórico, e que renegan da diversidade cultural, e que empregan o mito de Babel como argumento de autoridade para impoñer o castigo, ou a prohibición, ou o simple descrédito aos outros, eu dígolles que non acredito no idioma universal. Non acredito no idioma universal, como non acredito na euxénese ou no pensamento único.
A idea de que a diversidade é confusión e conflito, foi utilizada ao servizo da política asimilacionista –ás veces sutil, e xeralmente brutal– que nos inflixiron durante séculos os nosos veciños imperialistas. Os nosos fracasados veciños imperialistas, pódese dicir; porque as nosas linguas están aínda vivas e máis ou menos saudables. Mais non suficientemente fracasados, paréceme, porque aínda insisten.
Aos que acreditan na idea do idioma universal dígolles, con Castelao, que «a variedade de idiomas, coa súa variedade de culturas, é o signo distintivo da nosa especie, o que nos fai superiores aos animais. Velaí vai a demostración: un can de Turquía ouvea igual que un can de Dinamarca; un cabalo das Pampas arxentinas rincha igual que un cabalo de Bretaña. E sabedes por que? Porque os pobres animais aínda están no idioma universal…»
Aínda seguen algúns pobres humanos, alleos ao humor de Castelao, coa súa pretensión de impoñer un único idioma; quizais o único que saben. Por sorte, temos diversos idiomas, todos eles humanos, dignos e universais.
A única lingua que merecería perder puntos no seu recoñecemento universal sería, na miña opinión, aquela na que se apouque e escamotee o carácter universal dos outros idiomas.
Moitas grazas aos tradutores e a todos os que recoñecen as outras linguas.
Un abrazo.
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Xosé Ballesteros hitzak
Egun on,
En Kalandraka vivimos o oficio de editores como se fósemos habituais testemuñas de encontros e de despedidas. Como se habitásemos nun cruce de camiños no cal se saúdan autores e tradutores en distintas linguas, algunhas en perigo de extinción.
Nese lugar de encontro, de diálogo, de conversa continua, chamado catálogo, gardamos un sitio preferente para os ausentes. Mais non falo dos ausentes que non están porque morreron senón, todo o contrario, falo dos ausentes por forza: dos exiliados.
Eles e elas son os que un día tiveron que pechar a porta da súa casa e fuxir, sen máis nada que as súas lembranzas e a súa propia lingua.
Axiña, despois de cruzar esas raias imaxinarias chamadas fronteiras, tiveron que coleccionar palabras novas, sons novos, para nomear noutra lingua: gaua (noite), bihar (mañá), bakardadea (esperanza), itzuli (regreso), maite (amor), bizitza (vida).
A obra de Joseba Sarrionandia Tempo de exilio está nese lugar preferente de Kalandraka, porque para nós é un símbolo. Significa a homenaxe para todos e todas os exiliados que o foron, os que o son e os que, por desgraza, han vir.
Publicar Tempo de exilio foi posible grazas á xenerosidade de Pamiela Etxea. Eskerrik asko Txema e Pello, artífices dunha colaboración permanente dende hai nove anos entre Pamiela e Kalandraka, que ten como obxectivo facer posible a irmandade fraterna das nosas linguas.
Isaac Xubín é o gran protagonista deste libro, xunto co director da colección Tambo, Luís Rei, porque foi quen de traducir ao galego, de forma maxistral, as palabras claras, rotundas e certeiras do gran poeta vasco. Eskerrik asko, Isaac.
Aos editores só nos queda agora agradecerlle ao xurado a súa distinción e desexar, como dicía o noso poeta, mil primaveras máis para as nosas linguas, e unha longa e frutífera vida ao Instituto Vasco Etxepare, digno representante, difusor e garante da fraternidade e da solidariedade entre as culturas do mundo.
Cuando me comunicaron que mi novela Enlaorilla había obtenido el Premio Nacional de Literatura, tras la primera sensación de alegría me asaltaron las dudas acerca de si debía aceptarlo o tenía que rechazarlo como –en digno gesto de censura hacia el gobierno actual– han hecho otros premiados. Al tratarse de una distinción promovida por el ministerio de cultura, todos suponemos que llega con un suplemento de carga política, y cuantos me conocen saben que siempre he huido del contacto con el poder en cualquiera de sus manifestaciones. Toda mi vida he pensado que un discreto apartamiento beneficia la independencia de mis libros. Por suerte, un escritor puede ejercer su tarea sin tener que ponerse al servicio de nadie: para hacer una novela, incluso una gran novela, no se necesita más que la punta del lápiz, una resma de hojas de papel y un tablón en que apoyarse. Con ese instrumental, un buen escritor puede poner en pie un ejército de varios miles de soldados en un solo renglón. Puede poner un país entero en un libro. Por eso, por la extrema libertad que permite el arte de escribir, mi trabajo no sufre los embates de la política social o cultural, no dependo para nada de sus decisiones, como les ocurre a otros compañeros artistas, músicos, editores, cineastas, trabajadores del audiovisual, actores y productores de teatro, para quienes, sin apoyos, resulta imposible sobrevivir en un mundo dominado por las grandes trasnacionales.
De hecho, mi opinión es que, para un novelista, resulta más peligroso el poder que te halaga y favorece que el que te ignora o te persigue. Así que si estoy aquí, recogiendo este premio, desde luego que no es porque le pida amparo a nadie, ni aspire a un reconocimiento fuera del que recibo de mis lectores, ni –volviendo a la cualidad del premio– mucho menos porque esté de acuerdo con la política de un gobierno que muestra una altiva falta de sensibilidad hacia los de abajo, mientras se comporta como criado servil de sus verdaderos patronos, los lobbies del dinero. El mismo día que recibí el premio le dije a algún periodista que, paradójicamente, desde su ministerio se galardonaba un libro que habla de ustedes, de lo que han hecho de este país con su voracidad, con su orgullo: de toda la desesperación que su bulimia –y la de quienes los han precedido en esta olla podrida de la transición– ha inoculado en los personajes del libro, y ha sembrado en mí, que soy el autor.
Acerca de su política cultural ya le han dado su opinión los colegas que han renunciado al premio. Yo sólo quisiera destacar –rompiendo la lógica de este discurso- algunos de los desmanes de su partido en lo que tengo más cerca, la comunidad en la que vivo, donde, en vez de preocuparse por la ruina del patrimonio que deberían guardar y se les cae a trozos, ocupan su tiempo en perseguir a la academia de la lengua porque ha dicho algo que –excepto los zoquetes de su partido– todo el mundo sabe, y es que valenciano, catalán y mallorquín son variantes de una misma lengua; le hablo de la política de exterminio cultural de sus colegas, un grupo de gobernantes tan peligrosos como descerebrados, que, desde un absoluto desprecio hacia su propio pueblo, se han permitido cerrar las únicas emisoras de radio y televisión que hablaban en valenciano, dándoseles una higa que con ello han provocado un desastre cultural, social y económico de incalculables proporciones.
Pero discúlpeseme esta digresión.
Lo que quiero decir es que no estoy aquí ni por su gobierno, ni por su partido, ni para hacerme la foto con usted, que los dos damos por supuesto que no nos vamos a hacer. Estoy aquí por respeto a un jurado en el que han participado personas cuyo trabajo y dignidad aprecio, y también, por qué no decirlo, para celebrar la alegría que este premio les ha causado a mis amigos y familiares, a tantos lectores que me han llamado emocionados, celebrándolo como si se lo hubieran dado a ellos; por la satisfacción de mi editor Jorge Herralde y de los trabajadores de la editorial Anagrama, por los editores extranjeros, por mis traductores, por toda la gente que trabaja a favor de mis libros y se sienten premiados conmigo. Estoy aquí porque jamás he movido un dedo para conseguir un premio, ni he buscado compromisos ni relaciones con ninguno de los poderes, literarios ni políticos, y porque así de cándidamente y limpio de culpa recibo como llovida del cielo esta distinción que comparto con Ramón J. Sender, que escribió Imán, con Juan Marsé, que escribió Sitedicenquecaí, con Ramiro Pinilla, que escribió Lasciegashormigas, con Carmen Martín Gaite, que escribió Elcuentodenuncaacabar, o con Manuel Vázquez Montalbán, que escribió Elpianista. Todos ellos han sido y son maestros míos. Y yo me siento orgulloso de que mi nombre aparezca al lado de los suyos. Ni puedo ni quiero renunciar a ese honor. Y pienso que no debo sentirme incómodo al estar aquí, en este acto, porque, frente a su frágil y pasajero poder de ministro, yo tengo la fuerza permanente que emana de ellos: hablo de la literatura, de la palabra que se sostiene por sí misma en su grandeza y en su fragilidad. Estoy aquí porque los gobiernos que detentaban el poder en el momento en que se les concedieron a estos maestros los premios –los del cínico González, los del iluminado Aznar, los del falso benevolente Zapatero– han pasado a la historia como pasa un mal sueño, igual que pasará el suyo –triste pesadilla de unos años– mientras queda la palabra de estos escritores. Y estoy aquí porque quiero decirle al pueblo español que este premio es suyo, porque se llama nacional, y no gubernamental; es más, que es obligación suya defenderlo, luchar para que no se lo apropie ningún gobierno, y que, por eso, los españoles deben vigilar a quienes se nos concede, vigilar nuestra obra con el cuidado con que se vigila lo que es propiedad de uno; como deben permanecer vigilantes en todos los demás asuntos de la nación, que es sólo suya. Además, tengo que confesarle, señor Wert, que estoy aquí también movido por un motivo económico: para robarle al cicatero presupuesto de este gobierno -que se preocupa más de la riqueza de los bancos que de la felicidad de su pueblo– un poco de dinero. Cuando dudaba si aceptar el premio, pensé que no podía negarme a recibir esos veinte mil euros que tan bien le vendrán a la Casa de la Caridad de Valencia, institución que a un marxista le parece de nombre muy feo, pero tras el que se esconde un centenario comedor social que, como mi novela, está repleto de personajes creados por su política de capataces de los lobbies, un lugar que todos los días se llena de personas a las que ustedes tratan como trapos y a las que, con mi libro, con estas palabras y con mi gesto, animo a que luchen contra quienes les arrebatan su dignidad.
Un respetuoso saludo
Rafael Chirbes*
* Texto del discurso que Rafael Chirbes había preparado para el acto de entrega del Premio Nacional de Narrativa y que el exministro Wert cucamente evitó escuchar. La cuantía del premio fue íntegramente a parar a un comedor social de Valencia.
El lento suicidio de Rafael Chirbes
Gregorio Morán
En agosto hay que tratar de no ponerse enfermo, ni llamar la atención en nada. Si te duele algo debes aguantar hasta septiembre y si no te duele pero te preocupa, no tientes a la suerte de ir a urgencias para ninguna cosa que tenga que ver con tu vida: un sanatorio, un banco, unos amigos, una cocina decente. Y sobre todo, no se te ocurra morir en agosto porque tendrán que buscarte dentro de muchos años en las hemerotecas. En agosto lo único que se te permite hacer es salir a la vida, nacer, y ser un leo, arrogante, provocador y desdeñoso de los tontos de la playa. Es pena, yo soy leo y Rafael Chirbes era cáncer, gentes entusiastas pero ciclotímicas, aseguran.
El 15 de agosto, a los 66 años, murió Rafael Chirbes, el más notable de nuestros escritores de la generación posfranquista, por decirlo de alguna manera. Porque si es verdad que ha habido una plaga de novelistas escribiendo como obsesos tras los premios, no quedará más que él, lo digo con autoridad de brujo y de leo. En agosto las necrológicas son de circunstancias y ocurre con la literatura como con las actrices de tronío; tienes un tiempo para que se te recuerde; breve y a tenor de sus faralaes. No se reiría el muerto si pudiera leer las palabras engoladas del inane académico Muñoz Molina, que recibió el cadáver con estas inmarcesibles palabras: «Hay estupor y tristeza al enterarse en una tarde de sábado silencioso de agosto que acaba de morir Rafael Chirbes». ¡Y olé, maestro, que la Misericordiosa se apiade de tu pluma!
Los detestaba, digan ellos lo que quieran. Esa faramalla de plumillas, trepas siempre, académicos de la lengua española estofada –cada vez más estofada y menos lengua– donde reinan herederos de aquel Juan Benet, cuando no de Ernst Jünger y sus tormentas de acero protegidas por los cañones Krupp y sus diarios sensibles de persona acostumbrada a la crueldad que él no practica pero observa. Los hispanistas alemanas, alguno que traté hacia 1969, se sorprendían que una prosa germana tan arcaica y desabrida fascinara a los paletos cosmopolitas españoles.
Rafael Chirbes fue un escritor más bien tardío. Empezó en la novela cuando se le sacudió el cuerpo, como a los grandes, y descubrió que tenía mucho que contar y una vida tan jodida que debes medirte y empujar, porque si no lo haces tú, no lo hará nadie. Primero apareció Mimoun (1988), un relato que se lee como una de esas novelas de viajeros en tierra insólita –el Marruecos vecino a Fez, donde Chirbes dio clases–. Queda al aire su sexualidad, ambivalente, y una violencia que nace de la derrota y de la rabia. Se publicó gracias a las eternas bondades de Carmen Martín Gaite y al metomentodo Pombo, que si no probablemente seguiría en un cajón de donde la sacó Herralde, el editor, que hasta le concedió el privilegio de hacer compañía a un premiado escritor todo terreno, Vicente Molina Foix, que era amigo del jurado y hombre de mundo; trataría a Stanley Kubrick. Pasó sin pena ni gloria, que yo recuerde.
Chirbes, el gran Chirbes, el hombre capaz de convertir reportajes de mierda en obras maestras de la cultura europea. Gastrónomo de la generación de Vázquez Montalbán, es decir, gentes de una cultura limitada en un campo en el que habían partido de pobres: pan y aceitunas… Fue crítico ambulante de la revista Sobremesa y alcanzó un nivel de experto. Venía de la cárcel de Carabanchel como militante antifranquista, y antes del Colegio de Huérfanos Ferroviarios de Ávila y León, grandes perolos de legumbres. Su padre se suicidó cuando él tenía cuatro años y su madre hizo de guardagujas hasta que la detuvieron. ¿Alguien que no militara en un partido maoísta iba a tener el sarcasmo de denominar La larga marcha (1996) a una de los escenarios más intensos de la literatura española de posguerra, comparable a su gran maestro Max Aub y con deudas evidente de Galdós, su dios tutelar?
Mejor aún en su sarcasmo, La caída de Madrid (2000). El relato estrambótico del 19 de noviembre de 1975, vísperas de la muerte del Caudillo, contemplado por el grupo de revolucionarios que al día siguiente iba a cambiar el mundo.
Las novelas de Rafael Chirbes no se vendían ni se publicitaban en España. ¡Oh, ese realismo tan falto de la agudeza que denunciaba Juan Benet, el constructor de pantanos, el que anegó hasta asfixiarla a la humilde literatura española para luego dejarla como una charca para carpas y lucios, muchos lucios! Chirbes fue el escritor español más leído en Alemania y en ediciones de muchos miles de ejemplares, gracias al talento de sus traductores y a la sensibilidad de críticos tan agudos y prepotentes como Reich-Ranicki.
Fíjense si estaría lejos ese abandono de tu propio país, que te va arrinconando hasta que mueres de asco y de acedía, que el artículo más agudo que se ha escrito nunca sobre aquel chico de la ceja y la sonrisa de chocolatina, el inefable presidente Zapatero, fue obra de Rafa Chirbes, se titulaba «En la mesa de los caníbales», lo publicó el Frankfürter en mayo del 2010, y lo conocimos por Rafael Poch, en su web.
El Gran Chirbes llega a la novela tras ser un militante activo de un grupo maoísta, tan activo que entrará en la cárcel de Carabanchel. Por respeto a su persona no cito a algunos de sus compañeros de grupo; uno ministro de Felipe González y otra académica de la lengua, entre otras figuras. Era un tema que le sumía en una depresión profunda. El orgullo de aquella época le quedará grabado toda la vida. Un niño nacido allá por levante en el año 1949, en un pueblo sencillo de Valencia en el que todos son sospechosos de colaborar con los republicanos. ¡A tantos payasos de aquí, habría que recordarles que Valencia, esas valencias desdeñadas por ellos, fueron el último y el más digno refugio de la República!
A sus cuatro años desaparece su padre. Se suicida. Su madre ocupa el oficio de guardagujas, luego detenida. El Gran Chirbes, a falta de otra cosa que hacer con él, le envían al Colegio de Huérfanos Ferroviarios (Ávila y León). Hay variadas referencias, evidentes y brutales, en sus libros. Es la posguerra y hasta que salta a Salamanca y luego a Madrid, porque resulta un estudiante excepcional, es como un condenado hijo de rojo.
Luego la universidad. «¿Sabes, me escribió en uno de los correos impresionantes que tuve el honor de compartir, que Ricardo de la Cierva me echó de sus clases? También me echó el teniente de coronel de Caballería Moxó, que daba Historia Medieval…» Escapó como pudo y se fue a Fez a dar clase de no sé qué y allí escribió su primera novela Mimoun. Un retrato personal de una audacia sexual y sociológica insólita para la época (1998) .
Para un maoísta, como lo había sido Rafael Chirbes, escribir La larga marcha (1996) tenía algo de provocación. Está jugando con una leyenda de la Revolución China para relatar la miseria de la España de posguerra. Cuando haga La caída de Madrid aún llegará más lejos, el mito se convierte en el relato de los jóvenes españoles formados en una universidad con profesores radicales, ante el inquietante 19 de noviembre de 1975, vísperas de la muerte del Caudillo y el final de mitos y leyendas de la izquierda radical.
Confesémoslo porque no habrá de figurar en nuestras adocenadas historias de la literatura. Chirbes no consigue ningún éxito de critica y lectores, pero en Alemania, gracias a una audaz traductora, un valiente editor y el papel mediático del crítico por excelencia Reich-Ranicki, se convierte en un auténtico acontecimiento. A partir de entonces se puede decir del escritor español Rafael Chirbes que vive de los lectores alemanes. Centenares de miles de ejemplares. Autor Primero de España, a quien casi nadie lee, y Quinto de Alemania. Como el Emperador Carlos.
Hizo un libro redondo, Crematorio (2008), y le llegó esa gloria hispana y pegajosa que te otorgan después de muchos años de desdén y ninguneo. Y se fue dejando morir. Uno enferma también de pura indignación histórica. La estupidez mata porque es contagiosa.*
*Publicado en La Vanguardia.
Diálogo con Rafael Chirbes
Harkaitz Cano
Diálogo entre Rafael Chirbes y Harkaitz Cano. 21 de noviembre de 2013. Centro Cultural Ernest Lluch de Amara (Donostia). Duración: 75 minutos.
Entrevista a Rafael Chirbes
Mikel Labastida
En Beniarbeig le llaman Rafa. Lo hace un vecino con el que se cruza en la plaza del Ayuntamiento, el barrendero, la camarera de El Moss de Segaria, donde toma café, o los clientes de este local. «¿Has bajado?», le preguntan con ironía. Cada vez lo hace menos. «Por mis miedos», se justifica. «Tengo una cita», responde también con sorna. La cita es con sus lectores, que llevan seis años aguardando su regreso a las librerías. El 6 de marzo este autor valenciano publica 'En la orilla' (Anagrama), que siempre será la novela que escribió después de 'Crematorio', el libro con el que logró el Premio Nacional de la Crítica, que le confirmó como autor imprescindible, y que fue adaptado exitosamente a la televisión.
—¿Pesaba a la hora de ponerse de nuevo a escribir tanta alabanza a 'Crematorio'?
—No, lo que pesa es tu propia guerra. A veces piensas que has cumplido con tu obligación de escritor, otras veces lo ves peor. Yo admiro mucho los libros que leo, me dan mucha envidia, siempre pienso que no les llego ni a la suela del zapato.
—Acostumbrado a hablar del fracaso, ¿cómo gestiona el éxito?
—¿Qué es eso?
-Bueno, el reconocimiento.
—Si me preguntas si me alegré del premio de la Crítica te diré que sí. Pero yo vivo en la montaña, no veo a nadie, no sé qué es el éxito. A mí nadie me ha llevado en volandas ni nada así. Cada vez tengo más vértigos, me mareo si leo en público, no me apetece dar charlas. Me gusta que personas a las que respeto alaben mi libro, pero soy como los gatos, me agrada más que me acaricien de adelante atrás.
—¿Nunca se interesa por cifras de venta ni acude a librerías a ver cómo funcionan sus obras?
—No, no, las librerías ni las piso.
—Le informo entonces de que ahora el 'best seller' más demandado se llama '50 sombras de Grey'.
—No hay que preocuparse por eso. En los años 70 hubo un libro llamado 'Juan Salvador Gaviota', que vendió millones de ejemplares. En esa misma época publicaban Gaite, Marsé o Aldecoa y no los leía nadie. Hoy en día ¿tú quién quieres ser? ¿Aldecoa o 'Juan Salvador Gaviota'? No debemos obsesionarnos con las ventas sino con la perdurabilidad. Los libros que duran son los que no tienen trampa. Si la haces les sale una grieta. A mí me pasó con 'Mimoun', por un par de frases que dejé porque quedaban bien y que luego me han perseguido. Hay que leer mucho para educar la vista y el oído.
—¿Qué lee usted?
—Me gusta la literatura de carne, hueso, textil y tierra. De lo que somos, de lo que llevamos puesto, y tenemos bajo los pies. No me gustan los autores de mundos literarios, literatura portátil o fantasía.
—¿Autores clásicos o también se interesa por los actuales?
—De todo. Lo que no me gusta es esa tendencia costumbrista actual de contar las cosas como pasan, ese querer captar el lenguaje, literatura magnetofón. Tiene que haber una moderación literaria. Un diálogo parece más real cuanto más trabajo de moderación lleva. Con 'La buena letra' me decían que era un buen ejemplo de literatura oral y eso es mentira. El lector tiene la impresión de que oye la voz de una mujer mayor y, sin embargo, no hay mujer mayor que hable así, ni que seleccione los elementos narrativos de ese modo. Tú te lo crees, pero detrás hay una construcción. A una novela hay que encontrarle el lenguaje y el tono para que encaje.
Chirbes nació en Tavernes de la Valldigna pero se fue a los ocho años. En el año 2000 regresó a la zona. Su hermana le buscó una casa tranquila en la montaña, que comparte con dos perros. Beniarbeig tiene alrededor de 1.500 habitantes. «Serían 4.000 si estuvieran ocupadas todas las casas que se construyeron», indica Chirbes. Aquí ocurrió como en Misent, la localidad inventada de 'Crematorio' sacudida por la especulación inmobiliaria. Ese mismo lugar aparece ahora en 'En la orilla'. Todos los caminos conducen a Misent.
—Ya aparecía al fondo en 'La buena letra'. Luego ya en las últimas novelas ha adquirido un primer plano. Inventarte una ciudad te permite cambiar las cosas a tu gusto porque si escoges un paisaje real debes ceñirte a que ahí hay una palmera o allí un banco. Yo soy muy despistado, así que me viene muy bien.
—¿Tardó mucho en enfrentarse al folio en blanco tras 'Crematorio'?
—Había escrito un libro de ensayos, 'Por cuenta propia'. Me gusta escribir sobre otros, soy más generoso. Con las novelas siempre pienso que no voy a escribir ninguna más porque yo no soy un autor profesional.
—¿Existen?
—Parece que sí. Hay gente que dice: dentro de dos años tendré una nueva novela que ocurrirá en París y ella se llamará Margot y morirá al final. Yo siempre parto de un malestar difuso que se va concretando en frases e imágenes, y voy aprendiendo de qué estoy escribiendo mientras escribo. Suena falso como Judas pero es la verdad. Sólo tengo idea de lo que he escrito cuando lo estoy terminando. De pronto me digo: anda si esta novela trata de esto.
—¿Y de qué ha acabado hablando en 'En la orilla'?
—Quería centrarme en la sensación de resaca después de la borrachera económica que hemos vivido y para eso recurrí a la figura del pantano. Me resultaba una imagen buena, por su podredumbre, como símbolo de lo que ha quedado de todos estos años. Cuando yo llegué aquí, como vivo en un alto, cada vez que abría la ventana veía una grúa. De ahí nació el clima de 'Crematorio'. Ahora lo que me encuentro es gente que está en el paro o que no tiene un duro y, de ahí, el poso de desesperanza de 'En la orilla'. Mi visión del mundo es cada vez más pesimista, cada vez creo más que por debajo de todos los discursos hay poder, dinero y sexo. Todo me suena hueco. Tampoco contribuye el clima político del país a tener otra opinión.
—¿No hemos ganado nada en todos estos años?
—Hemos sido muy modernos y, sin embargo, hay cosas que no cambian. La mentalidad es igual que en el franquismo, hay una pátina de permisividad pero nada más. Acaba siendo igual de cruel que entonces en las actitudes humanas, en los comentarios sobre la vida personal…
—En el libro se describe el paisaje actual como un campo de batalla abandonado.
—Si coges el tren de Gandia a Valencia los últimos kilómetros ves montañas de vertederos, polígonos industriales a medio terminar, naves abandonadas… Un suburbio terrible. Yo he conocido Valencia con los maizales llegando a Ruzafa, era una ciudad sin suburbio. En Madrid llegabas y te encontrabas con las chabolas, sin embargo en Valencia la ciudad y la huerta estaban pegadas. Esa sensación también quería que estuviese en el libro.
—¿Hemos perdido la batalla?
—Sí, la batalla se ha perdido. Como dice el subcomandante Marcos, la tercera guerra mundial ha concluido con otra derrota. Cien grandes empresas controlan el mundo, los gobiernos están a su servicio. Siempre ha sido un poco así, lo que pasa es que encontraban resistencia por abajo, pero ahora ésta ha desaparecido. Cualquier país que intenta salir de eso, se le aísla, se le ahoga económicamente y si no es suficiente le mandan a la OTAN.
—Esteban, el protagonista de su libro, se lamenta tras cerrar su carpintería porque nunca más volverá a ser propietario. Ahora muchas personas sufren por lo mismo.
—Sí, el sentido de la propiedad… Esteban buscaba con su carpintería una eutanasia, un final más o menos tranquilo, y se encuentra con un final precipitado. Si los rusos no se hubiesen adelantado esta novela se tendría que haber titulado 'Un héroe de nuestro de tiempo'. Esteban es la otra cara de la moneda de Rubén Bertomeu -protagonista de 'Crematorio'-. Aquel escaló por todo, Esteban ni se atreve, ni deja de atreverse, es un falto de voluntad. Muchas veces se echa la culpa a sí mismo de todo. Hay dos caras de mi generación, el que se atrevió y el que no, incluso hay quien dio la patada a sus propios escrúpulos para conseguir sus objetivos.
'Crematorio' terminaba con un perro escarbando una carroña. 'En la orilla' empieza con dos perros peleando por una carroña. La nueva novela de Chirbes comienza con el hallazgo de un cadáver en un pantano. El lector debe mirar hacia un espacio fangoso que siempre estuvo ahí, aunque durante años nadie quiso verlo. Lo hace a través de Esteban, un hombre mayor que no tiene más remedio que cerrar la carpintería de la que era dueño, dejando en el paro a los que trabajaban para él. El lector termina exhausto al concluir el libro.
—Yo al terminar de escribirlas me quedo angustiado. Mis libros me cuentan cosas que yo no quería contarme. En todos, el protagonista es un hombre incómodo, es alguien, por decirlo con un tópico, políticamente incorrecto, que pone en cuestión tu corrección y tus ideas. Bertomeu es más listo que tú y tiene razón en todo lo que dice. Esteban parece más tonto que nosotros pero también tiene razón. La ideología es un vestido que sólo sirve para justificar algunas cosas, si le quitamos el vestido se queda esto a palo seco.
—¿Es metódico para escribir?
—Nada, puedo estar tres meses que no cojo el libro. Antes escribía en unos cuadernitos, ahora nada. Llevo un año que no sé poner la ele con la a, inútil total. Cuando la novela se encauza se me pueden dar las tantas y sigo con ella. No tengo ninguna rutina. Me puedo tirar veinte horas y luego dos meses sin hacer nada. Me digo mil veces que no voy a volver a escribir. Voy cociendo, soy de cocción lenta. A medida que pasa el tiempo piensas esto ya está dicho o visto. Entre un libro y otro uno tiene la obligación de cambiar algo porque si no escribes la misma novela. Galdós o Balzac escribían como fieras, pero eran privilegiados. Los que somos normales necesitamos variar el chip. Mis novelas son como una vuelta de tuerca hacia la oscuridad.
—La realidad hace cada vez más difícil crear ficción, ¿no?
—Siempre ha sido muy difícil contar algo con interés. Siempre digo que la novela es un género muerto hasta que aparece una novela buena y lo resucita. Cada época puede ser narrada de una manera. Nada es nuevo. Si lees 'La jauría' de Zola, la corrupción y la especulación inmobiliaria ya estaban allí.
—¿No le tienta escribir de tesoreros o espías?
—Es que no me tienta escribir de nada. Escribo lo que me sale, lo que me desazona. Lo de los espías y los tesoreros viene de bastante lejos. A la gente le da por extrañarse. Hace cuatro años escribí sobre la Transición y todo el mundo me decía ya sabemos cómo es Chirbes con sus cosas. Ahora en cambio todo el mundo sabe que la Transición fue un engaño. La especulación inmobiliaria empezó con la Expo y las Olimpiadas. Hace dos o tres años me decían, ¡ay por Dios la corrupción en la Comunidad Valenciana! Y yo contestaba: pues igual que en Extremadura o Andalucía. Aquí ha sido connivencia entre empresas y políticos. En Andalucía han montado ellos una red de empresas para trabajar con la Junta. La corrupción circula por las venas del sistema.
—¿Se siente decepcionado?
—No, porque he tenido poca fe en la humanidad. Hice lo que pude con mis ilusiones juveniles, pero cada vez me interesa menos todo. Y cada vez me quedo más en casa porque me da más miedo todo. Me asusta el color que están tomando las cosas. Todo se criminaliza. Hoy en día si tienes trabajo casi eres culpable. El que cobra 1.500 euros también es culpable.
—¿La política ha desaparecido?
—No, lo que ha desaparecido es una política que represente a los de abajo. Lo que ocurre es que sólo hay una política. Ahora los del PSOE claman por los desahuicios y piensas pero si habéis estado viendo cómo los desahuciaban y ni os habéis movido. Y contra la enseñanza privada… Pero si la escuela concertada os la inventasteis vosotros. Hay una política y al final todos hacen lo que la Comunidad Europea y las grandes multinacionales mandan. Ha sido una derrota por tierra, mar y aire.
Fuma Ducados desde que hizo la mili en Valencia. «Compartía piso y me pasé al tabaco negro para no gorronear más a mis compañeros». Con un cigarro en la mano recuerda que él se movilizó contra la dictadura, algo que provocó su ingreso en la cárcel de Carabanchel. Eso dejó poso en sus novelas (nueve en total). Pero hay otros temas recurrentes, como los conflictos familiares o amistosos. Para relacionarse con tan poca gente describe muy bien esta sociedad.
—Ahora menos pero suelo bajar al bar. Oigo la radio, leo novelas, veo la televisión. E imagino mucho.
—¿Usa internet?
—Leo prensa por internet, salgo poco y el único quiosco del pueblo lo han cerrado. Pero no me concentro por internet. Es un problema de formación y costumbres. Internet es una cosa nerviosa, no se está quieta, sábanas que suben, telones que se abren y se cierran, noticias que se van bajando, es una cosa cocainómana. Eso sí, como herramienta de ayuda es acojonante, sobre todo para mí que soy despistado y necesito consultar mucho cuando escribo.
Chirbes conduce al lector ahora a la orilla. «Quiero atrapar al lector, que haga ejercicios espirituales conmigo, que pase el mismo calvario que yo al escribirlo y salga cagándose en sí mismo», añade.*
Los periodistas acostumbran a solicitar entrevistas para luego rellenar reportajes con opiniones diversas acerca de un tema concreto. Al final, el contenido de la entrevista se diluye en el reportaje y lo que el entrevistado ha dicho apenas cobra relieve, excepto el dibujado por alguna frase entrecomillada. Las preguntas que vienen a continuación, las formuló el periodista Iker Tubia para el periódico Berria. Y estas son las contestaciones de Víctor Moreno al envite.
¿Qué opinión tienes sobre las procesiones y la participación de instituciones públicas en ellas?
Las procesiones consideradas en sí mismas me siguen pareciendo lo que siempre han sido: una manifestación de fuerza de la Iglesia a la hora de convocar a su feligresía. Es una forma obscena de decir al poder civil: “Ojo, seguimos siendo la primera fuerza de la sociedad; así que a ver qué hacéis”. Es un gesto simbólico de la ideología totalitaria que la jerarquía eclesiástica sigue cultivando sin sonrojo alguno. Las procesiones no son inocentes y lo que menos importa en ellas es manifestar de forma colectiva una fe de chichinabo. La intención es evidenciar que el poder de la Iglesia sobre el pensamiento y la conciencia de mucha gente sigue muy vivo. Por tanto, quien participa en ellos refuerza el poder eclesiástico y jerárquico.
En cuanto a la participación de las instituciones públicas, estas revelan su sometimiento humillante a la Iglesia. Las instituciones públicas siguen doblando su espinazo ante la jerarquía eclesiástica, lo que es una forma de vasallaje al poder religioso. En este sentido, ninguna institución pública debería asistir a ningún tipo de procesión si pretende ser coherente con su naturaleza no confesional, tal y como establece la constitución. Cuando las instituciones públicas asisten como tales a una misa o a una procesión están manifestando que la Iglesia sigue estando por encima de ellas o que solo recobran su sentido verdadero con el beneplácito de la Iglesia.
Normalmente se suele decir que es por tradición… ¿Qué te parece?
Una tradición que, además, se presenta como antiquísima, que hunde sus raíces en la Edad Media, cuando muchas de ellas son resultado de la opresiva presencia totalitaria del nacionalcatolicismo, que era la forma fascista de la fe.
La tradición es una excusa. La mayoría de las tradiciones que se traducen en representaciones religiosas, es decir, en exaltación de una fe determinada, tienen fecha de caducidad. Su organización y su funcionamiento no son compatibles con la sociología religiosa que existe en la sociedad actual.
Hay tradiciones como las procesiones católicas que están en contra de lo declarado por la constitución y desobedecen directamente lo que ella declara. Pero la Iglesia solo es culpable de su superstición. Son los Ayuntamientos, que asisten a este tipo de actos de forma inconsciente, los que cometen un delito aunque ningún poder judicial se haya atrevido a juzgarlo como tal. El hecho es paradójico, porque todos sabemos cómo las gasta el Gobierno y la justicia cuando alguna instancia pública e individual no se somete al dictado literal de la propia constitución.
Otros hablan de respetar a toda la ciudadanía. Pero parece que olvidan que parte de la ciudadanía no es católica.
La clase política nunca representa a toda la ciudanía. Eso es una falacia. Ni siquiera lo hace cuando toma decisiones estrictamente laicas. Pero en el hecho de su participación en actos religiosos que tienen el denominador común de ser exclusivamente católicos, aun la representa menos. La ciudadanía en materia de creencias es muy plural. No solamente hay personas que no son católicas, sino que existen personas que no son creyentes. Cuando el Ayuntamiento como tal Ayuntamiento asiste a una procesión como la de san Fermín, está ninguneando a esa parte de la ciudadanía que dice representar. Lo mismo habría que decir de los políticos que en el Parlamento asisten al recibimiento de Miguel de Aralar y besan traspuestos dicho fetiche. Además de hacer el ridículo, se pasan la no confesionalidad de dicha institución por el arco de su desfachatez.
La única manera de respetar a todos los ciudadanos en este aspecto sería no respetar a ninguno. Es decir, no asistiendo a dicha procesión en nombre del Ayuntamiento.
En Pamplona y en muchas localidades se está poniendo de moda acudir a la procesión, pero luego no entrar a misa. ¿Crees que es coherente esa postura?
Lo de la moda es un decir. Y ojalá que sea pasajera. Porque se trata de una actitud torticera, signo de cierta mala conciencia de quien pretende congraciarse con un sector de la población. Quien así se comporta, lo único que consigue es revelar su debilidad civil y el embarullamiento mental en que se encuentra. Dicha actitud conduce a una casuística cuyo cumplimiento sería pura esquizofrenia. La misa y la procesión tienen la misma sustancia religiosa y el mismo objetivo transcendental. Ambas forman parte de idéntica superstición en la que se basan y gozan de la presencia de fetiches religiosos. Y ambas manifestaciones, aunque no lo pretendamos, perpetúan la autoridad de la iglesia frente a la autoridad civil.
En Tudela han decidido no convocar a la corporación municipal, aunque al final han acudido a título personal. ¿Qué le parece la iniciativa de Eneko Larrarte?
Sería una solución sensata al problema que plantea la práctica de la no confesionalidad de las instituciones públicas. Las misas y las procesiones están ahí y cada uno que haga lo que le dicte su fe, su costumbre, su tradición, su manera de vivir este tipo de manifestaciones.
Uno asiste como individuo, no pretendiendo representar a los demás cuyas creencias son o pueden ser completamente diferentes a las que uno profesa. Quien asista en nombre de todos, además de incumplir con la constitución, es un iluso. Y habría que ser muy cauto. Porque se toman decisiones como en el ayuntamiento de Tudela y, después, aunque se asiste a título individual a la procesión, se hace formando parte del resto de la comitiva concejil. Eso es hacer trampa. Cuando se asiste a una procesión con carácter individual siendo uno representante público, tiene que hacerlo sin que se note, caminando con el resto de la gente. Si los ediles van en comitiva, eso significa que van como Ayuntamiento, digan lo que digan.
¿Es suficiente con que no vaya la corporación municipal?
No, pero es un paso. La no confesionalidad de las instituciones públicas exige modificar muchas actitudes que provienen del nacionalcatolicismo religioso y que son incompatibles con la constitución. No se entiende, por ejemplo, que en los programas oficiales de las fiestas figuren actos como la misa, la procesión y diversidad de acontecimientos -entre los que se incluye como protagonistas a los niños-, que mantienen con la fe religiosa una relación descarada. La misa y las procesiones debería ofertarlas la iglesia local después de pedir los permisos correspondientes al poder municipal para llevarlas a cabo. Y, una vez obtenido dicho permiso correspondiente, el personal, sea edil o lo que sea, que hiciera lo que le pidiera el cuerpo.
¿Cuál es el sentido de las procesiones en la fiesta?
Recordar a la sociedad el poder que la Iglesia sigue teniendo. Recordar a la sociedad que su identidad, antes que ciudadanos, es la de creyentes. Recordar que la persona sin la fe, sin participar en las prácticas religiosas organizadas por la iglesia, es menos.
¿Y el sentido de que acudan las instituciones públicas?
Cuando las instituciones públicas asisten del modo en que lo hacen a estas procesiones, misas y demás parafernalia religiosa, están sometiendo el poder civil a la autoridad religiosa. Las instituciones públicas están rindiendo vasallaje a un poder del que hace ya mucho tiempo deberían haberse librado. Están sugiriendo que poder religioso y poder civil deben seguir unidos en contra de la laicidad del Estado y en contra del pluralismo de la sociedad.
Muchos hablan de que una procesión es algo más que un acto religioso, que se mezclan expresiones civiles y folclore.
¡Y cualquiera que lo quiera podrá ver en ellas toda la filosofía de Hegel en todo su esplendor! En serio. La justificación de tales expresiones se puede hacer del modo que más le guste a uno. Sin embargo, en todas ellas hay un precipitado del reconocimiento sin reservas de la transcendencia, de la fe en el todopoderoso, de la autoridad de Iglesia como depositaria de la auténtica moral, sin todo lo cual el ser humano es una piltrafa.
Si en dicho espectáculo aparecen expresiones civiles, estarán envueltas por el celofán de la fe. No hay que olvidar que la Iglesia adaptó la parafernalia y folclore del paganismo que le interesó a su particular manera de seguir practicando dichas supersticiones.
Tampoco puede olvidarse que el humus en el que nacieron estas procesiones y expresiones del folclore religioso pertenece a una época en la que Iglesia y Estado formaban una entente feliz sometiendo a la sociedad a una explotación civil y religiosa sin marchamo alguno diferencial. Sin olvidar, que el Estado rara vez contrariaba los intereses de esa Iglesia, la cual, justificaba todas las perrerías que aquel cometía en nombre de Dios. Recuerden el viejo dictamen: “no es una guerra, es una cruzada”.
Felizmente, esa época ha pasado. Sin embargo, la existencia de esas procesiones y de esas misas revela que todavía permanecen entre nosotros formas voluntarias de sometimiento político y civil al poder religioso de antaño.
¿Por qué es importante que las instituciones no participen en ellas? ¿Y por qué deberían de salir de los programas oficiales?
Porque son instituciones no confesionales tal y como dictamina la propia constitución.
Porque su inspiración ideológica no es compatible con los valores de una democracia que consagra el pluralismo y el respeto a la libertad de creencias de todas la ciudadanía.
Porque es la única manera de respetar el pluralismo religioso y no religioso de la ciudadanía.
Porque es una manera de hacerle ver a la Iglesia que su tiempo de dominio autoritario y abrasivo ha terminado.
Porque es una manera de visualizar el poder civil frente al poder religioso que, en modo alguno, representa los valores de toda una sociedad.
Porque las procesiones son signo de totalitarismo religioso caduco, incompatible con los principios y valores de una democracia plural y diversa…
Porque es una manera de avanzar en laicidad, que permita de una vez por todas el desenvolvimiento del poder civil sin injerencias del poder religioso, y, al revés, el desarrollo del sentimiento religioso de las personas sin la intervención interesada del poder civil.
Porque es una manera de que los poderes públicos vayan perfilándose como los gestores de una nueva manera de vivir las relaciones entre Iglesia y el Estado, haciendo ver, aunque sea tímidamente, que es hora de que los acuerdos entre la santa Sede y el Gobierno se anulen para siempre.
Ebroko baserria ja ez ei dago Durangotik zubia pasatu eta Iddorretako sarrera zaintzen, baina nik hantxe imajinatzen dut Jose Enrike praka laburrekin eta estanpa liburu bat eskuan, orriak pasatzen, eta orrien ertzean, hantxe aurreko Ibaizabaleko ur herdoil kolorekoa marrazten eta karretera jeneraleko kotxeen abiantzadaz idazten, eta gero ez dut zertan imajinatu, begiak itxita gogoratzen dut Kurutziagako jesuitetan ikastetxeko patioan 100 metroko arineketan, frankismoaren eta ergelkeriaren erresumatik eskapatzeko entrenatzen, 100 metro ez, baizik maratoi amaitezin bat tokatu zaigun arren gero, eta irakurtzen hasiko zen orduan, eta futbolean, eskuineko aurrelari moduan milioiko etxeetarantz jaurtitzen, eta ezkutuan erretzen, celtas laburrak edo tabako errubioa, Padre Daguerregaz frantsesa ikasten, eta behelainotan pintatzen, Joan Mirórenak bezalako formak eta mantxak, buruz behera interpretatzen zituenak Jose Julianek, eta uste dut abokatu ikasketak egin zituela aita konforme uzteko, koadrila alegerarekin tabernaz taberna edaten zuen artean Deustuko iluntzea, edo milimetroaz maitemindu zen elefantearekin konspiratzen zuen goizaldean argiaren bila, eta hala eraman gintuen behin Barkoxera hango mendi barrenei argi berezia zeriela kontatuz, eta etxean bezala sentitu ginen lekutan, mihinaren gainetik urnetan kenduta zizkiguten euskal berbekin solasean, hagatik du Jose Enrikeren euskarak Iddorretakoaren eta aldi berean Barkoxekoaren soinua, eta Momoitioko gorpezurrena eta Erronkariko elur ur latsena, eta argiaren bilaketak okerbideak dituenez, 1981eko otsailean Tejeroren estatu kolpean parte hartu zuen tanke batetan sartuta, baina bere buruaren jabetza errekuperatuz Tangerren jarraitu zuen argia bilatzen, eta txokolatea erretzen, eta orduan pintatutako koadroa daukagu salako etxean eta egia da muino gaineko etxeak amaitu gabe ematen duela, baina gertatzen zen etxekoek argia edaten zutela, eta gero, Jose Enrikeren bizitzaren errepasoarekin jarraitzeko, non zebilen Karmelo galduta han galdu zen Kapo ere, amamaren isilpeko artxipielagoan, malekoiko harresiaren gainetik oraindik kokuioak zebiltzala, Casablancako Kristoak uda arratsaldeetako ekaitz oineztarriak saihesten zituela boseolariak kontrarioaren kolpeak bezala, eta hala heldu zen denborarekin Jururúko badiara, giza-begik begietsi duten lurralde ederren eta atseginenera, non eta eguzkia kasabearen tamainukoa den, koadroetan pintatu duenez, eta hor ibili da azkenengo urteotan obserbazioaren objektibitatearekin ziguatera aztertzen, geometriaren subjektibitatearekin flamboianaren itzalaren margoa estimatzen, ametsen munduko bide helburu gabeekin hausnartzen, beste zibilizazio batzuren ezagutzaz guajiroekin eztabaidan, eta 12 gradu duen Hatueyrekin politikaz eta arteaz panfletoak zirriborratzen, hau da, errealitatea pintura eta literatura bihurtzen, eta gainera, pintura eta literatura errealitate bihurtzen, eta Jururúko argia enboteilatzen ikasi duenez gero, enkoadratzen esan nahi dut, argi apur bat horruntz eramaten ere hasi da, Ebroko baserririk ja ez ei dagoen arren, Iddorretadurangoetara bueltatzen delako Kapo lantzean behin, domusantu egunean eta beste batzuetan, bere argi arraroekin, ze badakizue zer esan zuen Jose Martik, bi aberri zituela, Kuba eta gaua, baina Kapok Jose Julianek baino aberri gehiago ditu, Euskal Herria eta Kuba, gaua eta argia, pintura eta literatura, iraganari zorra eta alegrantzia, eta gainera, e’npresa bat kudeatzen du inportazio-esportazio imajinarioena, koloretako amuak ekartzen ditu Sortaldeko arradetara eta argi enkoadratua eramaten du horruntz, denok edateko bezainbeste, Jururúko argitik, Jurantzoneko arnotik edo Santiagoko erronetik bezala, ez dago motiborik pentsatzeko Jururúko argia gorputzarentzat eta gogoarentzat onuragarria ez denik, hor duzue erakusketa eta, orduan, zabaldu begiak eta edan lasai koadroei darien argitik, hor dituzue formak eta koloreak eta, aspaldiko ipuin batean Jose Enrikek berak Rabelaisen aipu batekin gonbidatzen zigun legez, Lagonak, edatera!, ba horixe, lagunok, hortxe dugu koadroetako argia begietatik edateko.
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Territorio del aire
José J. Baquedano
Sobre este papel el punto
la línea
la perspectiva
la geometría
el tono
el color
el dibujo
la composición
A través de paisajes mentales en la libertad de Apollinaire. A través de universos alquímicos con una oculta explicación. Tres móviles: el placer, el juego y el amor.
Tratando de resolver la contradicción de tiempo de pintar o el tiempo de vivir. Siempre, con una cierta distancia.
Generando y celebrando la alegría del color.
Mientras se abre la caja de Pandora.
(1982)
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Frase para presentar a Jose Enrique Urrutia
Joseba Sarrionandia
Dicen que la casa Ebro ya no está frente al puente vigilando la entrada de Yurreta, pero es allí donde yo me imagino a Jose Enrique, en pantalones cortos y con un libro ilustrado entre las manos, pasando las hojas, dibujando las aguas de color herrumbre del río Ibaizabal y escribiendo en el margen sobre la velocidad de los coches que pasan por la carretera general, y luego no necesito imaginar, porque lo recuerdo perfectamente corriendo 100 metros libres en el patio del colegio de los Jesuitas, como entrenando para escaparse del franquismo y del reino de la majadería, lo que luego ha resultado no ser una carrera de 100 metros, sino que nos ha tocado un maratón interminable, y entonces empezó a leer, y a jugar al futbol como extremo derecho para chutar contra las casas del millón, y fumando a escondidas celtas sin filtro o tabaco rubio, aprendiendo francés con el padre Daguerre y pintando en la niebla, formas y manchas como las de Joan Miró que Jose Julian interpretaba mirándolas cabeza abajo, y creo que estudió Derecho para dejar conforme a su padre, y por eso se ponía a beber el anochecer de Deusto de bar en bar, en alegre compañía, o conspiraba al amanecer con el elefante enamorado del milímetro, en busca de la luz, y un día nos llevó a Barcus, Soule, contándonos que de aquellas laderas emanaba una luminosidad especial, y allí nos sentíamos como en casa jugando con las palabras que nos habían arrancado de la lengua en la infancia, es por eso que el vascuence de Jose Enrique tiene la sonoridad del de Yurreta y del de Barcus, y también la resonancia de las osamentas de Momoitio y de los arroyos de aguanieve del Roncal, y como la búsqueda de la luz tiene sus rutas extravagantes, participó en 1981 en el golpe de estado de Tejero encuadrado en un tanque, pero una vez recuperada su soberanía personal se fue a Tánger a seguir buscando luz y a fumar chocolate, y tenemos en la sala un cuadro pintado entonces y parece que está si acabar, pero es que la gente de la casa se bebían la luz, y después, para continuar con el repaso de su vida, resulta que Jose Enrique se perdió tras el rastro de Karmelo en el secreto archipiélago de la abuela, cuando los cocuyos todavía volaban sobre el muro del malecón, y el Cristo de Casablanca esquivaba los tormentosos relámpagos de las tarde de verano como esquiva el boxeador los guantazos de su rival, y así fue como llegó con el tiempo a la bahía de Jururú, al lugar más hermoso y placentero que ojos humanos hayan visto, donde el sol es del tamaño del casabe, tal como José Enrique lo pinta en sus cuadros, y por ahí ha andado en los últimos años, analizando la ciguatera con la objetividad de la observación, calculando el color de la sombra del flamboyán con la subjetividad de la geometría, reflexionando sobre los caminos sin fin del mundo de los sueños, discutiendo con los guajiros sobre la sabiduría en otras grandes civilizaciones, y emborronando panfletos sobre política y arte con Hatuey, que tiene 12 grado, es decir, convirtiendo la realidad en pintura y en literatura y además, transformando en realidad pintura y literatura, y como ha aprendido a embotellar la luz, o sea, a encuadrar la luz de Jururú, ha empezado a llevar un poco de luz para ahí, porque, aunque parece ser que la casa de Ebro ya no existe, Jose Enrique vuelve de vez en cuando a Yurreta y Durango, en el día de Todos los Santos y alguna otra vez, con sus luces extrañas, es que ya sabéis lo que dijo José Martí, que tenía dos patrias, Cuba y la noche, pero Capeau tiene más patrias que Jose Julian, el País Vasco y Cuba, tiene la noche y la luz, tiene la pintura y la literatura, tiene deudas con el pasado y tiene alegría, y es que, además, gestiona una empresa de exportaciones e importaciones imaginarias, trae anzuelos de colores a las radas de Oriente y lleva para ahí a cambio luz enmarcada, tanta como para que haya para todo el mundo, luz de Jururú, que se bebe como vino de Jurançón o como ron de Santiago, no hay motivo para pensar que la luz de Jururú no sea beneficiosa para el cuerpo o para el espíritu, a ver, ahí tenéis la exposición, abrid los ojos y tomad sin miedo de la luz que fluye de los cuadros, ahí tenéis las formas y los colores y, recordando aquella invitación que Jose Enrique nos hacía a la entrada de un cuento, con una cita de François Rabelais, «Lagonak, edatera!», pues eso, «¡Amigos, a beber!», toda esa luz de los cuadros que se bebe por los ojos.
•
Argiaren paisaiak
Jose Enrike Urrutia Capeau
Hamabost urteren buruan, berriz hemen. Aldi hartan, besteak beste, artailu ilunskak, erabat abstraktoak, ekarri nituen ikusgai. Orain iruditzen zait denbora alferrikgaldu nuela haiek egiteko neure jardunean; baina orduan «arkaiko» irudiko zitzaidan oraingo «marinak» pintatzea, hots, «domeketako pintoreek» bezala.
Ikuspegitik aldatu egin naiz eta.
Orain futitzen naiz originaltasunaz, hots, baizik eta nirea ez den pintatzeko modua asmatzeko irrikiaz. Ez dut hori helburutzat. Orain argiarekiko gatazka besterik ez dut xede. Gatazka, zeren, ageriko munduaren hatsarrea izanagatik, ez baita deus argia bezain gauza eskapatzen errezagorik. Hura bera ez baita islaturiko gauzetan baino. Ez handik landan.
Doluros gertatu zitzaidan egia: argia xede, berriz hasi beharko nintzen paisaiak, itsasoa, «karetoak» pintatzen.
Baina…
Denok badugu honako experientzia hau, guztiz ere trenean sarritan ibiliak garenok, tuneletan barrena iragan-eta. Laidako hondartzara joateko trenean, txikitan hamaika aldiz hartu dut begietan miragarri hura: dena ilun eta ilun, sobera luze egin arteraino ere: -tunela amaituko da? Finean hasten dira inar zuri batzuk nabarmentzen, gero tuneleko irteera-ahoa marratzen da ezinago zuri, eta ondotik, zintz! Agorrileko argitasunak itsutu egiten zaitu instant batean, geroko muino, baserri eta zuhaitzak baizik eta argi izpiak ez direnean!
Desgraciadamente, la encíclica del papa Francisco versará sobre Ecología y no sobre las inmatriculaciones que de unos años acá la tropa episcopal de España está llevando a cabo con cualquier edificio que huela a cirio bendito.
Sin duda que leeré su discurso sobre Ecología, pero no espero nada nuevo de él. Primero, porque en su imaginario teologal la madre naturaleza será conceptuada como Creación divina aunque esté hecha un cromo de postguerra. Segundo, porque toda Ecología teológica que no busque en última instancia instaurar la obra de Dios en el mundo será una ecología rampante y demediada. Pues una ecología que no se base en Dios será de segunda categoría. Solo quienes creen pueden llevar adelante una Ecología digna de tal nombre. Un agnóstico y un ateo deberían abstenerse en ser buenos ecologistas. Para serlo, hay que mirar la naturaleza bajo la consideración genesíaca de obra de Dios y desde la fe.
Digámoslo claramente. Es imposible que un papa, hable de lo que hable, no termine invocando el nombre de Dios para justificar que solo los buenos creyentes pueden hacer bien las cosas. Es un discurso manido y estereotipado que la Iglesia no ha variado jamás o solo cuando ha podido sacar tajada económica.
Reflexionando en las causas por las que el papa Bergoglio no ha dedicado sus cogitaciones a las inmatriculaciones de iglesias, seos, conventos, patios, basílicas, ermitas, cuadras, casas, edificios de toda índole y condición, considero que tal dejación no puede deberse a ignorancia. Las inmatriculaciones en España han alcanzado tanta fama nefasta como los casos de pederastia eclesial. Bergoglio tiene que tener noticia sobrada de tales registros de propiedad «fraudulentos» que han perpetrado con premeditación y alevosía teológicas sus conmilitones obispos, sean Elías Yanes en Zaragoza como los efectuados por el arzobispo Osorio. Y, si el papa no ha dicho nada, será porque está a favor de ellas o porque no las encuentra en contradicción con la legalidad vigente. Si el papa estuviese en contra de esta política de expolio de edificios e inmuebles, seguro que habría manifestado su opinión. ¿O, no?
No negaré que actualmente el mundo como continente está hecho un zorro siberiano y que todas las alarmas que suenen para condenar dicho estado calamitoso serán bien recibidas por nuestro oído medio. Pero, hablar de Ecología en términos generales, por supuesto que condenando urbi et orbi a quienes desvían y tuercen el equilibrio de la obra de Dios en la tierra, es muy fácil hacerlo. Condenar las empresas poderosas que están destrozando poblaciones de indígenas, bosques, mares y multitud de especies animales, pero sin decir quiénes son estos criminales, sus nombres y apellidos –y nadie negará que el papa con un asesor como el Espíritu Santo tiene que conocerlos– es como hablar a la inmensidad del mar y del firmamento: pura logomaquia.
No lo es, en cambio, hablar de inmatriculaciones. ¿Por qué el papa Francisco no les ha dedicado públicamente ni una pastoral? Convengamos en que, cuando se le nombró papa, el río de las inmatriculaciones venía circulando caudaloso desde 1988. Sin embargo, es lógico considerar que ha tenido el tiempo suficiente como para dedicarle una cabezada al asunto y contemplarlo a la luz de su tan querido Evangelio.
Entiende uno que debe ser muy complicado, cuando no imposible, justificar, tanto teórica como prácticamente, que dicha acumulación de bienes y de inmuebles goce del visto bueno del Altísimo y de los textos del Vaticano II. Más bien, se llega a la conclusión de que son lisa y llanamente prácticas intrínsecamente antievangélicas y, por tanto, robos manifiestos, pero, ¡cómo no!, encubiertos por una legalidad puesta a güevo del registrador.
La Iglesia está actuando como esa casta corrupta que apela a la legalidad para negar sus depravaciones aun cuando éticamente sepan que son casos de manifiesta inmoralidad. La Iglesia se acoge a una legalidad que le sirvió Aznar con una reforma de la Ley Hipotecaria y que anuló o levantó el veto expreso que el franquismo había impuesto en 1946 al registro de “los templos destinados al culto católico” por la vía de la inmatriculación. La norma franquista dejaba vía libre para registrar la posesión de campos y casas, entre otros inmuebles, pero excluía dichos templos.
Del mismo modo que ciertos corruptos se aferran a la legalidad para justificar su conducta inmoral, la iglesia hace lo propio en el caso de las inmatriculaciones. Y, si a los corruptos se les ha dicho que una legalidad que avala su enriquecimiento exprés no es buena ley, a la iglesia habrá que decirle que, no solo utiliza una ley de dudoso fundamento jurídico, sino que, además, se carga su propia doctrina social y, mucho peor aún, la doctrina de su santo evangelio. ¿Piensa el ilustre Bergoglio que la anti doctrina que aparece en los evangelios sobre la pobreza y la riqueza, el acaparamiento de bienes y el préstamo con interés, justifica el comportamiento capitalista de sus fámulos en las distintas diócesis de España donde se han llevado inmatriculaciones sine die?
Puede que dichas inmatriculaciones sean legales, ¿pero lo son a la luz de su evangelio al que apelan cuando les interesa?
Hace unos días, el papa decía a unos dirigentes de la FAO que faltaba voluntad en los Estados y en otros niveles institucionales para terminar con el hambre en el mundo. Pero no farfulló una sola sílaba de autocrítica respecto al afán desmesurado de la propia iglesia a la hora de acaparar edificios, amparándose en una ley que está enfrentada con el séptimo mandamiento: «No robarás».
¿En qué se diferencia esta obsesión inmatriculadora de la Iglesia con la voracidad acumuladora del capitalismo?
Es conocida su doctrina con respecto al capitalismo. La acumulación de capital y el préstamo con interés han sido prácticas condenadas una y otra vez por su verbo medieval y moderno. La Iglesia ha rechazado, junto con las ideologías que denomina totalitarias y ateas asociadas en los tiempos modernos al comunismo o socialismo, la práctica del capitalismo, del individualismo y la primacía absoluta de la ley de mercado sobre el trabajo humano. Catecismo actual dixit.
Tiene maldita gracia que la Iglesia siga condenando el capitalismo, pero no las inmatriculaciones. Las prácticas capitalistas no son su agrado, pero acumular edificios en formato de iglesias –que no fueron, ni son de su propiedad–, es legal, ético y evangélico.
Como asegura en su Catecismo, las prácticas capitalistas hacen peligrar la salvación de las almas. Si esta calamidad es verdad revelada, los obispos inmatriculadores deberían echarse a temblar. Están ya más que condenados a no ser que el papa se invente una bula para salvarlos del infierno, como ya hiciera a mediados del siglo XII con los prestamistas para quienes se sacó de la manga la existencia del purgatorio.
Quien logre hacerse con el gobierno de Navarra y el Ayuntamiento de Pamplona con propósitos de cambio no lo va a tener nada fácil. Los que es posible que tengan que irse de una vez están demostrando tener muy mal perder. No aceptan que el poder que ellos han ocupado durante demasiados años pueda ser ejercido por sus adversarios políticos en representación de una ciudadanía sometida, más que gobernada, y hastiada de su políticas sociales y económicas, y urbanísticas. Las dietas indecorosas que cobraron de la CAN que es un buen emblema de cómo han hecho las cosas y también las obras faraónicas que para nada sirven y suponen una seria hipoteca económica. Quienes han ocupado el poder hasta ahora mismo no han gobernado para todos los ciudadanos, sino para la clase social que representan y en defensa de los intereses de esta. En consecuencia van a dejar el terreno minado y el futuro hipotecado, algo que sin duda descubrirán de inmediato los que lleguen con voluntad de cambio… y no solo en Navarra. Esa es una sombra generalizada. Van a jugar sucio, ya lo están haciendo.
No va a ser fácil enmendar años de caciquismo, de arbitrariedades, de secretismo y mala fe gubernamental. Para muestra un botón: los planes urbanísticos aprobados a última hora o la indecente actuación con el convenio con el Estado, en detrimento de la autonomía navarra, la que dicen defender, mientras dejan que sus socios madrileños la socaven. Es del dominio público. Poner en práctica nuevos programas va a chocar con la rémora y la inercia de años y más años de mal gobierno.
No me sorprende que Kontuz haya pedido una auditoria del gobierno de la Barcina y sus secuaces. Pero esto no es solo en Navarra, sino en todos los lugares donde el Partido Popular puede perder el poder municipal y autonómico, se estén ahora mismo destruyendo documentos o no.
La concejala Caballero se permitió el lujo de insultar a Pablo Iglesias, pensando sin duda que todo le está permitido, muy en la línea de Esperanza Aguirre. Porque insulto es acusar de bajeza moral a alguien para rebajar una apuesta política mayoritaria. Ella no es quien para repartir diplomas de moralidad, salvo que se sienta imbuida por una especial gracia de incierto origen. No lo es, diga lo que diga y se ponga como se ponga. Iglesias le ha contestado de manera dura utilizando palabras que están en la calle y que ellos ya habrán tenido ocasión de oír y de leer. Los de UPN se encampanan y amenazan con querellas.
Habría que señalar que UPN y su Gobierno han sido socios políticos del Partido Popular, sin duda el partido más notoriamente corrupto de la historia de España, ahora mismo repudiado por el colectivo de Jueces para la Democracia como el Gobierno más nefasto de nuestra historia reciente. Pues bien, jamás se les ha oído una sola palabra referida a esa corrupción manifiesta que tiene conmocionado a un país entero o cuando menos a todos los que no votan a Rajoy y a sus secuaces. No son casos aislados, forma parte de un clima político, del que ellos, como socios que han sido, se han beneficiado en el terreno político.
La concejala Caballero ejemplifica bien el estado de cosas, el de las dos medidas, las que sirven a quienes detentan el poder y las que se aplican a todos los demás. Para mí, poderoso de turno, todo me está permitido, puedo decir lo que me venga en gana y tú estás obligado a callar si no quieres que eche mano del aparato judicial, y tienes que condenar el terrorismo a mi dictado, donde y cuando y con quien yo quiera, lo que es un abuso manifiesto.
Ahora, con documentos destruidos y hechos confetis y serpentinas o con querellas e insultos, y los que vendrán, porque esta gente tiene mal perder, queda por delante una tarea de verdad importante: ganar las generales, desbancarlos definitivamente del gobierno efectivo del país, tirar abajo esta pintoresca dictadura parlamentaria que ha montado el Partido Popular y que vamos a padecer en serio en los próximos mes cuando entre en vigor la ley mordaza y veamos nuestra libertad de expresión coaccionada y nuestros derechos civiles recortados; y junto a ella toda una batería de leyes que no tienen otro objetivo que consolidar el estado autoritario y el régimen policiaco, del que los que han gobernado Navarra han formado parte de manera plena.