Miguel Sánchez-Ostiz. Sobre las ruinas del castillo de Maya

ruinas del castillo de Maya

Martes 7 de septiembre de 2010

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AYER por la mañana estuve de nuevo en las ruinas del castillo de Maya. Fue hermoso ver como salía el sol por la cima de Gorramendi e iluminaba el Alkurruntz. La vista del valle, como siempre, con la luz del otoño.

La última vez que visité ese lugar fue en pleno invierno. El trabajo de los arqueólogos de los últimos meses ha sacado a la luz elementos nuevos de la fortificación estudiada por Iñaki Sagredo.

En Amaiur y en 1522 se dio la última resistencia de Navarra contra la ocupación militar castellana y la conquista del reino. Se cuente como se cuente. Tal vez por eso, en 1931, dinamitaron el monolito que recuerda el hecho.

En Navarra hay gente a la que no le gusta recordar esta historia o que prefiere recordarla de otro modo, como una elegante partida de damas entre amigos o como el baile de gente que se puso por gusto un dogal al cuello. Una inmensa mayoría de españoles ignora la historia de Navarra y cree que la famosa unidad española concluyó en 1492.

La de la conquista del reino de Navarra es una historia tergiversada por historiadores navarros y sobre todo no navarros, que la han venido escribiendo, hasta hace nada, siempre a favor del poder político dominante.

Historiadores a favor e historiadores en contra. Cada cual a su juego, con documentos en mano o con toda la mala fe o la presión mediática y social de por medio que puedan, que suele ser mucha.

Ahora mismo, defender la españolidad constitutiva de Navarra no es, para no navarros y para algunos navarros, un asunto histórico ni una ideología política zafia, sino un signo de identidad y distinción social.

En ese sentido, el gobierno de Navarra actual puede pagarse un congreso de historiadores y adheridos previsibles en sus conclusiones. Lo que pide el gobierno no es que los historiadores examinen la abusiva conquista del reino de Navarra, sino que apoyen la idea de que, aquella gente que se defendió en Amaiur, no eran navarros ni españoles, sino franceses que querían ocupar el reino y hacerlo francés.

Se trata de demostrar la españolidad radical de Navarra y de ocultar las circunstancias precisas de la abusiva conquista del reino y de la ocupación militar que padeció a lo largo del siglo XVI.

Se montan congresos y se silencian, de la manera que sea, a los historiadores que publican obras sólidas y fundamentadas, como la reciente de Peio Monteano, despreciados por figurones que jamás publicarán, porque no pueden, ni una línea sobre el particular.

La historia de Navarra no es que sea a estas alturas una invención al servicio del poder político, sino que es una trinchera política y un patio de Monipodio del que se puede sacar ventaja si se escribe y discursea a favor de las tesis gubernamentales. Poco importa quienes y cómo se defendieron en aquel castillo ni contra quien. Importa el presente de la ideología nacionalista española, porque a su servicio se vive mejor.

Miguel Sánchez-Ostiz

Información del autor y libros en Pamiela.com

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Victor Moreno. Riqueza interior

Hace bastante tiempo, me quedé con la siguiente copla evangélica, aunque firmada por un laico, y que en estos tiempos onerosos de crisis y gatuperios parecidos vendrá bien tararearla: “La persona, cuanto más culta, menos dinero gasta. Los incultos derrochan porque con ello tienen la sensación de que su relación con el mundo es más intensa y son más felices. Pero la alegría no depende de estímulos externos, sino de esa riqueza interior, a menudo callada, que hay que ir cultivando».

En estos tiempos; digo, en que la pobreza asesina la cultura y anega en el vacío los bolsillos de medio mapa mundi, habrá que agradecer al padre Savater, autor de la homilía anterior, que dedicara su tiempo y su valor de educar a los pobres, regalándoles tan tranquilizador y sublime pensamiento, digno del más inspirado Rouco Varela, y que, parafraseado en plan epístola a los adefesios, podría quedar como sigue: «Pobres del mundo, no estéis tristes; gracias a vuestra miseria, podéis dedicaros a cultivar la verdadera y feliz riqueza interior. Sabed que nada importa el dinero, y, si va acompañado de crasa incultura, menos».

Para Savater, los incultos son derrochones, porque ven en ese despelote gastador el estigma de su realización personal y de su felicidad. Pero, en realidad, estos pobres ilusos nada saben de la auténtica alegría, pues están privados, no de cultura, sino de La cultura. ¿Cuál? No sólo LA cultura que hace años tenía en propiedad el periódico de Polanco, sino, sobre todo, la cultura que lleva a Savater a despedir el Fin de Año desde la ciudad de Venecia. Y de la misma cultura que lleva a Savater todos los años en el mes de agosto al hipódromo de Epsom a, como indica su prosapia verbal, «conectar con las raíces ancestrales que ha preferido mi imaginación (las otras, las impuestas por la sangre o la etnia, son pura filfa esclavizadora) recobrando el ensueño del Derby». ¡Ah, el ensueño cultural del derby que nace de la imaginación individual!

Jamás calificaré a don Fernando de esteta orondo, derrochón y sibarita. Al estar poseído por la cultura, y ser filósofo, aunque de ribazo, eso sería un imposible metafísico. No puede ser que él, con su cultura, se deje llevar por «estímulos externos» -léase café, copa y puro-, para estar alegre y feliz. Demasiado vulgar y mediocre para su espíritu cosmopolita.

Convengamos en que celebrar el fin de año en Venecia, pudiéndolo hacer en Torrejón o en Donosti, y viajar a Epsom, para ver una carrera de recios cuadrúpedos, son magros dispendios, compensados por esa dignísima finalidad de cultivar, de manera callada y silenciosa, la almeja de su riqueza interior. Y de paso, mostrar a los pobres de este mundo cómo un sujeto culto se gasta el dinero cuando se tiene, buscando en ese gesto el profundísimo cultivo de la auténtica riqueza interior.

Y es que los pobres dan asco. ¡No saben ni aprovechar las crisis económicas para cultivar la riqueza interior de su bazo…!

Sobre el autor del artículo: Victor Moreno

Libros del autor: Pamiela.com

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Jorge Nagore. Una broma

JokeNoticias de Navarra 04/09/2010

En Islandia estarían colgados de una cuerda al sol puestos a secar, como el bacalao. Los responsables, me refiero, de los dos millones de pesetas que costó la lonita de los huevos que encargó la alcaldesa para tapar el hueco que dejaron las peñas el 11 de julio en la plaza redonda ésa con arena en la que montan una feria de artesanía en Navidad. A mi las peñas, en su conjunto e individualmente, me dan una pereza vital y mental tremebunda y los jodidos toros ni les cuento, pero la actuación de la alcaldesa y su comparsa superó mucho de lo visto en esta ciudad, que ya es decir de un sitio para el que el mismísimo Woody Allen utilizó el calificativo de pintoresco -y eso que sólo estuvo un día; y casi se lo jode Corpas con la famosa foto-. Yolandamari el problema que tiene es que se ha tomado su hipotético enfrentamiento con parte de la ciudadanía como si estuviese en el Insti y tanto ella como su comparsa se comportan como putos críos. Eso sí, a costa del bolsillo de todos, de los que les votan, de los que no y de aquellos a los que sus enfrentamientos les resultan aburridos, cercanos a mentalidades preadolescentes y, todo ello, revestido de supuesta seriedad, madurez y sentido de la responsabilidad. A esta alcaldesa y su comparsa lo que les puede es que la gente se manifieste como le salga de ahí y que estas manifestaciones brillen más que sus propias actuaciones, ya sea por exceso o por defecto. A uno de los principales integrantes de esa comparsa, el sempiterno Sánchez de Muniáin, le parece “una broma” que el Pleno del Ayuntamiento pida que sea UPN el que pague la dichosa lona, perdida en el culo del mundo y tapada por árboles. Una broma es que os gastéis 12.000 euros en plena crisis por semejante chiquillada, mangarrán. Una broma sois vosotros. Muy cara.

opiniones, quejas y sugerencias en:

www.nagorefraucaalacontra.blogspot.com

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Vicenç Navarro. El insulto como argumento

Respuesta a Santos Juliá

memoria histórica

Una posible explicación de la resistencia a la recuperación de la memoria histórica (hecho que requiere la intervención del estado) por parte de ciertos autores definidos como progresistas, es que no tuvieron la misma experiencia que la que tuvieron los vencidos y, por lo tanto, no sientan con la intensidad con que sentimos los hijos de los vencidos la urgencia y necesidad de que se corrija esta situación.

NUEVATRIBUNA.ES – 30.8.2010

A la vuelta de mi exilio, una de las realidades que me encontré en España que más me sorprendió fue lo generalizada que estaba en los establishments políticos y mediáticos del país la definición y percepción del proceso de transición de la dictadura a la democracia como modélica. Los datos, que publiqué en mi libro “Bienestar insuficiente. Democracia Incompleta. De lo que no se habla en nuestro país”, Editorial Anagrama, 2002, no avalaban tal percepción. La transición se hizo en términos muy favorables a las derechas (que dominaron aquel proceso), determinando una democracia muy limitada y un estado del bienestar muy poco desarrollado. Los datos que probaban lo que decía estaban ahí para el que quisiera leerlos. Y si alguien estuviera en desacuerdo, hubiera sido muy bienvenida su aportación de datos cuestionando los míos. Pero no llegaron. En su lugar, la respuesta a mi libro por parte de voces de aquellos establishments fue ignorarlo o abierta hostilidad. Por desgracia (y aunque el libro recibió el Premio de Ensayo de Anagrama 2002), el impacto de mi crítica fue mínimo, pues tal definición de la transición como “modélica” continúa enraizada en aquellos establishments y a través de ellos en amplios sectores de la intelectualidad española.

Uno de los indicadores de lo inmodélica que fue aquella transición fue la injusticia que se hizo hacia los vencidos en aquel conflicto, olvidando su historia. A lo máximo que se llegaba en los medios de mayor difusión del país (tales como la televisión) era a presentar como equidistantes las atrocidades llevadas a cabo por los mal llamados “dos bandos” (a los que se llamaba nacionales por un lado y republicanos por el otro). Pero esta versión del pasado y el olvido de la lucha de los vencidos no era sólo la perpetuación de una enorme injusticia, sino un enorme error político de las fuerzas democráticas del país (y muy en especial de las izquierdas, que habían representado a los vencidos en aquella transición), pues el poder de las derechas derivaba precisamente del control de aquella memoria. De ahí que hubieran promovido el olvido del papel clave que las izquierdas tuvieron en la defensa de la única democracia anterior a la actual que había vivido España, y su recuperación. Era lógico que las derechas, que tuvieron gran responsabilidad en el alzamiento golpista (a los que se les llama también rebeldes) y en el establecimiento de la dictadura, quieran mirar adelante sin mirar atrás. Pero ha sido un profundo error de las izquierdas contribuir a aquel olvido, porque el que controla el pasado controla el futuro. Y esto es mucho más que una mera frase retórica. En mi libro “El subdesarrollo social de España. Causas y consecuencias”. Anagrama. 2006, intenté mostrar que el enorme retraso de la democracia española y de su estado del bienestar se basa precisamente en el enorme poder que las derechas han tenido históricamente y continúan teniendo en nuestro país, incluyendo en sus medios de información y persuasión.

En mis escritos tuve que hacer crítica de los autores que, debido a su acceso privilegiado a los medios de mayor difusión, han tenido una elevada prominencia en la promoción de la percepción y definición de la transición como modélica. Tales autores consideran que la transición fue un pacto entre iguales -entre los herederos de los vencedores y de los vencidos-, negando a su vez que hubiera habido un silencio de la memoria de los vencidos. Entre ellos estaba el columnista de El País, y Catedrático de Pensamiento Político de la Universidad Nacional de Educación a Distancia de España (UNED), Santos Julià. Quisiera añadir que en mis críticas nunca utilicé ni el insulto ni el sarcasmo. Un aspecto que me desagradó profundamente cuando me integré de nuevo en la vida académica y política de nuestro país fue la excesiva tirantez y agresividad en los debates políticos, e incluso académicos, que atribuí a la escasa experiencia democrática y a la rudeza de la derecha española (homologable en muchas de sus posturas y narrativas a las ultraderechas europeas). Todavía hoy escribo en diarios de los países en los que he vivido durante mi largo exilio (Suecia, Gran Bretaña y EEUU), y en ninguno existe el nivel del insulto, sarcasmo, estridencia e hipérbole que aparece en España. La agresividad de las derechas en España es enorme, y ha contagiado en muchas ocasiones a las derechas democráticas (todavía minoritarias en las derechas en España), al centro político e incluso, a veces, a las izquierdas.

¿Hubo o no silencio sobre nuestro pasado?

En mis críticas suelo referirme a datos y a experiencias concretas. Un ejemplo de ello es mi crítica a la postura de Santos Julià, que sostiene que no hubo silencio sobre el pasado ni sobre la memoria de los vencidos (aportando, como muestra de la veracidad de su postura, libros escritos sobre la Guerra Civil desde una perspectiva republicana). En mis trabajos indiqué que la mayoría de tales libros eran académicos, señalando que la distancia entre la academia y la calle es enorme en España. En realidad, en los medios de mayor importancia para poder llegar a la mayoría de la población, tales como la televisión, el primer documental mostrando la enorme y brutal represión en contra de los vencidos, “Els nens perduts del franquisme” (Los niños perdidos del franquismo) se hizo casi un cuarto de siglo después de la transición. Si Santos Julià está en desacuerdo, lo lógico sería que mostrase datos que cuestionaran los míos. No hace esto. En lugar de ello, insulta (a lo cual me referiré más adelante).

Lo mismo ocurrió cuando indiqué que una posible explicación de la resistencia a la recuperación de la memoria histórica (hecho que requiere la intervención del estado) por parte de ciertos autores definidos como progresistas, es que no tuvieron la misma experiencia que la que tuvieron los vencidos y, por lo tanto, no sientan con la intensidad con que sentimos los hijos de los vencidos la urgencia y necesidad de que se corrija esta situación. La memoria de los hijos de los vencedores es distinta a la de los hijos de los vencidos. Escribí que la mayoría de tales autores que escriben en contra de la aplicación y extensión de la Ley de la Memoria Histórica son hijos de vencedores, no de vencidos, e indicaba que si fuera al revés, creo que la situación sería distinta. No era mi intención insultar. Ser hijo de una persona que luchó en el lado golpista no es, en sí, un insulto. Muchos de mis compañeros en la clandestinidad en los años cincuenta y sesenta fueron hijos de vencedores. Y muchos militantes del Partido Comunista fueron hijos de vencedores. Este no es el tema. El tema es que ser hijo de vencedores tiene una experiencia distinta a la de ser hijo de vencidos. Es lógico y humano que sean estos últimos, que han tenido en carne viva mayor experiencia de aquella brutal represión, los que deseen con mayor intensidad que se recupere la memoria de los suyos. Decir esto no es, como Santos Julià, maliciosa y erróneamente me acusa, continuar la división de España entre vencedores y vencidos. Pero me parece obvio subrayar que en la experiencia habida en cuanto a la memoria histórica, las memorias entre los hijos de vencedores y los hijos de vencidos son distintas, con consecuencias diferentes. Y es lógico, predecible y humano que sean los que tuvieron la experiencia de los vencidos los que desean con mayor intensidad que no se olviden a sus antecesores, que lucharon para conseguir la democracia durante la República y después. Y que como consecuencia sufrieron una represión brutal. En nuestras familias han habido fusilamientos, prisioneros en campos de concentración españoles y nazis, torturas, humillaciones y exilios. Exigir que se les honre no es revancha o venganza, sino justicia. Naturalmente que en este homenaje tiene que haber una condena de los responsables de tanto sufrimiento. Esto es lo que implica la justicia, y ello significa una necesaria corrección de la historia del país, lo cual, sin duda, debilitaría a las derechas. Repito que este reconocimiento no es la exigencia de perpetuación de la división de los españoles entre vencedores y vencidos, pues hacer aquel reconocimiento y corrección de la memoria histórica es obligación democrática de todos, independientemente de su origen.

En una democracia, los datos y argumentos no deben sustituirse por insultos

Una última observación. Un amigo me envió hace unos días copia de un artículo de Santos Julià sobre mi postura, refiriéndose a mi persona como un “personaje llamado Vicenç Navarro”, al cual define como “residuo del franquismo”. Con esta introducción, la retahíla de insultos (me llama “vil”, “ruin”, “ese caballero”, “retorcida mente”, “deshonrado” y un largo etcétera) y sarcasmos, dirige sus acusaciones a posturas que yo no sostengo, como la de que constantemente en mis trabajos “divido a los españoles entre hijos de vencedores e hijos de vencidos, tal como hacía el franquismo”. Lo que escribí, y repito, es que la gran mayoría de los que se oponen a la recuperación de la memoria histórica son hijos de familias conservadoras y/o hijos de los vencedores que por tal condición no tienen una identificación existencial con los vencidos, señalando, entre otros, a Santos Julià, al cual definí como ex sacerdote e hijo de vencedores. En su artículo niega que fuera hijo de vencedores y que su padre, un oficial de la Armada, no apoyó el golpe militar. Tomo nota de la aclaración. Y no tengo ningún inconveniente –antes al contrario- en hacer tal corrección pública. Pero no se necesita ninguna disculpa pues, aunque hubiera sido hijo de vencedores, no era mi intención insultar, sino describir el background de muchos de los autores que se oponen a la aplicación y extensión de aquella Ley de la Memoria Histórica. Es importante hablar y conocer el pasado de las personas, y como influencian sus posturas políticas en temas tan importantes como la recuperación de la memoria histórica. Ahora bien, me sorprende que si su padre no apoyó el golpe, él se oponga a que el estado ayude a recuperar la memoria de los que lucharon en contra de la dictadura.

Termina Santos Julià su carta ofensiva con un pequeño psicoanálisis, interpretando mi crítica como resultado de mi frustración -dice él- de que no se hubiera dignado responder a las críticas debido –añade- a su pereza. La arrogancia del establishment no tiene límites. Le aseguro a Santos Julià que nunca tuve ninguna frustración porque no contestara a mis críticas, pues su predecible silencio es un indicador de falta de argumentos, aún cuando, al decidir romperlo haya sustituido éstos con insultos y con un estilo que le caracteriza y es bien conocido. Sus posturas sobre la transición, sobre la Guerra Civil, sobre la Ley de la Memoria Histórica y otros temas, son bien conocidas, pues cuentan con amplias cajas de resonancia poderosas en nuestro país. Y mis posturas sobre cada uno de aquellos eventos es distinta y critica de la suya. Si está en desacuerdo, que haga como yo hago, que presente datos, argumentos y experiencias. Pero, por favor, que no insulte. No sólo entre académicos, sino entre demócratas, los desacuerdos se presentan en base a evidencia y argumentos, no con ofensas, sarcasmos o insultos.

Vicenç Navarro – Catedrático de Políticas Públicas de la Universidad Pompeu Fabra y Profesor de Public Policy. The Johns Hopkins University

Blog: www.vnavarro.org

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Pilar Rego. ¿El estado laico en hibernación?

Monjas armadas

NUEVATRIBUNA.ES – 31.8.2010

¿Por qué ya no es prioritario defender “La neutralidad de los poderes públicos ante la religión o las creencias y de la obligación del Gobierno de evitar toda confusión entre funciones estatales y actividades”?…

…¿Está el Estado Laico en hibernación? Si así fuese quedaría al menos el consuelo de que, aunque “descafeinado y pacato”, el texto del borrador de la ya aparcada Ley Orgánica de Libertad de Conciencia y Religiosa, que define al Estado como el garante de la neutralidad de los poderes públicos ante las creencias religiosas, más bien antes que después, despertaría de su sueño invernal y lo haría con las fuerzas renovadas. Sin embargo la belicosidad y el malestar del clero y de la derecha en torno a la controvertida y necesaria reforma de la Ley de Libertad Religiosa, que se hicieron patentes desde el mismo momento en que tuvieron indicios de su existencia, hacen temer que el letargo invernal se convierta en un sueño eterno.

Es evidente que ni el PP ni la Iglesia Católica querían que la tramitación siguiese su curso pero ¿qué grado de influencia han tenido en su paralización? Hay que recordar que una audiencia privada, calificada por sus protagonistas como “correcta” y “cordial”, celebrada en el Vaticano en el primer semestre de este año, obtuvo como resultado que la Ley de Libertad Religiosa aparcase inicialmente su aprobación hasta el 2011. Algo que hace dudar de la firmeza de la que hacía gala María Teresa Fernández De la Vega, hace apenas un año, cuando expresaba públicamente “la voluntad firme del Gobierno de avanzar en la laicidad del Estado y de proteger las creencias de quienes no creen”.

Ahora lo que prima es asegurar que es una ley de principio de legislatura, que no es el momento de abrir un frente laicista, que no hay ambiente, que no es conveniente iniciar un nuevo debate, que es probable que despertase los recelos tanto de la derecha como de la izquierda (consecuencia inevitable de querer “contentar” a todos en lugar de intentar hacer lascosas bien), que no es factible su tramitación en la situación actual, que

Pues bien, si es totalmente, cierto como asegura Jesús Quijano, portavoz socialista en la Comisión Constitucional, que el gobierno está en su pleno derecho para actualizar prioridades, no es menos cierto que los ciudadanos tienen el mismo pleno derecho para establecer las suyas.

Pilar Rego – Educadora social

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Victor Moreno. ¡Y un güevo!

Huevo_duro“Un financiero se pondrá a cantar, un abogado se hará confidente de la policía, un panadero expondrá sus preferencias literarias, un actor gobernará, un cocinero filosofará sobre los momentos de cocción como jalones en la historia universal” (Guy Debord, Comentarios sobre la sociedad del espectáculo, Anagrama, 1990).

La serie, establecida por el situacionista Debord, podría completarse añadiendo que el cocinero Ferrán Adriá se subirá a la parra de los iluminados y comunicará al mundo que “la cocina debería ser una asignatura escolar obligatoria, por lo menos para que los jóvenes sepan hacer un huevo frito”.

No es la primera vez que la sociedad del espectáculo nos depara este tipo de declaraciones en las que alguien, que viven con gran intensidad y amor metálico su trabajo, establece que los demás serán muy felices si se comportan como quien les conmina a ser y a hacer esto o aquello. Hace ya unos años, Grande Covián decía en un tono imperativo lo propio: “En las escuelas los niños deberían aprender a cocinar”.

Consuela saber que ni a los toreros ni a los guardias civiles ni a las putas ni a los trapecistas les ha dado por proclamar qué es lo que los niños de las escuelas de este país deberían aprender para ser felices, curricularmente hablando.

Con toda probabilidad, los niños de este país se lo pasarían mucho mejor en las escuelas si quienes les diesen las clases fueran cocineros como Adriá o futbolistas como Reina. Y sería el orgasmo pedagógico absoluto si fuera la Policía Nacional o alguna mujer –también valdría hombre-, de moral distraída quienes les enseñaran el abecé de su pedagogía militar y pícara, respectivamente.

Lo que pasa es que las escuelas ni están para que los alumnos frían huevos, aprendan a torear un mihura, bastante hacen con torear los derivados didácticos de la Ley de Calidad, ni, menos aún, recibir lecciones acerca de cómo manejar un pistolón o un tanque, aunque, a decir verdad, a más de un alumno le encantaría manipular semejantes mierdas de la tecnología. Y, bueno, ni qué decir tiene que, si la educación sexual, que algunos pretenden que se imparta en las escuelas, si la impartiese una rabiza, entiéndase, una hetaira con titulación y todo en regla con la OMS, los alumnos, quizás, así aprendiesen fisiología de verdad y no esa aburrida biología que siempre acaba enseñándose.

Siento desengañarles, pero la vida no forma parte del currículo escolar. Hace tiempo que entre ellos existe un divorcio tan grande que ni siquiera el PP, con todo lo enemigo que es de las parejas ajenas al matrimonio canónico, sería capaz de arreglarlo.

Es más. A mí me parece estupendo que la vida no entre en las escuelas. Particularmente, las áreas transversales me dan dentera. Tanto como la religión y la ética. Todo lo que se mete en el aula de matute se convierte en materia de adoctrinamiento moral y social.

Además, está la existencia de los adultos tan corrompida que no haríamos ningún favor a nuestros hijos obligándoles a estudiarla en vivo y en directo. No seamos impacientes. Pronto serán igual que nosotros.

Por otra parte, ya está bien tirar balones de ozono fuera. El adulto tiende por sistema a introducir en el sistema educativo todo aquello que no hace bien en su vida. Y la escuela tiene que corregir, sin conseguirlo, lo que la sociedad estropea de forma permanente e histórica.

Es muy posible, por tanto, que, cuando el cocinero Adriá aseguraba lo del huevo frito, quizás, lo dijese porque había comprobado in situ que la mayoría de las personas adultas no sabe freírlo. ¡Si sólo ignorásemos freír un güevo!

Pero eso, lo del huevo, se arregla muy bien en casa. Como se arreglaría muy bien si los padres educaran a los niños a cepillarse los dientes después de cada comida; a pararse ante un semáforo en rojo cuando vamos con ellos de excursión en coche; a no tirar colillas de cigarro al suelo o los papeles que envolvían el bocata de jamón o el caramelo de menta; a respetar el silencio de los demás evitando en todo momento ruidos innecesarios, como convertir los pasillos de la casa en pistas de patinaje nocturno; a aleccionarles con el propio ejemplo para que no escupan en lugares públicos… y, en fin, a ilustrarles para que no chillen como “mamestros” –simbiosis de mamón y de cabestro-, para, encima, no decir nada… Y así sucesivamente

La gente piensa que meter en la escuela lo que pasa en la calle dará más vitalidad a la institución. Para nada. Casi todo lo que toca la escuela se convierte en motivo de aburrimiento. Si queremos que las cosas más importantes de la vida permanezcan frescas y lozanas, procuremos que no entren en la escuela como objeto de estudio y de examen.

Y, menos aún, la actividad de freír un huevo. Sería terrible que dicho contenido figurase como unidad didáctica en los libros de texto. Lo que la familia puede hacer con creces, ¿para qué endilgárselo a la escuela?

Espero equivocarme en mi diagnóstico, pero sostengo que cuanta más vacía de contenido está una escuela o un instituto, más tonterías se quieren meter en ella.

Sobre el autor del artículo: Victor Moreno

Libros del autor: Pamiela.com

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Victor Moreno. OLLARRA y sus demonios particulares

Diario de Navarra portada

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Los demonios particulares de José Javier Uranga, alias Ollarra, son la censura, el franquismo, Euskadi, que él siempre escribe Euzkadi, y la Edad Media, que es el tiempo en el que tenía que haber vivido para no desentonar, intelectualmente hablando. Aquí sólo terciaré sobre las dos primeras.
Una y otra vez, vuelve sobre ellas con paranoico tesón. Y siempre para repetir idéntica salmodia. Que ningún periódico como Diario de Navarra sufrió tan crudamente la censura cuando él era su director, que lo fue desde 1962 a 1990 y que él nunca fue franquista, ni siquiera cuando se cobijaba bajo la pollera de su mentor periodístico, el fascista Raimundo García, alias Garcilaso.
Pero las dos afirmaciones no son ciertas.
Uno que lo conoció y que se llamaba Rafael Conte Oroz, crítico ya extinto, que vivió en Pamplona desde 1939 a 1959, y que fue falangista, jefe provincial del SEU desde 1957 al 31 de octubre de 1959 y director de la revista Leyre, lo describió como “caballero conservador, liberal y franquista relativo” (El País, 29.XI.2003). Relativo, sí, pero, al fin y al cabo, franquista.
En la entrevista que le concedía su propio diario, aparecida el domingo 22 de agosto de 2010, aseguraba que su papel sufrió una “censura terrible”, culpando a Fraga de ser su causa primera y eficiente. Se lamentaba que “sólo podías meterte con Renfe y con Tabacalera”. ¡Pobrecito Diario! ¡Qué orfandad crítica la suya!
La letanía no es original. En el especial “100 años” del periódico, ya sostenía que “la censura estaba no solamente en manos del Gobierno sino en otros poderes llamados mediáticos y caciquiles” (25.2.2003), bien conocidos por el propio periódico, no en vano contribuyó a su establecimiento.
Pero los procesos de censura que sufrió Diario son de risa. Los dos casos que evoca el propio Ollarra son para troncharse de alacridad. Veamos. Se censuró una publicación en la que se denunciaban los estropicios que generó un gamberro –del que no dice su nombre- en las terrazas del Kutz y del Iruña. Y se censuró el “gallo” que él mismo escribió para afear el comportamiento de los jugadores del Real Madrid, capitaneados por Di Stefano, quienes destrozaron el vestuario del campo de fútbol tras su partido contra Osasuna.
Sinceramente. Cuando Ollarra habla tan seriamente de la tenaz censura sufrida por su periódico, yo pensaba que se trataba de asuntos de gran calado político y social, pero no cotufas de chichinabo. Imaginaba que sus censuras se aplicaban a artículos vibrantes y enérgicos, escritos directamente contra el régimen franquista, por su naturaleza dictatorial y represiva.
Curiosamente, una censura que no recuerda, o no quiere hacerlo, es la que sufrió el periódico tras los sucesos de Montejurra en el año 1968. En aquella ocasión, Diario publicaría el discurso del carlista Auxilio Goñi. Los números del 7 de mayo serían secuestrados, también los de El Pensamiento Navarro. La publicación infringía las “limitaciones de expresión” establecidas por el artículo 2 de la Ley de Prensa, que era ya la ley de Fraga. El artículo de Goñi “faltaba el respeto a las instituciones y personas en la crítica de su acción política y administrativa, así como la alta de acatamiento al ordenamiento constitucional”
Uranga Santesteban, como director, intentó quitarse el marrón de la multa endilgando toda la responsabilidad al autor del texto, sujeto jurídico ajeno al periódico. Que tuviera o no razón Ollarra, esgrimiendo esta triquiñuela legal, importa un comino. Lo que conviene saber es que para quitarse el muerto de encima, se sacó de su magín este impecable razonamiento: “En los preámbulos del Alzamiento Nacional (y no digamos nada en el decurso del mismo), si hubo periódicos y Directores de éstos que contribuyeron al triunfo del Movimiento que redimió a la patria, entre ellos y no en segundo puesto, está Diario de Navarra”. Más claro, agua de alfaguara.
Pascual, director de El Pensamiento, hizo lo propio. Los dos periódicos fueron sobreseídos. Así que Fraga no parecía ser tan ogro, a pesar de que Ollarra asegure que “guarda un pésimo recuerdo” de su persona y de sus “chillos”.
Sin embargo, las elipsis a las que Ollarra somete su “portentosa” memoria selectiva, parecen producto de un cinismo íntimamente cultivado con cierta delectación.
Resulta conmovedor que sólo se acuerde de Fraga y no de la Ley de Prensa de Serrano Suñer, del 22 de abril de 1938, en la que correspondía de forma exclusiva y excluyente al Estado la organización, vigilancia y control de la institución Nacional de la Prensa periodística. Aquella ley, nacida de una dictadura fascista, instauró la censura previa, la regulación del número y extensión de los periódicos, el nombramiento del director por el ministro del Interior, y, entre otras cosas, preveía sanciones gubernativas, al margen de las penales, “para todo escrito que directa o indirectamente tienda a mermar el prestigio de la Nación o del régimen, entorpezca la labor del Gobierno o del Nuevo Estado o siempre ideas perniciosas entres los intelectuales débiles”.
¡Y, ojo, porque se trata de una ley que se aplicará hasta 1966! No me consta que Raimundo García García, alias Garcilaso, director del Diario desde 1912 hasta su muerte en 1962, colaborador eficaz con Mola en la preparación del golpe militar de 1936, se quejara jamás de dicha Ley. Ni que el propio Ollarra, desde 1962 a 1966, enarbolara su cresta y pico combatir semejante ley mordaza, enemiga de cualquier pensamiento crítico.
Es muy pertinente hacer constar que las “limitaciones de expresión” que establecían, tanto la ley de Suñer como la de Fraga, procedían, precisamente, de los principios por los que los fascistas apoyaron el golpe, entre ellos, Diario de Navarra. Estas limitaciones se concretaban en el respeto a la verdad y a la moral; (el acatamiento a la Ley de Principios del Movimiento Nacional; la defensa nacional, de la seguridad del Estado, el debido respeto a las instituciones y a las personas en la crítica de la acción política y administrativa; la independencia de los tribunales y la salvaguardia de la intimidad y del honor personal y familiar”. Unas limitaciones que, aplicadas en otros casos, acabaron con los huesos de muchos militantes de la izquierda en las mazmorras, pasando previamente por el TOP. Nunca levantaría la voz Diario de Navarra para protestar contra estas conculcaciones de la libertad individual. ¡Y la derogación del artículo 2º de la ley de Fraga no haría efectiva hasta el 1 de abril de 1977!
En relación con su cacareada afirmación de que “nunca he sido franquista. Nunca”, no tengo inconveniente en aceptarlo si se acepta que Ollarra tampoco fue antifranquista en toda su vida. Que yo sepa, nunca se escribió un artículo en su periódico contra Franco y su régimen. Y menos aún con su firma.
La hemeroteca “diaril” es concluyente. Y no podía ser de otro modo, tratándose de un periódico golpista y fascista. Desde el año 56, en que comenzó como redactor, redactor-jefe, subdirector y director (1962), hasta la muerte de “la culona” con voz de pito, todos los años, el 1 de abril, sale en primera página un artículo conmemorando la Victoria, con foto del interfecto. Como los lunes no había periódico, cuando coincidían con el 1 de abril, adelantaban el recordatorio al día anterior o, en alguna ocasión (coincidiendo con viernes santo) lo retrasaban al siguiente. Siendo él director, sale sin falta en primera página, salvo en 1972 y 1974. En 1962 y 1968 sale el 31 de marzo. En 1971 sale una foto de Franco en la p. 5. Y en 1975 sale como siempre, conmemorando el XXXVI aniversario, más lo que le dedica el 20-n, y el 21-n, volcado el periódico a jalear su figura y obra.
Tengo comprobado que, si han existido dos dictadores a los que Diario de Navarra ha glosado con genuflexa complacencia, esos han sido Hitler y Franco.
Lo demás son milongas propias de la senectud.

Sobre el autor del artículo: Victor Moreno

Libros del autor: Pamiela.com

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Miguel Sánchez-Ostiz. Ser navarro

ser navarros
Diario de Noticias, 15-8-2010

Porque el mundo te ha hecho así o porque nadie te ha tratado con amor… Hasta ahora lo teníamos claro o no nos preguntábamos si éramos o no navarros, ni mucho menos buenos navarros o malos navarros, dialéctica esta que ya sacó de manera no muy limpia a relucir Miguel Sanz cuando dijo que los que no asistieran a la manifestación de resonancias franquistas y afirmación españolista de marzo de 2007, organizada desde Madrid, no eran buenos navarros.

En consonancia a ese género de ideas, podríamos decir que quien no defiende la morcilla, convertida en raíz de Burgos, es un mal burgalés, porque eso, al margen de que revele un pensamiento apapostiado, es una morcilla de campeonato, como la que ha soltado la ya famosa Barcina referida a la íntima relación que existe entre los toros y Navarra, tanta que no se puede entender la una sin los otros.

Habría que preguntarle a esta fenómena si se es más burgalés por consumir morcilla o más vasco por usar boina.

Ahora resulta que la raíz de Navarra son los toros. Acabáramos. Ya hace tiempo que con auténtico temor veníamos preguntándonos si las únicas señas de identidad de la navarridad eran, solas o acompañadas: el pañuelico rojo -una servilleta anudada al cuello de reciente invención- o el uniforme del buen navarro al completo, tan parecido por cierto, tanto, al envoltorio del chorizo de Pamplona, que obliga a pensar si no serán la misma cosa; un santo, San Fermín de biografía incierta, otro, San Francisco Javier, traído y llevado como una atracción turística; la boina roja hasta ayer mismo, hasta que ser requeté dejó de ser de buen tono, salvo inter pares, como los señoritos que mangaron, en un acto de gamberrismo patriótico muy celebrado por sus iguales, la placa que en la Diputación de Gipuzkoa protestaba por la imposición de colocar una bandera indeseada para quien allí la colocó; los espárragos cojonudos del Borbón; la patxarra foral siempre española; los fueros reducidos a muy poca cosa y mar ignota para la inmensa mayoría de los navarros; los Sanfermines de clase y casta que gente como esa alcaldesa se han inventado; los romeros de Ujué, los pimientos de piquillo, el clarete… pero no, estábamos ligeramente equivocados, pese a que todos los anteriores son símbolos y señas de identidad de uso diario y convertidos, incluidas las devociones religiosas, en atracciones de feria turística, la raíz de la navarridad auténtica son los toros.

Al margen de que esa afirmación dé juego para los ejercicios eruditos castizos de reparto, nadie hasta ahora había sacado a relucir en Navarra polémica política de clase alguna en torno a las corridas de toros y otros festejos taurinos populares. No era cuestión. Unos iban, otros no, y no parecía que eso inquietara a nadie.

Pero está visto que nos encontrábamos en un error.

Se diría que esta gente quiere sacar a Navarra de su inexistencia o de su existencia demediada, cosa en la que coinciden todos los analistas, a golpe de majadería.

A tenor de lo dicho por la jefa de filas (prietas) regionalistas, hay que asumir, defender y apoyar a riesgo de ser considerado un mal navarro, los toros, no vaya a ser, cosa temible, que por contagio de los catalanes, nacionalistas claro, porque en esa clave se ha visto la supresión de las corridas en Cataluña, a los vascos, nacionalistas, no españoles de primera, les diera por arremeter contra las corridas y de rondón, los navarros.

Cofradía del Buen Navarro: bordón y cuenta nueva. El que no apoya sus toros y sus símbolos es abertzale.

Esta política ególatra y megalómana, que no ha podido saltar a Madrid, pese a sus esfuerzos de política sucia y autoritaria, ha encontrado que tal vez a los guipuzcoanos no les guste tanto los toros como a los navarros y eso es un providencial hecho diferencial, un argumento político de primer orden.

¿De dónde viene ese prurito de reducir lo navarro a caricatura, a personajes burlescos, a atracciones turísticas, a convenciones religiosas? No lo sé. Tal vez de una ideología según la cual las diferencias se reducen a folklore regional, a trajes regionales y a coros y danzas de la Sección Femenina de Falange Española Tradicionalista y de las JONS.

Lo que sí sé es que ese conjunto de rasgos pintorescos apoyan una nueva sociedad cuyas riendas maneja a su antojo gente como la alcaldesa de Pamplona en la pretensión de construir un nosotros tribal y detestable, y de arrojar fuera a quien no comparta no ya los símbolos, sino lo que estos ocultan y abanderan. Ellos establecen el juego y sus reglas con la voluntad de perpetuarse en el poder. Un nosotros construido sobre la base de una identidad que no necesita de símbolos de la clase que ellos proponen, pero que se urde frente a un “ellos”, los que no hay que ser, los que no hay que dejar que disuelvan nuestra identidad singular y española, que son los vascos, nacionalistas o no, pero voraces y perversos.

Miguel Sánchez-Ostiz

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Una mala navarra. A Yolanda Barcina

plaza de toros

Diario de Noticias, lunes, 23 de agosto de 2010

(En fechas recientes –Diario de Navarra, 13-8-2010–, la alcaldesa de Pamplona, del derechista UPN, y próxima candidata a presidenta del Gobierno de Navarra, se manifestó públicamente en contra de los antitaurinos, tachándolos de «malos navarros». Ésta es una carta de contestación aparecida en la prensa)

Nací hace 55 años en la maternidad de Navarra y desde entonces vivo en Pamplona (cosa que usted no puede decir). No pertenezco a ningún partido político, trabajo, pago mis impuestos, reciclo, soy respetuosa cuando voy en mi coche, cedo mi asiento en la villavesa, he sido donante de sangre, hago labor de voluntariado, ni piso la hierba, no tiro papeles al suelo, procuro ser respetuosa con todo y con todos…, pero cuál fue mi sorpresa cuando me entero por el periódico del día 13 de agosto que soy mala navarra por no apoyar las corridas de toros, espectáculo que a mí personalmente me parece deplorable.

Señora Barcina, mi padre corría el encierro en Santo Domingo y en mi casa siempre ha habido abonos de toros, pero a mí, mala navarra, qué le vamos a hacer, no es que no me gusten, me enferman.

Creo, bajo mi modesta opinión, que Navarra se defiende de otras maneras, como teniendo una buena educación pública, una buena sanidad, también pública, sin listas de espera, con ayuda a las personas de la tercera edad, a los disminuidos físicos y psíquicos, con una buena red empresarial que haga disminuir el paro y una larga lista de cosas que harían de esta carta interminable.

Señora Barcina, me siento insultada, hay muchas cosas que no me gustan de usted, pero jamás se me ocurriría decirle que es una mala burgalesa.

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Victor Moreno. En fiestas, los ayuntamientos se vuelven anticonstitucionales

jaiakhttp://www.pamiela.com/victormoreno/

Las relaciones entre cierta izquierda y las formas públicas de manifestar las vivencias religiosas personales no dejan de asombrarme. Y digo “cierta izquierda” pues ésta ni se agota ni se reduce a una forma determinada de considerarse como tal.

En primer lugar, sigo sin entender qué interés puede tener alguien en que los demás sepan de qué pie transcendental cojea en este mundo. El sostenimiento democrático de una sociedad no se basa en las creencias transcendentales de los ciudadanos, sino en ideas compartidas, derivadas de la aceptación de un marco político concreto e inmanente.

En segundo lugar, las relaciones con Dios son íntimas, al menos si hacemos caso a lo que dicen de ellas sus más excelsos partenaires, que hasta percibo cierta obscenidad cuando hablan, pillos ellos, con tanto énfasis del amor de Dios, de la Virgen y de san Sebastián. Cuando chamullan de este eros teológico, ¿de qué amor hablan? Mala cosa sería si es una falacia, una engañifa, un cuento; pero si fuese verdadero, entonces, habría que aclarar si dicho amor es casto y puro como las eneas de agua dulce. Y si la cosa va en serio, ¿qué sentido tiene amar a alguien y no recibir a cambio siquiera una caricia en la mejilla? Pues el amor sin sexo no tiene mucho sentido, y, sobre todo, ninguna gracia. Los místicos, que eran rijosos como bonobos, lo sabían muy bien.

La verdad es que este asombro mío alcanza cotas inverosímiles de perplejidad cuando llega el verano y las fiestas de los pueblos se desatan de forma tan lujuriosa como entusiástica.

En dichas fiestas, los ayuntamientos, instituciones del Estado, es decir, estructuras políticas aconfesionales por imperativo categórico de la Constitución, no hacen sino contravenir dicho carácter. En la mayoría de las fiestas, que llaman patronales, los ayuntamientos se comportan de manera anticonstitucional. Pues, no sólo se subvierte en ellas el sentido común, sino la propia Constitución.

Bueno, lo hacen durante las fiestas, donde la recuperación rancia de cierto nacionalcatolicismo es escandalosa, y lo hacen durante el año, a la hora de festejar la construcción de un nuevo edificio público, unas piscinas, un colector de aguas fecales, un campo de fútbol, una residencia de ancianos… Todo, menos un puticlub. En todos esos eventos, allí estará el párroco del pueblo con su hisopo aspergeando el edificio y dedicándolo a la suma Deidad –el colmo de la parodia es cuando aseguran que se lo consagran-, como haría un hechicero en el Paleolítico Superior.

No se trata de que quienes dirigen los destinos administrativos de la ciudadanía hagan dejación definitiva de sus creencias metafísicas. Para nada. Sólo se trataría de que en esos momentos, en los que ofician representando una institución pública, se olvidaran de sus credos y glorias metafísicos. ¡Coñe, que tampoco se les exige tanto!

Una institución aconfesional, como lo es el ayuntamiento, no tiene por qué ir a misa mayor del santo o programar cada inicio de un acto festivo del día con un himno a san Pancracio o una aurora dedicada a santa Eufemia. Cuando lo hacen, están contraviniendo el pluralismo confesional del resto de las personas, incluidas, por supuesto, las de los que no creen. Y es irrelevante saber si los ediles son de izquierdas o de derechas; si son ateos o agnósticos. Como es inocuo que sean vegetarianos o andróginos. El principio constitucional de la aconfesionalidad obliga a ambas fuerzas políticas por igual.

La religión es asunto privado; la política no, que es manteca que afecta a la organización pública en la que la ciudadanía puede intervenir, porque trata de cosas reales, empíricas, verificables, tangibles. Pero de la religión, que versa sobre asuntos falsables –“la voluntad de Dios”, “los designios del Todopoderoso”-, nada seguro se puede decir de ella. De ahí lo peligrosa que es para la convivencia; sobre todo, cuando sus más excelsos intérpretes, como son los obispos, reniegan una y otra vez del Estado de Derecho si lo manipulan los socialistas.

La religión no pinta nada en la vida política. Política y religión son términos incompatibles. Tanto que, si una persona decide meterse en política, y es creyente, lo primero que tendría que hacer es preguntarse si ambas actividades son concurrentes de forma simultánea. Sí, ya lo sé, no hace falta que me griten tanto. La mayoría de la clase política ya es creyente. Por desgracia.

Y es un infortunio, porque el creyente, de izquierdas o de derechas, no se priva de imponer su visión teocrática a la realidad de la vida cotidiana. Lo comprobamos cada día en la ingrata cantidad de jueces dictando sentencias amparándose en su conciencia de creyente, y no en la legislación y jurisprudencia al uso. Y lo vemos todos los años en las fiestas de los pueblos, donde no hay acto público que no esté revestido por una misa o un prefacio en honor de san Cirilo.

¿De verdad cree esta buena gente, sea de izquierdas o de derechas, que las fiestas de sus pueblos serían menos fiestas si desaparecieran de ellas todo vestigio confesional y transcendente?

Entiendo que los creyentes consideren que la fe sin obras es una fe moribunda o muerta. De ahí su obsesión por hacer obras de este jaez a todas horas y en todos los lugares. No puedo negar que dichas obras les debe de hacer mucho bien en el bazo y en la glándula pineal. Si no, no tendría ningún sentido que se obcecaran tanto en insertar en cualquier tipo de actividad la presencia del hisopo.

Estoy convencido de que ellos serán así la mar de felices y que se sentirán realizados metafísicamente. Pero estaría bien que alguna vez repararan en que llevan toda la vida ejerciendo una dictadura religiosa contra quienes ni creen en semejante fe y, menos aún, en los efectos bondadosos de las obras que eligen para su fortalecimiento.

Decía Voltaire que las personas débiles necesitan a Dios para comportarse bien. Por eso él decidió, el muy tunante, ser deísta, y permitirse en vida todos los vicios inmanentes posibles. También dijo un ruso que si Dios no existe, todo está permitido. Por el contrario, Sartre decía que, dado que Dios no existe, la responsabilidad del sujeto se agiganta, porque asume la obligación de dotarse de una sintaxis con la que ordenar este perro mundo sin salirnos de él por la tangente de la fe.

Pues hacerlo sería “cambalachear la realidad”, como decía un personaje de Galdós.

Sobre el autor del artículo: Victor Moreno

Libros del autor: Pamiela.com

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Miguel Sánchez-Ostiz. Exaltación del terrorismo

azala

(De su blog  http://vivirdebuenagana.blogspot.com/)

AYER (20-8-2010) presentamos Lectura de Pablo Antoñana, el libro que he dedicado al escritor fallecido ahora hace un año. Fue un acto, como dije, muy emotivo.

Muy pocas horas después, la noticia de la Agencia EFE ha aparecido colgada en la Red, como suele ser habitual, en una página web del Diario de Navarra.

Las reacciones a la noticia de la aparición de ese libro sobre Pablo Antoñana, escrito con voluntad cierta de homenaje y desde la estima y la admiración hacia la persona y el escritor, no se hicieron esperar.

La primera reacción, muy poco después de que se colgara la noticia, fue un comentario de “una vecina de la ciudad”, es decir, por completo anónimo, que acusaba de manera expresa a Antoñana de “exaltación del terrorismo” en sus “escritos políticos”, habida cuenta de que colaboraba “constantemente” en el diario Gara.

¿Pruebas? Ninguna. ¿Rectificación? Menos todavía. Ni por parte de la autora de la infamia ni del medio de comunicación que le dio acogida consciente del poder social que representa.

Puedo afirmar que esos escritos políticos no existen y que no creo que haya una sola línea de Pablo Antoñana en la que poder basar la acusación de exaltación o justificación del terrorismo.

La acusación ahí sigue (*) sin que el periódico que predica normas de publicación referidas a comentarios injuriosos la haya retirado ni publicado la rectificación enviada por Txema Aranaz, el editor del libro, como si la acusación de comisión de un delito no lo fuera, por calumnia, y en cambio fuera legítimo algo que hasta hace nada necesitaba de prueba fehaciente, regla esta que Internet ha subvertido por completo.

El Diario de Navarra no puede refugiarse en que esa acusación es una opinión y como tal respetable. No es una opinión, sino la acusación de la comisión de un delito continuado tipificado en el Código Penal.

Pablo Antoñana, que fue colaborador de ese periódico, no se merecía eso.

En nuestro tiempo, quien lanza esa acusación mediática de exaltación del terrorismo sabe de su efecto inmediato y que va a encontrar el aplauso incondicional de sus partidarios porque a ellos está dedicada la faena. El daño ya está hecho. Se busca el rechazo social y el linchamiento. Muy noble todo. Y desde el anonimato.

Internet permite la acusación impune de delitos, la injuria anónima y la suplantación de personalidad en perjuicio de terceros, y empuja al afectado a defenderse de manera dificultosa en los tribunales, si tiene tiempo, ganas y sobre todo dinero. Son las nuevas reglas de un juego que no las tiene, porque sólo las detenta, como en la doma clásica a la que parece que estamos condenados, quien tiene las riendas en la mano o una radio como la de los obispos, y similares.

(*) NOTA BENE: esta mañana del domingo (22-VIII-2010) han eliminado, por fin, la insidia publicada contra Pablo Antoñana.

Miguel Sánchez-Ostiz

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Badajoz se tiñó de sangre en la brutal represión de agosto de 1936

Matanza de Badajoz

NUEVATRIBUNA.ES 13.08.2010

Fue una de las mayores matanzas de la Guerra Civil perpetradas por el bando sublevado a las órdenes del General Yagüe, conocido como el ‘carnicero’. Los asesinados se contabilizan en miles. Legionarios y moros convirtieron la ciudad en un baño de sangre.

La madrugada del 14 de agosto de 1936 Badajoz vivió el horror. Las fuerzas sublevadas de Francisco Franco tomaron la ciudad y aniquilaron a civiles y militares defensores de la II República. Los historiadores sitúan este episodio de la Guerra Civil española como uno de los más cruentos de la contienda. Aunque no existe una cifra oficial de muertos, algunas fuentes apuntan entre 2000 y 4000 asesinados. La Plaza de Toros fue el escenario sangriento de un espectáculo terrorífico que continuó la mañana del 15 de agosto. Este año se cumple el 74º aniversario de la masacre.

“Los moros, sueltos como perros rabiosos y armados hasta los dientes, cayeron sobre la ciudad martirizada y asesinaron alevosamente a todo aquel que se aventuraba a salir a la calle. Cayó mucha gente inocente, mujeres indefensas, hombres que no habían combatido, niños y ancianos. Hubo quien murió acuchillado simplemente por llevar un reloj o una cadena de oro que despertaba la codicia de los mercenarios moros al servicio del fascismo español. En Badajoz se vieron cadáveres con cuchillos clavados hasta la empuñadura. Las cifras que puedan avanzarse pecan desde su origen, ya que nunca se han hecho estadísticas de los muertos de Badajoz. No obstante, se ha hablado de un millar de muertos en la primera jornada. Y este crimen lo hicieron los moros y los legionarios.”

Así lo contó con toda crudeza Rafael Tenorio en un artículo reproducido en la web Kaosenlared.net, que cita al periodista norteamericano Jay Allen, del Chicago Tribune y del News Chronicle testigo de la matanza, que cifró en 1.800 las ejecuciones en las primeras doce horas y escuchó cómo algunos oficiales rebeldes hablaban de 4.000 muertos. Al mando estaba el general Juan Yagüe quien se ganó a pulso el apodo del ‘carnicero de Badajoz’. En el artículo citado se le califica de “terrorista” y “genocida” que “como tantos otros, no tuvo su Nüremberg”.

Fue una matanza narrada por la prensa internacional. Allí estuvieron cinco periodistas, además de Allen (en cuya crónica reconoció que había sido la historia “más dolorosa” que le había tocado escribir). También estuvieron Jacques Berthet, de Le Temps; Mario Neves, del Diario de Lisboa; el francés Marcel Dany, de la Agencia Havas; el norteamericano John T. Whitaker, del New York Herald Tribune; y el fotógrafo y camerógrafo francés René Bru.

Sus crónicas y artículos son testimonios de excepción de unos hechos cuyas huellas se han borrado. La Plaza de Toros de Badajoz fue derribada bajo el Gobierno del socialista Juan Carlos Rodríguez Ibarra; y la tapia del cementerio, donde también se fusiló a muchos ciudadanos inocentes ha sido tapiada por un muro por orden del ayuntamiento gobernado por el PP. Distintos colectivos de la memoria y de derechos humanos intentaron hace un año que los dos lugares fueran declarados Patrimonio de la humanidad.

http://www.nuevatribuna.es/noticia/38488/SOCIEDAD/badajoz-ti%C3%B1%C3%B3-sangre-brutal-represi%C3%B3n-agosto-1936.html

http://www.youtube.com/watch?v=uPUyy5MCjww
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