Victor Moreno. Los obispos son peligrosos. Así en la tierra como en el cielo

(Texto leído en la presentación del nuevo libro de Víctor Moreno.)

obisposDurante unos quince años, me he dedicado a recoger las intervenciones públicas de los obispos y cardenales. He seguido día a día, mes a mes, año tras años, hechos, declaraciones y escritos de la plana mayor de la Iglesia.

El objeto de mi investigación han sido pues los obispos y los papas, tomados de uno en uno y en manada; y la de algunos laicos metidos a cartujos, que, en materia doctrinal y defensa de un integrismo religioso talibán, son muchísimo peor que los propios casullas.

Y los he analizado en función de los actos de habla que han protagonizado. Y tengo que concluir que, estudiado un obispo, estudiados todos. Pues no hay nada que se parezca tanto a un obispo como un obispo. No existe mayor clonicidad ideológica que la del colectivo de los obispos.

Formalmente, el libro se divide en dos partes.

La primera se dedica a analizar la política que han seguido los obispos en relación con la violencia doméstica, los matrimonios gay, la enseñanza de la religión en el sistema educativo, privado y público; su faceta como empresarios de la fe que es un desastre, pues expulsan profesores de religión como cualquier Díaz Merchán vulgar; la Educación para la Ciudadanía que compararán con aquella asignatura franquista de Formación del Espíritu Nacional; el problema de la unidad de España que califican de problema moral; la ley de la Memoria Histórica, donde una vez más los obispos campan a sus anchas por la historia sin reconocer su parte de responsabilidad en la guerra civil y en la consolidación del franquismo. Este sin el concurso de la iglesia no hubiera sido posible. De ahí que nunca lo hayan condenado. Los sacerdotes asesinados durante la Guerra los considerará mártires; mientras que a los asesinados por el bando franquista los calificará de víctimas. El matiz parece idiota, pero no lo es. Los primeros murieron por la fe; los segundos por nada.

La segunda parte es más liviana, pero no por ello menos sistemática. Estudio a los obispos como fetichistas, providencialistas y, finalmente, como carcarmales.

La Iglesia es una institución esencialmente fetichista. Su mayor fetiche, además de su liturgia y de sus cortefieles a la hora de vestirse para hacer su particular teatro, es el crucifijo, con el que han dado una murga impresionante a lo largo de la historia. En su nombre se han perpetrado miles de crímenes.

En la época actual, cuando algunos padres, amparándose en que pertenecemos a un Estado aconfesional, pidieron que los crucifijos se retiraran de algunas escuelas, tanto aquí como en Italia, la cólera de los obispos se manifestó de una manera impropia en una institución que tiene como principios las bienaventuranzas del sermón de la montaña. La fiereza de los obispos oponiéndose a leyes dictadas por el Constitucional o por la Corte Estrasburgo en el caso italiano fueron muy reveladoras de su intransigencia doctrinal y de su falta de respeto a otras religiones y a las mismas leyes democráticamente elaboradas.

En cuanto a las relaciones de la fe con la razón y la ciencia, los obispos aseguran, siguiendo al papa actual, que son compatibles, pero en ningún momento, ni el papa, ni ningún obispo, permiten que se discutan sus dogmas, y a quienes los ridiculizan los silencian con todo tipo de grilletes.

El asunto del obispo Munilla y la devastación de Haití resulta muy clarificador, donde se evidencia una vez más el rancio providencialismo en que está sumida la institución eclesial, de ahí que sostenga que la crisis económica es producto de una crisis moral. Es decir, que, mientras la sociedad no se haga cristiana, aquí va a haber terremotos para rato.

Por último, analizo la actitud de la Iglesia sobre el ateísmo. La Iglesia, a pesar de lo que ha llovido, sigue sin entender que el ateísmo es una apuesta por la vida tan digna como la fe. El Papa Ratzinger en su última encíclica “Caridad en la verdad”, sostenía que los ateos no son humanos. Les falta, como diría Rouco Varela, el toque de la gracia sobrenatural, que, como es sabido, es mucho toque.

Y reflexiono sobre la reproducción asistida, si los embriones tienen alma o glándula pineal, etcétera.

En este sentido, las frases de los obispos y cardenales son tan fascinantes que podrían ser objeto de tesis doctorales. Quizás ya lo estén siendo en la universidad del Opus Dei. Recuerdo algunas de ellas:

“En el ADN podemos encontrar la santísima Trinidad”.

“No existe un derecho de tener hijos porque son un don de dios”.

“El proyecto de ley de reproducción asistida hace posible el bioadulterio y el incesto genético”.

“El sí del Gobierno al agravamiento de la ley del aborto llega a lo demoníaco, esto es, al disfrute del placer que produce el Mal”.

La fuente primordial de mi estudio han sido los periódicos, pero también las instrucciones, pastorales, catecismos, revistas eclesiales –como Iglesia viva, donde el claretiano Sebastián, en los años 80, escribía arrebatados artículos sobre la libertad en Cristo contra Franco, según él-, decretos de índole eclesial, tanto los que se han publicado durante estos veinte últimos años como en el siglo XVII y posteriores, y la lectura de cantidad de ensayos referidos al estudio de la institución eclesial.

Tratándose de un ensayo que habla sobre lo que dicen y hacen los obispos, no podría faltar el humor, la ironía y el sarcasmo. Gracias a ellos, he podido salir indemne de mis relaciones con dichos textos. Pues la mayoría de ellos conllevan tal dosis de ahogamiento mental que, a la mínima, te pueden dar una lipotimia. Contra la Iglesia, el mejor antídoto es, sin duda, la risa y el carcajeo a mandíbula combatiente.

Los obispos no son peligrosos porque se hayan opuesto a las leyes y medidas que ha promulgado del Gobierno Central –ley del divorcio, matrimonio homosexual, fecundación in vitro, ley de reproducción asistida, Educación para la Ciudadanía, experimentación con células madre, ley del aborto, ley de la memoria histórica, el laicismo, etcétera-. Están en su derecho obligatorio al oponerse a estas leyes nacidas del Eje del Mal. Además, y como decía el obispo Garcia Gasco, “los obispos lo que hacen es llevar el alma a la política”. Y esto, se nota. Porque, si no se hubieran opuesto a tales desmanes de los gobiernos socialistas, dejarían de ser obispos. Bueno. También lo ha hecho el PP, y no son obispos, aunque cada vez lo dudo más.

Los obispos son peligrosos porque niegan radicalmente el Estado de Derecho, la democracia, la soberanía popular, la autonomía del sujeto para decidir por sí mismo en todas las cuestiones que le afectan a éste. La Iglesia sigue considerando que sin su mediación el ser humano es un desgraciado. Cuando lo cierto es que los obispos lo único que producen con sus intervenciones públicas es irritar a más de uno, incluso a los propios creyentes

En este sentido, la mayoría de sus afirmaciones contra ese Estado de Derecho son de juzgado de guardia. Como diría Austin, son actos de habla perlocutivos, porque buscan la subversión en los receptores. Sus llamadas a objetar la asignatura para la ciudadanía y todo tipo de leyes gubernamentales, aduciendo que el Gobierno no tiene ningún derecho a establecer ciertas leyes, son proclamas terroristas, tanto o más graves como las que han servido para encausar a ciertos dirigentes nacionalistas.

Tanto es así que la RAE debería aceptar un nuevo vocablo para su futuro diccionario: el de “obispada”. Su definición podría ser ésta: “acto de habla realizado con premeditada y alevosa intención teológica por un obispo tendente a minar la estatura moral del Estado de Derecho”.

Si el Gobierno hubiese tenido más agallas, a muchos obispos los tendría que haber metido en la cárcel hace tiempo. Por declaraciones de mucho menor calado, el gobierno de la II República, siendo ministro Maura, católico, puso en cintura a al cardenal Segura y al obispo de Vitoria, Mateo Múgica Urrestarazu.

Los obispos son peligrosos, porque, en realidad, no creen en el ser humano en pelo cañón. Son peligrosos porque consideran que si el ser humano no cree, éste es un ser desdichado. Cuando está claro que creer o no creer no te libra de ser un animal, y, menos todavía, pederasta, incluso siendo obispo.

Los obispos son peligrosos, porque siguen considerando que los ateos no son seres humanos.

Los obispos son peligrosos porque siguen confundiendo aposta laicismo ateísmo. Y ser laico no es incompatible con ser creyente.

Tampoco lo es con ser anticlerical. Los mayores anticlericales pertenecen, precisamente, a la misma Iglesia.

Hoy día, en un estado aconfesional según la constitución, lo realmente necesario y profiláctico es ser laico y anticlerical. Sin adjetivos.

Laico, para que de una vez por todas la Iglesia se haga mayor y no dependa de las prebendas del erario, y deje de ser una mantenida del Estado.

Anticlerical, para que de una vez por todas, dejen los obispos de dictar doctrina sobre lo que compete a la esfera pública.

Y son peligrosos porque llevan un montón de siglos traficando con Dios y su familia. Una familia a la que ni conocen, ni conocerán. Menos mal que Dios no existe, porque, si lo hiciera, ¿permitiría la existencia de unos obispos como los españoles? La pregunta es retórica, así que no hace falta que la contestes.

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Miguel Sánchez-Ostiz. Cuestión de güevos, de nuevo

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miércoles 10 de noviembre de 2010

Imagen: http://txistorradigital.blogspot.com/

PARA huevos los de la cateta y asocial derecha navarrista que después de gastarse, en tiempos de crisis radical y en balde, 700.000 euros en una patética e inútil campaña publicitaria en apoyo de la candidatura de Pamplona a Capital Europea de la Cultura (nada menos), publicita sus pesebres con una docenita de huevos colgados en la fachada de la tumba del general Emilio Mola Vidal, convertida en galería oficial de arte, quien, entre otras piezas de literatura épica, escribió:

“La acción ha de ser en extremo violenta para reducir lo antes posible al enemigo, que es fuerte y está bien organizado: serán encarcelados todos los directivos de los partidos, sociedades o sindicatos no afectos al Movimiento, aplicándoseles castigos ejemplares para estrangular los movimientos de rebeldía o huelgas. Para los compañeros que no son compañeros, el movimiento triunfante será inexorable”.

Y no contento con eso, ante una reunión de alcaldes navarros, acojonados unos, cómplices otros, dijo:

“Es necesario propagar una atmósfera de terror… cualquiera que sea abierta o secretamente defensor del Frente Popular debe ser ejecutado…Todo aquél que dude, ampare u oculte a alguien del Frente Popular será también pasado por las armas”.

Y los huevos, ahí cuelgan, sobre los restos ya muy chamuscados de aquel general que no pensaba más que en matar.

No consta que haya un solo artista plástico que diga que se niega a exponer encima de los restos de los generales Mola y Sanjurjo, en un centro de arte que lleva el nombre del primer ministro de justicia del general Franco.

Miguel Sánchez-Ostiz

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Miguel Sánchez-Ostiz. Mikel Zabalza (I)

Mikel_Zabalza

La muerte de Mikel Zabalza

Gráfico sobre la tortura y asesinato del conductor de autobús Mikel Zabalza, cometido por los GAL en 1985. Colección «El camino de la libertad (1978-2008) La democracia año a año» editada por El Mundo.

Sé que es una entrada larga. Coincide que ahora hace 25 que murió o mataron, a un mozo navarro llamado Mikel Zabalza.
Aquella fue una noticia que causó conmoción; y también las que se fueron saliendo, con cuentagotas, a lo largo de los años con la implicación del CESID, el famoso abogado Argote y varios de los más siniestros protagonistas de la historia reciente de España.
Sé que la familia de Mikel Zabalza todavía tenía una ligera esperanza en que, como se suele decir, “se hiciera justicia”. No va a ser así.
La noticia que saltaba esta mañana en la prensa, decía así:

La Audiencia de Gipuzkoa archiva el sumario con tres hipótesis abiertas

El tribunal no excluye que Mikel Zabalza falleciera a consecuencia de torturas a manos de la Guardia Civil, pero defiende que tampoco se puede rechazar la versión oficial. Tras 25 años, el sumario por su muerte ha sido archivado.

GARA | DONOSTIA

La Audiencia Provincial de Gipuzkoa ha confirmado el archivo del sumario por la muerte de Mikel Zabalza en 1985, dictado inicialmente el 14 de mayo de 2009 y ahora ratificado tras rechazar el recurso de las acusaciones -la familia, el Ayuntamiento de Donostia y Torturaren Aurkako Taldea (TAT)-. En su auto, el tribunal admite que «siguen vigentes hasta tres hipótesis para explicar la muerte del vecino de Orbaitzeta (sumersión en el río Bidasoa, sumersión en un medio líquido distinto, asfixia violenta)», pero considera «agotada» la investigación al respecto.

(leer más)

http://www.gara.net/paperezkoa/20101106/230492/es/La-Audiencia-Gipuzkoa-archiva-sumario-tres-hipotesis-abiertas

Miguel Sánchez-Ostiz

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Victor Moreno. Por una enseñanza y aprendizaje joconudos

En algunos ámbitos educativos, en especial los procedentes de la universidad y de un gran sector del profesorado adscrito a los niveles superiores –léase bachilleres antiguos y modernos-, se atribuye el bajo rendimiento académico de la adolescencia a la orientación que, según ellos, ha adquirido la enseñanza. Vamos, que la culpa la tienen los métodos, y no, quienes los ponen en su funcionamiento.

Según estos sociólogos de ocasión, la culpa radica en la orientación lúdica, divertida y entretenida, que ha adquirido el aprendizaje. Una orientación que está matando la llamada “cultura del esfuerzo y del trabajo”. Y se podría añadir: la disciplina, la responsabilidad y, sobre todo, el respeto a la autoridad.

La verdad es que resulta un tanto incomprensible dicho análisis.

Primero, porque eso de la orientación lúdica de la enseñanza y del aprendizaje, yo, al menos, no la veo por ningún lado, ni la he visto jamás como principal inspiradora de la pedagogía de cualquier programa más o menos oficial o institucional. Precisamente, si de algo ha abusado el sistema educativo es de un rigor mortis eterno, derivado de una seriedad y de un verbalismo o autoritarismo, valga la redundancia, ya clásicos.

Segundo, porque una orientación lúdica de la enseñanza y aprendizaje de cualquier área del conocimiento es mucho más exigente, tanto en planteamientos como en procedimientos, que una pedagogía seria, circunspecta y exuberante de rigor, de rigor mortal, quiero decir.

Al sistema educativo le da pánico el juego, de jocus, de ahí lo de jocoso, jocosidad y, echando mano de la propia cosecha etimológica, joconudo.

Una enseñanza joconuda que, además de divertir y entretener, se ríe de la autoridad inflada, de lo ridículamente erudito, es una enseñanza que en modo alguno es incompatible con la reflexión, con la racionalidad y con el trabajo. Todo juego exige unas reglas, sin cuyo cumplimiento no puede obtenerse ningún sentido ni significado. La lengua, por ejemplo, si por algo se caracteriza es por ser un conjunto finito de significantes con los que se pueden obtener miles de significados distintos, contradictorios, paradójicos, razonables, bellos y horribles.

Rabelais, autor de Gargantúa y Pantagruel, se pasó toda la vida asediado por gente seria, malhumorada, profesoral. Los caracterizó como los agelastes, es decir, personas sin humor. Para él, estos agelastes eran los verdaderos inspiradores del terror doctrinal que mata la vida y la heterodoxia, fuente primordial de la divergencia y de la búsqueda incesante de nuevos derroteros.

Cierto pensamiento social, cautivo de las pretensiones uniformadoras de la cultura, considera que la creatividad es peligrosa, porque cultiva la divergencia, el ir en otra dirección distinta a la que marcan los cánones de la normalidad y de la colectividad. Hasta el ilustrado Kant, el autor del slogan “atrévete a pensar”, abominaba de las novelas porque, en su risible opinión, conducían al ser humano a desviarse –etimológicamente eso es lo que significa divertirse-, de su verdadero fin ontológico: lograr una autonomía ética mediante el ingente esfuerzo neuronal del cerebro. Las novelas, en este quehacer, servían de muy poco. De ahí que para los ilustrados, la imaginación como la creatividad apenas contasen en el desarrollo de la sensibilidad autonómica y razonable. Probablemente, como hoy. A fin de cuentas, de la Ilustración hemos heredado, entre otras cosas, una de sus peores actitudes: la persecución de la diferencia. Y ello, a pesar de la tan cacareada tolerancia de los Voltaire y compañía. Por cierto, éste pedía en su tiempo que se censurasen los pasajes crudos del propio Rabelais.

Todo lo contrario a lo que sucede con el pensamiento joconudo y divergente, cuya cualidad fundamental es respetar los ritmos y peculiaridades del sujeto, aspectos esenciales que marcan el aprendizaje del conocimiento y de la autonomía personal.

En los procesos creativos, lo importante es el flujo individual, lo que uno pone en ellos. Pero de ahí no se desprende que lo social quede al margen. Más bien sucede lo contrario. Es curioso constatarlo, así que digámoslo una vez más. Está comprobado que, gracias a la divergencia, la sociedad alcanza la dosis necesaria para su cohesión interna, que, en algunos casos, puede identificarse con su domesticación. Sin la divergencia y la libertad creadora, la cohesión social sería una filfa. Para decirlo plásticamente. El vicio ha hecho mucho más que la virtud para convertirnos en ciudadanos, más o menos arrepentidos. La persecución del vicio ha cohesionado, social, política y culturalmente, mucho más a la ciudadanía que la práctica de cualquier virtud, aunque ésta fuera teologal.

Con cierta frecuencia, para caracterizar la bondad o maldad intrínseca de un sistema de enseñanza o de aprendizaje se analiza la importancia que se da a las preguntas y a su naturaleza.

En un planteamiento joconudo de la enseñanza y del aprendizaje, la modalidad de las preguntas adquiere casi siempre el sesgo de lo divergente. ¿Por qué? Porque las preguntas convergentes se agotan muy pronto. La mayoría se acaba en su pura literalidad. Los libros de texto, en este sentido, son ejemplos de una triste elocuencia. En cambio, las preguntas creativas, analógicas, divergentes, no se acaban de responder nunca.

Una pregunta convergente no va más allá del texto; una pregunta creativa revoluciona el interior del individuo. En la pregunta convergente, el texto siempre es el protagonista; en la pregunta joconuda, lo es el lector y su interacción con el texto.

Lo convergente rara vez produce placer; lo divergente, por el contrario, te pone en el disparadero de alcanzarlo. La pregunta convergente está orientada a modelar el carácter del individuo en función de los otros; la pregunta creativa busca modelar al sujeto en clave personal.

La orientación convergente del aprendizaje se pasa el tiempo sancionando la incorrección de las respuestas; la divergente acepta la pluralidad de respuestas y ve en ellas un pretexto excelente para seguir indagando en lo que sabe y siente el sujeto.

La enseñanza convergente sanciona el error con descalificaciones. El aprendizaje divergente aprovecha el error como un pretexto más para desarrollar el ingenio.

En resumen. La divergencia no nos aleja de los demás. El pensamiento divergente, creativo, crítico –en síntesis, joconudo-, lo que hace es respetar la diferencia. Porque las diferencias nos marcan de modo inexorable y particular. Al fin y al cabo, ¿qué merito puede haber en respetar a los que piensan y sienten como nosotros? Lo joconudo está en hacerlo con quienes son distintos y diferentes a uno mismo.

Sé que la afirmación puede resultar un tanto restrictiva, pero cabría decir que “sólo” (?) el cultivo de un pensamiento joconudo educa al sujeto. Un cultivo que, por supuesto, debería adoptar un planteamiento interdisciplinar. Lo cual, ya lo sé, es más que un imposible, un milagro. Y no del currículum, precisamente, sino de la falta de jocunosidad del sistema, y, puestos a decirlo casi todo, de muchos profesionales nada joconudos.

Sobre el autor del artículo: Victor Moreno

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Miguel Sánchez-Ostiz.A cazar lolitas

EL título no es mío, sino de un columnista del Diario de Noticias, de Navarra, en su sección Mar de Fondo, y su primer párrafo llama la atención por fuerza:

En su último libro Fernando Sánchez-Dragó le cuenta a Albert Boadella que se folló en Tokio a dos crías de 13 años, una detrás de otra, y que lo volvieron loco. El delito ha prescrito, comenta muy cachondo, y añade que en verdad le violaron ellas. Sólo le falta pagar una ronda de anís a la cuadrilla e imitar a Torrente: es que las visten como putas. Recuerdo ciertas palabras de Umbral, que hablaba de calzarse a ninfas como de comer sugus. Todo está inventado. (Sigue)

Pero a mí lo que más me llama la atención es que después de analizar las actitudes sociales de izquierda y derecha, Xabi Larrañaga remata su artículo con un: “Qué casta, el tío, ¿eh? Y qué silencio en los medios”.
Sí, eso, silencio, y no tanto porque se piense que total para qué y que Dragó se desprestigia solo, abriendo la boca o saltimbanqueando en su tablado de feria, sino porque los habituales inquisidores, los mismos que hablaron de la pederastia de Antonio Machado o de los escándalos de los verdaderos diarios de Jaime Gil de Biedma en Manila, callan no ya por amistad, sino porque Dragó, aún a la sombra de la derecha más reaccionaria, tiene poder, tiene un programa de libros en una televisión regional, tiene columna de prensa y puede hacerles daño, y por si fuera poco casi todos le debemos unos minutos de gloria literaria en pantalla, felices de que nos hayan hecho caso. Por eso estamos tan por encima de la anécdota, jugando al diábolo con la Categoría. Es de catetos además escandalizarse por nimiedades: los de la gomina lo saben, saben lo que es literatura y lo que es delito.

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Victor Moreno. Zapatero, el comunicador

“¿Me entienden? ¿Me han entendido? Lo dudo, mi señor. Empecemos entonces desde el comienzo” (F. Nietzsche, Genealogía de la moral).

¡Albricias mil! Ya era hora de que un presidente de Gobierno diese la importancia que se merece a la humilde fonética. Aunque para ello se haya visto en la dolorosa situación de señalar con el dedo a los tartajas de la clase, digo, de su gobierno.
Resulta que el problema de casi la mitad del gobierno anterior era que no sabían explicarse, probablemente porque no encontraban las palabras exactas y rigurosas para contar lo que el presidente había pensado y soñado durante la noche del día anterior para el bien de los ciudadanos.
Problema arduo donde los hubiere. Sobre todo, si uno los ha puesto en el gobierno para que digan exactamente lo que uno piensa e imagina en sus noches de insomnio y pesadilla. Y es que, como se ha visto, incluso, siendo ministro no es fácil repetir lo que te dicen que tienes que decir.
¡Quién fuera a imaginarlo!
El problema del anterior gobierno era un problema de pésima articulación “palabrática”. No me extraña que, tras el diagnóstico y la cataplasma aplicada del cambio ministerial, a Rajoy y a su cuadrilla de ganapanes se les haya quedado esa cara de bueyes degollados. ¡Para rato iban a pensar que el gran problema del Gobierno era un problema de lingüística comunicacional! ¡Esto no se lo esperaba ni el lucero del alba! ¿No será, en definitiva, que Zapatero no es tan romo de inteligencia como él se empeña en dar a entender?
Para mí que Zapatero llevaba varios meses leyendo a Nietzsche por consejo de su primo. Si no, no es posible imaginar este tipo de análisis filológicos y de feed-back comunicativo para justificar el cambio de ministros. ¿Y por qué este pensador alemán y no, pongo por caso, su paisano, el político y jurisconsulto leonés Gumersindo de Azcárate, defensor en su tiempo de la ley del sufragio universal?
La explicación no es sencilla, pero sí recurrente. En un fragmento de 1882, el filósofo alemán aseguraba que lo importante del lenguaje no es la palabra en sí, sino el tono, la fuerza, la modulación, el tempo con que se dicen las frases.
Está claro que, después de lo que hemos visto, y hemos de ver, los ministros salientes sólo se exaltaban –enervaban decían impropiamente algunos-, cuando tenían que poner en solfa la dialéctica caliginosa del PP. En el resto de sus intervenciones, no había vida, no parecían identificarse con lo que comunicaban y lo que comunicaban tampoco los identificaba a ellos mismos.
A mí me parece estupendo que Zapatero haya descubierto, por fin, la importancia que tiene la fonética comunicativa para ser querido por los demás en esta vida. Si no te entienden a la primera, ¿cómo te van a querer a la segunda? Lo que ya no sé es si el presidente y su primo han aquilatado bien el efecto mariposa o de moscardón que su gesto pueda tener en la vida de los demás.
Descubrir por vía directa que lo importante en una carrera política no es tener grandes conocimientos de geopolítica y economía, de derecho o ergonomía, sino ser un lenguaraz, perdón, saber llegar al bazo y al bolsillo de las gentes, hacerles entender lo que uno quiere que entiendan y no lo que ellos creen entender, es todo un regalo para aquellos que, encontrándose en el paro, poseen unos buenos órganos de la fonación y articulan mejor que nadie la palabra crisis y reforma laboral. Es más que probable que, a partir de ahora, las escuelas de comunicación existentes en este país se multipliquen como esporas. Hasta es posible que la oratoria vuelva a ponerse de moda en las escuelas y en los institutos.
Por lo demás, y a diferencia de Rajoy, que no reconoce en Zapatero ninguna virtud ni decoro, ni siquiera de perfil, conviene indicar que el presidente con su decisión ha sugerido, también, que la verborrea y la charlatanería no están al alcance de cualquiera. Ni siquiera de Teresa Fernández de la Vega, ni de Moratinos, lo que, éticamente bien pensado es de agradecer.
Que muchos son los llamados a ser charlatanes de oficio y beneficio, pero pocos los elegidos. La gente piensa que es fácil ser un charlatán y demagogo, pero se equivoca. Puede que alguien consiga pasar por ser uno de ellos durante un tiempo, pero desengáñese. Al final, siempre se descubre al inútil. Hasta el propio presidente ha sido capaz de detectarlos, aunque, para su desgracia, haya tardado unos cuantos años en descubrir que se la estaban dando con queso revenido. Pero el descubrimiento aunque tardón ha merecido la pena.
A partir de ahora, queda claro y manifiesto que si un ministro sirve para Sanidad y llevar, también, el ministerio de Asuntos Exteriores, eso se debe a que lo importante no es tener conocimientos técnicos y precisos sobre dichos ámbitos, sino disponer de talento comunicativo.
Estoy convencido de que, a partir de ahora, la gente, que aspire a hacer carrera política, lo primero que haga será pasar por una Academia para aprender a hablar, no sólo correctamente, sino para hacerlo con pasión y vehemencia, de tal modo que cuando hable no se le note que está mintiendo como un bellaco, sino todo lo contrario.
¿Como Rodríguez Zapatero? Tú, mismo.

Sobre el autor del artículo: Victor Moreno

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Peio J. Monteano. Konkista ulertzea

Peio J. Monteano

Peio J. Monteano. (J.BERGASA)

Argia astekaria

“Gure helburua 1512 eta 1529 bitarteko urte traumatikoetan zer eta zergatik gertatu zen ulertzen saiatzea baldin bada, halabeharrez, ikerlan serio eta sakonak eta, bereziki, ikusmolde metodologiko berriak falta direla onartu behar dugu. Eta, alderantziz, hunkiberatasuna eta presentismoa sobera ditugu”.

Urte hasieran Nafarroako Konkistaren V. Mendeurrena Oroitzeko batzorde zientifikoa eratu zen eta duela zenbait urtetatik hona Nafarroa Bizirik 1512-2012 batzordea helburu beraren alde ari da lanean.

Nafarroa estatu independente gisa desagertu zeneko milurteko erdia betetzeak, zalantzarik gabe, aukera ederra ematen digu komunitate gisa izan dugun bilakaera baldintzatu duen gertakaririk garrantzitsuenetakoa ulertzen saiatzeko. Baina horra iristeko, asko dago egiteko.

Hainbat mendetan gai hau tabua izan eta gero, mendeurrenerako bi urte baino falta ez direnean, kontraoinean hartu gaitu. Gure helburua 1512 eta 1529 bitarteko urte traumatikoetan zer eta zergatik gertatu zen ulertzen saiatzea baldin bada, halabeharrez, ikerlan serio eta sakonak eta, bereziki, ikusmolde metodologiko berriak falta direla onartu behar dugu. Eta, alderantziz, hunkiberatasuna eta presentismoa sobera ditugu.

Azken mendean, ekarpen gutxi egin zaizkio Boissonnadek (1893) eskainitako gertakarien ezagutzari. Nik dakidala, azken urteetan ere (zenbait unibertsitate propio izan arren) ez da gai honi buruzko doktore tesirik egin. Material berriak ekarriko lituzketen monografikoak ere falta dira, Esarterena salbu, baina meritu handiko lan horretan ere lanketa sakonagoaren eta ikuspuntu berrien falta sumatzen da. Batzorde zientifiko ofiziala bera diogunaren isla da: ikergai espezifiko hori duten historialariak falta dira, Konkistaren ondorioen itzulpen eta azterketa instituzionalez gain.

Ikuspuntu nafarretik egindako Konkistaren kontakizunik ere ez dugu. Correak (1515) konkistatzailearen ikuspegi interesatua ordezkatzen du eta Boissonnadek (1893) ikuspegi frantziar-biarnotarra. Biei esker, espainiar eta frantziar armadaren rola nahiko ondo ezagutzen dugu. Baina, zer egin zuten nafarrek? Konkista militarra gauzatu eta gero nafar askok beren disidentzia ahantzarazi nahi izan zuten arren, informazioa badago. Eta ez kanpoan –Simancasen, Pauen edo Bartzelonan–, Iruñean bertan baizik.

Historia idaztea ez da gertatu zen guztiaz idaztea. Beharrezkoa da, ondorengo bilakaeraren berri izateak ematen digun erosotasunaz, etorkizunerako funtsezkoak izan ziren gertaerak lehenestea. Eta historia osoaren ikuspegitik egin behar da, aldaketa instituzionalez gain, aldaketa ekonomikoei, sozialei, kulturalei, eta mentalitate aldaketei ere erreparatuz.
Historia orainaldian taxutzen dugun iraganaren irudia baino ez da. Historia aztertzean eta idaztean, ez zaigu gertatutako guztia interesatzen, eta gaur egun nabarmenak iruditzen zaizkigun alderdiak hautatzen ditugu. Hala, Historiaren funtzioetako batek gure oraina azaltzen laguntzea izan behar du. Baina, adi, azaltzea bai, baina justifikatzea ez.

Gertakaria oroitzeko bi batzorde egoteak garbi islatzen du Nafarroaren Konkista eta horren ondorio instituzionala –Espainiarekin anexionatzea– jakin-min zientifikoaz harago doan gaia dela. Terminologiak berak –konkista, menpekotasuna, anexioa, gehitzea– ezin argiago erakusten du gaia oso politizatua dagoela. Beharbada, ezin du bestela izan, komunitate honetan bi identitate kontrajarrietan eta, sarri, baztertzaileetan islatzen diren oso bestelako bi proiektu politiko daudelako.

Zalantzarik gabe, konkista ez da gai erosoa identitate nafar-espainolista duten alderdi politikoentzat. Nafarroa izanik Espainia ez zen Nafarroa bat izateak, eta Espainiaren eta Nafarroaren arteko batasuna inposaketaren eta bortxaren emaitza izateak beren axioma politikoen barrena jaten du. Identitate nafar-euskalduna duten alderdientzat ere ez da errazagoa armada inbaditzaileko kide gehienak euskaldunak zirela onartzea, Nafarroa “kolaborazionistena” gaur egun euskaldunena den hori izan zela, orduko Baskonian ez zegoela identitate nazional modernoaren izpirik…

“Beaumondarrak” espainolistekin eta “agramondarrak” independentistekin parekatzea ere egungo ikuspegitik egiten den sinplifikazioa da. Ahaztu egin ohi da beaumondar asko konkistatzaileen aurka aritu zirela eta agramondar askok, aldiz, konkistatzaileari lagundu edo men egin ziotela. Ez da kontuan hartzen 1518. urte inguruan belaunaldi aldaketa izan zela protagonisten artean eta 1512-1521 urteetan pertsona eta leinu askoren jarrera aldatu zela. Konkista onen eta gaiztoen, heroien eta doilorren film bihurtzea, akats zientifikoa izateaz gain, bidegabekeria historiko galanta da. Gizon-emakume horiek egoera jakin bati aurre egin behar izan zioten beren bizitzetatik eta egoera zehatzetatik abiatuta. Gure garaiarekin alderatuta zentzu guztietan oso bestelakoa zen garai hartatik ateratzea ez litzateke bidezkoa izango.

Konkista, beraz, garai hartako gakoetan oinarrituta ulertu behar dugu, ohiko alderdi politiko-militarrez gain, beste alor batzuk aztertuz eta europar testuingurua aintzat hartuta. Ezin dugu ahaztu konkista bi plano historikoetan gertatu zela: nazioarteko gerra modernoa eta Erdi Aroko gerra zibila. Gainera, monarkia autoritario modernoen indartzearen, erreforma protestantearen, errenazimentu kulturalaren, aurkikuntza geografiko handien eta XVI. mendeko loraldi ekonomiko eta demografikoaren testuinguruan gertatu zen. Konkista ulertu nahi badugu koadro osoari erreparatu behar diogu.

Bi proiektu politiko eta identitate-erro oso bestelako dituen egungo Nafarroan, baldintzak ez dira egokiak gure komunitate politikoarentzako gertaera historiko funtsezkoenetakoa izan zenari buruzko eztabaida barea burutzeko. Baina ahalegindu egin behar dugu. Lehen ahalegina, gertatu zena jakitea da, aurreiritzirik eta betorik gabe. Eta bigarrena, gertaerak zergatik jazo ziren azaltzen saiatzea, zehaztasunez eta ikusmolde zabalean oinarrituta. Eta, hala, oraina hobeto ulertuko dugu.

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Victor Moreno. Del sentimiento religioso

religionLos sentimientos constituyen el dispositivo que más rápidamente estalla si alguien hurga en ellos. Mucho más que las ideas. Las ideas nunca serán sagradas; pero los sentimientos, sí. Los sentimientos son sagrados. Y, si son religiosos, consagrados. Hombre, también se los adjetivará de profundos y de superficiales. Ya se sabe: sentimientos profundos son los propios y los del vecino si comulgan con los nuestros; y superficiales si son contrarios a los míos.

De cualquier modo, ¿hay alguien capaz de medir objetivamente la profundidad y superficialidad de los sentimientos? Y, sobre todo, ¿quién aquilatará los sentimientos religiosos? No lo hace ni el artículo 525 del Código Penal, que, ahí es nada, protege hasta los bienes espirituales. Es que es de alucinar. Yo ofendo a Dios. Este no se queja, pero hay quien en su nombre sí lo hace mediante el torticero acomodo de apelar a sus sentimientos religiosos. Entonces el Código Penal recoge la pelota y se la pasa a un juez para que éste determine si hubo intención o no de ofender el sentimiento de su Sacratísima Eminencia Etérea. ¿Cabe algo más disparatado que este delito sin víctima?

¿Acaso los sentimientos religiosos son más sentimientos que el resto de los sentimientos y, por ello, hay que darles un estatuto de “discriminación positiva”? Es una aberración hacerlo. A los sentimientos hay que tratarlos lo mismo que a las convicciones. A pura dentellada dialéctica. Pues como las convicciones, políticas, sociales, ecológicas, los sentimientos y creencias religiosas están sometidos a la excelsitud, la vulgaridad, y la decrepitud, y, por decirlo de modo definitivo, a la ridiculización. Los sentimientos religiosos como las ideas nacen, crecen, se desarrollan, languidecen y se mueren. Hay sentimientos como ideas que son estúpidos, peligrosos y detestables. Prohibir y condenar la incitación a desconfiar y a repudiar ciertas creencias y sentimientos religiosos, no sólo es ridículo, sino que se incurre, además, en agravio comparativo. Veamos.

Las descalificaciones que hacen ciertos creyentes de los sentimientos del ateo están a la orden del día. Por traer un ejemplo representativo: “Como no comprenden (los ateos) la causa del mal, ni aprecian el sentido que pueda tener el dolor, echan la culpa a Dios. En realidad, no creen en su existencia, aunque alguna duda acaso les quede. Lo que pretenden en su soberbia rebelión, es culpar a la creencia en Dios de todos los males del mundo. Sin llegar a sospechar que acaso la mayoría de ellos se deban a su ceguera e ignorancia” (I. Sánchez, Abc, 17.2.2006).

No sólo se los tacha de “idiotas, ciegos, ignorantes, soberbios, rebeldes”, sino que también son insensibles “al dolor del mundo”. Y, claro, como no tienen sensibilidad, ni sentimientos, vendrá el escritor De Prada y los reducirá al excelso protagonismo de “zascandiles, cuyo mayor entretenimiento se basa en saber cómo pueden ofender impunemente los pacíficos sentimientos religiosos de los cristianos, incluso pueden permitirse el lujo de posar ante la galería como gallardos transgresores”.

Todo esto resulta delicioso y aterrador. Delicioso, porque descubrimos que hay creyentes que saben más de los ateos que de sí mismos. Aterrador, porque se presenta al ateo como la encarnación de la suma desgracia humana. Dice el respetuoso De Prada: “El hombre contemporáneo, al expulsar a Dios de su horizonte vital, se ha convertido en un ser demediado y, por lo tanto, infeliz (…) El hombre contemporáneo que celebra una navidad laica es, en cierto modo, como ese gallo descabezado que corretea poseído por la desazón mientras se desangra; aunque no lo sepa, es tan sólo un muerto que camina, pues ha extraviado la fuente de la que mana su felicidad”.

Y menos mal que los creyentes, especialmente clérigos y obispos, es decir, gente que come del pesebre de las creencias religiosas, repite una y otra vez que la libertad de expresión no da derecho a herir los sentimientos religiosos. Estas eminencias púrpuras olvidan dos cosas: que los sentimientos no son privativos de la religión y que los sentimientos religiosos están al mismo nivel de importancia que los sentimientos que puedan inspirarnos el desastre ecológico, la muerte de tantos millones de niños o la mirada tierna de un perro. Sí, un perro. ¿Se acuerdan del rebote que se cogió Haro Tecglen cuando un político tuvo el acierto de calificar a Álvarez Cascos como un dobermann? Haro tenía un dobermann y le pareció insufrible con sus sentimientos perrunos que se comparara a Cascos con su can. Hasta ahí podíamos llegar. Si alguien molesta los sentimientos que uno siente hacia su perro, ¿a qué código penal tendrá que recurrir para castigar, y así mitigar, el escarnio sufrido? Seguro que Haro consideraba mucho más profundos los sentimientos que sentía hacia su querido dobermann que los sentimientos religiosos de cualquier obispo hacia Dios o la Virgen de la Teta.

Sin lugar a dudas, no existirá persona en este mundo que se encuentre libre de sufrir alguna embestida contra sus sentimientos. Cuando Sánchez Cámara asegura que “el nacionalismo es incompatible con el cristianismo”, ¿qué cree que está haciendo, repartir hostias de comulgar?

Es imposible vivir sin que podamos evitar que nuestras propias ideas más queridas, nuestras creencias más íntimas, sean cuestionadas, ridiculizadas y, lo que es mucho peor, incriminadas. Pero, si tuviéramos que respetar los sentimientos de la gente, no se avanzaría un palmo en nada. Ni en arte, ni en ciencia, y, sobre todo, en humanismo. Por eso, habría que preguntarse honradamente: ¿Quién de nosotros no se ha beneficiado de ver puestas las propias ideas y los sentimientos en tela de juicio por mucho que eso nos afectara en su momento?

El crecimiento individual y los avances de la civilización proceden de las discusiones constantes sobre las formas establecidas de pensamiento y de los desafíos a ellas. Si sometiéramos al dictamen de los sentimientos, sobre todo religiosos, la bondad o maldad intrínseca de las cosas, seguiríamos en el paleolítico. Si a la hora de debatir cuestiones científicas, políticas, filosóficas o históricas, tuviéramos en cuenta los sentimientos de la gente –algo tan demagógico como empíricamente imposible-, estaríamos a merced de mentes depravadas que, so capa de metafísicas y etéreas mistificaciones, ha hecho del miedo –sentimiento intrínseco de la religión- el motor de su historia contra la historia de los demás.

Todo el mundo da por hecho que sus sentimientos y creencias son superiores a las creencias ajenas. Se trata de un pensamiento consolador, pero tan falso como peligroso. Porque las personas cobijamos en nuestro interior sentimientos y creencias que son detestables. Por eso, apostar por el respeto a dichos sentimientos y creencias constituye una trampa para la propia salud.

La mayoría de las consideradas ofensas al sentimiento religioso lo son contra la causa que las origina: la religión. No contra la fe en Dios, que es distinto. Quienes se sienten en posesión de tal sentimiento religioso deberían hincar el diente al meollo de la cuestión: preguntarse por qué esa religión se ha convertido en una de las fuentes más creativas del escarnio, la sátira y la irrisión mundial. ¿No será porque la religión la han transformado sus dirigentes en una empresa que es incompatible con los valores que defiende el desarrollo de las democracias actuales? ¿No será porque la religión monoteísta, en cualquiera de sus versiones, ha llenado el mundo de sufrimiento? ¿No será porque la religión en sí es un pésimo plan?

Sobre el autor del artículo: Victor Moreno

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Tomás Urzainqui. «La independencia es un proyecto del conjunto de la sociedad, necesario y factible»

Su libro “La Navarra marítima” sacudió la historiografía y trajo a la luz los sucesos negados y ocultados por los conquistadores del Viejo Reino de los vascos y por sus herederos. No quería jugar con las cartas marcadas del vencedor y se entregó a la investigación para empedrar de argumentos el camino de recuperación de la soberanía perdida. Desde la historia y desde el derecho, pero siempre subrayando que por delante de todo está la voluntad libre de los ciudadanos libres. Porque no hay democracia sin soberanía.

memoria y derecho para la soberanía

Tomás Urzainqui

Texto: Fermin MUNARRIZ • Fotografías: Lander FDEZ. ARROYABE

¿Euskal Herria, Vasconia, Navarra…? ¿Cómo lo llamamos?

Navarra es el nombre de esta nación conquistada y negada. Era el nombre que le dábamos los vascos antes de las conquistas, tanto en 1200 como en 1512 y en 1620; era asimismo el nombre que le daban el resto de países de Europa y también los invasores cuando la fueron conquistando. Vasconia es la denominación correspondiente a las épocas romana y tardo antigua, mientras que la consolidación del Estado navarro en el siglo IX reemplaza al nombre anterior. Euskal Herria es la denominación del ámbito de la cultura vasca. El derecho a decidir supone poder afirmar que nuestra nación es Navarra. El nombre de Navarra se refiere al conjunto de la sociedad política que tiene su propio Estado europeo y soberano. Continue reading

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Richard Dawkins responde al Papa por comparar el ateísmo con el nazismo

El vídeo recoge la intervención del científico Richard Dawkins en la manifestación celebrada en Londres el 18 de septiembre de 2010, en protesta por las manifestaciones del Papa Benedicto XVI, al relacionar a Hitler y en nazismo con los ateos, a la que asistieron unas diez mil personas.

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Entrevista a Michel Onfray

Entrevista de HÉCTOR PAVÓN (*)

ONFRAYEn julio de 2004, una breve columna de opinión firmada por el filósofo francés Michel Onfray, y publicada en Ñ, desató la furia de pensadores y lectores adscriptos a los credos mayores. El título de la nota era «Contra los monoteísmos». Onfray fustigaba y argumentaba, con cierto rencor, contra las tres principales religiones mundiales. «El judaísmo, el cristianismo y el islamismo corrompen por igual la vida de millones de individuos en el planeta; fomentan guerras, conflictos, odios dirigidos contra uno mismo, los otros y el mundo; predican amor al prójimo y dan sablazos a diestra y siniestra», escribió.

Las expresiones que surgieron en contra de esta nota volvieron a demostrar que el tema genera debates sin acuerdos a la vista y que no hay últimas palabras en torno a la discusión religiosa. Onfray publicó un libro que continúa y profundiza el debate demoliendo los monoteísmos y el pensamiento religioso en sí: Tratado de ateología.

Este pensador solitario ha ofrecido en libros anteriores visiones marginales y experimentales sobre la filosofía y sus alrededores. Son propias de quien ha elegido el camino que circunda y evita la academia. Fuera del circuito universitario tradicional cofundó la Universidad Popular de Caen: «Una experiencia maravillosa: hay por lo menos doce seminarios, más de quinientas personas por semana. Es una verdadera felicidad poder filosofar libremente con personas libres». Cruzó filosofía y gastronomía, rebeldía, anarquismo y le dedicó un libro muy entretenido a los filósofos «perros»: Diógenes y los seguidores de la escuela cínica. «Siempre vuelvo a Diógenes, es un filósofo revolucionario. ¡Siempre me pregunto qué sería y qué haría Diógenes si viviera hoy!»

Onfray es un ateo activo y como tal celebra el modo de vida que se debe llevar: «El ateo, para sobrevivir a la angustia global y al miedo a la muerte, filosofa», sostiene. También explica que no hay lugar para la mujer en las religiones: «Los monoteísmos no aman lo femenino de la mujer, sino a la madre y esposa, vale decir la renuncia social, cultural, de su libido, que asusta a los hombres y la mayor parte de las veces los convierte en malos amantes, incapaces de darles verdadero placer. Aterrados por el complejo de castración, los hombres que crearon el monoteísmo desprecian a la mujer y celebran las únicas dos maneras de salvarla: el matrimonio y la maternidad. Dos formas de alienarla».

Héctor  Pavón

Con cuál de estas dos variantes se identifica: ¿Dios está muerto, como lo dictaminó Nietzche, entre otros, o nunca existió?

En mi libro digo que existió como una ficción, como existe Madame Bovary, como el Zorro o Papá Noel, creado por la impotencia humana transfigurada en superpotencia y adorada como tal. Pero es ficción. Dios existe, pero como ficción. Esa es la posición de un ateo como yo. Ahora bien, una ficción no muere.

Usted es nietzcheano pero no acuerda con Nietzsche en este punto, entonces…

Dios no está muerto ni agonizante, al contrario de lo que pensaban Nietzsche y Heine, porque no es mortal. Las ficciones no mueren, las ilusiones tampoco; un cuento para niños no se puede refutar. Ni el hipogrifo ni el centauro están sometidos a la ley de los mamíferos. Un pavo real, un caballo, sí; un animal del bestiario mitológico, no. Ahora bien, Dios proviene del bestiario mitológico como miles de otras criaturas que aparecen en los diccionarios en innumerables entradas, entre «Démeter» y «Discordia». Así pues, Dios durará tanto como las razones que lo hacen existir; sus negadores también… ¡Parece un inmortal!

Dostoievsky dijo que si Dios no existe, todo está permitido…

Es al revés: si Dios existe, todo está permitido. Como dijo Simon de Monfort al exterminar a los cátaros: «Mátenlos a todos; Dios reconocerá a los suyos». Hace dos mil años que se cree en Dios, y se luchó contra el mundo entero en su nombre. Todo fue posible: genocidios, etnocidios, homicidios. La mayoría de las veces son los creyentes los que los cometen, no los ateos, que yo sepa.

¿Cómo se interesó por el trabajo sobre el ateísmo? No parece un tema muy popular…

Fue después de escribir Féeries anatomiques, un libro consagrado a la bioética en el que hablaba del hincapié que hace la religión cristiana en la construcción de esa Edad Media médica en la que nos encontramos: hacemos a un lado la revolución transgénica, sobre todo debido a lugares comunes cristianos que nublan el espíritu de la mayor parte de la gente. Yo instaba a una decristianización de los cerebros y las conciencias. El libro me valió amenazas de muerte por parte de algunos cristianos. Decidí, entonces, por espíritu de contradicción, escribir el Tratado de ateología para hundir el clavo. La palabra «ateo» adquiere el valor de insulto categórico. El ateo es el inmoral, amoral e inmundo, culpable de querer saber más o de estudiar los libros de todo aquel que ha adquirido el epíteto.

¿Qué recepción tuvo su libro en Francia? ¿Qué opinaron las personas religiosas?

Reaccionaron con gran violencia, con una inmensa mala fe, con tergiversación de la información y ataques personales. Hasta se escribieron tres libros específicamente en mi contra. Sin embargo, se vendieron más de 200.000 ejemplares del mío, lo cual es mucho más importante que el odio (que esperaban) de los creyentes.

Usted se declara ateo, ¿no se confunde su postura personal con su objeto de estudio?

Mi ateísmo se enciende cuando la creencia privada se convierte en un asunto público y cuando, en nombre de una patología mental personal, se organiza el mundo también para el prójimo. Porque de la angustia personal al manejo del cuerpo y alma del otro, hay un mundo en el que bullen, emboscados, los aprovechadores de esa miseria espiritual y mental. El hecho de desviar la pulsión de muerte que los martiriza hacia la totalidad del mundo no salva al atormentado, no modifica su miseria, sino que contamina el universo.

¿Pero la religión no cumple una función social, digamos, en el mundo de hoy?

Sigo siendo muy marxista en ese aspecto. La religión sigue siendo el opio del pueblo, el refugio de los explotados, los humildes, los débiles, los que no tienen poder, los preocupados, los angustiados, los excluidos sociales. Y esos son el mundo entero.

¿No cree que hoy se percibe un retorno a la religiosidad y una declinación de las prácticas religiosas tradicionales?

Todo depende del lugar del mundo de que se trate. En Europa hay un retorno; en los países de Asia y Oriente hay una expansión; en EE.UU., un refuerzo. El fin de las ideologías, de los grandes discursos políticos y éticos, dejó a los hombres desamparados, y éstos se refugian en un cielo que permite todos los delirios para hacer la vida más vivible. No satisfecho con la prohibición de comer el fruto prohibido, Dios no cesó de manifestarse mediante interdicciones. Las religiones monoteístas no viven sino de prescripciones y de exhortaciones: hacer y no hacer, decir y no decir, pensar y no pensar… Prohibido y autorizado, lícito e ilícito, los textos religiosos abundan en codificaciones existenciales, alimentarias, de comportamiento, rituales, etcéctera.

¿Usted propone volver a un estado de «pureza», con un hombre sin religión?

Lo que propongo es terminar con la costumbre religiosa del pensamiento mágico para ingresar por fin a una era filosófica: trabajo en la democratización de la filosofía en la Universidad Popular que creé en Caen, Normandía, para invitar a la mayor cantidad posible de gente a derribar los mitos, las fábulas, los relatos infantiles, y a hacer funcionar la razón y la inteligencia.

Pero, ¿acaso la filosofía no proviene de los dioses?

El dios de los filósofos entra a menudo en conflicto con el de Abraham, de Jesús y Mahoma. En primer lugar porque el primero proviene de la inteligencia, la razón, la deducción, el razonamiento, y luego porque el segundo presupone más bien el dogma, la revelación y la obediencia, por la colisión entre los poderes espiritual y temporal. El Dios de Abraham designa más bien al de Constantino, después al de los papas o al de los príncipes guerreros muy poco cristianos. Poco que ver con las construcciones extravagantes erigidas en forma tosca con causas sin causa, los primeros motores inmóviles, ideas innatas y otras pruebas cosmológicas, ontológicas o físico-teológicas.

¿Los filósofos griegos eran ateos, Epicuro por ejemplo?

Desde sus inicios Epicuro se vio obligado a enfrentar acusaciones de ateísmo. Pero ni él ni los epicúreos negaban la existencia de los dioses. Compuestos de materia sutil, numerosos, instalados en los intermundos, impasibles, indiferentes al destino de los hombres y al devenir del mundo, verdaderas encarnaciones de la ataraxia, ideas de la razón filosófica, modelos capaces de engendrar sabiduría en la imitación, los dioses del filósofo y sus discípulos existían, aunque pareciera imposible, y además, en gran cantidad. Pero no como los de la ciudad griega, que exhortaban a plegarse a las exigencias comunitarias y sociales. Ese era su único error: su naturaleza antisocial.

Para los devotos, Dios es el centro del universo. ¿Cuál es el centro para los ateos?

¿Por qué buscar un centro? ¿Qué es el centro del cuerpo? El universo no tiene centro. Es un universo infinito. Hay que terminar con esa historia del centro.

¿Cualquiera puede hacer su interpretación del evangelio? ¿Hitler también lo interpretó a su modo como señala en su libro?

Sí. Todo tiene su opuesto en los textos religiosos, que escribieron centenares de personas en el transcurso de centenares de siglos. Están llenos de contradicciones. En ellos encontramos lo mejor (elogio de la paz, del perdón, de la benevolencia) y lo peor (la guerra, la venganza, la violencia). Según lo que se tome, puede constituir un conocimiento pacífico o un arma de guerra: la Iglesia Católica Apostólica Romana optó por la segunda vía.

Usted menciona en su libro al ateísmo cristiano… ¿No es una contradicción en sí?

Es la posición de algunos filósofos que, en Francia, dicen que no creen en Dios (por lo cual son ateos), pero que suscriben todos los valores cristianos (en lo que son, por lo tanto, cristianos y ateos). ¡Extraña quimera! Pero existe, y caracteriza a un negador de Dios que afirma al mismo tiempo la excelencia de los valores cristianos y la índole insuperable de la moral evangélica. Su trabajo presupone la disociación de la moral y la trascendencia: el bien no tiene necesidad de Dios, de cielo o de un anclaje inteligible, pues se basta a sí mismo y depende de una necesidad inmanente: proponer una regla de juego y un código de conducta entre los hombres.

George Bush y Osama bin Laden son hombres religiosos, ¿qué opina del enfrentamiento que mantienen?

Los dos me producen el mismo efecto: no voy a elegir ni el judeocristianismo de Bush ni el islamismo de Bin Laden. Es otro de los motivos por los que propongo el ateísmo como invitación a no elegir entre dos visiones del mundo que repruebo.

¿Ser ateo es peligroso para la sociedad?

No. Es mejor que ser creyente. Cuando se cree obedecer un mandato divino, se actúa sin tener en cuenta la razón.

¿Qué posición tomó en el debate sobre el uso del velo por parte de las mujeres musulmanas en Francia?

Estoy a favor de una escuela laica en la que se evite mostrar de forma ostensible y de manera militante a qué religión se pertenece. Por lo tanto, soy partidario de la prohibición de los símbolos religiosos (y no sólo del velo, sino también de la kippá y del crucifijo) en la escuela republicana francesa. En la calle cada uno puede hacer lo que quiera. Por otra parte, en los palacios de Justicia de Francia, están prohibidos los símbolos religiosos ostentosos y ostensibles. No se puede dictar una resolución legal bajo un crucifijo colgado de la pared, menos aún bajo un versículo de la Torá o un sura del Corán. Tanto el código civil como el penal pretenden afirmar el derecho y la ley con independencia de la religión y de la Iglesia. Ahora bien, no hay nada en la jurisdicción francesa que contradiga esencialmente las prescripciones de la Iglesia Católica. La ausencia de un crucifijo en la sala de audiencias no garantiza la autonomía de la Justicia con respecto a la religión dominante.

¿Debemos temer la posibilidad de una guerra entre los fundamentalismos religiosos?

Lo que ha ocurrido en los suburbios franceses nos lleva a pensar en ese tema. Creo que sí.

(*) Entrevista realizada por Héctor Pavor a Michael Onfray, originalmente publicada en el suplemento cultural Ñ del diario Clarín.

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Victor Moreno. Mi vecino

fascista_vecinoEl vecino de arriba no sabe hasta qué punto me está ayudando a convertirme en un fascista asqueroso. Cada vez que le oigo gritar a sus retoños se me ponen los pelos del sobaco como púas de erizo marítimo y, peor aún, me transformo en una mala bestia capaz de cometer un atentado contra el Estado de Derecho, encarnado en un imbécil.

Lo que menos me importa es que maltrate a sus hijos de palabra y de obra; al fin y al cabo, son de su propiedad y los padres hacen con los hijos lo que quieren. Lo que me fastidia es que tenga que vociferar tanto. ¿Acaso no puede decirles que son lo que son en voz queda? ¿No puede berrear a sus hijos que son unos idiotas, unos subnormales, idénticos al energúmeno de su padre, en un tono de voz menos estridente?

Parece que quisiera dar a entender a todo el mundo, que lo oye, que es un mal padre, cosa que todos lo somos en cuanto nos transformamos en tales bichos.

Estoy seguro de que mi vecino sabe que lo que yo más odio en este mundo es el ruido en cualquier modalidad sonora. Si no, no es posible que lo arme a todas horas.

Sé que la inconsciencia es la fuente más poderosa de la estupidez, por eso no creo yo que el ruido de mi vecino sea producto de su ignorancia. No. Yo estoy convencido de que mi vecino ha estado toda la vida entrenándose para producir ruido a su alrededor y que, ahora, que vive en comunidad, le ha llegado la hora evangélica de ejercitarlo. Y es, en verdad, digna de admirar su indeclinable voluntad a convertirse en un virtuoso coleccionista de ruidos. No pasa día, ni noche, ya sea utilizando a sus niños, ya los muebles de la casa, en que deje de ejercitarse.

Nunca he hablado con este vecino. Ni siquiera sé de qué tobillo ideológico cojea. Me resisto a aceptar que este hombre, capaz de producir tanto ruido con la boca y con las manos, pueda pensar como yo sobre el Gobierno, el Estado de Derecho, la Guardia Civil, las drogas, el aborto, la clonación, la religión, la ecología el amor de madre, la reforma laboral…

Es posible que su ideología sea afín a la mía. Y, sin embargo, lo odio a muerte.

Me pregunto si este odio que experimento no me emparentará con toda esa ralea de sujetos a los que se tacha de nazis, fascistas o crápulas a pecho descubierto. Y sigo preguntándome si no serán estas cosas, estas cosas elementales y sencillas, las que de verdad me desequilibran y me llenan de violencia, mucho más que la situación mundial, las guerras, las pestes, los racismos, el hambre, la crisis, el integrismo religioso…

No sé…, pero ese ruido está revelándome la peor parte de mí mismo.

Sobre el autor del artículo: Victor Moreno

Libros del autor: Pamiela.com

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