Víctor Moreno. Revisionismo franquista

indiceEl recién episodio protagonizado, muy a su pesar, por el Diccionario Biográfico Español, dirigido por la Real Academia de la Historia y sufragado con dinero del erario, es uno de esos hechos necesarios y significativos que, de vez en cuando, la realidad tiene la puñetera ocurrencia de regalarnos.

Si Hegel sostenía que la sociedad necesita embarcarse en una guerra de vez en cuando para sacudir su modorra ética y moral, del mismo modo es higiénico y necesario que los galopines del franquismo salten como pulgas amaestradas al circo de la opinión publicada para proclamar que llevan clavado en los esfínteres un escapulario del dictador Franco. Que lo hagan al unísono democrático idiota tipos como Moa, Sánchez Dragó, Albiac, Losantos, Tertsch, Juaristi, ya no es noticiable, porque han demostrado de forma sobresaliente el grado de depauperación ideológica a la que se puede llegar motu proprio. Eso, amigos míos, no se paga con nada. Volver a ver reflejados en sus escritos la misma fealdad moral y ética del régimen al que tratan de justificar con carácter retroactivo, es de lo más estimulante para mantenerse despiertos ante estos mutantes del franquismo.

Ya se sabía que el franquismo no se había ido. Lo que se ignoraba era que hubiese tanta gente esperando a opositar para aparecer como el más franquista de los amanuenses. Pero, ¿qué le pasa a esta gente? ¿Acaso no encuentran un referente histórico más digno que echarse a las cisuras? ¡Qué pésimo gusto!

No desconocía que la transición democrática fue modélica en otorgar a los franquistas impunidad absoluta para seguir pensando y actuando como si la momia siguiera respirando ectoplasmas de muerte a su alrededor, pero hacerlo del modo en que lo hacen rompe el decoro de la prudencia y de la dignidad.

Por todo ello, el escándalo protagonizado por un texto de Luis Suárez inserto en el Diccionario constituye la punta del iceberg de un mal endémico y estructural mucho más grave que lo que revela dicha anécdota. Sería idiota que este incombustible fascista no hubiera aprovechado la jugada para metérsela doblada a la institución, elogiando a quien considera un santo en su forma de gobernar y administrar un régimen autoritario, totalitario, terrorífico y criminal. ¿O, acaso, han olvidado que antes de morirse firmó varias penas de muerte el muy cabrón?

El problema de fondo no es que la Real Academia de la Historia encargue o no unos trabajos a determinados historiadores. Su director Gonzalo Anes no es ingenuo, aunque lo pretenda. Sin necesidad de leer lo que iba a escribir sobre Franco, sabía perfectamente qué hagiografía haría de semejante crápula el facha Suárez. Exigirle responsabilidades a Anes por algo que ha hecho con sumo gusto, es causa suficiente para que presentara su dimisión frente a la Academia. Pero el problema es otro. Y es muy grave. El problema sigue siendo el revisionismo franquista o parafranquista en el que están inmersos instituciones e historiadores, también políticos, los cuales, por mucho que se les haya requerido, jamás han renunciado y condenado el régimen fascista y genocida del Dictador. Deben de pensar que si no lo ha hecho la Iglesia, ¿por qué habrían de hacerlo ellos que tienen menos responsabilidad en el origen y desarrollo de la guerra, y posterior régimen fascista-franquista?

Las tesis básicas de este revisionismo son varias. De forma cíclica, ciertos historiadores –y gente apestada como Sánchez Dragó y Moa-, las sacan a relucir.

Primera. Pretenden equiparar los crímenes institucionales del régimen franquista con los cometidos por los republicanos incontrolados. Estos historiadores ignoran conscientemente que la II República institucional jamás se dejó llevar por la ola de terror que sí instauró en la sociedad civil el régimen franquista, antes, durante y después de la guerra. El régimen fascista-franquista nació del terror y se sustentó en el terror. Lo demás son cataplasmas históricas o semánticas.

Segunda. Pretenden estos revisionistas apuntalar la idea de que la dictadura ha sido la madre de la democracia. La madre, la suegra o la abuela. De ahí que hablen de las “virtualidades del autoritarismo”. De este modo, sostendrán sin que se les corra el rímel de su osadía que el fascismo totalitario del régimen evolucionó per se a un régimen meramente autoritario. Vamos, que al final el Dinosaurio se despertó convertido en un lagarto inofensivo.

La tesis no es nueva. La defendió Juan J. Linz en Una teoría del régimen autoritario. El caso de España. Muchas de las defensas que circulan del franquismo beben de esa fuente deletérea. No extrañará, pues, que haya políticos que manifiesten que la política social y de la vivienda de la dictadura de Franco fue maravillosa. O que en el franquismo se vivía muy bien. Mayor Oreja dixit.

Tercera. La tesis de Linz acabaría por cobrar forma definitiva gracias a Luís García San Miguel. En su libro Teoría de la transición (Editora Nacional, 1981), desarrollaba una idea acomodada de lo que fue la llamada transición. Su tesis, la auto-transformación del franquismo en democracia –milagro parecido a la implantación de virgos que hacía la Celestina-, sería abrazada por el establishment académico español en los años ochenta. Y, por si fuera poco, por el PSOE. La Editorial Sistema, del PSOE, publicaría un volumen coordinado por Félix Tezanos, Ramón Cotarelo y Andrés de Blas, que con sus 957 páginas se convirtió en la versión canónica de lo que su título anunciaba: La Transición democrática española (CIS, 1989). Un texto que, viendo lo que estamos viendo, justifica plenamente el dicho de “aquellos barros, estos lodos ideológicos”.

El 6 de junio de 1962 tuvo lugar el llamado “contubernio de Munich”. Fue el diario falangista “Arriba” quien bautizaría aquella reunión de 118 políticos españoles de todas las tendencias del interior y del exilio, que participaron en dicho “acto de reconciliación”.

Salvador Madariaga en su discurso del 8 de junio aclararía cuál era la posición ideológica de aquellos políticos frente al régimen de Franco: “Nosotros los españoles hemos venido aquí a hacer constar que no es admisible en Europa un régimen que todos los días envenena a Sócrates y crucifica a Jesucristo. Y si mañana los mercaderes volviesen a instalarse en el templo de la libertad, esta vez no sería el Cristo de blanco vestido quien los echaría a latigazos, sino un Anticristo de rojo que los sepultaría bajo las ruinas del templo y de la libertad”.

Añadiría Madariaga que “la guerra civil que comenzó en España el 18 de julio de 1936, y que el régimen ha mantenido artificialmente con la censura, el monopolio de la prensa y radio y los desfiles de la victoria, la guerra civil terminó en Munich anteayer, 6 de junio de 1962”.

Ciertos sujetos creen que el antifranquismo, como el antifascismo, nace de un fondo irracional e intolerante. Se equivocan. Es la fuente integral e inalienable de la dignidad personal. Es probable que un fascista o un franquista no sepan qué es la dignidad. Y, si lo saben y permanecen en el carácter, entonces son unos hijos de puta.

Porque esto lo debería saber todo el mundo: saber cuánto dolor y cuánta sangre y cuánta impotencia y cuánta decepción y cuánto miedo a la libertad empezaron a concluir para siempre el 20 de noviembre de 1975.

Que haya gente, sobre todo intelectuales, historiadores y politólogos, que no lo entiendan, es porque, como dirá el bueno de Madariaga, quieren seguir envenenando a Sócrates y crucificando a Jesucristo.

Sobre el autor del artículo: Victor Moreno

Blog de Victor Moreno

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Barcinato pa rato

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Oroz (Diario de Navarra, 17-VI-2011)

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Pasealeku: Los obispos son peligrosos, así en el cielo como en la tierra

Pasealekua

Entrevista con Victor Moreno sobre su libro Los obispos son peligrosos, así en el cielo como en la tierra dentro de la sección De aquellos barros, con Patxi Zamora

http://www.pamiela.com/images/stories/audio/pasealeku110613.mp3

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«Sin miedo al Opus»

opus_deiRecogemos del blog de Ana A, con similar título, los comentarios sobre el libro de Miguel Ángel Muez dedicado al expolio llevado a cabo para instalar la universidad del Opus en Pamplona.

http://sinmiedoalopusdei.blogspot.com/2011/06/tecnicas-de-camuflaje.html

Ya me he hecho con el libro sobre el expolio llevado a cabo por el Opus Dei en mi tierra natal. En la página 32 del mismo vienen los millones de pts. que la Diputación fue dando de su presupuesto ordinario entre 1960 y 1980, un total de 1.600 millones en 20 años. El año que menos 4 millones y medio y el año que más 296 millones de 1980. Simultáneamente el fundador del Opus Dei proclamando con toda su cara en las entrevistas concedidas a diferentes medios como Le Figaro o Times, que el Opus Dei vive exclusivamente de las aportaciones de socios y cooperadores. Incluso yo he leído que lo decía en tono de queja, “con lo beneficiosos que somos para la sociedad y no nos subvenciona el estado”…

Estos testimonios de Opus Dei eminentes están sacados del libro de Ynfante, “La prodigiosa aventura del Opus Dei”, en el capítulo que trata de colegios mayores y universidades:

John F. Coverdale, polemista y portavoz oficioso del Opus Dei, afirmó rotundamente en la revista “Nuestro Tiempo” “que [la Universidad de Navarra] a diferencia de otras instituciones docentes españolas […], no está ni ha estado nunca subvencionada por el Estado”. [“Nuestro Tiempo” n° 117, 1964]

Juan Antonio Paniagua, secretario general de la Universidad de Navarra, reconocería en 1966 que “la Universidad no recibe ninguna subvención del Estado español, salvo la Facultad de Derecho canónico”, y que “las tasas de ingreso, el trabajo científico en colaboración con entidades públicas o privadas y la asistencia médica constituyen otras fuentes de ingreso. Pero el gran instrumento es la Asociación de amigos que promueve en todas partes donativos, becas y legados”. Las diputaciones y ayuntamientos de Navarra, Barcelona (a causa del IESE) y Guipúzcoa (Escuela de Ingenieros Industriales) también subvencionan, según Paniagua, a la Universidad de Navarra.

Escrivá, gran canciller, niega también en una entrevista de 1967: “Preguntáis sobre subvenciones del Estado. El Estado español no ayuda a atender los gastos de sostenimiento de la Universidad de Navarra”, aunque luego reconoce, a continuación, refiriéndose a otra nueva fuente de ingresos, la Comisaría de Protección Escolar, que “[el Estado español] ha concedido algunas subvenciones para la creación de nuevos puestos escolares, que alivian el gran esfuerzo económico requerido por las nuevas instalaciones”[“Conversaciones con Mons. Escrivá”]

Sin embargo si se lee este libro el “esquilme” al que se ha librado el Opus Dei con las instituciones navarras, dinero público, ha sido total. Y cuando el ayuntamiento se resistió a la extorsión, “no problem”, cuenta Muez que fue concejal en Pamplona en esos años, que Carrero Blanco sacó un decreto el 23 de octubre de 1973 obligando a la expropiación forzosa de 120 hectáreas que eran Zona verde-universitaria-municipal. Por orden de las alturas el ayuntamiento no podía disponer de esos terrenos, el único usufructuario era el Opus Dei y el ayuntamiento tuvo que pagar a los propietarios 500 millones de pts. por unos terrenos que acto seguido pasaban a ser del Opus Dei. Surrealista.

En el 78-79 la izquierda gobernó Pamplona e intentó derogar el decreto de Carrero. La corporación salida de las elecciones de 1979 renunció definitivamente a disponer de los terrenos. Y a partir de ahí todos tranquilos, el Opus Dei se había hecho con su actual campus.

También se narran las vicistudes de la creación de una innecesaria facultad de arquitectura en la Opus university, que se hizo en detrimento de una escuela de magisterio. Había en Pamplona una escuela de magisterio en la plaza de san José viejísima y hecha una pena. Siempre hacen falta más maestros que arquitectos en un país, pero el Opus estaba empeñado en su facultad de arquitectura, fábrica de un tipo de profesional “muy molón” para el Opus Dei, bastante más que un maestro.

En 1975 cuando se produjo el desvío del dinero en vez de hacia la escuela de magisterio hacia la facultad de arquitectura, era Jaime Ignacio del Burgo el secretario de planificación y desarrollo de la Diputación. El pudo decidir y decidió expropiar la fábrica de Chalmeta en favor de la opus uni y no de una “vulgar” escuela de “vulgares maestros”. Ni España ni Navarra estaban necesitados de arquitectos. Pero entre Carrero Blanco y Jaime Ignacio del Burgo, ninguno de los dos pertenecientes al Opus Dei, se hizo lo que el Opus Dei quería.

Como otro dato interesante es que en las inmobiliarias que el Opus Dei ha creado para detentar la propiedad de sus edificios universitarios y de la clínica, una fue INMEGENESA, no se hace nunca mención ni de iglesia católica ni de Opus Dei. Es decir, todo muy laico. En ninguna de sus sociedades participa ningún órgano eclesiástico, sólo cajas de ahorro y hasta la ONCE.

INMUDENSA posee las fincas, CIUNSA y INUNSA reciben los créditos oficiales. Les encanta enmarañar siglas, multiplicar consejos de administración con mucho “miembro” honorífico que ni pincha ni corta, y cambiar periódicamente los nombres de sus empresas. Es otra estrategia empresarial del Opus Dei, no llamarse siempre igual.

De vez en cuando un cambio para despistar, así el grupo Recoletos de medios de comunicación se ha transformado en Unidad editorial si no me equivoco.

En su día CEFASA, centros familiares de enseñanza, los colegios andaluces del Opus Dei, pasó a llamarse ATTENDIS. Y como detrás de los nombres de los que presiden no figura su pertenencia a nada, van nadando y despistando a cualquiera que no se tome la molestia de seguirles la pista durante años. Tienen que evitar a toda costa que el pueblo asocie los nombres de sus empresas con el Opus Dei.

Un hurra para Miguel Angel Muez que por fin ha decidido no irse de este mundo sin dejar testimonio de los desmanes cometidos en Pamplona. Estas cosas no se sabían ni se hablaban en Pamplona cuando yo fui captada. El silencio sobre el Opus Dei durante todos estos años ha sido sencillamente ominoso.

Ana A

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Víctor Moreno. Humanismo

humanismoConozco a personas que culpan a los demás de las tragedias que destrozan países que, en ocasiones, ni siquiera el inculpado sabría localizar en un mapa. Estas personas, cuya sensibilidad social por lo colectivo es exquisita, poseen un discurso tan elaborado de las causas, de los efectos y de las responsabilidades, subyacentes en cualquier tragedia humana, que parecen expertos en teología de la globalización. Están convencidos de que, sin excepción, todos somos responsables de lo que pasó en Yugoslavia, en Kosovo, en Sierra Leona, en Indonesia, en Haití, en Japón y de lo que volverá a pasar en Nicaragua, Salvador, la India, Pakistán, Japón y Haití. El mismo error de perspectiva analítica padecen quienes dicen: “Todos somos Pepito”, “Todos los días son 25 de noviembre” y “Todos somos Mariluz”. ¿De verdad? ¡Pues qué bien!

Una cosa es que te encorajinen ciertas injusticias perpetradas contra personas a quienes aprecias por distintos motivos y muy otra elevar ese sentimiento, no sólo a categoría de identidad, sino a mecanismo explicativo universal de lo que ocurre. Si tal transferencia psicológica funcionara de verdad, andaríamos todo el santo día como saltimbanquis dialécticos: “ahora soy Catalina, ahora López Calle, ahora Roth Beporé (inmigrante sin papeles)”, y a todas horas, el doble o el clónico de quienes sufren y pertenecen a nuestra camada ideológica. No digo que haya que renunciar al sentimiento, causa inmediata de las propias afinidades selectivas, pero sugiero que establecer como categoría general algo que sólo posee una base particular me parece engañoso. Con frecuencia este sistema ideológico-sentimental es en el que se mueven algunas onegés y muchos colectivos.

Alguna vez he dicho que cuantas más onegés haya, peor irá el mundo en materia de justicia. Más aún: “Dígame cuantas onegés hay en un país y le diré cuanta injusticia estructural se mueve en él”. En eso, las onegés son necesarias. Revelan directamente que el mal en el mundo no deja de aumentar, pero, también, y por desgracia, la inutilidad de los parches en que ellas mismas traducen su solidaridad pragmática. Sirven para edulcorar los problemas, pero como dice El Roto, “edulcorar los problemas sólo sirve para extender la diabetes”.

No pido el harakiri de las onegés. No. Pero me gustaría que el dinero de los contribuyentes no se convirtiera en bolsas o huchas de la caridad para mitigar tanto dolor y tanta miseria.

La caridad es un síntoma que oculta muchos problemas estructurales de injusticia permanente que produce el poder, en especial, el instalado en bases neoliberales. El cristianismo, en este sentido, ha sido la peor escuela posible, contribuyendo con sus enseñanzas de la caridad a dejar intactas ciertas estructuras de injusticia social. En una sociedad, supuestamente secularizada y constitucionalmente aconfesional como la nuestra, que existan entidades como Cáritas u Onegés confesionales, lo que significan es que el poder económico, además de sentirse preso de planteamientos supuestamente teológicos, se siente muy cómodo con ellas. Parecen sus administradores.

Resulta tan repugnante como cínico el espectáculo del poder ante las catástrofes de países devastados, en ocasiones, como la India, Haití o Japón. ¿Cómo es posible que a estas alturas tengan que estar pendientes de la caridad mundial, sea de gobiernos, de Onegés, en su mayoría dependientes de un credo transcendental, o de individuos en pelo cañón, para mitigar los males provocados por un devastador terremoto?

Es inaudito que no se haya creado todavía una organización mundial de asistencia sanitaria en situaciones de catástrofes o de hambrunas. Es indignante que la ONU disponga de una organización militar como la OTAN, capaz de apabullar a un país entero, someterlo a “democracia” -es un decir- y “arreglar” su situación política en un pis pas –es otro decir-, mediante el acomodo de una invasión militar, y que, por el contrario, no haya sido capaz de crear una Organización Mundial de Asistencia Sanitaria ante las catástrofes que se suceden y sucederán en cualquier país del mundo. ¿Cabe mayor idiotismo moral?

Y hablarán de humanismo. ¿Humanismo? Cuando lo hacen, como ha sido el caso reciente de varios prebostes políticos de gobiernos europeos, recuerdo lo que Foucault advertía in illo tempore de dicho concepto: “”Entiendo por humanismo el conjunto de discursos a través de los cuales se le ha dicho al hombre occidental: “Aunque no ejerzas el poder, puedes no obstante ser soberano. Mejor aún: cuanto más renuncies a ejercer el poder y más te sometas al que te impongas, más soberano serás”. El humanismo es quien ha inventado todas estas soberanías sometidas, tales como el alma (soberana en el orden de los juicios, sometida al orden de la verdad), la libertad fundamental (soberana interiormente, pero que consiente y está “de acuerdo con el destino” exteriormente), el individuo (soberano  titular de sus derechos, sometido a las leyes de la naturaleza o a las reglas de la sociedad). En resumen, el humanismo es todo aquello con lo que, en Occidente, se ha prohibido querer el poder y se ha excluido la posibilidad de tomarlo” (Michel Foucault, Actuel, 14, abril de 1971).

No quiero sospechar de las motivaciones o intenciones éticas o morales que pueda haber detrás de esas limosnas. La conciencia, al fin y al cabo, es muy particular, como el bazo, y cada uno atempera sus escozores, según le viene. No, no me molestan las ONG, pero, a veces, confieso que se meten en camisa de once varas cuando te increpan por ejemplo: “Que nadie diga que no está enterado, que nadie diga que no se puede hacer nada”.

Estos predicadores son inaguantables. Y en el terreno político-social son peste intentando crear mala conciencia en el paisanaje. Ignoran que, para que cierta gente se pueda dedicar a actividades dignas de un samaritano, es necesario que el resto se entregue, sin alharacas de ningún tipo y sin pertenecer a ninguna organización, a cumplir con el trabajo diario, lleno de rutinas y de frustraciones, también de alegrías, claro.

No afirmaré que la caridad y las ONG sean producto directo de este humanismo que denunciaba Foucault, pero da que pensar. En fin. Cada día que pasa me convenzo más de que disponemos ciertamente de una fuente de energía sin explotar: la desfachatez de quienes no tienen medio dedo de frente y gobiernan el mundo. Y cada vez entiendo mejor aquel “pensamiento despeinado” de S.J. Lec que decía: “¿Un mundo sin psicópatas? Sería anormal”. Y quien se dé por aludido por lo de anormal, pues eso: que se lo haga mirar.

Sobre el autor del artículo: Victor Moreno

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Joseba Sarrionandia: “Zertarako behar dut elefante zuri bat?”

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Elkarrizketa arras interesgarri bat dakargu osorik eta gordinik: Marie Darrieussecq idazleak Joseba Sarrionandiari eginikoa da aurtengo Urtarrilaren hastapenean, ETAk azken menia eman bezperetan. Sortu bezala dago, apaildurarik batere gabe. Batak frantsesez egiten du galde, besteak gaztelaniaz du erantzuten. Euskal Herriko seme eta alaba, biak idazleak, erdaren bidez dira komunikatzen. Elkarrizketa honetan oinarriturik,  Les Inrockuptibles aldizkariaren paperekoan argitaratu zuen moldaketa bat Darrieussecqek eta Zuzeuk argitaratu zuen euskarara itzulita. Gaur osorik dakargu elkarrizketa hura, egilearen baimenarekin.

Batek: “Tu vois : nous sommes deux Basques, et tout de suite je te demande : dans quelle langue pouvons-nous nous parler ?” (Ikusten? Bi euskaldun gara eta berehala galdetzen dizut, zein hizkuntzatan gaitezke mintzo?” Besteak: “Te escribo en español, porque leo en francés, pero ni lo escribo ni lo hablo bien“. (“Espainolez idazten dizut, frantzesez irakurri irakurtzen baitut, baina ez idatzi ezta hitz egin ere”).

Eta hala, ia oharkabean, ehuntzen dute bi idazle handiren arteko solasa. Guk euskaratu baizik ez duguna egin,  eta bere horretan utzi.

Marie Darrieussecq- Ez ditut zorigaiztokoak afusilatu lubakien hondoetan” idatzi zuen Ensenine-k, eta horri buruz  Madmelstam-ek esaten zuen “Hara hemen benetako idazlearen kanon poetikoa“. Badakizu, Joseba,  Mandelstam gulag-ean hil zela, Stalinek jazartua (Joseph zuen izena, zeuk bezalaxe; Ovidioren irakurle sutsua ere izan zen, halaber). Ez zuen arma bat ukitu izan nahi. Aitzitik leihotik egin zuen salto, bizirik irten bazen ere (“salto bat hutsean/ arrazoia dut aurkitu”. Zer diozu zuk honetaz? Zer diozu gaur, armak eskutan hartzeari buruz?

– Joseba Sarrionandia: Nik armak hartu ditut, bai. ETAkoa izan ez banintz Espainiako Armadakoa nintzatekeen, izan ere, soldaduska derrigorrezkoa zen. Gutxienez hori saihestea lortu nuen. Pasadizoa kontatuko dizut. 1981eko otsailean Carabancheleko kartzelan preso nintzen eta nire lagun bat ere Madrilen ari zen soldaduskan. Egunak atxilotu antzera igarotzen zituen, garai hartan errekluta euskaldun gehienak susmagarritzat jo eta zainpean izaten zituzten eta. Noski, hark nahiago zuen ziegan egon soldaduska egin baino, behintzat marraztu eta idatzi egiten baitzuen. Bapatean, otsailaren 23an dei egin zioten eta Tejeroren estatu kolpean parte hartu behar izan zuen hiriko kaleetan tankean patruilatuz. Berak esan ohi dit kartzelatik hurbil pasatzean nitaz gogoratzen zela eta ezin zezakeela sinestu ere egin.

Armak, izatez, hondamendia iruditzen zaizkit. Atzera bueltarik ez duenarekin jolasten da armekin. Armak ez dira objektu neutroak, aldez aurretik hartutako erabakiak dira. Lewis Mumford-ek teknika “demokratikoak” eta teknika “autoritarioak” bereizten zituen. Armak teknika autoritarioen barnean daude, botere-tresnak dira. Are gehiago  edozein erakunde demokratikok baino botere gehiago duen megateknika eta industria bilakatzen direnean.

Hala eta guztiz ere, armak soinean hartzea ezin da era abstraktuan epaitu. Nazien aurkako erresistentzian dagoena, Argeliara 1957an bidalitako soldadu frantziarra, okupazio indarren aurka egitea erabakitzen duen afganiarra. Bada yaki indioen esaera bat hala dioena: norbait epaitu aurretik haren sandaliekin ibili behar zara bi astez.

Gainera, nahiz eta ordezkarien bidezko eran izan, herritarren gehiengo handiak modu aktiboan hartzen du parte bizi garen gizarte armatu eta indarkeriazko honetan. Hiritargoak zergak ordainduz sostengatzen ditu poliziak eta armadak. Kalkulatu da lehen munduko estatuen gastu militarra 1.339.000 milioitara heltzen zela iaz. Palestinar etsitu batek harria botatzen badu, ordea, hori terrorismoa da. Milioika dolar erabiltzen dira agintzen duenaren aldeko propagandan eta kontuak disimulatzeko.

MD- Litekeena al da bizitzea—edo Martin Larralde bezala hiltzea—, geografiako liburuetan agertu ere egiten ez den herritik urruti?

JS- Geografiako liburuetan ez dagoen herria Euskal Herria al da? Nazio-estatuen pribilegio grafikorik ez duen herria da, tintak paperean argitasunez markatzen duen muga hori ez dauka, estatuak goraipatzen dituzten kolore horiek ez ditu erakusten. Euskal Herria ez da modu horretan existitzen, beste modu batzuetan bai ordea.

Martin Larralde bizi osorako zigorra galeretan igarotzera zigortu zuten Hazparneko nekazaria izan zen. Pauen preso zela, sententzia ezagututakoan,  Galerianoaren Kantuaren hamaika estrofak. Gero Rochefortera mugitu zuten eta 1816an haren arrastoa itsasontziren batean galdu zen. Garai hartan galeretara zigortua izateak heriotza zigor atzendua esan nahi zuen.

Niri kartzela eta erbeste luzea egokitu zitzaizkidan eta Martin Larraldek baino abesti gehiago idazteko zortea izan dut. Ruper Ordorikak abesten duen poema ere idatzi nuen, Lapurdiko bideetan haren itzala erdikusi bainuen.   Nire herritik urrun bizi ahal izan naiz, euskal izenik gabe, jakina, euskaldunarena susmoak pizten dituen identitatea baita. Ez da posible bakarrik izan, saihestezina ere izan baita bizimodu hori niretzat.

Literaturak nolabait beste bizitza batzuk bizitzeko aukera ematen dizu,  beste bizitza idurizko batzuk.

MD- Bi euroko galdera: zer da euskaldun izatea?

JS-Euskalduna izatea ez da gizaki izateko beste modu bat besterik. Frantziarra izatea bezala. Txekiarra izan zaitezke, homosexuala, suhiltzailea, asmaduna, gizaki izateko askotariko erak daude eta gauza asko izan zaitezke batera, aldi berean baldintzatua, baina aukerak hartzeko aske ere bai.

Bada esaten duenik euskalduna izateagatik ezberdina zarela. Alderantziz adieraztea arrazoizkoagoa dela uste dut: euskaldun izateak besteak bezalako egiten zaitu. Euskaldun izateak ez du arazorik adierazten, ez eta ezer berezirik ere. Arazoa hasten da modu batera edo bestera eragotzi edo euskaldun izatea mugatzen dizutenean. Niretzat, eta baita beste euskaldun askorentzat ere, derrigorrez espainiar izatea traumatikoa izan da eta horren aurka errebelatu gara.

Estatu espainiarrak uste du espainiar eginez mesede egiten digutela euskaldunoi, eta, gainera, ezin dela beste inola ere izan. Euskalduna espainiar izan behar dela hiritar arrunta izateko. Nik ez dut era behartu horretan espainiar izan nahi.

Guk zapalketa gisa bizi duguna beste batzuek normaltasunez bizi dute, naturala balitz bezala. Ni Frantzian nintzen Coluchen kanpainan. Coluchek beste hautagai guztiak batuta baino egia gehiago esaten zituen. Gogoan dut haren esaldietako bat: (“Je l’ai pas violé. Violer, c’est quand on veut pas. Moi, je voulais!”) (“Nik ez dut bortxatu. Bortxaketa, nahi ez denean izaten da, eta nik nahi nuen!) Hala hitz egin du betidanik botereak. Filosofo ilustratuek —tartean Voltairek berak—, askatasunaren ideia abstraktua goraipatzen zuten, baina aldi berean beltzen esklabutza arrazoizko eta, areago, beharrezko jotzen zuten. Beltz esklabuaren iritziak ez zuen lekurik. Zer esan zuten gero alemaniako juduek? Zer esan dezakete orain afganiarrek? Zer diote langabetuek? Zer diote emakumeek hainbeste lekutan? Zer diote etorkinek?

Moi je voulais” esaten zaigu euskaldunoi ere, nahiz eta guk nahi ez izan. Noski gure herria plurala dela eta askotariko ikuspuntuak daudela, horregatik beragatik eskatzen dugu guk nahi duguna izateko eskubidea. Nik uste gure erresistentzia balore unibertsalaren bilako beste mugimenduen parte dela, erabakitzearen askatasunaren aldekoa, alegia.

MD– Euskal poeta izatea ez da kondena bat? Ez duzu ingelesez idatzi nahi, munduan ezaguna izan eta milaka irakurle arraiok irakur zaitzaten? (“Quelques milliers de putains de lecteurs“) (sic).

JS- Niretzat idaztea pentsatzeko modu bat da, pentsamendua eta oroimena antolatzeko era. Baita irudimen kontrafaktualeko ariketa bat ere. Oraindik hilik ez egotea da, eta, nolabait, bizi garen espaziontzian parte hartzea. Ospea ez zait interesatzen. Pas de nouvelle bonne nouvelle esaten da, ezta? Egunkarian agertzea berri txarra litzateke seguruenik. Euskal autore baten irakurleak milaka gutxi batzuk dira, baina nahikoa direla deritzot. Ezin da hainbeste jende ezagutu ere egin. Ez dut uste 100.000 irakurle izatea berez 1.000 izatea baino hobea denik, hilean 10.000 dolarrekin 1.000rekin baino askoz hobe bizi ez dela pentsatzen dudan modu berean. Dirurik gabeko maitale zoriontsuak ikusiak ditut. Ikusi ditut lau telebista baino interesgarriagoak diren ipuin kontalariak eta inork grabatzen ez dituen abeslariak. Nahiago dut bizpahiru pertsonarekin elkarrizketan izan ikuskizun batean parte hartu baino.

Zertarako nahi dut nik elefante zuri bat? Uste da ospea, aberastasuna eta hori guztia adierazten duela. Baina norbaitek baliogabetu nahi bazaitu elefante zuria oparitzen dizu. Gustatzen zaidana idazten dut, apalki, bidezkoa iruditzen zaidana. Inork ez dit elefante zuririk oparitu eta pribilegiatua sentitzen naiz.

MD- Ba ote duzu ezer frantziarrei esateko? Zer da zuretzat frantziar bat? Eta idazle frantses bat? Irakurtzen al dituzu idazle frantziar garaikideak?

JS- Mutiko  nintzela, frantsesetik itzuli nuen Marcel Schowben “Haurren gurutzada”. Itzulpena galdu egin zela uste dut eta ez da argitaratu.  François Villon-en poesiak ere itzuli nituen, Urkatuaren balada, esaterako. Jean Arp-ena gauza bat berriz, gogoan dut: elefantea milimetroaz maitemintzen zenekoa.

Soziologia ikasten nuenean Durkheim sarri irakurri nuen, baita Levy Strauss, Barthes, Foucault…

Frantziarra zer den galdetzen didazu? Bere burua frantziartzat duen hori, euskalduna bere burua euskalduntzat duena den bezala, edo bere burua kurdu gisa ikusten duena bezalaxe. Frantziar dira, halaber,  gauzei ofizialtasuna eman eta nortasun-agiriak banatzen dituen estatuarekiko harremana dutenak. Hizkuntza eta kultura oso garatu batean parte hartzea ere esan nahi du. Charles Peguyk literatura frantziarra soilik irakurtzen zuela zioen, literatura gutxitatik ulergarria da boutade hori.

Azken aldian irakurri ditut Frantzia estatu nazional bihurtzeari buruzkoak, ilustrazioko filosofoak, literatura koloniala edo frantzieraz idazten duten Ipar Afrikako idazleak jorratzen dituzten kontuak. Izan ere, kolonialismoa Marokon izan zenari buruz ikertzen ari bainaiz. Ez nago literatura frantziar berriari buruz informatuta.

MD- Zu judua ere izan zintezkeen, beltza edo, are okerragoa dena, emakumezkoa. Baina soilik zara saharar bat. Zergatik ez du inork sekula Euskal Herriaz hitz egin? (Iruditzen zait hau aldatzen ari dela azkenaldion…). 80 hamarkadan, Baionako nire irakasleak Txiapas edo Nikaraguari buruz baizik ez ziren mintzo… Urte hauek guztiak pasatu behar izan dira ohartzeko gure artean bazirela euskaraz zekitenak ere, baina EZ GENIOLA ELKARRI HALAKORIK ESATEN.

JS- Espainolez jakin gabe joan nintzen eskolara laupabost urte nituela. Gogoan dut burdinezko atea, nire ama mojaren aurrean barkamena eskatzen. Etxeko hizkuntza ezkutatu beharreko akats gisa, bizitza publikotik ezabatua. “Mendiko hizkuntza”, hiriguneetatik kanporatua. Bakoitzaren hizkuntza ahaztea kultura eta zibilizazio formakuntza balitz bezala, herri oso baten drama.

“Demokrazia organiko” deitzen zitzaion glotofagia barne hartzen zuen hari. 13 edo 14 urterekin  ezin nuen espainieraz ez zekiten nire aitona-amonekin hitz egin. Euskaldunen belaunaldia oso bat ohartu zen hartaz, hori ez zela ez normala ezta naturala ere, zapalduak ginela eta hizkuntza berreskuratzearen borroka Francoren diktaduraren aurkako borrokarekin lotu zen.

Estatuaren menperatze indartsuaren harreman horretan bizi izan gara euskaldunok,  naturala balitz bezala disimulaturik. Eta horretan dihardugu. Dominazioaren kontra, amnesiaren kontra. Espainiera ikasi nuen Durangoko Neverseko mojen kolegio hura, emakume-kartzela izan zen Gerra Zibilaren amaiera aldera. Ez nuen bi urte beranduago arte jakin. Hara hor boterea amnesia, gorreria eta itsutasuna sortzen.

“Marrakech” izeneko artikulu gogoangarria idatzi zuen George Orwellek ikusezintasun sozialari buruz. Marrakexera heltzen den turistak kontatu diotena ikusten du, ez da parean duena ikusteko gai. Gauzak telebistaren bidez ezagutzen dituen edonongo turistaren miopia bisuala da. Ondo-ondoan gertatzen denarekiko gortasun bisuala ere bada.

Esku-langilearen ikusezintasun soziala, txiroarena, baztertuarena. Hainbeste jende ia mutu eta inguruan ia ikusezin, eta arazoa ikusten ez dutenek behin eta berriz edonon errepikatzen duten “moi je voulais” lelo hori.

MD- Atsegin dut ez dakit non esaten duzunean ez dituzula etsaiak gorrotatzen, baina ez dituzula defendatzen dituzunak ere maite. Gaur egunean ere bai?

JS- Yeatsen poema bateko hitzak dira: hegazkin-piloto irlandar batek lehen mundu gerran bere heriotza helduko dela susmatzen du. Robert Gregory da, Lady Gregoryren seme eta irlandarren borrokaren aldeko militante, baina Italian eroritako ingelesen hegazkin indarren soldadu. Kontrako norabidean,  baina aldi berean ez hain desberdina Roger Casementena izan zen. Inperio Ingelesaren funtzionaria izan zen, baina Kongo eta Amazonian kautxoaren sukarrean egindako sarraskiak salatu zituen. Gerra hartan beste bandoa aukeratu zuen, independentista irlandarrena, eta, horregatik, afusilatu zuten ingelesek.

Nik orain esango nukeena da menpeko harremanek giza duintasunarentzat zailak diren egoeren aurrean jartzen dutela jendea. Botere harremanak alde askotatik dira ikaragarriak mundu osoan. Orain hamarkada bat arte gailentzen zen kontzientzia aurrerakoia ahulduta dago. Askatasuna, berdintasuna eta elkartasunaren ordez, “In God in Gold and in Colt we trust” diote agintariek. Pertsonei dagokionez, ez daukat esateko handirik ez bada ostera ere lehengo kontua, alegia, indio yakien “besteen sandaliena” .

http://zuzeu.com/2011/06/08/joseba-sarrionandia-zertarako-behar-dut-elefante-zuri-bat/

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Manuel Delgado. El peligro ciudadanista

(Intervención en la acampada del movimiento 15M en la plaça de Catalunya de Barcelona, la mañana del 20 de mayo de 2011)

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“Ara no es fa, pro jo encara ho faria” (Joan Salvat-Papasseit)

Las personas que coordinan las actividades en la acampada del movimiento 15M en la Plaça de Catalunya de Barcelona me invitaron ayer por la mañana a hacer una intervención en la plaza Tahrir, uno de los puntos de encuentro en los que el espacio ocupado ha sido organizado, siguiendo el plano que aparece en la fotografía que acompaña la entrada, tomada de http://www.btvnoticies.cat/. Este fue el texto que empleé como base de lo que expuse públicamente y de la discusión que se suscitó después sobre las perspectivas que debe enfrentar la protesta si no quiere desvanecerse a medida que su protagonismo mediático vaya decayendo.

Todo el mundo parece interesado en esclarecer qué tipo de fenómeno se está produciendo estos días en las ciudades españolas, en plazas como estas, en las que personas como nosotros expresamos nuestro descontento ante la situación que padecemos. Me gustaría profundamente decir y creer que estamos ante un movimiento cuya característica principal, y la fuente de la inquietud que parece generar, tiene que ver con la dificultad a la hora de someterlo a una tipificación clara, resultado de su renuncia a los principios de identidad e identificación propios de un sistema que exige que sus interlocutores se presenten siempre como instancias orgánicas inconfundibles con las que se posible negociar. Un poco, si se me permite, a la manera de aquella canción de La Polla Records que seguro que muchos conocéis: “¡No somos nada! / ¡No somos nada! / Quieres identificarnos, tienes un problema”. Pero eso es lo que me gustaría pensar y decir, pero no estoy seguro de poder hacerlo sin sentir que estoy haciéndoos una concesión injusta, cuyo objetivo sería sólo el de obtener vuestro aplauso.

En realidad, lo que pienso –y temo– es que esta movilización se pueda homologar como un episodio más de lo que podríamos llamar el movimientismo ciudadanista. El ciudadanismo es la ideología que ha venido a administrar y atemperar los restos del izquierdismo de clase media, pero también de buena parte de lo que ha sobrevivido del movimiento obrero. El ciudadanismo se concreta en un conjunto de movimientos de reforma ética del capitalismo, que aspiran a aliviar sus efectos mediante una agudización de los valores democráticos abstractos y un aumento en las competencias estatales que la hagan posible, entendiendo de algún modo que la explotación, la exclusión y el abuso no son factores estructurantes, sino meros accidentes o contingencias de un sistema de dominación al que se cree posible mejorar moralmente. El ciudadanismo no impugna el capitalismo, sino sus “excesos” y su carencia de escrúpulos,

El ciudadanismo suele concretarse en movilizaciones masivas destinadas a denunciar determinadas situaciones consideradas injustas, pero sobre todo inmorales, y lo hace proponiendo estructuras de acción y organización lábiles, basadas en sentimientos colectivos mucho más que en ideas, con un énfasis especial en la dimensión performativa y con frecuencia “artística” o festiva. Prescindiendo de cualquier referencia a la clase social como criterio clasificatorio, remite en todo momento a un difusa ecumene de individuos a los que unen no sus intereses, sino sus juicios morales de condena o aprobación.

Los movimientos sociales ciudadanistas no dejan de ser revitalizaciones del viejo humanismo subjetivista, pero aportan como relativa novedad su predilección un circunstancialismo militante, ejercido por individuos o colectivos que se reúnen y actúan al servicio de causas muy concretas, en momentos puntuales y en escenarios específicos, renunciando a toda organicidad o estructuración duraderas, a toda adscripción doctrinal clara y a cualquier cosa que se parezca a un proyecto de transformación o emancipación social que vaya más allá de un vitalismo más bien borroso, acuerdo de heterogeneidades inconmensurables que, no obstante, asumen articulaciones cooperativas momentáneas en aras a la consecución de objetivos compartidos.

Esas formas de movilización prefieren modalidades no convencionales y espontáneas de activismo, protagonizadas por individuos conscientes y motivados, pero desafiliados, que viven la ilusión de que han podido escapar por unos momentos de sus raíces estructurales, desvinculados de las instituciones, que renuncian o reniegan de cualquier cosa que se parezca a un encuadramiento organizativo o doctrinal,  que proceden y regresan luego a una especie de nada aestructuda y que se prestan por unos días u horas como elementos primarios de uniones volátiles, pero potentes, basadas en una mezcla efervescente de emoción, impaciencia y convicción, sin banderas, sin himnos, sin líderes, sin centro, movilizaciones alternativas sin alternativas que se fundan en principios abstractos de índole esencialmente moral y para las que la conceptualización de lo colectivo es complicada, cuando no imposible.

No sé si será casual que una de las figuras predilectas para ese individualismo comunitarista o de ese comunitarismo individualista, basado en la sintonía sobrevenida entre sujetos, sea la de la red. Entonces uno piensa en las virtudes de internet y las formas de sociabilidad que propicia, paradigma de relación reticular, paraíso dónde se ha podido hacer palpable por fin la utopía de una sociedad de individuos desanclados y sin cuerpo, en un universo de instantaneidades, una solidaridad empática basada en el diálogo y el acuerdo sincrónico entre personas individuales con un alto nivel de exigencia ética consigo mismas y con el mundo. Un paraíso de comunicación pura.

Entre otros efectos, este tipo de concepciones de la acción política al margen de la política se traduce en la institucionalización de la asamblea como instrumento por antonomasia de y para los acuerdos entre individuos que no aceptan ser representados por nada ni por nadie. Esta forma radical de parlamentarismo se conforma como órgano inorgánico cuyos componentes  se pasan el tiempo negociando y discutiendo entre sí, pero que tienen graves dificultades con negociar o discutir con cualquier instancia exterior, porque en realidad no tienen nada que ofrecer que no sea su autenticidad comunitaria y que es más intralocutora que interlocutora.

El activismo de este tipo de movimientos se expresa de modo análogo: generación de pequeñas o grandes burbujas de lucidez e impaciencia colectivas, que operan como espasmos en relación y contra determinadas circunstancias consideradas inaceptables, iniciativas de apropiación del espacio público que pueden ser especialmente espectaculares, que ponen el acento en la creatividad y que toman prestados elementos procedentes de la fiesta popular o de la performance artística. Se trata, por tanto, de movilizaciones derivadas de campañas específicas, para las que puede establecerse mecanismos e instancias de coordinación provisionales que se desactivan después…, hasta la próxima oportunidad en la que nuevas coordenadas y asuntos las vuelvan a generar poco menos que de la nada. Cada oportunidad movilizadora instaura así una verdad comunicacional intensamente vivida, una exaltación en la pesadilla de las relaciones de producción, las dependencias familiares o de los servilismos estructurales que conforman nuestra realidad se han desvanecido por unos momentos o incluso días.

Se genera así, durante el lapso en que la movilización se producem una especie de refugio en que vivir una emancipación en última instancia ilusoria de la gravitación de las clases y los enclasamientos, una victoria momentánea de la realidad como construcción interpersonal sobre lo real como experiencia objetiva del mundo.

Lo que intenté en mi intervención es advertir de que, en efecto, la gran movilización en marcha estos días devenga un ejemplo de este tipo de grandes convulsiones colectivas inspiradas y orientadas por lo que en la práctica puede ser una mera crítica ética del orden económico y político que padecemos, estructurado vagamente en torno a una no menos vaga denuncia de una entidad abstracta, casi metafísica, que es “el sistema”. En Barcelona hemos conocido varios ejemplos de este tipo de movilización tan potente como efímera, que se ha desvanecido en la nada en cuanto los medios de comunicación la han dejado de atender el colorista espectáculo que deparaban. Desde luego el movimiento contra la guerra de Irak en el 2003 sería un paradigma de ello, pero también lo serían las movilizaciones estudiantiles contra el plan Bolonia en marzo de 2009, que alcanzaron puntas importantes de dramatismo social, pero que, al cabo de unas semanas de su algidez en el desalojo del rectorado de la Universitat de Barcelona, se extinguieron sin dejar tras de sí otra cosa que un vació y una inanidad de la que todavía somos víctimas en las universidades catalanas.

Así pues se plantea como urgente la cuestión de qué hacer cuanto la intensidad de la emoción colectiva que nos reúne ahora y aquí se vaya amortiguando y cuando –y no quepa duda de que esto ocurrirá dentro de unos días– los medios de comunicación dejen de considerarnos “interesantes” y los políticos de expresar una vaga simpatía y comprensión ante el malestar que nos congrega esta mañana aquí. Es la discusión política y la imaginación colectiva a las que, estos días y en esta y otras plazas, les corresponde concebir y organizar un camino que convierta este escándalo ante lo real en energía histórica.

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Víctor Moreno. Leyendo a los fachas

jorgevigonEn 1957, los escritores franquistas se relamían de gusto haciendo hagiografías con el olor a mierda que destilaban los cuerpos de ciertos militares sublevados en 1936 contra el gobierno de la II República, legítima y democráticamente constituido. Y si estos escritores eran militares –valga el oxímoron-, el resultado aproximado no podía ser otro que la imagen sinestésica de la explosión por los aires de una letrina pública.

En realidad, no podría ser de otra manera, porque la impunidad y la autosuficiencia con que estos escritores contaban lo que supuestamente sucedió antes, durante y después del golpe militar, era absoluta. Sabían que en 1957 nadie les replicaría ni nadie les echaría en cara la falsificación que estaban perpetrando con más premeditación y con más alevosía que la que se acostumbra en un crimen abyecto. Porque nadie como los militares sabía cómo se coció, cómo se desarrolló el golpe militar, y cómo se aplicó el régimen de terror, implantado por Mola, durante y después de la guerra. Nadie como ellos conocían los crímenes que se cometieron bajo su imperativo categórico.

De ahí que resulte de lo más didáctico y esclarecedor leer a estos militares metidos a escritores cuando elevan a categoría de héroes a energúmenos de la calaña de Franco y Mola.

Cuando escriben, no tienen pelos en el paladar para contar de ellos todo lo que nunca hubiéramos sospechado que podrían llegar a ser y hacer. Estos militares confunden burradas y crímenes impunes con virtudes épicas.

Hace tiempo, compré en una librería de viejo varios libros firmados por militares, cuya finalidad era glosar a otros congéneres de su casta. Estos libros formaban parte de una colección presentada bajo el epígrafe de “La epopeya y sus héroes”. La Epopeya era la Guerra Civil, claro. En esta colección de émulos de Aquiles y del Cid figuraban granujas como Franco, calificado como “Centinela de Occidente”, J. A. Primo de Rivera, Calvo Sotelo, Ledesma, Sanjurjo, Queipo, Varela, Millán Astray, la División Azul, El Requeté y hasta un libro –“Acción de España en América”-, de Florentino Pérez Embid, opusiano, y padre del actual presidente del Real Madrid.…

El dedicado a Mola se titula “General Mola (El Conspirador”), y está editado, como el resto, por la Editorial AHR, (Barcelona, 1957). Su autor fue el general Jorge Vigón Suerodíaz, militar, claro, y con el tiempo ministro de Obras Públicas, merced de Franco, con quien fue uña y carne. No extrañará que también obtuviera el Premio Nacional de Literatura en 1950 y el Nacional de Periodismo en 1949.

Él, y su hermano Juan, ambos militares de carrera, cuando llegó la proclamación de la II República, acogiéndose a la ley de Azaña (Decreto de 25 de abril de 1931), pidieron la excedencia voluntaria, pero perdieron el culo para reincorporarse en cuanto supieron lo del Golpe, que, por saberlo, lo fue prematuramente, exactamente, en marzo de 1936. Cabe recordar que Juan Vigón sería uno de los treinta y cinco altos cargos del franquismo imputado por la Audiencia Nacional –auto del 16 de octubre de 2008- en el sumario instruido por Garzón, por los delitos de detención ilegal y crímenes contra la humanidad cometidos durante la guerra civil española y en los primeros años del régimen, y que no fue procesado al comprobarse su fallecimiento.

Como digo, resulta higiénico leer a este militar gallego, no porque su prosa sea una maravilla, que no lo es, sino porque cuanto más se esfuerza en alabar a su biografiado, Emilio Mola Vidal, más hijoputa se me presenta éste. Lo mismo sucede con las figuras que glosa de forma hagiográfica: Garcilaso, director de “Diario de Navarra”, y brazo corrupto de Mola, el conde de Rodezno, y un largo etecé que da dentera pronunciar.

E. Mola Vidal, al que se le dio el mando de la 12ª Brigada de Infantería que llevaba aneja la Comandancia Militar de Pamplona, llegará a la capital del Viejo Reino el 15 de marzo de 1936. Según cuenta Vigón, desde mediados de enero se sabía que existía una conspiración militar, chispa prendida en la guarnición de Pamplona. Quienes la habían encendido fueron los militares Vicario, Lastra, Barrera y Moscoso, “cuyos nombres se registraron en una lista en clave”.

Cuando Mola fue requerido por el Gobernador Civil, Mariano Menor Poblador, para que le pusiera al corriente de la situación de Navarra, en todo momento le aseguró que la provincia era una balsa de aceite, y que todos los militares cumplían con sus deberes con la República. Cuando el general Batet, inmediato superior de Mola, sospechando de las intenciones de éste, le requirió concertar una entrevista para cerciorarse de que “no se saldría de la supuesta legalidad republicana”, el militar golpista –el encuentro tuvo lugar en monasterio de Irache-, le dio todas las seguridades y garantías de que “ni él conspiraba ni sabía de ninguna conspiración en marcha”. A los días, el cabrón de él daba el golpe. Para mayor irrisión lo recordaría más tarde con estas palabras: “Yo en aquella ocasión le mentí a Batet a conciencia de que por encima de mi palabra y de mi honor estaba el interés de España”.

La verdad es que Vigón posee una virtud narrativa sobresaliente. Convierte en detritus lo que alaba y eleva a virtud lo que desprecia. Esto último lo hace cuando se refiere al comandante Rodríguez Medel, “el único sujeto que hubiera podido evitar que Mola diera la orden de la sublevación”. Detalle curioso. Cuando Vigón habla del resto de los militares todos son señores y excelentísimos. Cuando tercia sobre Rodríguez Medel, que era comandante, lo llama sujeto. Y al describir su compromiso con la República, lo hace de este modo: “Rodríguez Medel, que desde el primer momento hizo patente su devoción republicana, traducida libremente en infracciones de ciertas prácticas militares, que, a su tiempo, hubieron de ser corregidas por el General. Pero deseoso Mola de evitar, en lo posible, violencias, llegó a pensar que podría obtener llegado el momento, la dócil sumisión de Medel” (Cursiva es mía).

Lo que Mola ignoraba era que el honor, la palabra y el interés de aquel comandante sí estaban por la España republicana. Mola se entrevistó con Rodríguez Medel la misma mañana del 18 de julio de 1936. Como enseguida comprobó que por las buenas el comandante no cedía, Mola le advirtió por las malas que dicha resistencia podría ser fatal para él. Al salir del Palacio de Capitanía, dice Vigón que lo hizo “sin la menor dificultad, pese a que eran muchos los que, no habiendo mediado la orden más severa de Mola en contra, hubieran estado dispuestos a eliminarlo y deseoso de hacerlo”.

El desenlace ya lo sabemos. Rodríguez Medel “fue muerto” –muerto, dice, no asesinado- “por sus subordinados”. Se cumplió lo que Mola le había anunciado por las malas… Por lo que cabe sospechar que la orden de su muerte ya estaba dada en el caso de que R. Medel dijera que no a Mola.

Moscoso y compañía fueron sus ejecutores, pero quien así lo dispuso fue Mola. Eso es lo bueno que tiene que los fachas hablen con tanta claridad de los crímenes que perpetraron alevosamente y de los que nunca se arrepintieron.

Sobre el autor del artículo: Victor Moreno

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Pablo Ibáñez. Pasealeku, Eguzki irratia

Pasealekua

Dentro de la sección De aquellos barros, con Patxi Zamora, hemos entrevistado a Pablo Ibañez, conocido abogado y experto en la historia de Pamplona-Navarra de la época de la República y la posterior guerra civil:

Pasealeku del 2-02-2011

http://www.pamiela.com/images/stories/audio/pasealeku110516.mp3

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Víctor Moreno. Coherencia

coherenciaEn ciertas ocasiones, cuando se celebra la efemérides de alguna ilustre prenda, se suele decir de ella, como si se tratara de la mayor de las alabanzas que “fue toda su vida coherente con sus ideas”. Existe, también, otra versión muy fácil de leer en cualquier periódico dedicado a hacer necrológicas: “Nunca renunció a sus ideas y se mantuvo fiel a ellas durante toda la vida”.

“Fue un hombre coherente con sus ideas”, se dice. Ya. Pero nunca se dice cuáles fueron esas ideas. ¿Tal vez, porque, al concretarlas, el oyente percibiría lo monstruoso de ellas? ¿Tal vez, porque, al confesarlas, revelarían la estrechez mental de un hombre fiel a un manojo de ideas estúpidas, con las que llenó de infelicidad, no sólo su propia vida, sino también, la de su familia? ¿Cómo pasar toda una vida sin cambiar de ideas? ¿Cómo puede Rajoy dormir a pierna suelta con sus ideas, sabiendo corno sabe, que las ideas de Rubalcaba son mucho mejores y más brillantes que las suyas? Es algo incomprensible. No sé, pero a mí esto me huele a chamusquina. El hecho de que la gente no renuncie a sus ideas por las ideas mejores de los demás, muestra a las claras que, en el fondo más superficial, las ideas de la gente nos importan un pepino. Sólo a ciertos filósofos parecen importarle las ideas de los demás, aunque sea, no para comprobar si son mejores que las suyas, que casi nunca lo son, sino para fustigarlas, que es una manera, tan educada como otra cualquiera, de tener en cuenta a los otros para afirmarse uno.

“Fue uno de esos ejemplos escasos que mantuvo la coherencia en medio de tanta claudicación”, leía yo hace tunos días en un periódico, refiriéndose a urna persona “muerto en olor de coherencia”. Pues la coherencia, cuando pertenece a un muerto, huele, también, como las multitudes. Estoy convencido de que, quien mantenía esa frase, consideraba que le estaba haciendo al muerto el mayor de los elogios posibles. Sin embargo, y aunque parezca mentira, le estaba llamando inútil, inmovilista y tonto. Porque ser coherente, no tiene ningún mérito. Es la cosa más normal. Yo no conozco a nadie que no lo sea. La coherencia es vitola de: gente dogmática, cerrada y mostrenca.

¿Cómo tener como un valor, el hecho de mantenerse toda la vida con el mismo armazón ideológico, cambiando como cambia la vida que es un primor? Sólo los amonites permanecen imperturbables al cambio. En esta vida, lo lógico y lo sensato es mudar de camiseta ideológica, en cuanto esté sudada, avinagrada y llena de sietes. Me sorprende que algunos de los ensayistas, mayormente filósofos, que escriben en los periódicos, mantengan sin variar un sintagma las mismas ideas que, desde hace veinte años o, incluso más, vienen defendiendo. Ellos, con absoluta seguridad se considerarán más coherentes que una tautología de Heráclito, pero, en mi opinión, lo único que muestran es una osamenta ideológica más herrumbrosa que la coraza del Cid, o, si se quiere más proximidad analógica, que las lanzas de Benet. Es verdad que, si tienen el honrado desliz de cambiar de ideas, muchos energúmenos, es decir, cráneos por lo general sin pulir y sin idea alguna en sus encefalogramas planos, se les echarán encinta señalándonos con el dedo acusador de esa incoherencia. Nada. Ni caso. El progreso de una sociedad está en relación inversa a la existencia de personas coherentes. Cuantas más personas coherentes, más reacia al cambio será esa sociedad. ¿Han reparado, alguna vez, en las ocasiones que Rajoy utiliza la palabreja en cuestión para afear a Zapatero? Yo, en cuanto se la oigo pronunciar, me terno una actuación palabrática y reaccionaria de su segunda de abordo, madame Cospedal…

Los políticos son quienes más alardean de coherencia, de su práctica necesaria y rígido cumplimiento. Bueno, los ladrones y los asesinos les van a la zaga. ¿Conocen, ustedes, a algún asesino o a algún ladrón, que no sea coherente con su idea de matar y de robar? Yo, cada día que pasa, pienso que la coherencia sólo está bien para las salidas y entradas de los trenes en una estación. En el comercio de las ideas, lo más higiénico es cambiarlas como de chaqueta, sobre todo si la propia está vieja, y se dispone de otra de mejor calidad. Se suele decir en plan despectivo: “Ese cambia de ideas, como de chaqueta'” o “es un chaquetavuelta”. ¿Por qué nos molestan tanto los tránsfugas ideológicos? Yo pienso que lo que nos molesta de ese cambalache no es el despelote de ideas del que hace gala, sino el hecho de que el citado chaquetavuelta elija unas ideas que no son las nuestras. Rara vez nos molesta el cambio de ideas en una persona, si, al hacerlo, se identifica con las nuestras.

Son tantísimas las ideas que abundan en cualquier campo de la teoría social, educativa, científica, que hacerse con una sola idea que, verdaderamente, se adapte a nuestro temperamento y carácter, más que una odisea intelectual, es un verdadero milagro. Las pocas ideas, que tenemos propias, a lo sumo dos o, exagerando un poquito, tres y media -¿de dónde proceden? Si proceden de la experiencia personal, entonces, reconoceremos que nos han costado un huevo o un ovario hacernos con ellas; seguramente, casi toda la vida. Si proceden de lo que leemos, entonces, lo mismo, porque hasta que una idea que leemos en un libro la hacemos parte íntima de nuestra carne, transcurre, como decía Nietzsche, casi otra vida y, en ese largo periplo, nos olvidamos de casi todo lo que hemos leído, para quedarnos con lo que nuestra piel ha padecido y gozado.

Juzgar a alguien por las ideas que tiene o, casi mejor dicho, por sus prejuicios, es una aberración. Sólo los hechos hablan bien o mal de nosotros. Las ideas sólo muestran el grado de evolución y de desarrollo que ha adquirido nuestra envoltura craneal.

Franco fue un virtuoso coherente con sus ideas. Milans del Bosch, también. En cuanto el primero puso en práctica las suyas, el mal aumentó en progresión geométrica. La coherencia del primero nos jodió durante más de cuarenta años. La coherencia del segundo estuvo a punto de jodernos otros veinte más, si aquel 23F resulta coherente con la idea de quienes lo perpetraron.

Así que, ¿para qué se quiere ser uno coherente con las ideas si éstas no nos hacen más humanos y caducan en dos días como un yogur? ¿Para qué empeñarse en ser coherente con las ideas propias si las ideas de los otros son mejores? ¿Para qué empeñarse en ser coherente con unas ideas que no hacen sino llenar de infelicidad a quienes nos rodean?

En realidad, y como dijo Mark Twain, la auténtica filosofía de la coherencia es el cambio.

Sobre el autor del artículo: Victor Moreno

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Víctor Moreno. Entender a los otros

entendimientoProduce no sólo curiosidad, sino incertidumbre, indagar en qué nos causa más impacto, si las ideas de una persona o sus actos. Dicho con mayor plasticidad: ¿qué nos causa más perplejidad, leer esta idea de Schopenhauer, “el ruido sólo lo soportan los cadáveres y las mujeres”, o, enfrentarnos a la anécdota, protagonizada por este mismo filósofo, y que, como la cuenta E. Lynch, la refiero yo. En plena revolución de 1848, Schopenhauer invitaba a los gendarmes a subir a su piso para que pudieran llevar a cabo su tarea con la mayor eficacia, disparando desde la ventana de su salón, “incluso se permitía ayudarles indicándoles dónde se escondían los rebeldes y contra qué blanco debían apuntar”?

¿Qué nos proporciona más conocimiento de la persona de Schopenhauer, su idea sobre el ruido o el hecho que protagonizó en plena revolución de 1848?

Con frecuencia, solemos descalificar, o alabar, a alguien, trayendo a colación sus ideas. En este sentido, recuerdo haber leído dos artículos, publicados en periódicos distintos, cuyo contenido se limitaba a consignar de forma generosa las afirmaciones de dos personas, una viva y otra muerta.

Ambos textos pretendían, no sólo descalificar sus ideas, que, también, sino, especialmente se le pedía al lector que repudiara a estas personas, que eran capaces de sostener aquellas tesis. Sutilmente se sugería que una persona, que defendiera tales ideas, no podía ser, en modo alguno, buena persona.

¿Se puede tener una ideología horrible -generalmente la del vecino lo es- y ser, al mismo tiempo, una buena persona o, por el contrario, tener una ideología implica intrínsecamente una perversidad moral manifiesta? Lo sugiero, entre otros matices, porque hay gente que considera que ser nacionalista, no sólo es incompatible con ser demócrata, sino con ser un ciudadano, ya no ejemplar, sino simplemente ciudadano. Y si no, que se lo pregunten a Savater, Arteta y Juaristi. Y a Vargas Llosa, ni te cuento.

Cuando algunas personas renegaban de la urbanidad de Cela, aclaraban ipso facto que sus exabruptos, acerca de lo humano y divino, no invalidaban su literatura. Es decir, los actos que protagonizaba Cela, no lo cuestionaban como escritor. Sin embargo, este mecanismo mental no se aplicará jamás con simétrica justicia a otros casos. Pienso, por ejemplo, en Sabino Arana. Se sacan a pasear sus ideas para, no sólo ponerlas a horcajadas de asno, sino, también, estigmatizar y “demonizar” su persona. Curiosamente, ninguna de las lenguas, que arremeten contra las ideas racistas de Arana, aporta un hecho de la vida del fundador del nacionalismo vasco que lo ponga a la misma bajura ética, que colocan a Cela algunos de sus detractores, entre ellos J. Llamazares. En Cela, sus declaraciones, no mermaban su literatura. En cambio, a Arana, sus ideas lo invalidan de forma total, como persona y como ideólogo.

Los libros, que narran anécdotas o hechos de una persona también intentan que, a través de aquéllas, deduzcamos lo maravillosa o malévola que era dicha persona, tuviera o no ideas, porque en el texto hagiográfico no aparecen, a no ser que se considere que éstas se esconden en dichos actos, como si fuesen su pátina o palimpsesto. Lo curioso es que, tanto si se trata de ideas como de anécdotas, quien recopila lo hace de un modo selectivo y, quien las lee, las interpreta a su manera. Por ejemplo, ¿qué puede deducirse de la anécdota de la famosa Teresa de Calcuta, volando al Haití de Duvalier, para estrechar las manos de este dictador? ¿Qué se puede deducir del hecho, también protagonizado por Teresa de Calcuta, al defender a uno de sus más importantes benefactores, el magnate norteamericano Charles Keating J. juzgado por de uno de los fraudes más importantes de la historia reciente de EUU?

Algunos, como P. Bourdieu, lo tuvieron siempre muy claro: “Se trata de una fundamentalista religiosa, una operadora política, una sermoneadora primitiva y una cómplice de los poderes terrenos y seculares” (Contrafuegos. Reflexiones para servir a la resistencia contra la invasión neoliberal. Anagrama. Barcelona, 1999). Es decir, Bourdieu deducía de varias anécdotas un tratado de ideología reaccionaria, y que él, como progresista, condenaba sin paliativo alguno. Pero ¿es correcto y justo este mecanismo? ¿Se puede deducir una ideología de un conjunto de anécdotas o, más grosería aún, de una sola anécdota? Y, al revés, ¿se puede deducir de una ideología el componente ético de una persona? ¿Cuáles son los límites de ese trasvase? ¿O no los hay? Eres la ideas que tienes y actúas en función de ellas. O eres lo que haces, importando muy poco si piensas esto o aquello. ¿Sí? ¿No?

La razón, ciertamente, es una poderosa maquinaria para justificar y descalificar todo tipo de hechos y de afirmaciones. Nada escapa a su influencia. Lo mismo podría decirse del sentimiento. Pascal ya decía que “todo nuestro razonamiento se reduce a ceder a nuestro sentimiento”.

En unos casos, apelamos a la razón para justificar o descalificar a los otros. En otros, son los sentimientos quienes funcionan como confabuladores de nuestros movimientos y apetencias intelectuales. Y, tanto en un caso como en otro, el resultado final siempre es la justificación de nuestra conducta. Pero, rara vez, se dice en función de qué y para qué nos convienen dichas justificaciones.

En esa falta de verdad, subyace gran parte de lo que realmente se es y que, rara vez, aflora a la superficie.

Lo que pensamos de los demás está en relación directa con lo que pensamos y sentimos de nosotros mismos. Pensamos bien de los demás en la medida en que se parecen a nosotros. Cuanto más clónicos sean de nuestro yo ideológico y afectivo, más cariño les tendremos.

Y, como contrapartida, pensamos mal de los demás en la medida que nos advierten de lo que no somos, es decir, lo que son ellos.

Estamos condenados a entendernos con quienes ya nos entienden que, generalmente, son los que piensan como nosotros; y a rechazar a quienes ni nos entienden, ni, según nosotros, quieren entendernos.

¿Hay algún mérito en que Rajoy esté siempre de acuerdo con Cospedal, o al bies, y que Rubalcaba haga el mismo ejercicio meníngeo con lo que dicen que dice Rodríguez Zapatero?

Sobre el autor del artículo: Victor Moreno

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Víctor Moreno. Para el día del libro

booksHabla el libro

Todos los años sucede lo mismo.

De ahí que me haga las mismas preguntas: ¿por qué no me dejarán en paz? ¿Por qué no dejarán de darme tanta importancia? ¿Realmente me conocen para hablar de mí de la manera en que lo hacen a todas horas y en todos los lugares del mundo?

No sé si son muy conscientes de sus palabras, pero me gustaría advertir de que, otorgándome la importancia que me dan, me culpan, sin quererlo, supongo, de casi todas las cosas que pasan en este mundo.

Veamos. Para unos, la culpa de las muchas calamidades que cometen los seres humanos se debe a las cosas que leen en mis páginas. Las leen y al querer llevarlas a la práctica, la arman. Si no me leyeran, vivirían tan tranquilos y en ningún momento tendrían problemas de que si éste ha escrito esto y tienes la obligación de rebatir su opinión, porque, además es falsa, y lo es porque no es lo que tú piensas.

Para otros, en cambio, la culpa de todo se debe a que la mayoría de las personas no lee ni siquiera un prospecto de aspirinas. Si leyeran, serían cultas, conocerían los porqués de las decisiones, serían respetuosos con los demás, y educados en el más amplio de los sentidos. Pero como no leen ni a Corín Tellado, pues pasa lo que pasa: hablan a gritos, tiran las colillas de los cigarros en el primer sitio que pillan, meten un ruido en sus casas sin reparar en que hay vecinos más o menos delicados de oídos, y, por no saber, no saben ni el nombre de un premio Nobel español de literatura. Y así por el estilo.

La cosa es que, mírese como se mire, al final, da igual. Porque me lean o no, la culpa siempre la tengo yo: el libro. Así que bien se comprenderá que esté un poco mosqueado de tanto homenaje y de tanta palabra, más o menos exagerada.

Es que hasta hay gente, incluso lectora, que asegura que mi nombre está emparentado con la palabra libertad. Dicen que libertad tiene que derivar de la palabra libro, porque quienes leen mucho son más libres que quienes no leen ni a Mortadelo y Filemón.

Bueno. Que esto lo diga alguien que jamás me ha tenido en sus manos, pase, pero que lo diga gente que va por la vida alardeando de haberse leído a toda mi parentela, es un poco triste.

Así que, por esta vez, y aseguro que no servirá de precedente para otras ocasiones, diré de dónde procedo que es la mejor manera de señalar el camino más seguro para hacer mi alabanza o mi ultraje.

Mi madre se llama Biblos, y mi padre Líber. O sea, nada que ver con la palabra libertad.

Mi madre era griega. Biblos es la fibra interior de ciertas cañas, especialmente del papiro, del que tanto supieron mis amigos los egipcios.

Mi padre, en cambio, era latino. Líber es la membrana que tienen los árboles entre la corteza y la madera, en la cual se escribía antes de la invención del papel, según lo cuentan los escritores latinos Virgilio y Cicerón.

Mi familia es, desde luego, numerosa. Por parte de mi padre descienden librero, librería, libresco, libreta, libretista, librillo, librote, libracho y, también, libelo, descendiente de un sobrino de mi padre, libellus, librito, que aunque diminutivo de líber, suele tener muy mal genio. Tanto que quienes suelen escribirlos no los firman. Por si acaso.

Por la parte de mi madre, que como queda dicho era del linaje de Platón, emergió todo orgullosa la palabra biblioteca –lugar donde se guardan mis familiares-; bibliotecario –persona que estaba al frente de la biblioteca- y, también, según Plinio el Viejo, salió la palabra bibliopola, que era el mercader de libros. Una especie de vivales que se dedicaba a hacer negocio con todo tipo de papeles.

¿Más palabras derivadas de mi linaje griego? Muchas más. Pero sólo recordaré una que a mí me gusta mucho: Bibliofagia (de biblio, libro y phagoo, comer), que es la costumbre de comer libros o documentos manuscritos o impresos.

En tiempos no muy lejanos, llegaron a existir hasta clubes secretos que se preparaban auténticos banquetes con mis lomos y mis páginas, que imaginaban hojaldre purísimo. Aseguran que su gusto y las vitaminas que producían eran mucho más saludables que un chuletón de buey. ¿Por qué se los comían? La respuesta no es sencilla, pero se dice que lo era porque de esta manera, gastrosófica habría que decir, se apropiaban mejor de mi contenido, mucho mejor que si los leían. A saber. Pero ya se dice que de lo que se come se cría. Así que…

Y se piense que la bibliofagia haya desaparecido. Para nada. Actualmente, sigue practicándose de forma general, pero de un modo distinto, que para eso ha llegado el progreso.

Los bibliófagos de hoy no se comen el libro ni literal ni físicamente, pero se tragan lo que leen sin provecho alguno. Vamos que cuando leen no se enteran de nada.

Y la verdad: leer sin sentido no tiene mucho sentido. Cuando la gente lee de este modo, dicen de mí cosas que no se corresponden con la realidad de los sentidos, ya se sabe: la vista, el oído, el olfato, el gusto, el tacto y el sentido común.

Espero que, cuando tú me tengas en tus manos, me leas con los cinco sentidos. Seguro que, entonces, sabrás a qué sabe un libro de verdad.

Sobre el autor del artículo: Victor Moreno

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