EL arcángel San Miguel va a visitar el día 14 de abril el Parlamento de Navarra. Cualquier mente racionalista dirá que aquí algo falla; es más, ¿no están los Parlamentos para fabricar las leyes?, ¿qué tiene que ver una cámara legislativa foral con un arcángel de la tradición semítica e islámica?, ¿será porque su liturgia se canta en euskera? Por otro lado y más directamente: ¿se adora a esos míticos seres alados en el siglo XXI y en Occidente?, ¿qué imposible relación puede haber entre un Parlamento aconfesional y un altar?
Tronos, dominaciones y potestades; pero los había también denominados serafines y querubes o querubines. Los serafines eran de una belleza singular y los querubines se distinguían por su plenitud científica para contemplar la belleza divina, al formar parte del segundo coro de ángeles. Allá, en el séptimo coro, estaban los principados, espíritus bienaventurados cumplidores de todas las órdenes divinas y suma o compendio de todas las virtudes celestiales. Entre unos y otros coros, se supone que revoloteando, estaban esas criaturas, anteriores al ser humano, presentes como hipotéticas síntesis aladas de toda posible hermosura y sabiduría.
Estas figuras no las inventó la Iglesia católica ni el cristianismo. Cupido era algo anterior, pero un poco más simpático por su función terrenal. Incluso, quien haya tenido ocasión de ver los frescos de Pompeya, se admirará de la presencia de ángeles en tantas paganas (y eróticas) situaciones. La misma palabra griega, adoptada por los romanos, ángel en castellano, quiere decir enviado.
Mas no se va a hablar aquí de los ángeles, ni de esa especie tan interesante que es el caído, Lucifer, as de la rebeldía, que tiene su incomparable monumento y plaza en la ciudad de Madrid. Aquí se va a tratar más bien de un arcángel, que es otra categoría más compleja. Tiene superioridad jerárquica con respecto a los ángeles, es jefe sin ningún sentido peyorativo sino etimológico. Según Tomás de Aquino, que reflejaba la doctrina eclesial dominante, los arcángeles eran también espíritus bienaventurados, pero ocupaban un “orden medio entre los ángeles y los principados”. En castellano son más recientes que la católica Iglesia, pues el Diccionario Etimológico de Joan Corominas sitúa su entrada en este idioma entre los años 1220-1250; allá, con el estupendo Gonzalo de Berceo.
Los arcángeles son complejos, actúan en misiones especiales, simbolizan oficios, ministerios muy cerca de la potencia de Dios (la fortaleza de San Gabriel), San Rafael y sus virtudes curativas, San Miguel o Michael del originario hebreo. De la complejidad de su acción da fe Gabriel, que lo mismo es un patrono especial para el Opus Dei que comunicó a Mahoma en persona las pautas divinas (de Alá) para la escritura del Corán. Naturalmente, estas dos tendencias teológicas pensarán que su Gabriel es el verdadero y lo demás falsedades o cosas de infieles.
Los mitos hebreos, de donde toma la Iglesia su adoración, así como las figuraciones islámicas, hacen jugar un importante papel a los arcángeles (Miguel, Rafael, Uriel…), en su relación con Adán y Eva e intervienen junto a la mano de Dios en la creación del mundo o tierra. Naturalmente, es forzoso desde esa perspectiva aceptar el creacionismo o el llamado “diseño inteligente” como doctrina del origen divino del mundo. Lo que es demasiado admitir para cualquier visión racional, medianamente científica del universo y del origen evolucionado de las especies, inclusive la humana.
Pero resulta que nuestra sociedad civil actual, la del siglo XXI, no es simplemente católica ni mahometana; ni da por buena y porque sí la visión creacionista o la negación de la raíz natural de las especies según la iniciara conceptualmente Darwin. Se compone de las dos tendencias religiosas mencionadas y de muchas más, protestantes de diversas clases evangélicas, luteranos y baptistas, cristianos ortodoxos, budistas, etcétera. Y, además, hay personas que no creen en ninguna religión, independientemente de si poseen una percepción negativa, crítica o positiva de la presencia de las religiones en la sociedad. Personas a las que les parece una patraña la teoría del diseño divino del Universo y pueden ser también incrédulas con respecto a las clasificaciones de los ángeles o a la santidad de muchos santos; personas racionalistas, agnósticas y ateas (¿o es que nadie conoce su existencia en Navarra?). Filosofías a las que el Tribunal de los Derechos Humanos de Estrasburgo coloca en el mismo plano que las ideas de quienes tienen creencias religiosas. Es la libertad religiosa, la libertad de conciencia, la libertad filosófica de cada cual lo que hay que respetar.
Y no hay otra forma de respetar las plurales conciencias de la plural sociedad de hoy que la actitud neutra, laica por aconfesional o aconfesional por laica del Estado y los poderes públicos. “Ninguna confesión tendrá carácter estatal”, reza el artículo 16.3 de la Constitución. Y nuestros constitucionalistas (quienes se llaman así, como UPN y PPN) han hecho como que no se enteran que donde dice ninguna es ninguna.
El símbolo alzado del arcángel San Miguel, Mikel Gurea de la tradición, ha salido ya de la Sakana. Nada tengo contra quienes sigan esas tradiciones consuetudinarias y religiosas. Sí contra la presencia de autoridades civiles en su acompañamiento, porque, se repite aquí, ninguna confesión -la católica tampoco- tendrá carácter estatal o institucional. Por eso deviene incomprensible para cualquier demócrata, cuyas sustancias pluralistas son la laicidad y la libertad religiosa, que el arcángel Miguel, su efigie, vamos, porque nuestros parlamentarios y diputadas no son precisamente Teodosios de Goñi a la espera del milagro celestial, visite el día 14 de abril el Parlamento de Navarra.
Todo tiene el carácter de un gol arzobispal y neocon, con el aplauso y la risa de Diario de Navarra, porque el día 14 de abril es el aniversario de la Segunda República. Y a los republicanos nos sienta bastante mal que la idea fraterna de la República, neutral e igualitaria ante toda religión, se ofenda por las aclimataciones del Parlamento foral a los usos y costumbres del arzobispado navarro con su diseño arcangélico del planeta tierra.
Que UPN y PPN vayan por donde solían, con cirio y en procesión, pues nada tiene que extrañar si se sabe que no han roto todavía con el Estado católico de la dictadura franquista anterior a la Constitución de 1978. Pero PSN y NaBai no tienen perdón con esta permisividad. Solamente Izquierda Unida ha dicho cuatro cosas decentes y con sentido en contra de esta visita religiosa a una institución oficial, a un poder público, como es el Parlamento navarro. Ha sido también Xavier Eder, mi columnista preferido, quien ha puesto los puntos sobre las íes a tanta falta de decoro político y ético.
No hay tradición que valga, pues éstas, como las costumbres y los usos sociales, se subordinan a los derechos humanos, civiles, a la libertad religiosa, a la ausencia de confesión de todos los poderes públicos y a los criterios del Tribunal de los Derechos Humanos de Estrasburgo. Por mi parte, el día 14 conmemoraré la República en Tudela con mis amistades y la escucha de algunos versos de Miguel Hernández. Que no fue santo ni arcángel, sino, con toda sencillez, un poeta mártir de los eviternos fanáticos partidarios de mezclar religión y Estado.
Artículo publicado en Diario de Noticias de Navarra