A raíz de la querella presentada por Jaime Ignacio del Burgo contra la exposición «Navarra 1936», es oportuno recuperar el artículo que el exconcejal del Ayuntamiento de Pamplona Miguel Ángel Muez publicó el 10 de febrero de 1999 en el periódico Gara.
Carta a Jaime Ignacio del Burgo
Por si alguien tiene dudas acerca de las intenciones de esta carta, aclararé que no soy miembro de Herri Batasuna, de ningún partido nacionalista vasco, ni tan siquiera de partido político alguno. No tengo ambiciones políticas, ni electorales, ni en las próximas elecciones, ni en ninguna otra. Simplemente tengo dignidad y memoria. Y suficiente edad y experiencia para conocerles a usted y a su mundo. Porque usted, señor Del Burgo, en coherencia con su discurso, no podría dialogar con muchas gentes de su entorno político y ni tan siquiera con su propio padre, miembro organizador y jefe de «banda armada» contra el Gobierno democrático elegido en la España del año 1936.
He escuchado por radio unas palabras suyas en las que anatemiza a todo el que colabore en cualquier acción política concreta con Herri Batasuna.
En opinión de usted, todos tienen «las manos manchadas de sangre», los militantes de Herri Batasuna y los que, en un intento de buscar la paz, colaboren o simplemente dialoguen con ellos. Para usted, no hay más que dos clases de ciudadanos, los que piensan como usted, y todos los demás, que somos «banda armada».
Durante muchos años, las gentes que nos sentimos perdedores de aquella tragedia, que organizaron su padre y sus amigos en Navarra, hemos tenido que «dialogar» con los vencedores, en los ayuntamientos, en las asociaciones, en la prensa, para tratar de hacer un mundo diferente y mejor. Hemos sentido sus humillaciones, nos han herido sus calumnias, sus abusos y nunca les hemos acusado de tener «las manos manchadas de sangre». Pero usted se permite repetirlo machaconamente ahora. Con una particularidad. Ni usted, ni su padre, ni sus amigos jamás ofrecieron ninguna tregua, su paz no existió, sólo su victoria. Señor Del Burgo, repase usted la Historia, la escrita precisamente por los de su bando. Por ejemplo, coja usted el libro Memorias de la Conspiración, de Antonio Lizarza:
Página 43: «En este tiempo [1934] y conforme lo acordado en nuestras entrevistas con Mussolini, salieron de Navarra varias expediciones de jóvenes que marcharon a Italia a instruirse en el manejo de ametralladoras, fusiles y bombas de mano […]. Entre otros Jaime del Burgo, jefe del Requeté de Pamplona».
Página 63: «En Bélgica se fletó, por mediación de don José Luis de Oriol, un barco con 6.000 fusiles, 150 ametralladoras pesadas, 300 ligeras, 5.000.000 de cartuchos y 10.000 bombas de mano. Sólo se recibieron las ametralladoras».
Página 86: «El 19 de mayo de 1935 se realizaban completas maniobras militares en Zufía. Las dirigían Jaime del Burgo…»
Página 100: «Como consecuencia de un mitin carlista en Bilbao […] hubo fuerte tiroteo y tres muertos. El Requeté autor de los disparos vino huido a Pamplona donde estuvo algún día escondido en casa de don Eusebio del Burgo. Después, por Cilveti, se le encaminó a Francia no sin antes proveerle de dos pistolas».
Página 101: «Hubo dos pequeñas fábricas de bombas, una en Caparroso y otra en Mañeru, con depósito en Traibuenas».
En El Pensamiento Navarro, del 19 de julio de 1966, Jaime del Burgo dice: «…Velamos aquellas armas [julio de 1936], que habían permanecido ocultas en recónditos lugares de la casa en espera de que un hombre honrado lanzara a los cuatro vientos la señal convenida para iniciar la nueva Reconquista».
En el libro Navarra 1936. De la esperanza al terror, se recogen dos cifras de fusilados en Navarra: Más de 1.000, según el General Salas Larrazabal. Más de 2.000, según el historiador Jimeno Jurío.
Señor Del Burgo, aquí nadie ha pedido perdón. Ni siquiera la Iglesia. En el Diario de Noticias del 24-10-97 podemos leer las siguientes declaraciones del obispo de Sigüenza en la Comisión Permanente de los obispos españoles: «La Conferencia Episcopal Española no se ha planteado pedir perdón por las connivencias de la Jerarquía Eclesiástica con el Régimen franquista…»
A su vez, en el Boletín Oficial de la Diócesis, noviembre de 1936, pueden leerse las palabras del obispo: «Con los sacerdotes han marchado a la guerra nuestros seminaristas. No son clérigos. Han empuñado las armas con la mayor decisión, arrojo y bravura. Es guerra santa».
No pretendo hacer en este comentario un resumen de más de medio siglo de aplastamiento de un Pueblo. Solo quiero hacerle pensar que, cuando acusa usted a alguien de tener las manos «manchadas de sangre», considere que otras manos «manchadas de sangre» han dirigido nuestros destinos todos estos años, sin treguas, sin diálogo, sin derechos humanos, sin democracia, sin elecciones.
Entonces, mire al espejo y cállese, ¡por amor de Dios!
Miguel Ángel Muez, exconcejal del Ayuntamiento de Pamplona-Iruña durante tres legislaturas.
Gara, 10 de febrero de 1999