Déjate de cátedras, dice Marcial. Marcial el de los epigramas, nacido cerca de Calatayud hacia el año 40 del siglo primero, no el Marcial del pasodoble cañí, nacido en Rivas-Vaciamadrid en 1903. Vete al foro, donde suena la alegre música de los dineros -dice Marco Valerio Marcial- y déjate de cátedras donde no resuenan más que aplausos. Se ve que en Roma el de catedrático era un oficio para exhibicionistas sin afanes pecuniarios. Nada que ver con la profesora de Nutrición y Bromatología de la UPNA, doña Yolanda Barcina, que en la última campaña electoral cobró 19 días seguidos por el simple hecho de ser catedrática, sin pisar el campus, de paso que ejercía de candidata y de ocasional dietista de Caja Navarra. Una catedrática de hoy, ampliamente remunerada. Leí que nuestro professor Sanz, el mismo que en los felices años de la nueva megalítica navarra -los años de las enormes infraestructuras superfluas y las megacalzadas romanas con hipoteca del futuro en la sombra- viajaba por el mundo y daba conferencias de pago -pagadas por los contribuyentes forales, claro- en las universidades americanas de la Ivy League, ya es profesor asociado de la universidad que de momento no se expande por donde Sanz firmó para que se expandiera: por Donapea. Y ahora el professor hasta cobrará, Audenasa, Sarría y demás consejos sobrevenidos de administración aparte. Catedráticos de hoy, él y su continuadora Barcina, la que ahora suspende operaciones médicas y ayer programaba operaciones millonarias tan “fallidas” -por decirlo con el eufemismo de la Cámara de Comptos- como la del museo sanferminero. Catedráticos nada romanos que, silbe o patee el público del aforo, no dejan de oír la alegre música de las monedas acumulándose. Última hora: el pluricatedrático Calvo Serraller, al que la profesora Barcina privó hace unos meses de la extinta o hibernada Cátedra Oteiza, nos deja. Unos cátedros vienen, otros van. La música de los dineros que Marcial nunca pensó oír en las cátedras, continúa.