Pedro Esarte Muniain
Por la época que me ha tocado vivir, he sido testigo de la columna ideológica llamada Desde el gallo de San Cernin, en el periódico que transmitió la única idea política permitida durante los 40 años de dictadura.
Quien firma como “Ollarra” (gallo) desde hace tantos años (muchos de ellos siendo director de la citada tribuna), escribe para su parroquia con una prosa hiriente, que deambula entre lo cínico e irónico de la política de sótano. No se puede acusar a otros de utilizar la historia como manipulación política, exculpándose de la ideologización que empapa sus artículos.
En el recientemente publicado, “Amayur: historia y política”, sigue el propósito de hacer de la política una causa nefasta, a excepción de la que él mismo prodiga: “Sobre Maya o Amayur, se han escrito disparates llevados por el sectarismo y la ignorancia”. En su aportación de nombres de atacantes a la fortaleza, ofrece errores de bulto, como señalar a Mauleón con los castellanos, cuando fue defensor de Navarra.
Decir que “la corona de Castilla concedió a Navarra el statu quo de su carácter de reino propio”, es falsear la historia a favor de la tesis del ocupante y mentir a los navarros. Así como tratar de “ridículo que el episodio de una guerra civil a los 500 años se utilice como dardo político … –e- inadmisible que los que atacaron el reino, se cambien de bando por conveniencias circunstanciales”, es amontonar tantas falsedades como palabras incluye.
La conquista de Navarra no fue una guerra civil, sino una ocupación militar. En cuanto a su manipulación política actual, ninguna mayor que la que promueve el gobierno oficial de Navarra, con Comisión incluida al efecto. Quienes atacaron al Reino fueron los castellanos, y quienes podrían haber cambiado de bando, son quienes defienden que los hechos consistieron en la unidad voluntaria de Navarra a Castilla, frente a la realidad de más de 12 años de resistencia armada y varios siglos de ocupación violenta.
Pero los errores que pretendo reseñar, son los del libro que recomienda Ollarra a sus adeptos. “El estudio mas serio que no he visto citado por nadie –expone Ollarra– es Amayur 1522 de Javier Gallástegui. El libro, añade, “prueba sin réplica, la reacción que tuvieron la gran mayoría de caballeros navarros que acudieron con sus mesnadas a atacar Maya”.
Pero la realidad es bien distinta. El libro de Gallástegui cita como caballeros a los navarros que fueron obligados a llevar carretas y cabalgaduras, utilizándolos para llevar a los lectores a su tésis. Mal trago para los que sufrieron dicha humillación, si hubieran conocido la tergiversación histórica posterior, colocándolos interesadamente al servicio de sus conquistadores.
Todo el peso de la experiencia periodística de Ollarra durante décadas, se vuelca al servicio de Gallástegui, con alabanzas y recomendaciones para su libro, al que, curiosamente, no le aprecia intencionalidad política alguna. Un refrán dice que las medias verdades son peor que las mentiras, y debemos reconocer que, lamentablemente, tras la ocupación de Navarra, hubo quienes habiendo luchado en su defensa, se vieron forzados a utilizarlas para poder regularizar su situación y no perderlo todo.
Las consecuencias de aquellas circustancias se pueden apreciar en los relatos existentes. Hubo quien aseguró que podía presentar hasta 400 nombres de guipuzcoanos que combatieron en Belate. Pero la lista no provenía de los cohetáneos a los hechos, sino de hijos, nietos y demás que, buscando gracias y mercedes de quien les gobernaba, alardearon de que sus ascendientes combatieron allí. Una batalla que, como tengo escrito, nunca se produjo.
Por tanto, el trabajo de Gallástegui en Simancas, falto de fechas, constituye una colección de auto-alabanzas presentadas ante los gobernantes, por personajes que aspiraban a mejores puestos y, para lograrlo, fingieron antecedentes familiares de servicios a la causa del ocupante.
Sirviéndose de datos, sin un análisis del momento, fechas, intereses y consecuencias, construye su manipulado relato histórico a base de los mencionados. Contradiciendo la ley matemática de que no pueden sumarse objetos diferentes, tanto Ollarra como Gallástegui, suman nueces y castañas con mandarinas y limones, y en el resultado les salen frutas, quedándose tan frescos sin ofrecer mayor detalle.
Imposible aportar en un artículo de prensa la amalgama de tergiversaciones que Gallástegui conforma para que le cuadre su idea de que el agresor fue quien se defendía y el agredido era el ofensor. Las órdenes de militarización dadas por el virrey, con amenazas de multas, embargos y prisiones, no le impiden a Gallástegui hablar de la voluntaria adscripción de navarros como fuente principal de combatientes a favor de Castilla, obviando que el peso militar empleado contra Navarra en Amaiur consistió en cerca de 10.000 soldados profesionales al servicio del emperador.
Hasta las demandas de agravios las convierte en graciosas mercedes, cuando sólo fueron vanas promesas o evasivas respuestas. Y respecto a la Inquisición, convierte las gestiones que se llevaron a cabo para evitarla en argucias que trataban de eludir las leyes impuestas.
En fin, el libro recomendado por Ollarra en calidad de no político, también falsea los hechos cuando sitúa a 177 sangüesinos prestando el alarde para acudir al mandato del virrey en el castillo de Amaiur, el 21 de julio de 1522, fecha en la que sus ocupantes ya se habían rendido.
Y lo hace mas claramente, además, cuando sitúa al mariscal de Navarra sirviendo al rey católico en 1507 y 1508, cobrando emolumentos de 100.000 maravedíes anuales. El error, que no me consta sea producto de su pasión ideológica o deseo verdadero de engañar, es que el hecho asignado corresponde a Pedro Navarro, alias Bereterra, roncalés que sirvió al citado rey en Italia los años anteriores.
El problema mayor para Navarra y los navarros, es que el citado libro es materia de enseñanza en la Universidad del Opus Dei desde el curso de 2005-2006, sin que este libro, anti-navarro donde los haya, sea retirado por el gobierno oficial de Navarra, tal como le correspondería actuar con semejantes libelos.
Es lamentable que quienes niegan el valor político de la historia, se aprovechen de ésta para realizar lo que critican en otros. El fin político del artículo y del libro, aparte de la multitud de groseras falsedades, queda totalmente en evidencia.