ES curioso cómo un ser humano que no es creyente, al que no le gusta comprar ni especialmente que le compren, ni las reuniones, ni los ruidos estridentes, con digestiones lentas y que quiere mucho a su familia pero preferiblemente de uno en uno al final acaba todos los años sin excepción juntándose en Nochebuena, Navidad, Nochevieja, Noche de Reyes y Reyes con las mismas personas con las que lleva juntándose desde que nació, a las que ve prácticamente todas las semanas y con las que ha compartido, física y psicológicamente, más tiempo que años lleva Pete Seeger tocando el banjo. Efectivamente, al final el asunto no es para tanto, eso de juntarte con tu familia, pero lo que incomoda es la propia obligación en sí misma, una obligación ante la que nadie es capaz de decir basta, a pesar de que buena parte de los miembros de mi familia mandarían a tomar por saco el hecho intocable de tener que juntarse por huevos. Además, ninguna de las personas que nos juntamos viene de fuera, yo qué sé, de cruzar los mares o escapando de una mafia turca. No, nos juntamos los que nos tenemos más vistos que el tebeo. ¡Anda, tú por aquí! es una de las frases estrella de cada evento de estos, eventos en los que nos ponemos hasta las trancas de comer y de beber como si el año no tuviese más días. Vamos, que cualquiera lo mira desde una galaxia exterior y alucina: ¡esta gente tiene problemas serios! Supongo yo que esto mismo les pasa a la gran mayoría de ustedes, que están tan a gusto con sus familias pero que si un día alguien con mando en plaza decidiera que ya vale de hacer el mico recibirían la novedad encantados. No me malinterpreten. No es cuestión de preferir no juntarse o no ver a tu familia. Es cuestión de que no se acaba nunca. El que diga que el 7 no descansa, miente.
Domingo, 2 de enero de 2011
http://www.noticiasdenavarra.com/2011/01/02/opinion/columnistas/a-la-contra/miente
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