EL título no es mío, sino de un columnista del Diario de Noticias, de Navarra, en su sección Mar de Fondo, y su primer párrafo llama la atención por fuerza:
En su último libro Fernando Sánchez-Dragó le cuenta a Albert Boadella que se folló en Tokio a dos crías de 13 años, una detrás de otra, y que lo volvieron loco. El delito ha prescrito, comenta muy cachondo, y añade que en verdad le violaron ellas. Sólo le falta pagar una ronda de anís a la cuadrilla e imitar a Torrente: es que las visten como putas. Recuerdo ciertas palabras de Umbral, que hablaba de calzarse a ninfas como de comer sugus. Todo está inventado. (Sigue)
Pero a mí lo que más me llama la atención es que después de analizar las actitudes sociales de izquierda y derecha, Xabi Larrañaga remata su artículo con un: “Qué casta, el tío, ¿eh? Y qué silencio en los medios”.
Sí, eso, silencio, y no tanto porque se piense que total para qué y que Dragó se desprestigia solo, abriendo la boca o saltimbanqueando en su tablado de feria, sino porque los habituales inquisidores, los mismos que hablaron de la pederastia de Antonio Machado o de los escándalos de los verdaderos diarios de Jaime Gil de Biedma en Manila, callan no ya por amistad, sino porque Dragó, aún a la sombra de la derecha más reaccionaria, tiene poder, tiene un programa de libros en una televisión regional, tiene columna de prensa y puede hacerles daño, y por si fuera poco casi todos le debemos unos minutos de gloria literaria en pantalla, felices de que nos hayan hecho caso. Por eso estamos tan por encima de la anécdota, jugando al diábolo con la Categoría. Es de catetos además escandalizarse por nimiedades: los de la gomina lo saben, saben lo que es literatura y lo que es delito.